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El Internet de las cosas que pasan; por Juan Nagel

El Internet de las cosas que pasan por Juan Cristobal Nagel

Fotograma de la segunda temporada de la serie Mr. Robot (2016)

Durante un capítulo de la galardonada serie Mr. Robot, la abogado de una compañía multinacional llega a su amplio townhouse neoyorquino después de trotar. Mientras hace su rutina posterior al ejercicio, su casa se ha vuelto loca: la televisión se enciende con el volumen altísimo, el agua de su ducha sale hirviendo, los teléfonos comienzan a sonar y sonar. No se trata de que su casa esté embrujada, sino de que su casa entera y todos sus artefactos están conectados a Internet y ha sido “hackeada” por sus enemigos.

Cada día nos acercamos más a esa nueva realidad: la del “Internet de las cosas”. Internet of things es la idea de que, en un futuro cercano, muchos de los artefactos que utilizamos día a día estarán conectados a la web. Así podremos programar la lavadora desde nuestro lugar de trabajo, regular el aire acondicionado estando de viaje o leer que nuestra nevera nos manda mensajes diciéndonos cuáles cosas hacen falta mientars el horno microondas está conectado a las redes sociales.

El “Internet de las cosas” es sólo un reflejo de la nueva realidad. Nuestra vida avanza hacia un estado en el cual nuestra relación con artefactos electrónicos hiperconectados e inteligentes toma un papel predominante.

¿Queda duda de que ese nuevo mundo ya está aquí? Si bien Venezuela se salva de esto debido a la inseguridad y a la crisis, caminar por cualquier ciudad del (“primer”) mundo permite ver gente más interesada en interactuar con sus artefactos que con la gente que les rodea. Y esta tendencia sólo se afianzará a medida que los millennials, esa generación que se crió pegada a una pantalla, envejezcan y pasen a ser el centro del mundo consumidor.

Es paradójico: mientras más conectados estamos, menos interactuamos con las demás personas. Piense en esto: ¿cuándo fue la última vez que una reunión familiar no fue interrumpida por alguna comunicación cibernética? ¿Cuántas peleas ha tenido por Twitter o WhatsApp en los últimos meses? ¿Los miembros de su familia revisan las pantallas mientras se come?

La posibilidad de restringir nuestro círculo a las personas que piensan exactamente como nosotros significa que cada vez estamos menos expuestos (y menos dispuestos) a opiniones diferentes a las nuestras. Incluso las relaciones entre personas que piensan parecido se vuelven más complicadas con la tecnología.

Cuando interactuamos con seres humanos de carne y hueso, medimos el impacto de nuestras palabras y gestos por la reacción que causan en nuestros interlocutores. La reacción de la persona que tenemos en frente –en su cara y en sus palabras– hace que nos midamos a la hora de decir lo que pensamos. Esa reacción no existe en el cibermundo, donde más que personas todo son unos y ceros. Podemos decir lo que queremos sin medir consecuencias y cualquiera que ha peleado con algún grupo de WhatsApp entiende de lo que se trata.

Todos hemos caído en esto. Hace unas semanas, tomé la decisión de dejar la página web de análisis con la que había estado asociado durante más de diez años por causa de desavenencias que derivaban de la interacción virtual. Había llegado un momento en que las relaciones se habían vuelto demasiado ariscas y el respeto natural que debe existir por las opiniones divergentes se había desvanecido. Uno podría decir que esas son “cosas que pasan”, problemas naturales en las relaciones humanas. Sin embargo, hay algo en el mundo cibernético que nos impide ser la mejor versión de nosotros mismos. Poder opinar sin consecuencia, interactuar sólo con gente que opina igual que uno, es una amenaza a nuestro tejido social.

Si a usted le preocupa este fenómeno, lo invito a hacer un simple ejercicio: la próxima vez que sienta ganas de dejar de seguir a alguien en redes sociales porque dijo algo que le ofendió, conténgase. No responda a ese mensaje ofensivo ni le conteste a esa persona que lo insultó por las redes sociales. La próxima vez que alguno de sus amigos de WhatsApp haga un comentario impertinente, muérdase la lengua (el teclado) y no le responda. En vez de interactuar con su teléfono, piense que tiene a la persona en frente y pregúntese: ¿sería capaz de decirle en su cara esto que estoy a punto de escribirle por teléfono?

Internet está cambiando la forma en la que nos relacionamos. Y si bien la tecnología es inevitable, la forma como internalizamos sus efectos no lo es.

Sólo humanizando la tecnología podremos evitar esas “cosas que pasan” y que nos alejan de los demás.