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Ese es el título que Alejandro Moreno, director del Centro de Investigaciones Populares y, sobre todo, vecino de larga data de un barrio de Petare da al ensayo con el que contribuye con el libro Nuevas ideas para viejos problemas, de la Fundación Venezuela Positiva. Imposible resumir en estas breves líneas la riqueza de un texto complejo y polémico pero que aborda sin esguinces el que es, sin duda, uno de los problemas centrales de la Venezuela de hoy y al que está atado indisolublemente su destino: la condición de ese 50% de los habitantes de nuestras ciudades que habitan en lo que aquí hemos dado en llamar barrios.
Entre las certezas señaladas por Moreno está la de la exclusión, pero que no es la del barrio en sí sino la de sus habitantes, vistos por muchos como los bárbaros que asedian la civilización; se atrevió a decirlo, en un ensayo de 1974, Uslar Pietri, tal vez el más influyente de los intelectuales venezolanos del siglo XX, para el cual lo que prevalecía entre aquellos era “un repudio de la vida civilizada”. Esa visión, que no era despectiva sino angustiada, nacía sin embargo de un diagnóstico errado -la subestimación de su extraordinario esfuerzo de incorporación a la vida urbana- que indefectiblemente tenía que conducir a soluciones equivocadas.
En polémica con la visión paternalista, el ensayo de Moreno subraya cómo, desde el principio, los habitantes de los barrios se organizaron ellos mismos, generando un proceso que se encaminaba “al autogobierno en todo lo propio de la comunidad de convivencia”. Pero pronto esa autonomía local comenzó a ser intervenida hasta desembocar en el intento de implantación de las comunas, “que no solo detienen el proceso sino que eliminan toda posibilidad de autonomía presente y futura”. Y es que, nos parece, la respuesta está en la posibilidad de desencadenar una dinámica de reconversión física acompañada de cambios socioculturales y económicos que no puede ser sino inducida desde afuera, pero que debe ser dirigida desde adentro.
Sorprendentemente Moreno concluye en una suerte de resignación: reconociendo las carencias urbanísticas del barrio termina afirmando que “con el tiempo nos hemos ido acostumbrando”, ¿a qué?, ¿a la exclusión que denunció tan vigorosamente? El tema es complejo y delicado y merece un tratamiento más cuidadoso de lo que permiten estas notas volanderas.
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28 de noviembre, 2013
Respetando mucho al Dr. Uslar Pietri no llamaría al barrio, la ranchería como repudio de la civilización, ya que no pueden repudiar lo que no conocen. Es la desesperación del primitivizmo.
30 de noviembre, 2013
Me preocupa, y no lo digo precisamente por las palabras del Dr. Uslar Pietri, la ligereza con la que llamamos bárbaros, incivilizados, ignorantes y monos a los habitantes de los barrios. Para decirlo bien coloquial: ¿quién en 500 años de historia le ha parado bola a los que vinieron a ser los constructores y pobladores de los barrios? Las élites sociales, económicas y políticas jamás han puesto una centésima del esfuerzo que deberían haber dedicado para incluir y educar a los negros, indios, zambos, mulatos, etc. que desde el principio han sido tratados como la escoria de la sociedad, o simplemente ignorados. Entonces, ¿cómo carajo esperamos que no sean vivos? ¿que no resuelvan como está en sus manos? ¿que tomen cuanto puedan cuando se lo ofrecen, por ejemplo, los gobiernos populistas?
30 de noviembre, 2013
Y no se menciona que el barrio tiene muchos graduados universitarios que no han podido salir del barrio.