Blog de Raúl Stolk

#DiariosDelPollo 2. La marcha y el pollo; por Raúl Stolk

Por Raúl Stolk Nevett | 15 de febrero, 2014

Miércoles, 12 de febrero. Tenía claro que la jornada no sería fácil. Días atrás el movimiento estudiantil había anunciado una marcha a la sede de la Fiscalía General de la República para pedir la liberación de un grupo de estudiantes presos. Yo me encontraba trabajando en la oficina. No tenía planeado asistir a la protesta. Esa marcha pertenecía a los estudiantes y, además, yo tenía una cita con un pollo que me habían prometido para ese día. Entonces, recibí un mensaje de mi hermano:

— Bicho, ¿vas a la marcha?

— No.

— ¿Por…?

— ¿Tengo que buscar un pollo

— ¿…?

— Eso, tengo que buscar un pollo. Después te echo el cuento

— ¡Qué bolas! ¿Y por eso no vas a marchar?

— Sí, bueno… no sé y además no me toca.

— Dale, de pinga…

Sentí la mirada juzgona y punzopenetrante de mi hermano en el último mensaje. Para él la palabra de los estudiantes es sagrada y les debemos apoyo irrestricto. Siempre. Me dio remordimiento. Al final lo acompañé, por supuesto. Estuve hora y media. Todo se veía tranquilo. Había bastante gente y parecía que no iban a necesitar mi ayuda. Salí corriendo para el carro como a un cuarto para las tres, cuando me dijeron que la Autopista Francisco Fajardo y el Bulevar de El Cafetal estaban despejados. Tenía que aprovechar esa ventana para llegar al negocio de los Hermanos Mayor en El Hatillo a una hora decente. Iba en el carro, con un ojo en la autopista y otro en Twitter, como todo un infractor. Hasta que leí un tuit de @LuisCarlos:

La periodista de sucesos @jennyoro1 reporta balas y heridos en la avenida Urdaneta de Caracas.

Esperando que la situación no pasara a mayores, seguí mi camino, manejando irresponsablemente, monitoreando los acontecimientos cerca de la Fiscalía por Twitter. Llegué al comercio a las 4:25 pm y entré con la cabeza gacha, como quien llega preguntando por leche o Harina PAN, anticipando una respuesta negativa. “Amigo, ¿tiene pollitos?” El muchacho que estaba en la caja respondió con toda naturalidad que sí. Me llevó a una especie de granero situado en la parte de atrás de la tienda y abrió una caja donde había tres pollitos. Eran idénticos a los de Quinta Crespo, aquellos que vendían a los santeros. Escogí uno después de una pausa para hacerle creer al hombre que yo era un experto, que sabía lo que hacía. Quedé al descubierto cuando pasé a hacerle el interrogatorio ensayado la semana anterior.

— ¿Y están vacunados?

— Sí.

— ¿Y cómo se cuidan?

— Mucha luz y mucho alimento y eso va ahí… —silbó e hizo un gesto con las manos calculando el tamaño al que llegaría el pollo.

Su estimación parecía suficiente para alimentar a una familia de tres.

— ¿Y cuántas veces al día tengo que alimentarlo?

— Tú le vas poniendo ahí y él va comiendo.

— Ah… gracias.

El pollito, que cabía en la palma de mi mano con comodidad, costó 15 bolívares con 18 céntimos. La bolsa de polloharina de diez veces el tamaño del animal costó 18 bolívares. Por el momento, desde el punto de vista financiero, la aventura tenía sentido. Esto, sin contar que ya había invertido 5 horas de mi tiempo en la búsqueda del pollo. Mientras iba en el carro de regreso a casa, leí que aparentemente uno de los heridos en la manifestación había muerto.

Llegué a la casa desencajado por la metralla de noticias regadas en redes sociales y páginas web. Todas parecían apuntar a lo mismo, pero sin foco. En la TV sólo había programas de variedades o la versión oficial(ista) de lo que estaba ocurriendo en la calle. Sin importar la angustia o dónde estaba mi atención, tenía un animal vivo en mis manos y algo en qué ocuparme. Me di cuenta de que la caja donde lo traía estaba llena de excrementos, por lo que debía forrar el fondo con papel periódico de modo que pudiera reemplazarlo con facilidad cuando estuviera sucia. Revisé por toda la casa y la escasez de papel periódico que asfixia a los diarios en Venezuela se reflejó. La verdad, hace años que leo mis noticias en Internet. Sin embargo, al abrir la maleta de mi carro, encontré una edición de Ciudad CCS del 23 de enero. El titular de primera plana era un poema.

Pollo_640

Desde que decidí embarcarme en la empresa del pollo he recibido todo tipo de comentarios y recomendaciones: “No le pongas nombre porque no te lo comerás”; “Te va a llenar todo de mierda”; “Cría gallinas para que comas huevos frescos”; “Cría gallos, los pones a pelear y así haces un realero”; y el último, y más repetido de todos, “Luz, mucha luz”, algo curioso, pues “Luz, mucha luz” dicen que fueron las últimas palabras de Goethe.

Lamp 2

Encontré una vieja lámpara que serviría para proveer de luz y calor al pollito. Puse el aparataje en el patio pues sabía que Apolonia no me dejaría tenerlo adentro de la casa. Me senté frente a la caja a contemplar al pollito. Estuve así, hipnotizado como por veinte minutos, hasta que llegó mi esposa. Salí de mi trance, y la abracé fuerte.

— ¿Viste lo que pasó? —dijo Apolonia. Vio la caja sobre mi hombro y no me dejó responder ¿Era en serio lo del pollo?

— Sí.

— Se queda afuera.

— Sí.

— ¿Sobrevivirá la noche? —preguntó.

Yo sabía el por qué de la pregunta. Por el muro de la casa ronda un grupo de rabipelaos que tienen más dientes que veinte babas y colas largas que a menudo delatan su amenazadora presencia.

Esa noche el pollito dormiría solo en su caja, desorientado, desarmado: en desventaja ante un adversario que se crece en la oscuridad. Habrá que hacer algo.

***

#DiariosDelPollo 1. La búsqueda fallida; por Raúl Stolk

Diarios_Del_Pollo_1_La_busqueda_fallida_por_Raul_Stolk_496

#DiariosDelPollo 3. El pollo ha muerto. ¡Viva el pollo!; por Raúl Stolk

#DiariosDelPollo 3. El pollo ha muerto. ¡Viva el pollo!; por Raúl Stolk 496

#DiariosDelPollo 4. Brevísima reflexión a una semana de la muerte del pollo, por Raúl Stolk

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Raúl Stolk Nevett 

Comentarios (5)

Ramon Nuñez
15 de febrero, 2014

No se van a comer el pollo. Ahora tienen un pollo mascota, o pet, como más rabia les dé. Pero eso sí es seguro, ahora tienen una boca más que alimentar.

Rossana
16 de febrero, 2014

La foto del pollito, su opiniòn del gobierno de Nicolàs (caca) y el titular de Ciudad CCS sobre el tipo de cambio… es todo un detalle, digno de un reconocimiento…!!!

andres cappellin
16 de febrero, 2014

Esta historia me recuerda un pillito que Pablo, mi hijo se gano en una verbena, y no sabiamos que hacer con el. Lo pusimos en una casita de madera con ventanas y puertas del tama;o de 35 cms de altura. De la tarea de manualidades del colegio. Yo nunca mas volvi a ver eses pollo. Lo cuidaba, wilson. El pobre animal crecio y crecio dentro de la casita. Un dia fui a ver unas cosas en el garage y encontre las casita de Pablo, y algo raro me veia desde una ventana del segundo piso, de la casita.Era como un ojo de 1 cms de diametro. Y la sorpresa fue, que el pollito era un Pollote o gallina rara. Como un bonsay de animal, dentro de esa casita de manualidades. Nos costo mucho sacarlo de la casita. y la veradd se lo regalamos a Wilson, y no supimos mas nada del pillito, ya enorme.

Francisco Castillo
19 de febrero, 2014

Raúl, excelte relato por entregas. Desde la primera estoy esperando el siguiente episodio. Gran sentido del humor y fina crítica a las ideas que representan un manejo “artesanal” y “romántico” de la crisis económica y sobre como superar problemas económicos reales deabastacimiento cuyas magnitud ha superado con creces las capacidades del Gobierno más ineficiente de la historia nacional, que ha logrado generar un crisis económica gigantesca en un periodo de más de una década con los más altos precios petroleros que hemos tenido jamás. Te animo a seguir adelante con esa privilegiada pluma.

Patricia Prato Casado
5 de abril, 2014

Raúl,

Qué buena idea estas entregas! Están geniales

Yo tuve unos cuantos pollitos de verbena y lo de la luz es clave. No sé si es que los pollitos tienen intuición de que son criados para comérnoslos y esa intuición se refleja en frío… pero por alguna extraña razón, los pollitos siempre tienen frío…

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