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Cultura: una encrucijada; por Antonio López Ortega

cultura texto¿Cuál será el futuro de la Cultura en el próximo sexenio? O mejor: ¿podemos esperar algún cambio en relación a políticas ya consabidas? Me refiero, por supuesto, a las políticas institucionales, a las políticas de Estado, que se han caracterizado por crear más brechas en un mundo que necesita respaldo, consideración, concordia. Los más importantes creadores del país, por ejemplo, han estado por su cuenta, haciendo obra en medio de grandes obstáculos: no se relacionan con el Estado para nada; reciben una invitación o un reconocimiento y tienen que mendigar los medios para viajar. ¿Tendremos algo distinto al desvanecimiento de nuestros museos nacionales, que han perdido sus públicos y el impulso programático que los caracterizó años atrás? ¿Lograremos una presencia como país distinta a la de una bodega de remates en alguna de las ferias libreras del continente? ¿Fomentaremos las industrias culturales? ¿Tendremos alguna vez una gran feria artesanal de carácter nacional? ¿Alcanzaremos un sistema de reconocimientos que no se traduzca en la presencia rotativa de los intelectuales afectos al régimen?

El gran diagnóstico es el de un sector profundamente atomizado, en el que antes hubo heridas y ahora sólo costras. Desde un lado, el de los creadores, ya nadie espera nada de nadie; se han acostumbrado a trabajar solos, sin respuestas, con las uñas, creando sentido y obras en las tribunas en las que pueden hacerlo; del lado de las agrupaciones culturales, extrayendo a las que no le rinden pleitesía al Estado, el panorama es de estrechez y asfixia económica, donde apenas sobresalen las que mejor gestión han logrado; del lado de las empresas, hace ya rato que están enmudecidas o disminuidas, sin saber qué hacer y abandonando los perfiles institucionales de otras épocas (lejos estamos de las 168 fundaciones privadas que hacían vida cultural en 1993); y del lado del Estado sus líneas programáticas se cruzan con intereses difíciles de discernir: les ha interesado la impresión masiva de libros pero no sabemos de indicadores de lectura; han proclamado el carácter masivo de algunas exposiciones en detrimento de los artistas con trayectoria y solvencia, por considerar que toda invidualidad en arte es pecaminosa; han promulgado a los cuatro vientos la diversidad cultural y de inmediato dado la espalda a los grandes creadores del país.

¿Podremos esperar cambios, ajustes, reconsideraciones? La bola está en la cancha de las autoridades culturales, porque es finalmente al Estado a quien corresponde crear políticas inclusivas, abarcantes, diversas. Y si no es el caso, y si el discurso es el mismo, hay que reconocer al menos que los creadores seguirán caminando su desierto, pero ahora más fortalecidos que nunca, porque habrán aprendido que en la autonomía y no en la sumisión el  arte es más libre y el alma se hace más pura.