- Prodavinci - https://historico.prodavinci.com -

Despachos desde el sur de Israel (4): Una ventana cerrada y un cuadro abierto; por Liliana Lara

Creo que hoy fue la primera vez que abrí la ventana del cuarto blindado desde que comenzó la guerra. Anoche anunciaron el cese al fuego y hoy en la mañana abrí la ventana, entonces corrió un aire nuevo y salió otro aire encerrado. La puerta siempre estuvo abierta, sólo la cerramos en los casos en que sonó la alarma. Pero la ventana permaneció cerrada durante ocho días.

La ventana tiene varias capas: una primera capa de vidrio blindado e irrompible que abre de par en par y se cierra herméticamente. Una segunda capa de tela metálica contra los mosquitos. Una tercera capa de persianas de aluminio. La última capa es una plancha metálica que cierra totalmente el cuarto desde afuera y lo convierte en un bunker anti explosiones, pero también anti bombas químicas. Cuando se cierra hace un estruendo seco, pavoroso y definitivo.

En todas las casas edificadas a partir de 1991 es obligatorio construir un cuarto blindado con unas especificaciones de tamaño, diseño, materiales y ventilación determinadas por expertos en arquitectura bélica. Un proyecto de construcción de vivienda que no cuente con dicho cuarto, no obtiene el permiso de las entidades pertinentes.

Pero las casas más antiguas no cuentan con este bunker y a sus habitantes sólo les queda esconderse en el cuarto más interno cuando suena la sirena que advierte las bombas lanzadas desde Gaza. Hay que dirigirse a un cuarto sin ventana, algún pasillo o al descanso de la escalera. Este espacio, sin embargo, tampoco es garantía de seguridad. Hace un par de días los medios de comunicación reseñaron la historia de una abuela de 87 años que se negó a moverse de su silla frente al televisor mientras sonaba la alarma y el cohete cayó en su casa, derrumbando el supuesto lugar protegido en el que ella debía permanecer.

Las paredes del cuarto protegido son de concreto y metal. Pueden recibir el impacto directo de un cohete sin ser atravesadas. Sin embargo, en las paredes del nuestro colgamos un cuadro. Fue casi imposible clavar el clavo para colgarlo, pero ese cuadro debía estar allí, en ese lugar poco visible de la casa, porque no nos gustaba. Y como no podíamos deshacernos de él, nos empeñamos en clavar ese clavo en aquella pared blindada. No fue un trabajo sencillo.

El cuadro había sido obsequiado por una artista a mi marido en agradecimiento por haberla ayudado a poner ilustraciones en su tesis de doctorado. La tesis era sobre la presencia de la menstruación en el arte contemporáneo femenino y las ilustraciones eran representativas. El cuadro nos resultó chocante a la primera mirada. Estaba compuesto por ciertos trazos en un rojo doloroso y menstruado.

Luego de haber pasado los últimos ocho días mirándolo antes de dormir, al despertarme, también mientras sonaba la sirena, la explosión y mientras esperábamos algunos minutos más antes de salir, comencé a entender aquel cuadro. Hay un concepto detrás de aquellos trazos que sólo se abrió para mí luego de verlo detenidamente durante esos momentos. Hoy por fin abrí la ventana del cuarto blindado y la luz natural se posó sobre aquel cuadro que ahora puedo entender y que incluso me gusta.

Incomprensible es esta guerra y por más que sea vista con detenimiento durante largas horas, nunca se abrirá a mi entendimiento. Una guerra muy parecida a la que hubo hace cuatro años y seguramente idéntica a otra que probablemente haya en el futuro. Por más que sea una historia que se repite una y otra vez, seguirá cerrada herméticamente a mi comprensión como se cierra esa habitación blindada: con un estruendo seco, pavoroso y definitivo.

En las noticias, ambos bandos festejan el triunfo. Al parecer, en las guerras contemporáneas todos pierden, pero todos se autoproclaman vencedores.