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Décimo debate demócrata: doble o nada para Bernie Sanders; por Flaviana Sandoval y Diego Marcano

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La noche del jueves 14 de abril, los candidatos demócratas a las elecciones presidenciales de Estados Unidos se reunieron en el antiguo astillero de Brooklyn donde la potencia americana construyó barcos de guerra durante la segunda guerra mundial. ¿El objetivo? Persuadir a los votantes del estado de Nueva York que irán a las urnas el próximo martes 19.

El debate fue el último acordado por el partido demócrata hasta el momento, y tiene gran importancia por tratarse del segundo estado con mayor cantidad de delegados en juego. El estado con mayor número de delegados a escoger es California, con 475, mientras que a Nueva york le corresponde un total de 247.

El estado actual de la carrera apunta al buen momento que está viviendo el senador por Vermont: ha ganado las 7 últimas elecciones y el gerente su campaña, Jeff Weaver, sostiene que la campaña tendrá un mejor rendimiento de aquí en adelante. ¿La razón? La mayoría de las votaciones en los estados del sur terminaron y la carrera electoral se disputará en las costas este y oeste donde hay más votantes progresistas, y con ellos, según estima el comando de Sanders, una mayor probabilidad de apoyo para el senador.

No obstante, Hillary Clinton sigue siendo la favorita del partido. Ha ganado 20 estados contra los 17 en los que Sanders ha obtenido la victoria. Y si bien la diferencia es de sólo 3 estados, los triunfos de la exsecretaria de estado han sido más contundentes. Sus dos grandes laureles fueron Texas y Florida, donde obtuvo 147 y 141 delegados respectivamente, mientras que las victorias más importantes de Sanders han sido en estados con menos delegados en juego: Michigan y Wisconsin, con 67 y 48 respectivamente.

El récord de votación le ha dejado un saldo favorable a Clinton. Actualmente, cuenta con 1.758 delegados, de los cuales 1.289 han sido adjudicados a través del voto popular y 469 son súper delegados[1]. Bernie Sanders se le acerca en voto popular, pero le ha costado capitalizar el apoyo de los representantes del Partido Demócrata. El senador por Vermont tiene a su favor un total de 1.069 delegados, de los cuales 1.038 han sido elegidos a través del voto popular. Hasta el momento, solo 38 súper delegados del partido lo apoyan.

El tono de la campaña demócrata se ha hecho progresivamente más feroz. Ambos candidatos están constantemente a la ofensiva para desacreditar al contrario. Hillary Clinton ataca a Bernie Sanders diciendo que es un candidato de un solo punto: la economía, y que no cuenta con la experiencia necesaria para gobernar un país tan complejo y con problemáticas tan diversas como las que debe afrontar Estados Unidos. Por su parte, Sanders ha puesto en tela de juicio el criterio de la exsecretaria de estado, señalando con dedo acusador su voto a favor de la guerra de Irak y criticando reiteradamente sus vínculos con Wall-Street al contar con súper PACS de contribuyentes que le han dado combustible a su campaña política.

Este cambio de tono a uno más agresivo se viene produciendo en las últimas semanas, cuando la carrera comenzó a enfilar hacia su estadio final y los candidatos comenzaron a enfrentar presiones cada vez mayores por lograr una definición a su favor. Hillary está amenazada por la reciente racha de victorias de su oponente, que ha ido cerrando peligrosamente la brecha.

Sanders se enfrenta a la necesidad de obtener triunfos significativos en las primarias subsiguientes. En el estado actual de carrera, ganar en grande es su única posibilidad de lograr el apoyo de los súper delegados que aún no han manifestado su intención de voto, e incluso de persuadir a algunos de los súper delegados que apoyan a Clinton de volverse en su contra.

De cara a las primarias en Nueva York, la segunda plaza más importante para el partido, Sanders está por debajo 41% a 53% (6% de los votantes respondieron no haber decidido aún). El senador de Vermont necesitaba tener una sólida actuación en el debate en Brooklyn para convencer a los votantes de su estado natal y acercarse más a la victoria. Un empate técnico jugaría en su contra: aunque todavía tiene posibilidades, no ganar en la segunda etapa de la competencia sería el fin para él.

El debate en sí

En Brooklyn se produjo un fuerte intercambio entre las posiciones encontradas de los candidatos. Sanders estuvo a la ofensiva durante la mayor parte del encuentro: juzgó a Clinton diciendo que su cercanía con las empresas de Wall-Street son un impedimento para que defienda realmente los derechos de la clase media y trabajadora del país. Mientras, Hillary Clinton mantuvo su estrategia de mostrarse como experta, con la experiencia requerida y que, a diferencia de Sanders, está dispuesta a negociar para hacer propuestas factibles, más allá del discurso.

Sanders atacó más que Clinton. Algunos analistas lo ven como un intento desesperado del senador de Vermont para tratar de remontar la brecha que lo separa de la exsecretaria de estado. Para otros, es parte del nuevo terreno que ha conquistado el precandidato con sus triunfos más recientes, y del contagioso entusiasmo que ha levantado el senador, sobre todo entre los jóvenes norteamericanos.

Bernie Sanders se ha convertido en una voz para el ala progresista del Partido Demócrata. Un sector que ha atraído a muchos nuevos votantes y ha demostrado ser una fuerza electoral capaz de retar a un político clásico con trayectoria, influencia y poder, como la Clinton. Sin embargo, aún parece difícil que Sanders pueda hacerse con el timón del partido.

Si la tendencia actual se mantiene, Hillary podría convertirse en la nominada del Partido Demócrata el próximo 7 de junio, después de que los votantes de California acudan a las urnas. No hay mañana para Bernie Sanders. El senador debe seguir ganando, y en grande. Para él, desde Nueva York en adelante, debe apostarlo todo en un juego político que lo ha dejado al límite del doble o nada.

[1] Los súper delegados son figuras de poder dentro del partido (senadores, representantes de la cámara, entre otros) que tienen la potestad de utilizar su juicio propio para otorgar un voto directo a alguno de los candidatos del partido. En el Partido Demócrata, los súper delegados representan el 14.95% del total de delegados que se disputan en el país.