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El ecosocialismo de la Venezuela petrolera: una paradoja; por Jonathan Dias // #DíaDeLaTierra

Karl Marx

1. Rectificar, o el (no tan) nuevo ministerio. Cinco meses bastaron para que el gobierno nacional revirtiera aquella decisión de suprimir el Ministerio del Poder Popular para el Ambiente para unirlo a la cartera de Ecosocialismo, Hábitat y Vivienda. Nicolás Maduro reconoció que “la experiencia nos dijo que era necesario volver” y rehabilitó un ministerio que se dedicase a la cuestión ambiental. A la nueva cartera la denominó “de Ecosocialismo y Agua”.

Reconoció que la medida no había sido bien acogida por la comunidad dedicada a la conservación ambiental en Venezuela, quienes consideraron que era una “degradación” y que sería “un retroceso en materia de políticas e institucionalidad ambiental, y es incongruente con los principios de desarrollo sustentable y derechos ambientales establecidos en nuestra Constitución”.

Según el discurso presidencial, la diferencia entre el antiguo y el nuevo ministerio ambiental no es únicamente nominal, pues dijo que la tarea del organismo será el desarrollo de un “concepto ecológico para salvar al planeta del cambio climático”. A pesar de que para el Presidente el Ministerio de Ambiente era de “permisologías”, el último ministro ambiente, Dante Rivas, ya prometía instalar el Ecosocialismo en Venezuela.

2. Contradicciones con un concepto. El concepto no es producto endógeno, ya que se extrae del Manifiesto Ecosocialista redactado por los académicos Joel Kovel y Michael Löwy luego de la Cumbre de la Tierra de Johannesburgo en 2002. De acuerdo con un texto de Löwy ¿Qué es el ecosocialismo?, se trata de una “corriente de pensamiento y de acción ecologista que hace suyos los principios fundamentales del marxismo”, haciendo la salvedad de que estos principios estarán desembarazados de los “residuos productivistas”. Por último, esta corriente, heterogénea en sí misma, propone más que reformas ecológicas, “un cambio real de civilización” contra la “lógica productivista y la mercantilización de la civilización capitalista/industrial” pues conduce al desastre ecológico.

La multiplicidad de posturas conservacionista ha hecho que esta corriente sea cuestionada desde varios frentes por razones disímiles. Fred L. Smith Jr. Presidente del The Competitive Enterprise Institute, la considera una amenaza a la libertad alrededor del mundo y apunta a la construcción de un ambientalismo basado en el liberalismo clásico. Desde la corriente conocida como ecología profunda se considera que se debe ir a una sociedad post-capitalista, pero no necesariamente socialista, como lo demuestra una discusión escrita entre representantes de ambos grupos. Incluso desde un texto publicado en el portal de la Liga Internacional Comunista se ha afirmado que “la ideología ambientalista y el socialismo son enteramente irreconciliables. Todas las variantes del ambientalismo son una expresión de la idelogía burquesa, ofreciendo correcciones basadas en la sociedad dividida en clases y en el reforzamiento de la escasez”.

La expresidenta de Inparques y bióloga especialista en Ambiente y Desarrollo Sustentable, Carmen Cecilia Castillo considera que el discurso ecosocialista del gobierno venezolano contiene “elementos retóricos”, “fundamentalmente semánticos” en vista de que “la realidad demanda con urgencia la solución de los problemas ambientales, la relevancia que le otorga el sector oficial a la materia, ambiental pareciera que no fluye en la misma dirección”.

El último informe general de la Red Ara de 2011, que incluye a 29 organizaciones ambientales y científicas de Venezuela, constató que, aunque Venezuela está entre los diez países con mayor diversidad biológica, también ocupa un puesto en el top ten de los países con tasa de deforestación más alta, que en sólo 7 años se duplicó la generación de desechos sólidos, que somos el cuarto país en número de especies de anfibios, pero el 51% de ellos están en peligro. Aparte estas y otras preocupaciones como el impacto de la industria petrolera, han denunciado acciones directas del gobierno como el cierre de la Fundación Científica Los Roques y el anuncio de construcción de un hotel de lujo en el Parque Nacional Mochima.

Una constatación del deterioro ambiental puede encontrarse en los datos manejados por el extinto MinAmb, que muestran una baja en la proporción de la superficie cubierta por bosques, un alza en las áreas afectadas por procesos de degradación, un aumento en el total de superficies afectadas por incendios de vegetación. Si bien es verdad que otros indicadores parecen favorables, algunos han sido discutidos por organizaciones ambientales, como la disposición de desechos sólidos.

3. La paradoja del ecosocialismo en Venezuela. María Pilar García-Guadilla, Coordinadora del Grupo de Investigación en Gestión Ambiental, Urbana y Sociopolítica de la Universidad Simón Bolívar ha planteado una de las paradojas a las que se enfrenta Venezuela para hacer posible el modelo de desarrollo ecosocialista. El manifiesto de Kovel y Löwy plantea que, para lograr una sociedad en armonía con la naturaleza, el modelo económico debe desprenderse de la dependencia a los combustibles fósiles, que consideran consustanciales al capitalismo industrial. Ante la dependencia económica con el petróleo, la investigadora  apunta a las contradicciones que debe resolver el Estado: “¿cómo prescindir de los combustibles fósiles para lograr un desarrollo sostenible?”.

Un ejemplo es que, con ocasión de la caída de los precios del petróleo influidas por el aumento de la producción norteamericana mediante el uso de la altamente contaminante técnica de fractura hidráulica o fracking, el presidente Nicolás Maduro ha denunciado, desde octubre de 2014, los daños a los ecosistemas que esto produce. Incluso llegó a proponer una reforma constitucional para prohibir la técnica del fracking.

Sin embargo, la estatal PDVSA ha utilizado también estos métodos. En el informe Contacto con la nueva PDVSA de 2006, anuncia que incrementó la producción de gas con “tecnología de punta”. En el desarrollo del texto, especifican que “se llevó a cabo con éxito la técnica de fracturamiento hidráulico, la cual permitió un aumento significativo en la producción en los 11 pozos del Distrito Social Norte donde fue aplicada”. Luego de los incrementos en la producción, estiman que “el fracturamiento hidráulico se aplique a más pozos durante el 2006, lo que ayudará a cumplir las metas del Plan Siembra Petrolera en el período 2006-2030”. Durante la inauguración de la exposición Fucking Fracking en marzo en 2015, el presidente de PDVSA, Eulogio del Pino reconoció que la empresa que dirige hace fracturamiento, pero lo realiza en yacimientos arenosos “con un mínimo impacto en el ambiente”. Diferenció esa técnica del fracking afirmando que éste se hace en “rocas que no son porosas, que no tienen una porosidad natural”.

Para 2014, Rafael Ramírez, entonces presidente de PDVSA, también anunció que se iban a hacer las “primeras exploraciones para la búsqueda de gas lutita” en el Lago de Maracaibo, producto extraído mediante la fractura hidráulica. Ya estos estudios se habían adelantado el año anterior, como lo demuestra la Memoria y Cuenta, cuando registraron 112 billones de pies cúbicos de gas proveniente de formaciones lutíticas. En la Memoria y Cuenta de 2014 no se hizo mención a la continuación de estas mediciones ni a la explotación de los yacimientos ya explorados. El informe nombra 110 veces la palabra “ambiental”, pero no especifica cuántos derrames hubo con relación a los 88 del año anterior y los 115 del 2012. Lo que queda claro es que la estatal ha utilizado una técnica altamente contaminante, y ha estudiado los posibles beneficios económicos de volver a usarla, a pesar de apuntar al ecosocialismo.

El costo ambiental de la técnica de fracturamiento no es el único que debe asumir una industria petrolera. El Balance de gestión social y ambiental de 2013, el último publicado muestra como un logro de gestión el progresivo restablecimiento de fosas utilizadas por la industria a lo largo de las décadas, otros datos muestran los costos ambientales propios de la industria petrolera. La petrolera reporta que del área contaminada por los 10.722 derrames durante ese año sanearon el 3,44%. El año anterior reportaron 7114 derrames menos.

4. Un problema de modelo. Para María Pilar García-Guadilla el problema no ha sido de marco legal sino del propio modelo productivo, pues el modelo es

“la continuación y ampliación del actual modelo extractivo, lo que implica la generación de fuertes impactos ambientales y supone una racionalidad de carácter desarrollista, instrumental y neoliberal. En síntesis, ni la constitucionalización de las demandas ambientales ni la propiedad gubernamental de los principales recursos naturales, ni el discurso antineoliberal, antiimperialista y antiglobalización del gobierno, ni siquiera su propuesta discursiva del ecosocialismo del siglo XXI han sido suficientes para transformar el modelo de desarrollo neoliberal y capitalista imperante en Venezuela”.

La especialista fundamenta esta afirmación de su estudio de 2009 en que los planes de desarrollo venezolanos se fundamentan en grandes proyectos petrolíferos, gasíferos, carboníferos y de infraestructura, es decir un modelo mineral-extractivo con altos costes ambientales. Las infraestructuras propuestas por el gobierno de Chávez hasta ese momento consistían en la construcción de nuevos oleoductos, gasoductos y líneas de transmisión eléctrica a otros países, todos proyectos con impacto ambiental negativo.

La Red Ara mantiene que, a pesar del discurso político, “se mantiene la antigua dicotomía entre desarrollo y ambiente, ahora reconvertida en la contraposición entre desarrollo del pueblo contra protección ambiental. Tal orientación pareciera ignorar que el bienestar de la población pasa necesariamente por una gestión sostenible, es decir responsable, solidaria y equitativa, de los recursos y servicios ambientales”. Para combatir los problemas medioambientales en Venezuela, los discursos y las buenas intenciones no son suficientes.

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