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“El aire de las ciudades os hará libres”: Respuesta (tardía) a Milagros Socorro; por Marco Negrón

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Me pregunta Milagros: ¿qué nos hace urbanos? Y parte explicando su condición de “pueblerina”, es decir, nativa de una localidad en la cual, como afirma, “nos conocíamos todos y todavía había fantasmas”. Y aunque dice no saber qué nos hace urbanos, se atreve a afirmar tajantemente que ella no lo es porque los fantasmas pueblerinos la siguen asustando.

Acepto sus argumentos, y aunque podría eludir su pregunta glosando al San Agustín tantas veces citado por Borges en sus disquisiciones sobre el tiempo (“¿Qué es el tiempo? Si no me lo preguntan, lo sé. Si me lo preguntan, lo ignoro”), no lo hago, entre otras razones porque ella misma ofrece una pista cuando indica como lo más importante ─subrayo: lo más importante─ de su vivencia en aquella aldea del remoto confín venezolano fue el haber nacido en democracia. Y es que, en efecto, creo que ciudadanía, libertad y democracia son prácticamente sinónimos.

Dos importantes pensadores venezolanos que no proceden del campo del urbanismo sino del de la filosofía abonan a esa idea. Así, Antonio Pasquali afirma: “El supremo anhelo humano, la utopía última, el adelanto de paraíso en tierra y de comunión de los santos, es convivir pacíficamente con el otro, sin déspota interpuesto, con tolerancia y sin odios, y la Ciudad, tópos de la convivencia, es la fábrica humana potencialmente más apta para lograrlo” (“La ciudad”,  subrayado mío). Juan Nuño, por su parte, dice: “… en las ciudades, el hombre realiza mejor su libertad que fuera de ellas. Fuera de ellas, sólo existe la tribu, la especie, la errancia, el nomadismo. Es en las ciudades donde aparece por vez primera la noción de individuo, de ser aislado y soberano” (¿Por qué existen ciudades?).

También recuerda Nuño, y seguramente muchos otros no urbanistas, el lema de las ciudades medievales alemanas en las cuales buscaban refugio los campesinos para liberarse de la servidumbre: “El aire de las ciudades os hará libres”. Y cuando Manuel Caballero se refiere a los estudiantes que en la Venezuela rural y montaraz del primer tercio del siglo XX insurgen reclamando libertad y democracia, asegura: “Son todos de lo más urbano, como rural hasta la caricatura es el grupo dominante gomecista. Son estudiantes, es decir, son letrados, son intelectuales, casi la contrafigura de la palurda condición del hegemón y sus secuaces” (Gómez, el tirano liberal). Y Borges, citando a Grousset: “Los mogoles tomaron a Pekín, pasaron a degüello la población, saquearon las casas y después les prendieron fuego. La destrucción duró un mes. Evidentemente, los nómadas no sabían qué hacer con una gran ciudad y no atinaban con la manera de utilizarla para la consolidación y extensión de su poderío” (Historias de jinetes).

Por su lado un autor norteamericano, Richard Florida, sostiene que hoy por hoy, si no todas al menos las ciudades exitosas, deben satisfacer la ecuación de las 3T’s: “Tecnología, Talento y Tolerancia. Cada una de ellas es una condición necesaria pero, en sí mismas, insuficiente. Para atraer personas creativas, generar innovación y estimular el crecimiento económico, un lugar debe satisfacer todas tres” (The Rise of the Creative Class). ¿Y dónde más sino en democracia es posible, incluso imaginable la tolerancia?

Y por último conviene recordar que, históricamente, la generalización del fenómeno urbano, su universalización, es un hecho en verdad reciente, cuyo arranque data apenas del fin de la segunda Guerra Mundial, de hace menos de un siglo, coincidiendo con la tendencia a la universalización de la democracia. Lo cual significa que la mayoría de los seres que hoy vivimos en ciudades nacimos en un mundo rural o de algún modo pre-urbano. Vale tener presente la tesis de Eric Hobsbawm, la cual enfaticé en mi conferencia: “Para el 80 por 100 de la humanidad la Edad Media se terminó de pronto en los años cincuenta; o, tal vez mejor, sintió que se había terminado en los años sesenta” (Historia del siglo XX). Hoy tenemos la suerte de ser testigos de la acelerada modernización de esa vasta humanidad que es la República Popular China, donde un impetuoso proceso de urbanización se acompaña de evidentes y cada vez más intensas demandas de democratización. Lo cual no es garantía de que no aparezcan nuevos fantasmas, pero con seguridad ya no serán pueblerinos.