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El problema es el modelo; por Alonso Moleiro

El problema es el modelo; por Alonso Moleiro 640

“El problema es el modelo”. Es una frase que se escucha con frecuencia en estos días. La decadencia nacional también es la expresión del fracaso de una forma de interpretar el estado. Ha fracasado la hiperconcentración, la centralización, la sobreesatización, la fantasía comunal. La continuidad de estos males continuará agudizando la agonía nacional. El país ha desperdiciado enormes cantidades de dinero, está devaluada de nuevo, y hoy tiene muy poco de pie. Es un fracaso económico y productivo, pero también social y político. El fracaso de una manera de aproximarse a Venezuela.

En el –así llamado– modelo bolivariano podemos identificar sin el menor esfuerzo, en términos más amplios, también, el fracaso de un modelo de gestión. Son taras que se expresan en la lentitud de los servicios y la crónica inoperancia de todos los aspectos de la vida cotidiana. En este momento presentan un indeseable tejido graso adicional gracias a nuevos errores cometidos por el chavismo en la economía, expresados en la inflación y el desabastecimiento. Jorger Giordani se puso a administrar personalmente los precios: triplicó la inflación. Corpolec es una rémora pero también faltan toallas sanitarias.

Ecuador y Bolivia, naciones del Alba, se aproximaron con prudencia a los mandatos de la economía, respetaron al sector privado, filamento natural de la producción en el mundo moderno, fomentaron la inversión y el ahorro, y hoy presentan balances económicos claramente más confortables que los nuestros. Entre otras cosas, captan talento académico mal pagado en las asediadas universidades autónomas venezolanas, con mucho que aportar en aquellos parajes, con jugosas propuestas salariales que les permiten mejorar las plantas profesionales de aquellos y el horizonte vital de éstos.

Agropatria, Edelca, Sidor, Venalum, Alcasa. Quiebra, dispendio, ausentismo, irresponsabilidad.  Pdvsa, compañía con la cual se ha traficado políticamente de forma imperdonable: hace rato que es incapaz, por ejemplo, de suplir sola la demanda nacional de aceites para motores, que también están escaseando. Los activos nacionales convertidos en chatarra. Se malbaratan fortunas en grandes misiones y proyectos comunales de fantasía, se lastiman de forma gravísima las arcas nacionales y se produce una alarmante desinversión. Se ha lastimado al comercio, una actividad fundamental en cualquier economía sana. Por eso es que no hay enjuagues para el pelo ni el resto de las fruslerías burguesas que tanta fruición clandestina le produce al gobierno.

Queda afectado, también, el margen de respuesta institucional de las alcaldías y gobernaciones, instancias naturales en la relación del ciudadano con el estado. Hoy están mucho más debilitadas, y su margen de maniobra es muy inferior al de hace 15 años. Tampoco acá hay modelo de gestión comunal alguna al cual anteponer. El estado centraliza, el dinero se bota, y el país se hunde socializando la miseria. Necesitar acetaminfonen en tiempos de chinkunguña, y no tenerlo, expresa una situación miserable.

Las cosas podrían estar bastante menos mal en Venezuela con un mínimo de sentido común. El espíritu de la Constitución está siendo quebrantado. Venezuela es una República Federal y Descentralizada. Es necesario postular de nuevo el estado federal. La desconcentración de competencias y la gestión mixta, estado promotor, sector privado actor, con nuevas y mejores formas de socialización del capital. Ese debería ser, también, parte del debate nacional planteado en las venideras elecciones parlamentarias de 2015.