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El país de las urbes fantasmas; por Beatriz de Majo

El país de las urbes fantasmas; por Beatriz de Majo 640

La obsesión china por mantener una tasa de crecimiento elevada, lo que se constituyó por décadas en su principal signo de fortaleza ante el planeta, llevó a la gran potencia a transformarse en el centro más importante, vasto y acelerado de construcción de nuevas ciudades pensadas para generar mano de obra y ofrecer vivienda, oficinas y comercios a millones de familias. Algo falló en la planificación y un sinnúmero de ellas se han convertido en ciudades fantasma que permanecen vacías de ciudadanos. El espectáculo que estas ofrecen es realmente desolador.

Hoy, cuando su expansión económica está entrando en una fase de racionalidad y el gigante se orienta hacia otro modelo de expansión, en Beijing deben hacer frente a un monumental problema: en primera instancia, admitir la crasa equivocación de la política de creación masiva de puestos de trabajo a través del estímulo y el otorgamiento de capital y endeudamientos masivos a los promotores inmobiliarios y luego instar a sus nacionales a adquirir la miríada de unidades habitacionales desocupadas instaladas por todo el país.

Es necesario, a esta hora, colocar en manos de compradores más de 60 millones de viviendas —pudieran ser muchas más, en efecto— que existen en decenas de ciudades vacantes sembradas por doquier en la geografía del coloso de Asia.

 En éstas, la desocupación habitacional se eleva hasta más del 70%. Estas inmensas urbes desiertas, desoladas, poco atractivas y vacías de servicios, desestimulan a cualquiera que cuente con los 70.000 a 100.000 dólares que es el precio promedio de una unidad habitacional. Tal situación de unidades terminadas sin inquilinos ni propietarios inhibe la inversión de nuevos promotores, desanima a los proveedores de todo tipo de insumos, desde acero, cobre y cemento hasta cocinas y ventanas y descuelga los precios de los apartamentos creando un efecto psicológico perverso en el potencial comprador.

Resolver esta burbuja habitacional, cuyas cifras no son totalmente reveladas por las estadísticas nacionales, sigue siendo una preocupación oficial ya que sus efectos trascienden las fronteras del país y contribuyen a adelgazar la demanda externa. Puertas adentro, el problema del exceso de inventario habitacional tiene que ser canalizado para recuperar la salud del sector inmobiliario, que continua perdiendo trabajadores a pasos agigantados.

Las soluciones propuestas han abundado pero ellas no han sido determinantes para disminuir la sobre-oferta. Se han puesto en marcha, en el año 2015 y los anteriores, estímulos crediticios para los compradores, rebajas en las cuotas iniciales, reducción en las  tasas hipotecarias, adquisición masiva por parte del Estado de las unidades ociosas para la  reubicación de familias de pocos recursos, permisos a los ciudadanos para adquirir más de una vivienda secundaria, traslado de desplazados del interior a estos centros deshabitados, establecimientos de centros y facilidades de  salud estatales en ellos para crear atractivos para las familias rurales… nada parece funcionar contundentemente.

El año 2016 no será mejor que los tres anteriores ni para China ni para el mundo, donde, por ende, veremos la acentuación de las consecuencias de esta equivocada planificación. De hecho, los chinos ya se están volcado hacia el exterior para poner sus ahorros y adquirir allí sus nuevas viviendas.