Doble Equis

Cuando la pornografía se reinventó para la mujer, por Aglaia Berlutti

Por Aglaia Berlutti | 2 de noviembre, 2013

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Pornografía es una de esas palabras que se dicen en voz baja, pero todo el mundo escucha con bastante claridad. La sexualidad siempre ha sido el secreto guardado de una sociedad obsesionada justamente por descubrirla. El sexo como necesidad, como búsqueda de la frontera entre lo íntimo y lo público.

Que el sexo vende nadie lo duda. Y la cultura —provocadora, marginal y atenta a los sentidos— lo descubrió muy pronto. La pornografía siempre ha sido —y será— un floreciente negocio, incluso cuando no existía tal categorización y era sólo una manera de paladear lo prohibido a una distancia prudencial.

De hecho, la pornografía coincide con la sexualidad femenina: siempre ha existido, se asume como parte de lo erótico, pero pocas veces se muestra con claridad. Una mescolanza de tabúes a medio construir, de reflexiones sobre la naturaleza humana en estado crudo. Nos convierte en voyeristas, espectadores de una orgía global que nadie acepta como suya pero que por las buenas disfruta.

Somos parte de una sociedad moralista, eso hay que aceptarlo y la mejor prueba de eso es que todavía pornografía es una palabra que provoca sobresaltos, asusta e incomoda. El consumo de pornografía se convierte, entonces, en una representación —dura e inmediata— de una sociedad castrada que decidió asumirse como pura, pero sin alejarse demasiado de la puerta entreabierta de esa habitación  llena de gemidos que tanto la tienta.

La noción actual de pornografía actual nació con la fotografía. Muchos siglos antes había sido un arte pecaminoso, prohibido pero definitivamente más artístico que sexual. Ya para el siglo XVII circulaban pequeñas laminas sexualmente explicitas que se vendían como tesoros a los afortunados que podían comprarlas. No obstante, esa mirada lujuriosa que define a la pornografía solo nació —es decir: se definió a sí misma— cuando pudo captar la realidad, el sexo por el sexo, la genitalidad demonizada que durante siglos fue secreto de alcoba o asunto de lupanares.

Pero hablemos de cifras. Más allá de cualquier análisis filosófico, el sexo vende en proporciones que no sólo lo convierten en uno de los negocios más rentables, sino además en una muestra descarnada del poder del dinero, otra forma de hedonismo: las ganancias en bruto de la industria del porno superan los quinientos millones de dólares anuales. Y no se trata sólo de ganancias netas, sino de cómo el porno evolucionó desde ser una mera idea marginal a una monumental empresa que transformó el sexo ( y su visión elemental del deseo) en una refinada maquinaría que devora y construye sus propio mercado.

La pornografía dejó de ser esa mínima visión de lo prohibido, para convertirse en una amplia oferta de medios: cabinas de masturbación, videos, revistas líneas telefónicas. Cada plataforma se decide a través de un cuidadoso estudio del público al que va dirigido y la necesidad que va a satisfacer. Y, claro está, el dinero que producirá.

En los ochenta, el video fue el rey indiscutible de una concepción monstruosa del sexo que se compra y se comercia. Pero en esa Babilonia moderna, las diferentes posibilidades fueron transformando el lenguaje del cine para adultos en algo más concreto que la simple búsqueda de lujuria. Y se entendió el sexo como paradoja: su imagen pasó a levantar un imperio basado en el morbo y en la necesidad tan humana de paladear su propios vicios con deleite.

No debe sorprender que la pornografía se defina en ocasiones como arte, aunque su propósito no sea estético. Como bien apunta David Foster Wallace en su crónica “El gran hilo rojo”, la industria del sexo, ese gran mecanismo preciso para mostrar el placer, es vulgar; ¿pero no es el arte la definitiva rebelión contra lo impuesto? ¿No es la necesidad artística una mirada dura sobre la realidad y el hombre? ¿Qué otra cosa es la pornografía sino abrir el último velo, descubrir la sencillez de la carne, del gemido y del deseo?

Habrá quién pueda escandalizarse con la idea, pero la pornografía es capaz de sacudir las referencias más idealizadas de la lujuria y retorcer el rizo de lo que se asume es la naturaleza humana desde el placer. Sí, el sexo crudo vende, pero también reside allí una alegoría, un metamensaje elemental sobre lo que somos. El instinto sin retórica: el cuerpo humano como herramienta de su propia filosofía.

Y quizás por ese motivo la pornografía tuvo que reinventarse para comprender a la mujer.

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La sexualidad femenina no es sencilla de comprender, mucho menos de desmenuzar. Mientras el hombre se asume como genital y consciente de la necesidad primitiva, la mujer y su búsqueda de matices la interpreta de una manera distinta. Aquella frase popular de que el hombre cuando sufre mata y la mujer se mata, en nuestra pequeña muerte la cosa no es distinta. Para la mujer, el sexo es una disyuntiva donde se entrecruza la idea con la sensibilidad, lo meramente erótico con algo mucho más sutil. De manera que la pornografía tuvo que mirarse así mismas, reorganizar piezas y reconstruir lo esencial de sí misma para asumir a ese público que el siglo XX le proporcionó: la ávida y recién descubierta sexualidad de la mujer.

La pornografía siempre estuvo pensada para hombres y creada por hombres. ¿Pero qué ocurre cuando se dirige hacia la mujer? ¿Qué cosas pierde y cuáles obtiene en el replanteamiento de la visión más básica de la sexualidad? La respuesta parece tenerla Erika Lust, una sueca afianzada en Barcelona y pionera en el porno para mujeres, cuyo canal en Vimeo pueden ver acá.

Pero lo que Lust  muestra no es una visión idílica del sexo ni suavizada por el romanticismo. La directora, confesa fanática del porno, asimiló lo esencial de la cultura del sexo crudo y reformuló la idea a su conveniencia. Lust analiza la pornografía para mujeres no como una reconstrucción del mito erótico (que tal vez no se necesita), sino como una manera de satisfacer esa complejidad sexual femenina. En sus palabras, la búsqueda planteaba algo más profundo: “cuando vi porno por primera vez, había algo en las imágenes que me excitaba, pero también muchas cosas que me molestaban. No me sentía identificada en esas películas. Ni mi estilo de vida, ni mis valores, ni mi sexualidad aparecían por ninguna parte”. Para Lust, la idea sólo tenía una manera de expresarse: la sexualidad femenina asume su frontalidad —el deseo en estado puro— pero también esa necesidad de mezclar todos los matices de ese mundo desigual de lo erótico. E incluso le ha servido para plantear propuestas comerciales, como este trabajo con la marca Ikea.

I Fucking Love Ikea – soon to be part of Xconfessions.com from Erika Lust on Vimeo.

Las películas de Lust, por tanto, no son simples actos de voyerismo. Son pornografía al fin y al cabo, pero también una propuesta donde la historia posee la suficiente profundidad para que el sexo sea una parte del lenguaje y no sólo una muestra de lo evidente, con la intención de englobar ese misterio de la lujuria femenina, de ese sentimiento que se confunde con algo más sustancioso pero que continúa siendo deseo.

Lust abrió la puerta para otorgar sentido a lo genital: lo porno que muestra el sexo, que disfruta haciéndolo pero que destruye la noción de la mujer como objeto de satisfacción del hombre. Es decir, la reivindicación de lo femenino llegó desde el ángulo más inesperado: una sexualidad agresiva y abierta.

El sexo crudo  abrió el camino y elaboró un nuevo lenguaje de liberación de los géneros y los prejuicios: la batalla de los sexos llevando la lujuria como bandera y, en esa avanzada, una nueva forma de expresión para el placer. Quizás el cine porno para mujeres —hecho por mujeres para un público eminentemente femenino— sea una señal de que la antigua guerra de los sexos dejó de enfrentar al hombre y a la mujer como antagonistas naturales y ahora somos cómplices.

***

LEA TAMBIÉN Adenda a “Cuando la pornografía se reinventó para la mujer”, por Aglaia Berlutti

Aglaia Berlutti Bloguera desde 2008. Fotógrafa. En su blog para Prodavinci, Doble Equis, aborda una visión glocal de la nueva intelectualidad femenina y sus tópicos.

Comentarios (10)

Madelaine
2 de noviembre, 2013

Este es un artículo que nos pasea por una retórica sugestiva que no dice mayor cosa, sólo hace una referencia sobre la complejidad sexual femenina, y se lee entre líneas una percepción favorable de la autora.

La verdad es que no por popular, y no porque sea aceptado por los profesionales del comportamiento humano y por los líderes de la opinión pública, la pornografía pueda considerarse un fenómeno respetable, lo único que indica su popularidad es la gran carencia afectiva y la falta de integración interna que tiene la sociedad, desasosegada por los estímulos que una vida llena de incertidumbre le proporciona.

Hoy la pornografía es más fuerte, porque hoy hay más gente infeliz, un asunto demográfico, antes la pornografía era oculta, subterránea, porque había una cultura más controladora, aunque tenía público.

Este negocio ha llegado a incorporar hasta a los niños, si seguimos así, ciegos ante el verdadero problema: la ignorada necesidad de amor, pronto los especialistas aceptarán que los niños sean voyeristas también; y digo esto con toda responsabilidad, ya se están entregando condones a los niños, porque: “¿qué se va a hacer?, ellos ya están teniendo relaciones sexuales”, estamos manos arriba, los adultos se rindieron ante la avalancha infantil y adolescente, ellos mandan en sus vidas. No dudo que los niños se inicien a los 10 y 12 años, porque ven pornografía libremente, a espaldas de sus padres, que ni se enteran.

La pornografía no es erotisnmo, es vulgaridad, el buen cine lo ha demostrado, y es especialmente obsceno por usar un aspecto humano sagrado como es la intimidad y lo privado.

Aunque podemos tener otra lectura del asunto, el negocio pornográfico ha sacado a la luz una intención oculta de la sociedad, que captaron sus inspirados cineastas, y para que permanezca en la oscuridad es mejor que salga. Hoy ya hemos visto que la sexualidad se ha banalizado, y está dejando en hombres y mujeres un dolor por la ausencia de sentimientos en el mecánico proceder sexual. La pornografía y el negocio de juguetes sexuales, están ocupando un espacio entre las parejas, un tercero en la relación, que los distancian, que les impide vincularse desde lo natural, desde el ser, sin artificios. Es asombroso cómo gente joven que posee toda la energía libidinosa sea cliente de tal manipulación.

Daliana
3 de noviembre, 2013

Coincido ÚNICAMENTE en una sección del párrafo de Madeleine: “Este es un artículo que nos pasea por una retórica sugestiva que no dice mayor cosa, sólo hace una referencia sobre la complejidad sexual femenina (…) .”

Un artículo hasta educativo, yo por ejemplo voy aprendiendo que el origen de la pornografía está en la fotografía.

Nadie habló de los niños (Soy madre de una niña de 7 años y mi mayor interés es que ella crezca sin miedos ni tabúes pero con un profundo auto respeto y respeto a los demás, además del conocimiento de todo lo que ella puede) …Son claras las líneas donde se expresa que se desea no banalizar la sexualidad…

Nadie habló en este artículo del amor ni de la crisis de parejas.

En fin podría escribir MI OPINIÓN del comentario anterior y del artículo…

Pero la libertad os lleva a RESPETAR lo que cada quien piense… y RESPETAR es disentir… con bases claras sin inventar.

Es un miedo claro a la palabra PORNOGRAFÍA… es una asociación “social” de la palabra con otros términos: pareja, amor, niños, enfermedad, aberración.

En fin que la sexualidad femenina es exquisita y compleja, menos básica que la masculina.

Sexualidad no es pornografía … pero desde mi ignorancia … mientras mas miedo le tenemos a los términos.. mas los asociamos.

Daniel López
4 de noviembre, 2013

Primeramente me gustaría mencionar que estoy de acuerdo con lo dicho por Madelaine y Daliana en cuanto a que el artículo es poco profundo al hablar sobre la sexualidad femenina y la pornografía femenina. Sí la intención era mostrar que dentro de la pornografía hay un submundo llamando pornografía femenina, hecha por mujeres y para mujeres, se quedó un poco corto.

Ahora en lo tocante a ambos comentarios que me parecen más interesantes que el artículo en sí, diré; ciertamente el mundo de la pornografía en los tiempos que corren se ha vuelto una aberración, y lo digo como consumidor, el sexo en estemedio se ha banalizado, haciéndolo a veces muy corriente y otras elevandolo hasta verdaderas acrobacias del cuerpo. También está el punto de los intérpretes, donde las producciones de más renombre y calidad poseen unos actores perfectos, imcansables y extremadamente deseosos, no digo que toda la pornografía sea así pero en la red se encuentra de todo y más.

Ahora bien si se enfrenta a un público corriente a la pornografía pensara que el sexo y la pareja con la cual lo practican no tienen nada de extraordinarios, sin pensar que allí hay mucho truco de cámara, sobre actuación, operaciones y post procesado, esto precisamente desvirtúa la concepción de ver sanamente pornografía para diversificar, aprender y liberar, ya que muchas veces se cae en desear y practicar actos que sólo son una mera actuación.

En cuanto a que los niños ven pornografía, pues les confesare que desde temprana edad lo hice y consideró que ello no conllevo a que tuviera sexo inseguro, fuera promiscuo o tuviera alguna desviación de la conducta sexual (ojo no sólo hablo de ser heterosexuales u homosexual, porque desviaciones sexuales hay muchas más) claro también la pornografía de ese entonces era otra, lo que si tiene que ver con lo que expone Madelaine, son los valores en el hogar, la vigilancia y permisividad de los padres, la educación, el desarrollo como individuo, eso, Madelaine lo forjan los padres y familiares de cada individuo, si se vive en una sociedad permisiva, donde nadie controla lo que ven los niños en Internet, en tv, en las revistas, periódicos, donde los niños van y vienen donde y a la hora que quieran, donde se relacionan con las personas menos indicadas y donde los padres no tienen tiempo de escuchar y dar luces a las dudas de los hijos, no se puede culpar a la pornografía de la juventud promiscua e irresponsable.

La pornografía como medio educativo y liberador ha cumplido y con creces las ansias de una población inexperta en las artes amatorias, aunque como hombre estoy consciente de que la sexualidad femenina es muy compleja y difícilmente podrá llegarse al acto sexual con una mujer sin antes conocer un poco su ritmo, lo que la complace, la hace tener confianza en el hombre que tienen al frente, el medio que le transmite seguridad y lo que la enciende, también la pornografía ha hecho que tanto hombres como mujeres exploran un poco más su sexualidad, ya que el sexo, cosa que aunque parece extraño en pleno siglo XXI, sigue siendo tratado como tabú o peor aún como un mero añadido entre las parejas

Finalmente diré que ojalá iniciativas como la de Erika Lust se extiendan más en el mundo de la pornografía y entre las feminas, porque me parece una gran falta de amor propio que existan mujeres que llegan a su plenitud sexual luego de los 40 (conozco a varias de 40 y a muchas jóvenes que van por el mismo camino también) desprobechando varios años sólo por temer paradigmas mentales mal formados a cerca de la sexualidad femenina, para los hombres, por favor hablen con sus parejas, ayudenlas y amenlas, que luego se les recompensara.

kino
4 de noviembre, 2013

Me gusto la forma en la que los comentaristas dieron su punto de vista y aunque respeto sus pensamientos hasta cierto punto, porque creo que la pornografía esta escasa de valores,obvio pero esta no trata de educar es solo la comercialización de un producto y si el sexo en nuestra sociedad lo es,así como lo es el amor, el miedo y demás sentimientos explotados por el cine y tantas industrias distintas; Pero de ahí a confundir la pornografía con educación o mas bien la falta de esta es muy distinto los niños cada vez son mas sexualmente activos, no por la pornografía sino por la falta de educación en muchos campos y no solo en el aspecto sexual sino también en el formativo de ahí que la mayoría de los niños (varones)se “eduquen” con pornografía ya que la falta de la educación lo fomenta y digo varones porque las niñas por lo menos en nuestra América latina siguen siendo temerosas de se cuerpo y cuando lo descubren se les acusa de un montón de calumnias innecesarias que solo satanizan el placer y a las niñas les provoca culpa algo tan natural como el comer y respirar.

Aglaia Berlutti
4 de noviembre, 2013

Apreciados lectores:

Agradezco muchísimo su lectura y tomarse un tiempo para analizar un tema tan espinoso e incómodo. Las afirmaciones y especulaciones sobre lo pornográfico – lo que lo motiva o su posible consecuencia – siempre tendrá un espacio subjetivo, siendo que el espectador es quien elabora una respuesta a lo que mira. Les propongo, que en próximo post de mi blog, hagamos un recorrido a través de esas interpretaciones, que se muestran como dudas en sus comentarios. Es un tema que creo vale la pena ahondar.

De nuevo, Muchas gracias por la lectura y sobre todo, por los comentarios.

sicomoro
4 de noviembre, 2013

que que…? pero como…? cuando paso…? oh Dios mio…! oh Dios mio…! mujeres y pornografía…? NOOOOOOOOOOOOOOOOO…!

ale
10 de noviembre, 2013

Ya era hora que una mujer pusiera en práctica esa idea, para ver lo que a nosotras nos gusta, bien!

Valentine Escort
29 de abril, 2015

un articulo muy interesante, en particular por la manera en que aborda el tema de la pornografía y el enfoque que actualmente se le da con respeto al rol de la mujer como como objeto y no como sujeto. y aún que quizás se al morbo lo que me hace hablar, me encantaría ver las propuestas de Erika Lust, sobre este genero.

Madelaine
29 de abril, 2015

Buenas intervenciones. Quiero comentarle a Daliana, tres puntos errados que afirmó: 1- La autora no dijo que la pornografía se originó en la fotografía, vuelva a leer y verá que no dijo eso. 2- Usted dijo, refiriéndose a mí: (Es un miedo claro a la palabra PORNOGRAFÍA… es una asociación “social” de la palabra con otros términos: pareja, amor, niños, enfermedad, aberración). Estoy sorprendida de su afirmación, si al menos hubiera dicho: “supongo que…, me imagino que…, tal vez lo que hizo fue una asociación de palabras”, pero usted dijo que era CLARO que yo tenía miedo. Es muy atrevida al afirmar tal opinión, tengo formación y post grado en ciencias sociales, he visto la sociedad enferma y la menos enferma, mal hizo usted en asignarme una emoción que no siento ante el sexo, ni ante muchos terribles problemas sociales que he estudiado durante muchos años en familias y comunidades, lo que sí soy es reflexiva ante la manera como se ven estimulados los niños y jóvenes con este Laissez faire, una libertad excesiva, que ha puesto a ese rango etario de la población, ante experiencias nefastamente prematuras y distorcionantes, y si el artículo no habla de niños ni adolescentes, yo sí hablo de ellos, porque son vulnerables a estos mensajes, y están expuestos a ellos; que el problema sea de los padres, estoy de acuerdo, un negocio no mira la conveniencia social de sus productos, al contrario, un niño adicto o deformado por estas imágenes (y no digo que todos los niños se convertirán en adictos), es un cliente potencial de este negocio en su adultez. 3- Nunca dije que sexualidad es pornografía, sugerí, que la pornografía es un tema aprovechado y explotado por comerciantes de la sexualidad, que es distinto. Le recomiendo Daliana que si habla desde su ignorancia, no afirme, usted puede decir lo que se le ocurra siempre y cuando diga SUPONGO QUE, y así le queda más bonito.

Por otra parte, quiero referirme a la palabra MORBO, nombrada por otro participante, este término es usado como si de una inclinación positiva se tratara, sentir morbo, tener morbo, lo entienden (o lo están tratando de transformar) en erotismo, excitación, etc. La palabra MORBO, tal y como apunta la RAE significa:

(Del lat. morbus).

1. m. enfermedad (‖ alteración de la salud).

2. m. Interés malsano por personas o cosas.

3. m. Atracción hacia acontecimientos desagradables.

He tomado como referencia la RAE porque es lo más genérico en cuestión de términos, y es la base del lenguaje español. Es tan evidente el sentido morboso (enfermiso) de la pronografía, que la gente que les atrae lo denominan MORBO, como lo define Valentine Escort.

Finalmente, el fin de la pornografía no es educar, es atraer, sustituir, generar comportamientos de apego al negocio, crear adictos al voyerismo comprado en un video, así ganan dinero, no les interesa enseñar la complejidad de la sexualidad y la psiquis femenina, porque tampoco les interesó en mostrar la sexualidad masculina, la cual mostraban cual machistas corrientes, exagerando a los actores con falos enormes que acomplejan a muchos que no detectan el negocio. Otra cosa sería, si terapeutas sexuales, hacen guiones para tratamiento a personas con dificultades. Pero la pornografía es un negocio de diversión, que no mide sus consecuencias. Que la sociedad bregue con ellas. Saludos

Estelio Mario Pedreáñez
30 de abril, 2015

..Y Don Quijote le dijo a su fiel escudero: “Con la Iglesia hemos topado, Sancho”, y él, desfacedor de entuertos, caballero andante en pos de aventuras, que se enfrentó solo a los que creía gigantes (en verdad molinos de viento), y a muchos peligros y enemigos sin jamás entrar primero a contar su número, en un momento lúcido, se apartó y tomaron otro camino… “Con Aglaia Berlutti hemos topado, Sancho”.

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