Perspectivas

Diálogo: entre el espectáculo y un proceso de construcción de paz; por Gaby Arenas de Meneses

Por Gaby Arenas de Meneses | 9 de abril, 2014
Diálogo gaby arena meneses 640

The Island (2009), de Walton Ford

 

La compleja situación política, económica y social que atraviesa Venezuela en estos momentos ha motivado que diversos sectores recomienden el diálogo como una posible salida a los conflictos. Sin embargo, son pocos los actores políticos que han manejado formalmente la complejidad del término, especialmente en situaciones como la nuestra.

En principio, para aproximarnos a un proceso efectivo de resolución de conflictos es necesario comprender que en casi todos los países que recientemente han visto en el diálogo una salida a la crisis se ha propuesto esta vía porque las sociedades estaban cansadas de los enfrentamientos y querían iniciar un camino hacia la construcción de paz. Y en ninguno de esos casos el diálogo supuso la rendición de una de las partes, ni la renuncia a las exigencias de justicia ni a la protección de los Derechos Humanos y de los Derechos Civiles. Negarse al diálogo, en cambio, implica la continuidad de la conflictividad. Históricamente, la mayoría de los grupos que se han negado a participar en procesos de resolución pacífica de conflictos están dispuestos a continuar en la lucha, aunque ésta suponga pérdida de vidas. Pero esos grupos, tarde o temprano, pierden credibilidad y apoyo popular, convirtiéndose en lo que se denomina sectores radicales.

Ahora bien, antes de aproximarse al proceso de conversaciones es fundamental comprender las motivaciones de los grupos enfrentados a la hora de participar. Un diálogo que comienza intervenido por el interés de una de las partes para mantenerse en el poder, a partir de una estabilización de la situación política y social, será un proceso complejo donde la mediación deberá ser mucho más calificada si se quieren alcanzar acuerdos. Una disminución efectiva de la conflictividad implica el reconocimiento del otro, el análisis de los detonantes del conflicto y el establecimiento de acuerdos con respecto a temas complejos como el desarme de grupos armados, la reintegración de la delincuencia organizada en la sociedad, la desmilitarización de las instituciones públicas, entre otros.

No existe un precedente de diálogo express. En todos los países donde se han alcanzado acuerdos para la convivencia pacífica los procesos han sido largos y complejos. Por ejemplo: en El Salvador los diálogos de paz tomaron diez años (1984-1994), en Guatemala once años (1985-1996), en Irlanda del Norte veintiún años (1987-2008), en Angola catorce años (1988-2002), y en Sudáfrica la última fase de negociaciones, luego de todos los precedentes de los años setenta y ochenta, tomó cinco años (1989-1994) para consolidarse así la democratización del país.

Las propuestas de diálogo donde el protagonismo de los actores parece ser más importante que la agenda de temas a discutir suele revertirse en contra del país. Así ocurrió en El Salvador, donde a pesar de estar diez años en un proceso de negociaciones que terminó con la guerra civil salvadoreña (y que en palabras de Joaquín Chávez, cofundador del Programa de Estudios Centroamericanos de la Universidad Estatal de California, alcanzaron “acuerdos de paz que pueden ser considerados ampliamente exitosos, ya que facilitaron una transición democrática significativa”), la debilidad en el establecimiento de acuerdos para la reinserción de todos los grupos de la sociedad en el sistema socio-productivo y no haber considerado el tema del desarme de los grupos civiles ocasionó que “la persistencia de desigualdades marcadas entre un grupo minoritario de ricos, antiguos soldados y combatientes, y miembros de la mayoría socialmente excluida, en conjunción con las expectativas incumplidas de la transición democrática, fueran y sean las fuentes de la frustración, el resentimiento y el incremento de la violencia en el país”. Actualmente El Salvador se ubica entre los 10 países con mayor cantidad de homicidios en el mundo, a razón de 69 homicidios por cada 100 mil habitantes, según los datos de la Organización Mundial de la Salud.

Del café con el vecino a un verdadero proceso de paz. Por lo pronto, urge entender lo que supone un diálogo para alcanzar un proceso de construcción de paz, pues a diferencia de la dimisión de conflictos cotidianos que podemos alcanzar tomándonos un cafecito con el vecino, la pacificación de un país no es sencilla. Especialmente cuando el conflicto no se da entre dos grupos armados, sino entre los cuerpos de seguridad del Estado, los ciudadanos desarmados que protestan por reivindicaciones sociales y económicas,  grupos armados radicales que apoyan al gobierno, grupos armados radicales que forman parte de la oposición, el crimen organizado y las organizaciones políticas que luchan por mantener e incrementar sus cuotas de poder en medio de la coyuntura.

En Venezuela, los temas vinculados con la pacificación del país suelen dejarse como último punto en la agenda política. O se resuelven a través de manuales, planes y proyectos con títulos rimbombantes y ninguna posibilidad de aplicación. Historiadores y académicos como Elías Pino Iturrieta, Inés Guardia, Raúl LiCausi, Domingo Irwing, Max Tello y Marcelino Bisbal han estudiado a profundidad la vida política del país, incluyendo las relaciones entre civiles y militares, las políticas de seguridad, los planes de pacificación y su relación con los medios y el espectáculo en la modernidad, sería recomendable repasar estos estudios para evitar repetir errores del pasado.

En este tipo de situaciones la estrategia convencional para las conversaciones de paz requiere de que estén representados en la misma todos los grupos en pugna. A excepción, claro está, del crimen organizado. Julian Thomas Hottinger, miembro del Departamento Federal Suizo del Grupo de Expertos en Asuntos Exteriores y quien ha trabajado extensamente como mediador y asesor en Afganistán, Burundi, Camboya, Indonesia, Irlanda del Norte, Nicaragua, Ruanda, Liberia, Uganda y Sudán, afirma que “una escuela de pensamiento emergente entre mediadores sugiere que no se debe negociar con ni para el más malvado de los malos. Esto se conecta con el activo debate sobre cómo los facilitadores y mediadores de conflictos pueden tratar con estos grupos a nivel de múltiples canales y ayudar a neutralizar sus efectos negativos”.

Una vez establecidos los grupos de interlocutores se inicia lo que se conoce como la fase de pre-negociación, en la cual se debe establecer los temas que se incluirán en la agenda de conversación, los mediadores que participarán en el proceso, los asuntos más sensibles de la discusión y se escuchará a los grupos que no están directamente activos en el conflicto, pero que pueden aportar perspectivas importantes a la hora de entender todas las aristas del problema. Estos grupos generalmente están representados por intelectuales, ONGs dedicadas a la protección de los DDHH y la lucha contra la violencia, la diáspora, los refugiados y las instituciones religiosas. Esta fase es fundamental para legitimar a los mediadores y así ganar la confianza de los grupos en conflicto.

¿Qué hay antes de la negociación? En la pre-negociación se definen aspectos prácticos como dónde reunirse, cuáles serán los parámetros y las reglas de la discusión, cuál será la duración de las sesiones de conversación y quiénes podrán participar representando a cada grupo. Esta etapa, que parece evidente e incluso muchas veces trata de pasarse por alto, es fundamental para el éxito de las conversaciones porque hay que considerar aspectos básicos de la resolución de conflictos. Por ejemplo: si el diálogo se lleva a cabo en un lugar que está controlado por uno de los grupos en pugna, el resto de los participantes se sentirá coercionado y no participará con la misma libertad y serenidad con la que actuaría si se llevara a cabo los encuentros en zona neutral.

En el caso particular del proceso que se vive en Venezuela, algunos voceros consideran esta primera fase como algo ya cumplido. Sin embargo, es mucho lo que queda pendiente. Las reuniones sostenidas por UNASUR en sus visitas previas al país no han incluido a todos los grupos que gravitan alrededor del conflicto y más delicado aún, no se ha logrado la legitimación del organismo como facilitador del proceso porque no se han presentado quienes serán los mediadores que acompañarán a una delegación que hasta ahora está formada por políticos y no por especialistas.

Una vez que la legitimidad del mediador sea reconocida por las partes y por los grupos sociales alrededor del conflicto, después de que se establezcan los acuerdos prácticos del diálogo y se definan los actores que formarán parte de la discusión, entonces se puede avanzar hacia la fase neural del proceso.

Es fundamental comprender que en muchos de los procesos de paz exitosos en el mundo se han incluido mecanismos para la participación de la sociedad civil en las conversaciones y en el establecimiento de acuerdos, además de utilizar metodologías exitosas de negociación, como pueden ser el consenso suficiente, el consentimiento paralelo o los principios Mitchell. Estos mecanismos, así como la intervención de una mediación especializada, pueden evitar que se presenten problemas como la exigencia de condiciones previas que afecten y distraigan el debate o la exigencia de amnistías plenas o el desarme de una sola de las partes. No hacerlo puede devenir en la ambigüedad creativa, que según J. Thomas Hottinger es sumamente peligrosa porque “las partes pueden fácilmente vivir con ella, entonces mientras más se use se estará más atrapado a ella. Las partes suelen verla como una manera de aminorar, manipular un entendimiento, especialmente si tienen que ceder algo en la mesa que esperan volver a tener”.

En esta fase sustantiva de las negociaciones es donde deben tratarse los temas más delicados. Es decir: todos aquellos que están relacionados con la desmilitarización de las instituciones, la democratización del sistema de gobierno, el desarme de los grupos armados y el microdesarme para el control de las armas que se encuentran en manos de civiles. También es fundamental que en esta etapa se establezcan las conexiones entre esos temas y la seguridad ciudadana y se logre el compromiso de mantener los acuerdos, una vez que se establezcan los siguientes pasos a seguir en términos políticos y económicos.

La etapa final de todo proceso de diálogo tiene que ver con el establecimiento de los mecanismos de implementación de los acuerdos. Debe quedar claro cuáles serán los procesos y acciones a tomar para garantizar que los principios establecidos en la negociación no sean violados o ignorados. Y esto debe hacerse entendiendo que una falla en este proceso puede ocasionar un resurgimiento de los enfrentamientos y el recrudecimiento de los mismos.

¿Qué falta? ¿Qué sobra? Los venezolanos debemos estar consientes de que el diálogo que se supone se iniciará mañana jueves se hace sin todas las condiciones necesarias para alcanzar acuerdos que garanticen un camino hacia la construcción de paz en el país. Es, sin duda, un primer paso que puede evidenciar el interés de las partes, pero también puede convertirse en un acercamiento que intensifique el conflicto con los grupos que no han sido invitados ni considerados para participar en el proceso.

Hasta ahora no se ha presentado públicamente a los mediadores especializados, si es que los hay. Tampoco se ha planteado la agenda de temas a discutir. No se ha establecido cuál será la metodología a utilizar. No se han definido los mecanismos de participación ciudadana, si es que los habrá. Tampoco se han establecido los lineamientos de comunicación. Pero lo más importante es que no se ha legitimado el proceso ni los interlocutores que hasta ahora han aceptado participar.

En las tres encuestas más recientes realizadas por las encuestadoras Datos, IVAD y Keller, hay indicadores que no deben dejarse de lado si se quiere que el proceso de diálogo tenga la representatividad necesaria para lograr cambios en la situación sociopolítica nacional. Algunos de esos datos indican factores como que el 75,5% considera que la situación del país es negativa (IVAD) y que un 60% responsabiliza al gobierno de los problemas fundamentales como la inseguridad, los problemas económicos y la escasez (Keller). Además, 61% considera que la actuación de los cuerpos de seguridad del Estado ha sido desproporcionada (Datos), 86% considera que se debe desarmar a toda la población incluyendo a los colectivos (Datos) y, frente a esto, el 87% considera que el gobierno y la oposición deben llegar a acuerdos a través del diálogo (Datos).

Adicionalmente debe considerarse quiénes serán los interlocutores en las conversaciones, tomando en cuenta que Henrique Capriles Radonski produce un nivel de agrado como líder de 41,7% según IVAD y 51% según Keller, mientras que Leopoldo López tiene un 46,6% según IVAD y 48% según Keller, María Corina Machado 43%, Elias Jaua 42%, Julio Borges 40%, Nicolás Maduro 39% y Diosdado Cabello 33% (Keller). A esto se debe sumar que 57% cree que debe buscarse una manera constitucional para que el gobierno de Nicolás Maduro termine lo antes posible (Keller), 53,4% de los entrevistados estaría de acuerdo con solicitar la renuncia de Nicolás Maduro (IVAD), 62% estaría de acuerdo con la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente (IVAD), pero sólo un 50,5% estaría dispuesto a firmar en un referéndum.

La intervención de una mediación especializada se concentraría en conversar con los líderes políticos sobre estos temas, en una primera fase de pre-negociación donde quede claro que un diálogo en el que no estén representados los principales líderes del país no tendrá la representatividad deseada. Por eso, en el ámbito político, lo ideal sería contar con la presencia de Capriles, López, Machado, Jaua, Maduro y Cabello. Adicionalmente, debido a las características del conflicto venezolano, sería deseable que antes de iniciar las conversaciones entre estos representantes se conozcan previamente las inquietudes y solicitudes de los movimientos estudiantiles, sectores empresariales, instituciones religiosas, instituciones académicas, gremios, ONGs y organizaciones sociales de todas las tendencias políticas. Esto puede lograrse a través de mesas de trabajo o utilizando metodologías de consultas válidas para tales fines. Luego estas inquietudes deben compartirse con los líderes que participarán en las conversaciones, con el objetivo de que puedan discutirlas con sus equipos de trabajo y preparar sus planteamientos para el diálogo.

Estos procesos requieren tiempo, cuidado de los detalles y minuciosidad. Incluso a la hora de establecer los tipos de declaraciones que las partes pueden dar a los medios de comunicación y a sus seguidores. En la tierra de la política del discurso y del show televisado esto puede ser difícil de entender, pero es necesario hacerlo porque la comunicación de aspectos claves como la desmilitarización de instituciones, la solicitud de una asamblea constituyente, la solicitud de desarme de grupos organizados o la liberación de presos políticos pueden convertirse en elementos de pugnacidad que persuadan a alguna de las partes a retirarse de las conversaciones si se toman a la ligera.

Frente a esto, ¿qué podemos hacer como ciudadanos? Utilizar los mecanismos de la resistencia pacífica que bien hemos aprendido durante estos meses para exigirle a nuestros líderes y al gobierno nacional que entiendan nuestro interés en que se dé un proceso de conversaciones de paz especializadas, con mediación calificada, que atienda nuestros requerimientos expresados ampliamente y donde estén presentes los líderes de todas las fracciones de la sociedad.

En Venezuela es necesario ser especialmente cuidadosos en lo que se refiere a la implementación de acuerdos y establecer mecanismos de acompañamiento, donde observadores internacionales y nacionales puedan ser garantes del cumplimiento de las partes. De esta forma se puede disminuir la sensación de impunidad, ilegalidad e ilegitimidad con la que vivimos a diario. Asimismo, tal como señala Cate Buchanan, especialista del Centro para el Diálogo Humanitario, “tenemos que ser claros: no se puede conseguir la paz sin poner atención a las herramientas de la violencia armada, y considerar a aquellos cuyos modos de vida e identidades están atados a ellas. No cabe debate sobre este tema”.

Los más de 153 mil venezolanos que han muerto en los últimos diez años producto de la acción de armas de fuego (según las estadísticas oficiales del Anuario de Mortalidad), sus familiares y los de quienes han fallecido, fueron torturados o se encuentran privados de libertad producto de las protestas de 2014 merecen que el esfuerzo para un diálogo que conduzca a la construcción de paz sea sincero, pero sobre todo especializado y efectivo. No un espectáculo llenos de luces, cámaras y humo.

Gaby Arenas de Meneses 

Comentarios (7)

Mercedes de Jimenez
10 de abril, 2014

Sólo se me ocurre decir, y quiero decir: demasiado bueno! Tremenda clase de “negociación”! También podría llamarse algo así como: “todo lo que usted necesita saber sobre ‘diálogo’.” Imprescindible. Gracias!

Beatriz Moreno
10 de abril, 2014

excelente de acuerdo el diálogo es la única manera de acercarnos al otro, de reconocer que existen diferencias, de que somos UNA SOLA NACIÓN, pero dialogar con quien tiene el poder y las armas, y que se apoya en países comprados con el petroleo, que tiene de intermediario a alguien que ha estado 50 años de rey en un país qué sentido puede tener, si no de avalar este regimen dictatorial y perverso

luis chavez
10 de abril, 2014

Excente articulo. Pienso que lo expuesto por Ud. Es claro y es el ABC de los procesos de dialogo exitosos que se han llevado a cabo. Pero tengo dos inquietudes: 1) Que hacer en el caso venezolano, mientras se discute, con la realidad economica. El proceso de discuciones puede durar meses o años y la crisis economica no espera y dentro de meses el costo de recuparar la economia puede ser impagable por los venezolanos. Podria ser viable establecer una agenda prioritaria para que se tomen medidas urgentes que intenten palear la actual crisis economica ???? 2) las personas que Ud. Menciona que deberian participar en el dialogo, y a la luz de las encustan obviamente deberian de ser, en mi opinion, tienen vocacion al logro. Todos en mayor o menor grado tienen una vocacion al poder o a la filiacion, pero muy poca o ninguna vocacion al logro, especialmente, los Sres. Maduro y Cabello. Que hacer con esto ????

Antolín Martinez A.
10 de abril, 2014

Este sería el “deber ser”. Vamos a ver qué es lo que, en efecto y de facto, será. Los venezolanos no somos el ideal de la planificación y todas esas fases o etapas que se mencionan responden a una lógica planificación. Nosotros vivimos de la improvisación permanente. En este sentido no se puede ser optimista, al igual que en muchos otros sentidos. Pero seamos optimistas con la fe, y solo con la fe, porque fuera de ella, con la razón, lo único que se encuentra es pesimismo.

edgar villasana r
11 de abril, 2014

Dado que este articulo fue redactado por su autora antes de la celebraciòn de la reuniòn de ayer jueves, no queda duda de las aproximaciones que ha tenido en cuanto a las posibilidades de èxito de la misma. No obstante, es importante hacer notar que aparentemente existe la esperanza ya convenida en el sentido de la formaciòn de mesas para tratar punto por punto. El problema es que dada la dificil situaciòn por la que pasa el paìs, el tiempo apremia.

Marisela
11 de abril, 2014

No hubo mediadores especializados. La agenda de temas a discutir no era compartida por las dos partes, ya que según el gobiermo, su modelo y la realidad del pais es “excelente”. No se estableció desde el comienzo la metodología a utilizar para las intervenciones, mas alla de 10 min c/u. El Moderador fue una persona ligada directamente a una de las partes e intervino y participó con opinión, por cierto sin que nadie indicara tiempo para ello. respecto a los mecanismos de participación ciudadana no se indicó nada, mas alla de que representantes del gobierno repetieron una y otra vez las palabras protagónica y participativa. Se conoce que por lo menos un participante tuiteaba mientras estaba sentado alli en tono nada pacífico. Creo que deben poner reglas en el uso de celulares por respeto a la reunión. La oposición planteó una proximo encuentro el martes para tratar tema especifico sobre presos políticos. El bloque de oposición lució organizado y en sintonía. A pesar de todo positivo

Gaby Arenas de Meneses
14 de abril, 2014

Buenos días Luis Chavez, con respecto a tus preguntas trataré de darte mis comentarios basados en lo ocurrido en experiencias previas, en otros países. Efectivamente hay prioridades que deben atenderse durante el diálogo y la situación económica es una de ellas. Generalmente lo que se hace en este tipo de casos es conversar sobre las posibles salidas a la crisis y trazar una primera línea de acción. En relación a los participantes, estos son quienes pueden lograr que el proceso tenga legitimidad para sus seguidores, esto no quiere decir que sean los más interesados en que el proceso tenga éxito. Por eso es necesario que haya especialistas capaces de convertir los encuentros en algo constructivo, de donde surjan propuestas que se puedan implementar realmente. En este momento, es oportuno revisar la disposición de las partes y los compromisos que deben asumirse en un primer encuentro.

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