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El reposo de los Guerreros; por Federico Vegas

Fotografía de Miguel Gutiérrez

Fotografía de Miguel Gutiérrez para EFE

“Yo solo era libre en el campo de batalla, nunca tenía la libertad de poder descansar, y quien no encuentra una forma de descanso no puede sobrevivir por mucho tiempo en la batalla”.

Al leer esta frase del escritor James Baldwin, que resume su lucha contra el racismo, pensé en nuestros jóvenes guerreros. Se siente un decidido deseo de libertad en sus movimientos, en la energía que irradian, en su valiente presencia en la primera línea de combate. Pero, luego, ¿dónde y cómo descansan? Necesitan reposo para sobrevivir a la batalla, y no hay mayor descanso que encontrarle sentido a arriesgar la vida.

He visto videos donde piden ayuda, el apoyo de una segunda línea que les proporcione agua, comida, refugio. Entienden que no los acompañemos en la vanguardia, pero nos exigen una generosa y firme retaguardia.

También he leído textos donde se les critica señalando que su violencia genera más violencia, el terreno en que el gobierno cuenta con más recursos para expresar su sadismo. Las acciones de la juventud venezolana son la inevitable respuesta a una violencia de dimensiones tan vastas y persistentes como un aire irrespirable que te sofoca o aguas contaminadas que te envenenan. Las reacciones inevitables no necesitan justificación, solo dirección y el descanso que permite a los guerreros reflexionar.

Pongamos un caso. A un amigo que admiras le revientan el corazón con una bomba lacrimógena. Hasta en el sonido de su nombre hay belleza: Juan Pernalete. El ministro Ernesto Villegas culpa a los compañeros de lucha de Juan, y su mentira es tan ramplona y titubeante que una voz a su espalda tiene que ayudarlo a soltar la insólita declaración que acaban de inventarse. Ya no sabes si es peor el crimen o la infamia, y el descanso te resulta insoportable y no puedes evitar seguir luchando. Hemos entrado al reino de lo inevitable.

La retaguardia tiene otras exigencias. Para quienes los círculos de acción se nos han ido cerrando y hemos vuelto al hogar de donde una vez partimos, las energías son otras. A medida que envejecemos el mundo se nos vuelve más extraño, más compleja la ordenación entre los vivos y los muertos. Los viejos deberíamos ser exploradores. ¿Aquí o allá? No importa dónde. Debemos estar inmóviles y sin embargo movernos hacia otra intensidad en busca de una mayor unión, de una comunión más profunda.

Estas últimas cinco líneas no son mías. Las he presentado sin comillas ni cursivas para hacerlas más penetrantes, digamos que más casuales al crear menos expectativas. Son una versión en prosa de un fragmento del poema “East Coker”, de T. S. Eliot, el segundo de sus Four Quartets. East Coker es el pueblo de donde proviene la familia de Eliot, y grabada en la lápida de uno de sus ancestros está la frase inicial y final del largo poema: “En mi principio está mi fin. En mi final está mi principio”.

La sola traducción de “In my end is my beginning” ya presenta estimulantes dificultades. “End” puede traducirse como “final” o “finalidad”. “Beginning” puede referirse a los “comienzos” o a los “principios”. En ambos casos estamos en los extremos del tiempo o definiendo un propósito.

Aristóteles proponía que cada ser tiene una finalidad que está determinada por su esencia. Esa finalidad deseosa de manifestarse es su potencialidad. El filósofo también se preguntaba: “¿Podemos llamar feliz a un hombre mientras vive o habrá que esperar al final de su existencia?”.

Quizás la felicidad consiste en una coincidencia entre el “final” y la “finalidad” de nuestras vidas que parte de una creciente relación entre nuestros “comienzos” y nuestros “principios”. La revisión de dónde nos encontramos con respecto a estos extremos requiere de un descanso que a los jóvenes guerreros les está negada. Entre otras cosas porque no se les ha permitido ser jóvenes.

El poema de Eliot está lleno de referencias a ese estado terminal a que han sido sometidos quienes están en los años más prometedores y llenos de potencialidades que no encuentran donde sembrarse.

Y solo queda el terror creciente

De no tener ya nada en qué pensar.

O como cuando, bajo anestesia,

La mente está consciente pero consciente de nada.


Quédate inmóvil, dije a mi alma,

Y espera sin esperanza.

Porque la esperanza sería esperanza

En lo que no debe esperarse.

Chávez le ofreció a Maduro, tal como Zeus a Titón, la eternidad en el poder que había soñado para sí mismo. Pero, Chávez olvidó entregarle a Maduro, tal como Zeus olvidó entregarle a Titón, el don de la eterna juventud.

Titón se convirtió en un anciano tan endeble que la vida le pesaba cada vez más, vivir y continuar viviendo se convirtió en su peor castigo. Chávez no le trasmitió a Maduro la capacidad de renovarse, de innovar, de sorprender y pronto se convirtió en un cadáver político que daba lástima entre su propia gente. Era impresentable, incalumniable, y será por mucho tiempo una referencia de las desgracias de aferrarse al poder cuando ya era el fiel y máximo representante del dolor, la miseria y la decadencia de los venezolanos.

Los primeros síntomas fueron las escenas de baile, de béisbol, de piano, ciertos enredos con las fechas y los nombres, los meditabundos viajes en carro de noche con los amigos y una novia silenciosa, cosas de viejo que quiere aferrarse a la vida. Lo de hablar con las vacas aún creo que fue un montaje, pues una de las vacas mostraba bastante interés y preocupación. La metáfora de invitar a su constituyente a unas vacas que van al matadero no tiene desperdicio.

Y ese aire senil y descompuesto ha invadido todas las instancias del gobierno. Caen las mejillas, pesan los párpados, las voces son más roncas y gangosas, las expresiones más taciturnas; los jueces se van escurriendo y desapareciendo dentro de sus túnicas avergonzados de sus competentes y prestos disparates; otros engordan y la papada les tiembla cuando despotrican ya sin fuelle. Hay algo egipcio y hierático, como si fueran figuras convocadas para representar el arquetipo de un poder eterno y momificado. Todos, hasta el más humilde locutor, se equivocan y contradicen, como aquel joven periodista que se convirtió en el Ministro de comunicar infamias.

Al otro lado está la creatividad y el furor de quienes rondan la mayoría de edad y ya son mayoría. Si en las marchas del oficialismo reina la tediosa uniformidad de los que caminan protegidos y seguros de obtener algo a cambio, en las de la oposición se avanza bajo amenaza de muerte, y este temor supremo, junto a la indignación de ser reprimido, genera manifestaciones de una belleza trágica que nos sorprenden y nos aterran.

Quien marcha desarmado contra una fuerza armada dispuesta a asesinarte es un mártir. Aunque sea el amigo que está a su lado quien muera, también eres mártir por haber corrido el mismo riesgo con la misma valentía y la misma entrega. Esas muertes graneadas, selectivas, proporcionales, cubiertas con la mentira y la justificación, son la expresión más patriótica de nuestra historia, inmensamente más aleccionadoras y terribles que la de los soldados que emboscaron traidoramente a soldados de su misma promoción y uniforme la noche del 4 de febrero de 1992.

Nuestros guerreros sin reposo ya son vencedores. Le han abierto los ojos a la historia. Han desnudado a los oficialistas mostrando las carcasas donde ya no hay alma ni amor por Venezuela, solo pavor de perder el poder y ser sometidos a la justicia.

Unas estrofas de Eliot nos asoman al lado más duro de lo que estamos viviendo, a su cara más existencial:

Solo existe la lucha por recobrar lo perdido

Y encontrado y perdido una vez y otra vez

Y ahora en condiciones que nada propician.

O quizá no hay ganancia ni pérdida:

Para nosotros solo existe el intento.

Lo demás no es asunto nuestro.

No quiero pensar que esta última línea, “lo demás no es asunto nuestro”, se convierta en el lema de los guerreros sin reposo. Sé que el homenaje y el reconocimiento no son descanso, pero quizás sí lo sea una comprensión desde esta lejana y quizás inútil retaguardia de escritor. Ofrecer las referencias preservadas en la literatura puede ayudar a encontrar lugar en ese continuo encontrar y perder, y volver a encontrar, que no es un mal solo nuestro, sino el motor de la historia de la humanidad.

Los viejos exploradores, desde esta inmovilidad que pretende movernos “hacia otra intensidad, en busca de una mayor unión y una comunión más profunda”, nos atrevemos a decirles que entre ustedes han nacido cientos, miles de líderes, y ya el país tiene una dirección y una nueva belleza. Nuestra felicidad duele y nuestra esperanza está naciendo, pero la felicidad y la esperanza no están llamadas a ser grandes o pequeñas, incipientes o plenas, sino a generar más vida, a propagarse y compartirse.

No puedo decir si es en el reposo o en la batalla donde se organizan y definen los principios y las finalidades que generan los movimientos políticos capaces de cambiar un país, pero sí puedo asegurar que definir y lograr esos principios y esas finalidades, y generar un verdadero final y un verdadero comienzo, será un merecido descanso para los jóvenes guerreros y para todos los venezolanos.

***

East Coker, Poema completo, traducción de José Emilio Pacheco.

Video de Ernesto Villegas.