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Mi amigo me llama por el intercomunicador. Le digo que suba y me dice que prefiere que yo baje.
─ Necesito un trago─ murmura la voz eléctrica en el aparato.
Me lo consigo abajo lívido, mirando hacia los lados.
─ Vente ─dice y me agarra por el brazo.
Caminamos hasta el bar más cercano y pedimos dos frías. Mi amigo se baja la suya en un trago y ve la botella vacía con una mezcla de sorpresa y furia.
─ Esto no va a servir… ─y pide un whisky solo.
─ ¿Qué pasó?
Suspira.
─ ¿Recuerdas que tenía que mover unas vigas? Me levanté hoy a las cinco de la mañana para ir a buscar los obreros y no llegaron. Me llamaron como a las ocho para decirme que se habían ido de rumba en la noche y le habían pegado un tiro a uno de los que iban con ellos…
─ ¿Eso te afectó?
─ Ojalá.
Le da un candelazo a su bebida. Se pasa la mano por la cara.
─ Volví para la casa y, después de desayunar, le dije a mi hijo para ir a lavar el carro. Tú sabes, me llevo al chamo al autolavado y luego jugamos maquinitas. De las de carreras, porque las de plomo las prohibió el gobierno por violentas…
Me muestra su versión de una sonrisa cansada. Un cruce entre burla y dolor de estómago.
─ Entonces me voy para el autolavado y dejamos al carro lavándose, ¿no? Mi hijo y yo nos tomamos un refresco en el sitio ese que tienen para esperar. Y creo que vi a los tipos pasar, pero no estoy seguro…
─ ¿Qué tipos?
─ ¡Los tipos, Lucas! Yo estaba en la mitad de una colita, viendo el béisbol con mi chamo en la tele que tienen ahí, y escuchamos como unos triquitraquis. Entonces, los tipos pasaron corriendo a nuestro lado.
Señala un taburete, lo sacude un temblor momentáneo.
─ Me habrán pasado a un metro, tal vez menos. Y la mujer empezó a chillar. Todos nos asomamos. Mi chamo asustado, sin saber qué pasaba. Yo me asomo y veo a alguien tirado en medio del autolavado, un reguero de sangre en el piso, una mujer histérica, arrodillada a su lado. ¡Se lo habían quebrado, vale! Una de sicariato, un hit, como dicen en Hollywood.
─ ¿Y la policía?
─ Ni idea. Yo agarré a mi muchacho y me monté en el carro. Tenía todavía el jabón en los rines, pana. Dejé a mi hijo con su mamá y aquí estoy.
Nos quedamos en silencio durante un rato. Mi cerveza esta caliente. El pana pide otro whisky.
─ Crónica roja, Lucas… ─murmura─ ¡En un bendito autolavado!
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