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Día 1. Entrando en materia; por Antonio López Ortega // #RafaelCadenasEnGranada

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El poeta Rafael Cadenas con el Alcalde de Granada y la Presidenta de la Diputación. Fotografía de Nela Ochoa.

I

El acto de apertura del Festival Internacional de Poesía de Granada es de una sencillez admirable. Habla uno de los codirectores del Festival, el joven poeta Fernando Valverde, y la directora académica, la ensayista Remedios Sánchez. Estamos en el auditorio de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Granada. Los ponentes excusan al Decano de la Facultad, que ha debido saludar a la delegación internacional, pero una urgencia administrativa lo reclama. La sala se llena de estudiantes, en su gran mayoría mujeres, porque una de sus asignaturas será reseñar aspectos del evento: poemas que les gustaron, los mejores poetas traducidos, lecturas que los puedan impresionar, etc.

En sus palabras iniciales, Valverde reivindica “la importancia del asombro” como motor de la poesía. Enfatiza aún más y afirma que el Festival es una “forma de resistencia contra la apatía”. Hace trece años, junto a su colega Daniel Rodríguez Moya, el Festival era un garabato de tinta en una servilleta; hoy es una plataforma de proyección que reúne a toda la institucionalidad política y cultural de la región. No bajan de veinte las instituciones públicas y privadas que financian el Festival.

II

La afluencia de estudiantes en el horario matutino justifica que la programación matutina se dedique a talleres. Y el primero en intervenir es el poeta mexicano Mario Bojórquez. Recita de memoria a Jaime Sabines, recuerda a Octavio Paz, cuenta una anécdota de José Emilio Pacheco. Su retentiva es admirable; su memoria, apabullante. Es un gran pedagogo, sin proponérselo. A los estudiantes les habla de alejandrinos, de rimas, de sonoridades. Salta de una lengua a otra; de un país a otro. Y sobre todo, se detiene en el lenguaje. Dice, por ejemplo, que “la musicalidad de la poesía es el vehículo de la lengua”. Afirma que el español se enriquece, y también pronostica que el portugués y el español volverán a ser una sola lengua. Como cierre, propone una condición única para la poesía: la musicalidad. Los estudiantes lo aplauden.

III

Las actividades de la mañana han durado, como mucho, dos horas. Y la próxima cita se fija para las seis de la tarde. Estamos en Andalucía: los organizadores dan tiempo para que los invitados almuercen, conversen e, incluso se recuesten. Todas las maneras con pausas que parecen sabias. Una o dos furgonetas nos llevan o nos traen por todos los vericuetos de la ciudad. En una plaza, la imagen de Colón; en otra, la de Isabel la Católica. Asombra reconocer que los árboles que dominan la escena urbana son naranjos: están en las veredas, en las ramblas, en materos gigantes. Dejan caer sus frutos por doquier; algunos van rodando por las calles, dependiendo de la inclinación.

IV

El primer recital de la tarde anuncia a seis poetas en la Huerta de San Vicente, que antes perteneció a la familia de García Lorca. Pero minutos antes del inicio, el Alcalde de Granada junto a otras tres autoridades regionales dirigen unas palabras de bienvenida en ese espacio abierto y a la vez boscoso.

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Antonio López Ortega junto a Rafael Cadenas frente a la casa de Federico García Lorca. Fotografía de Nela Ochoa.

Al voleo, puedo atajar en el aire de los altoparlantes frases como: “Que la poesía sirva de diálogo”, o “Debemos tender puentes”; o “Acercar la poesía a la gente de la calle”; o “Los poetas hablan un solo idioma”; o “La poesía es el testimonio más fiel del tiempo”.

Cada uno de los voceros institucionales, antes de cederle la palabra al siguiente, saluda al poeta Rafael Cadenas, sentado en primera fila. Repiten una frase que, con variantes, dice: “Nos honra tener en Granada al maestro venezolano Rafael Cadenas, Premio García Lorca de 2015”. El público se pone de pie y secunda el saludo con aplausos.

Finalmente se sientan los seis poetas del recital pautado. Lee la norteamericana Loren McClung un poema sutil, que rememora la visión de un cuadro de Van Gogh. Le sigue el poeta Bojórquez, que esta vez recita poemas de su propia cosecha; habla de “la pizca de odio que todos guardamos” y el público asiente. Con voz ronca lee de seguidas el rumano Dinu Flamu; el público se deleita con la imagen recurrente de una piedra que reposa en el lecho de un río. La sesión la cierra el español Juan José Vélez con un poema llamado “Poética”, de donde se puede entresacar un verso que dice: “Callados en la derrota, los olvidados, los parias, se ayuntan”.

V

Hacia las siete de la noche, se espera con ansias la intervención del poeta norteamericano de origen cubano Richard Blanco, quien desde la segunda investidura de Obama, cuando le encargaron el poema “One today”, no ha cesado de crecer en reconocimiento. Serio, sobrio, excelente lector, con una pizca de teatralidad, embelesa a la gente.

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Rafael Cadenas y el poeta estadounidense Richard Blanco [segundo de derecha a izquierda] y algunas autoridades del Festival Internacional de Poesía de Granada. Fotografía de Nela Ochoa

Dedica un poema a una familia de exilados que ve por televisión un concurso de belleza, otro al recuerdo de un hotel de infancia, otro a parientes lejanos que vivieron entre España, Cuba y Estados Unidos. Y se pregunta: ¿estos ojos que tengo habrían sido los mismos si mis bisabuelos no hubieran hecho lo que hicieron, no hubieran viajado a los países o casado con las mujeres que finalmente fueron?

Al concluir su lectura, Blanco se sienta en un rincón a firmar ejemplares y los agota.

VI

El cierre de la noche se le reserva a otro poeta norteamericano: Yusef  Komunyakaa, quien toma su nombre de su abuelo trinitario, polizón que se oculta en un carguero para llegar a Estados Unidos. El cruce de temas en su poesía es explosivo: recuerdos de infancia, racismo en su Luisiana natal, su estancia en la guerra de Viet-Nam como miembro de tropa. “Soy la dimensión en la que mi cuerpo arde”, recita con tono pausado, grave, que viene de las profundidades. En su poesía es asombroso descubrir momentos de extrema belleza que surgen en medio de las circunstancias. Recordando los días de batalla en los que pudo morir a cada instante, es capaz de admitir que “la música me ayudó a escuchar” a los enemigos del Viet-cong.

VII

Cuando la programación del día cesa y el público se dispersa, el director de la Huerta invita a Rafael Cadenas y a algunos otros poetas a hacer un breve recorrido por la casa que fue de García Lorca. La planta baja trae los recuerdos familiares, pero el primer piso, y sobre todo su cuarto, nos ofrece una atmósfera más íntima, por no decir extraña. Ahí está su cama, allí su escritorio, y un poco más allá el balcón por el que se asomaba para ver lo que antes eran sembradíos y arboledas lejanas. Hay fotos de todos los visitantes que han pasado: Rafael Alberti, Patti Smith, Lou Reed, Vila Matas y tantos otros. Pocos hablan ante la presencia de un portento. Sólo son minutos antes de bajar y salir al patio donde comienza a anochecer.

Antes de despedirse, el director le comenta a Cadenas que existe un rito en la casa cada vez que hay actividades: se abre la puerta del balcón para que Federico pueda asomarse y disfrutar de la poesía que se lee o recita. “Es una manera de tenerlo más presente”, dice a modo de conclusión cuando ya la noche nos convierte en siluetas.

Día 2. La noche de Luis García Montero; por Antonio López Ortega #RafaelCadenasEnGranada botón

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Día 4. Decir la palabra gracias; por Antonio López Ortega #RafaelCadenasEnGranada 640X60