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Dios es brasileño, Odebrecht también; por Carlos Malamud

Fotografía de Paulo Whitaker para Reuters

Fotografía de Paulo Whitaker para Reuters

[Infolatam].- Por si alguien tenía alguna duda de que Dios era brasileño, un reciente estudio de Datafolha lo confirma. Según esta encuesta, nueve de cada diez brasileños piensan que sus éxitos financieros se deben al Supremo Hacedor. Este porcentaje supera el 90% entre los religiosos y llega al 70% entre los no religiosos. Lo más curioso es que también lo piensa un 23% de quienes se declaran ateos. La encuesta muestra igualmente el ascenso de las iglesias evangélicas, en sus variantes pentecostales y neopentecostales.

Pero si Dios es brasileño, Odebrecht también lo es. Durante años fue una de las principales empresas constructoras del país y uno de los mayores símbolos del nuevo Brasil, la potencia sudamericana que apostó por la apertura internacional. Era, pese a todo, una apertura sui generis. Mientras la diplomacia y las empresas brasileñas se aventuraban en la búsqueda de nuevos socios y la conquista de nuevos mercados, el camino inverso era imposible. Así se mantuvo inalterable el “costo Brasil” (el diferencial que hay que pagar para invertir en el país) y los mecanismos proteccionistas siguieron funcionando con su eficacia habitual.

Marcelo Odebrecht, ex CEO de la empresa, ha sido condenado en marzo pasado a 19 años de cárcel por participar en el caso Lava Jato, el macro escándalo de corrupción montado en torno a Petrobras. La semana pasada se supo que la empresa había pagado cerca de 788 millones de dólares en sobornos en 12 países de América Latina y África, incluidos 350 millones en Brasil. Los pagos se hicieron entre 2003 y 2016, coincidiendo con las presidencias de Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff.

En confesiones a un tribunal de Nueva York reconocen que el principal objetivo de estos desembolsos millonarios fue asegurarse una posición ventajosa en más de 100 proyectos en Angola, Argentina, Brasil, Colombia, República Dominicana, Ecuador, Guatemala, México, Mozambique, Panamá, Perú y Venezuela. Como compensación por sus acciones ilegales Odebrecht se comprometió a pagar unas multas superiores a 2.000 millones de dólares a Estados Unidos, Brasil y Suiza.

El Lava Jato, o Petrolão, ha sumido al país en una profunda crisis política y judicial, pero también ética y económica. Una de sus principales consecuencias fue la destitución de Rousseff, después del correspondiente juicio político. El PT ha respondido airadamente con un sencillo argumento: fue un golpe ilegítimo contra un gobierno legítimo, dado por un grupo de parlamentarios corruptos e impulsado por la prensa oligárquica, con el grupo Globo a la cabeza, y algunos partidos de la oposición que de otro modo jamás hubieran alcanzado el poder. Sin embargo, hay que considerar una doble circunstancia. Primero, que al frente de quienes querían la salida de Rousseff estaban sus aliados del PMDB, liderados por Michel Temer, parte del gobierno y no de la oposición. Segundo, que si en las filas del PMDB y de otros partidos opositores hay diputados y senadores corruptos, numerosos representantes del PT también afrontan los mismos cargos.

Uno de los motivos de la estrategia petista es preservar la imagen de Lula, que aspira a ser candidato presidencial en 2018. Si bien ha sido vinculado en varias oportunidades al Lava Jato e incluso a Marcelo Odebrecht, desde dentro del PT se lo considera inatacable. Pese a ello hay crecientes evidencias de que Lula intervino en diversos países para favorecer las actividades de Odebrecht, la empresa que habría pagado algunos de sus viajes a Angola y Portugal, entre otros destinos. Inclusive se apunta que Odebrecht habría mantenido abierta una cuenta bancaria gestionada por el ex ministro de Hacienda Antonio Palocci y a nombre de “Amigo”, el alias que encubriría a Lula y que serviría para financiar sus actividades tras su salida del gobierno.

En línea con la defensa del ex presidente que mantiene el PT, el Instituto Lula rebatió las acusaciones relacionadas con los sobornos de Odebrecht. De forma dura y aludiendo a la justicia de Nueva York apuntó: “Una mentira será siempre una mentira, ya sea en portugués o en inglés”, para luego aludir a la cadena Globo, su principal enemigo: “El reportaje de Globo [que emitió una extensa nota sobre el tema] repite las mismas falsas denuncias que vienen haciéndose contra Lula en los últimos dos años”.

En una entrevista reciente al Estado de São Paulo (Estadão), el presidente del PT Rui Falcão manifestó que su partido debe iniciar una investigación interna contra Palocci, el también ex ministro José Dirceu y otros altos cargos partidarios acusados por corrupción, que eventualmente podrían ser expulsados. Se da la circunstancia de que tanto Palocci como Dirceu fueron dirigentes de confianza de Lula y actualmente están encarcelados por corrupción.

Al mismo tiempo Rui Falcão ve posible que Lula sea el próximo presidente del PT y sigue creyendo en su inocencia. Preguntado si la relación de Lula con las empresas los comprometía señaló:

“La relación que tuvo [Lula] con las empresas es pública. Él las ayudó legítimamente para que pudiesen tener contratos en el exterior, generando empleos y divisas para Brasil. Dio conferencias para esas empresas, todas declaradas y comprobadas”.

El modelo desarrollista impulsado por el PT, que mezclaba las reivindicaciones populares con los intereses empresariales ha llevado a Brasil a la crisis actual, extendiendo la corrupción por todo el tejido político y económico nacional. Odebrecht contó en muchos de sus negocios, ahora sabemos que con un alto contenido ilegal, con el auxilio financiero del BNDES (Banco Nacional de Desenvolvimento Econômico e Social), uno de los pilares de la expansión brasileña en África y América Latina.

En los años del milagro, cuando todo era posible, Dios era brasileño y guiaba a Lula de manera firme por la senda del desarrollo. Hoy todo ha cambiado radicalmente y para peor. Mientras los responsables políticos, económicos y empresariales miran a otro lado, muy pocos se preguntan por los motivos de la crisis. Con mayor o menor responsabilidad directa de Lula en la corrupción, cada vez está más claro que su gestión permitió el desbarajuste actual. Le guste o no al PT, Odebrecht es tan brasileño como su Dios.

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