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¿Cincuenta años no bastan? Cuba y su revolución; por Roldán Esteva-Grillet

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Salvador Allende: Un revolucionario debe saber y estar dispuesto a morir
Fidel Castro: Más bien debe saber y estar dispuesto a matar.
Regis Debray, 1971

Anexionismo e independencia

Obtenida su independencia de Inglaterra, en 1776, las trece colonias norteamericanas, ubicadas sobre la costa Este del subcontinente, se expandieron hacia el Oeste, más allá de las Montañas Rocallosas, gracias a la fluida llegada de inmigrantes que escapaban de las hambrunas y las guerras europeas. La “conquista del Oeste”, mediante la oferta de tierras que pertenecían a los indios de las praderas—ya expertos en la doma del caballo y el uso de las armas de fuego—se coronó con el trazado de la línea férrea que cruzó el país y, de paso, acabó con los millones de búfanos que constituían el recurso renovable de la población autóctona. Los indígenas quedaron recluidos hacia el final del siglo en reducciones miserables, con pésimas tierras de cultivo y su identidad maltrecha.

Si Estados Unidos se mantuvo neutral ante la guerra de independencia hispanoamericana fue porque deseaba comprar La Florida a España, cosa que consiguió en 1818. A Francia le compró Luisiana en 1803; a Rusia, Alaska en 1867; en tanto que Texas, que pertenecía a México, se lo apropió apoyando un proceso de “independencia” de sus propios colonos en 1836 para anexarlo en 1845. El resto de los actuales estados al sur (California, Colorado, Utah, Nevada, Arizona, Nuevo México, etc.) los logró gracias a la guerra que le hizo a México en tiempos de Antonio López de Santa Ana, a cambio de 15 millones de dólares más tres de indemnizaciones en el tratado Guadalupe Hidalgo 1848.

A lo largo del siglo XIX, Cuba, la mayor isla de las Antillas, se mantuvo junto a Puerto Rico y el archipiélago de las Filipinas, en manos españolas hasta 1898, cuando la expansión estadounidense, nuevo imperio en ciernes, provocó un casus belli, mediante el estallido del buque armado “Maine”, anclado en la bahía de La Habana. España había rechazado por tercera vez la oferta de compra de la isla que el gobierno de Estados Unidos le había hecho, la última por 300.000 dólares. Las anteriores (1848 y 1854) tuvieron como centro la presencia en la propia isla de partidarios del anexionismo a la próspera nación. Incluso, en 1850, con el financiamiento de algunos estados esclavistas del sur se promovió una invasión desde Nueva Orleans, organizada por Narciso López de Urriola, un criollo nacido en Venezuela en donde defendió la causa realista. Su idea era seguir el modelo texano: declarar la independencia y luego anexarse a Estados Unidos, pero fue derrotado y al cabo de un año, ajusticiado en 1851 por garrote. Sin embargo, ha quedado, por ironías del destino, el diseño de su bandera conquistadora, inspirada en las franjas horizontales de la estadounidense, como emblema nacional de Cuba, y una variante de ella de Puerto Rico, lo mismo el escudo nacional.

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Diseño de la bandera cubana ideada por Narciso López de Urriola. Fue enarbolada por primera vez en abril de 1850. Fotografía de El Nuevo Herald.

Entre 1861 y 1865 Estados Unidos estuvo enfrascado en su guerra civil o de Secesión, entre los estados norteños, partidarios del trabajo asalariado y la industrialización, y los del sur, apegados al esclavismo y a la explotación del campo. En tanto que en Cuba se iniciará la “guerra larga” (1868-1878), primera por la independencia—en la que participaron Carlos Manuel de Céspedes, Antonio Maceo y el dominicano Máximo Gómez—que no logrará sus objetivos finales al verse afectada por las diferencias entre anexionistas e independentistas, el regionalismo y el caudillismo.

España concede la libertad de los esclavos cubanos en 1886, pero los criollos independentistas ya están decididos a reemprender la lucha en lo que se llamará la “guerra chiquita”, con un nuevo líder, el poeta y ensayista José Martí. Exilado en Nueva York, desde donde planifica una invasión, le es confiscado por las autoridades estadounidenses el arsenal de armas y buque en 1895. Así, la invasión se realiza desde República Dominicana, a la que se suman nuevamente Maceo y Gómez, con la lamentable muerte de Martí en la primera incursión en batalla. Justo en 1898, en plena guerra cubano-española, los estadounidenses hacen estallar su buque para justificar su participación en el conflicto contra España. Las pérdidas de guerra las cobran con la anexión de Puerto Rico (Estado Libre Asociado) y la tutela de Cuba “independiente”.

La República tutelada

En 1901 se aprueba la primera Constitución cubana, a la que de inmediato se le introduce, desde Estados Unidos, la Enmienda Platt según la cual la gran nación del norte se reservaba el derecho a vigilar su cumplimiento y a intervenir en los asuntos del país. Para garantizar la seguridad de sus intereses, establecía una base militar en Guantánamo. Se inicia, pues, la vida republicana cubana en 1902 y a los pocos años se propicia un plan de inmigración masiva de españoles que permitiría equilibrar racialmente al país, dado el alto número de antiguos esclavos, negros o mulatos, mayoritariamente vinculados a labores campesinas o artesanales. Se calcula que entre 1902 y 1912 pudieron haber ingresado unos 800.000 inmigrantes de origen hispánico, principalmente de la zona de Galicia.

Sintiéndose al margen de los mayores beneficios sociales y económicos, sectores de la población negra y mulata que habían participado como soldados u oficiales en el ejército Libertador, se organizaron en 1907 en un Partido de Independientes de Color. No obstante, fue prohibido por su carácter racista desde el Congreso a partir de 1910. En 1912 se produjo una insurrección de los militantes que fue violentamente reprimida por el entonces ministro de gobernación, Gerardo Machado; tan violenta que hasta el gobierno de Estados Unidos tuvo que amenazar con intervenir. Dos terceras partes de los más de tres mil muertos fueron atribuidos a las fuerzas policiales y al ejército, muchos de ellos sacados de sus casas para ser asesinados.

La sucesión de presidentes, bajo la Enmienda Platt, debía contar con el beneplácito del gobierno de Estados Unidos, por supuesto. Y toda la economía empezó a girar en torno a los intereses de la nación tutelar: los ingenios azucareros, las pequeñas industrias, el comercio y los servicios públicos. Si bien había capitales cubanos, los más poderosos eran los de origen estadounidense, fuesen de ciudadanos o de compañías.

En 1925, Estados Unidos abandonó su aspiración de adueñarse de Isla de Pinos. Ese mismo año asciende al poder el liberal Gerardo Machado, con experiencia en altos cargos de compañías estadounidenses. Trae propósitos progresistas en los terrenos educativos, salud pública e infraestructura. En efecto, en su Gobierno se levanta el Capitolio Nacional (hoy Biblioteca Nacional) y la Carretera Central que cruza toda la isla. Para el año 1931, Cuba, sin duda, representaba un país adelantado, en crecimiento constante, por lo menos en su población: 3.962.344 habitantes, cuando la misma Venezuela, tan grande a su lado, contaba para 1936, muerto ya Gómez, apenas con 3.467.809 habitantes.

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De izquierda a derecha el entonces presidente de Estados Unidos, John Calvin Coolidge, y el mandatario cubano,Gerardo Machado, en 1928. Era la primera visita de un presidente estadounidense a la isla. Fotografía de AP.

Machado, envanecido por sus éxitos y popularidad, quiso cambiar la Constitución de 1901 para reelegirse y eso levantó una gran oposición por su carácter autoritario y antidemocrático. Convertido en dictador, por su política represiva contra sus contrarios, es derrocado en 1933 con la anuencia estadounidense. Una nueva figura empieza a figurar en las fuerzas militares, el sargento Fulgencio Batista, quien se había iniciado como telegrafista, y cuyo movimiento recibe el sostén del Directorio Universitario, jóvenes intelectuales y estudiantes que desde 1931 luchaban contra la reelección de Machado.

Hacia una democracia respetable

Desde Estados Unidos, el presidente Roosevelt acepta eliminar la Enmienda Platt, confiado en que ya Cuba podía marchar por su propia senda, sin la tutela anterior. Se da una sucesión irregular de presidentes civiles desde 1934, algunos de ellos con pocas horas en el poder, otros sí cumplieron sus cuatro años. Pero el poder real estaba en el ejército, comandado por Batista.

El gran momento será la nueva Constitución de 1940 que garantizará un clima de transición democrática, con alternabilidad de presidentes y elecciones libres, junto a una serie de derechos sociales y principios jurídicos modernos. El primer presidente con el nuevo sistema será Fulgencio Batista, quien suma a su gabinete dos prominentes miembros del Partido Socialista Popular: Juan Marinello y Carlos Rafael Rodríguez. Le sucede en 1944, mediante elecciones, Ramón Grau de San Martín (del Partido Revolucionario Cubano Auténtico) y en 1948, Carlos Prío Socarrás, del mismo partido*. Su contrincante era un antiguo militante del partido Auténtico, Eduardo Chibás, quien en 1947 había fundado un nuevo Partido del Pueblo Cubano u Ortodoxo, con denuncias sobre corrupción y vínculos imperialistas. Los auténticos en el poder habían acatado la alianza estadounidense contra la influencia comunista en el continente. En 1951, al no poder probar sus acusaciones contra el Ministro de Educación, Chibás termina disparándose un tiro en plena trasmisión de su programa dominical por televisión. Entre sus seguidores se encontraba el joven abogado Fidel Castro.

Las próximas elecciones serían a finales de 1952, en las que habría arrasado Chibás. Con su muerte inesperada, las posibilidades de triunfo estaban en el retorno de Ramón Grau de San Martín. Esto hace que Fulgencio Batista interrumpa el gobierno de Prío Socarras, seis meses antes de su término, mediante un golpe de Estado con la oferta de elecciones para dentro de año y medio.

El abogado y político Fidel Castro introdujo una demanda contra Batista acusándolo de irrespetar la Constitución de 1940. Como la demanda no prosperó, acudió a su experiencia subversiva de cuando estudiante, y organizó la toma violenta de dos cuarteles para el 26 de julio de 1953: el cuartel Moncada en Santiago de Cuba, y el cuartel Céspedes en Bayamo. Hubo una gran mortandad entre los participantes y otros, calculada por el propio Fidel Castro en setenta personas, según el discurso que preparara para su propia defensa, divulgado luego con el título La historia me absolverá. Le dieron quince años de condena en el Presidio Modelo de Isla de Pinos.

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El 26 de julio de 1953, Fidel Castro y un grupo de rebeldes asaltaron el Cuartel Moncada, la segunda fortaleza militar de Cuba.

En 1954 se cumplieron las elecciones prometidas por Batista pero, al cambiar las reglas durante la campaña, el candidato opositor, Grau de San Martín, optó por retirarse. Así, Batista resultó ser el ganador al convertirse en el único en permanecer en la contienda electoral. A pesar de esa irregularidad, fue reconocido por el gobierno de Estados Unidos, de México, de España, de la Unión Soviética y de Venezuela. Incluso, la Unión Soviética, luego de un impasse por la maleta diplomática, accedió a comprar doscientas toneladas de azúcar cubana. Batista era otro militar más en la lista de gobernantes latinoamericanos resteados con la lucha anticomunista originada por la guerra fría. En plan de conciliación, atendiendo a una campaña de los partidos Auténtico y Ortodoxo, Batista decretó una amnistía general que permitió a Fidel Castro y a otros “moncadistas” exiliarse en México, no así a los presos ortodoxos. A pesar de la fuerte presión del partido de Chibás por su liberación, Castro se desmarcó de los ortodoxos, defensores a ultranza de la vía electoral que él ya consideraba sinónimo de “politiquerías”.

Del exilio mexicano a la Sierra Maestra

En México se entrenó militarmente con otros cubanos bajo las instrucciones del coronel hispano-cubano Alberto Bayo Giroud, que había participado en la guerra civil española. Se sumó un trashumante, el médico argentino Ernesto Guevara, llegado de la Guatemala de Jacobo Árbenz. Junto a veintisiete compañeros, Castro fue apresado por acusaciones de infiltración comunista, concretamente a través de Ernesto Guevara (que asistía a cursos en el Instituto Soviético Mexicano de Cultura) y del mismo coronel Bayo. Todos argumentaban seguir los ideales de la revolución mexicana. Gracias a la intervención del ex presidente Lázaro Cárdenas son liberados. Con la ayuda financiera de los exiliados cubanos en Estados Unidos, especialmente de Carlos Prío Socarrás, quien adquiere un yate, el “Granma”, y una casa en el puerto de Tuxpan para resguardar las armas, se prepara una invasión para provocar un levantamiento general. El grupo de ochenta y dos hombres precariamente armados se lanza al Caribe para desembarcar en el oriente de Cuba en diciembre de 1956, donde son bombardeados por la aviación batistiana. Este mismo año los gobernantes de los países americanos reunidos en Panamá, en su mayoría dictadores militares, hacen causa común anticomunista con Estados Unidos a través de la OEA.

El ejército de Batista era muy corrupto, y en el mismo abril de 1956 hubo un conato de rebelión militar que fue oportunamente aplacada. En el exilio cubano, no ha cesado la actividad política de los representantes de los diversos partidos políticos y agrupaciones antibatistianas que acuerdan varios pactos, en torno al inmediato futuro una vez derrocada la dictadura. El mismo Castro cuenta ya con un nuevo grupo identificado como Movimiento 26 de Julio, por la fecha del Moncada, que interviene, apoya o critica dichos pactos. Sus exigencias van hacia la reivindicación de la Constitución de 1940, el evitar la formación de una junta militar de Gobierno y la intermediación estadounidense. Desde la Sierra Maestra, donde se reunifica la veintena de sobrevivientes del desembarco, Castro retoma su liderazgo político mediante comunicados y entrevistas concedidas a periodistas cubanos y estadounidenses ante quienes expone su ideario socialdemócrata (“ortodoxo”) y sus propuestas de reformas ya expresadas en su defensa “La historia de absolverá”.*

En cuanto a la prefiguración de ese Gobierno de transición, hay coincidencia en relación a quién debe ser su cabeza, el abogado y juez Manuel Urrutia Lleó por su rechazo al veredicto condenatorio de más de un centenar de cubanos apresados en una redada en Santiago de Cuba, en 1957. En su prédica, Fidel Castro insiste en que es un humanista, no un comunista, para contrarrestar la propaganda batistiana que había decomisado cartas de Ernesto Guevara y de Raúl Castro en las que se revelaba su vinculación ideológica con los países de la Cortina de Hierro. Era importante mantener una imagen de un demócrata por cuanto se aspiraba que Estados Unidos embargara armas al gobierno de Batista.

En 13 de marzo de 1957 ocurre algo imprevisto por Fidel Castro: un asalto armado al Palacio Presidencial organizado por el Directorio Revolucionario. Con la muerte de unos treinta y cinco jóvenes estudiantes, muchos de ellos en las escaleras del Palacio y otros mediante allanamientos, no se produjo un repudio al régimen, sino lo contrario: al salvar su vida Batista obtuvo popularidad. El acto fue muy criticado por Fidel Castro, desde el Ejército Rebelde, tanto como por los miembros del Partido Socialista Popular que consideraban al mismo Fidel Castro un pequeño burgués, populista y putchista.

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Asalto al Palacio Presidencial el 13 de marzo de 1957. Fotografía de Granma.

En cambio, el asesinato de Frank País, dirigente en la clandestinidad del M-26 de julio, el 30 de julio de 1957, motivó una huelga general y su sepelio una gran manifestación de protesta contra el régimen. Cuando los esbirros del régimen acometieron violentamente contra un grupo de mujeres que se dirigía hacia la embajada de Estados Unidos con la petición de retirarle su favor al régimen, el entonces embajador procedió a elevar una queja contra el gobierno de Batista al que acusó de irrespetar los derechos humanos. Este hecho puso en evidencia el absoluto rechazo que Batista recibía de parte de la Iglesia, de los empresarios, de la opinión pública. A lo que se sumó el mismo gobierno estadounidense al embargar el 14 de marzo de 1958 una compra de armas (15 aviones y 1.900 rifles Garand y municiones) para el ejército de Batista.

Un problema pendiente era cómo poner bajo un solo comando, el de Fidel Castro, los otros grupos guerrilleros que se habían ido sumando a la oposición armada en la Sierra del Escambray, de parte del Directorio Revolucionario, de Organización Auténtica Radical y ya en 1958, de parte de un sector del Partido Socialista Popular. Fue tarea encomendada al “”Ché” Guevara coordinar con los otros grupos de manera que se reconociera a Fidel Castro como comandante general del Ejército Rebelde. En total no contaban con más de tres mil hombres.

En julio de 1958, se reunían representantes de los diversos partidos y agrupaciones*, con exclusión del Socialista Popular, para firmar el Pacto de Caracas según el cual el próximo presidente del Gobierno provisional debía ser Manuel Urrutia Lleó, también reconocían la jefatura del Ejército Rebelde desde la Sierra Maestra. Los exiliados en Venezuela no sólo han logrado recoger un buen dinero sino que la misma Junta de Gobierno, presidida por el contralmirante Wolfgang Larrazábal Ugueto ha facilitado un millar de rifles con sus municiones para el Ejército Rebelde. Ya desde Costa Rica, también el pedagogo Huber Matos había llevado en avioneta un cargamento de armas.

Caída de Batista y primer Gobierno provisional

A fines de 1958 se darían las elecciones, para las que Radio Rebelde promovía una completa abstención. Sólo participó el candidato del Gobierno, el ex ministro Carlos Rivero Agüero. El 17 de diciembre el embajador estadounidense se entrevistó con Batista y le comunicó que su Gobierno no reconocería al presidente electo y, más bien, le recomendaba que él mismo abandonara el país.

Desmoralizado el ejército de Batista, al cabo de una arremetida poco exitosa contra las guerrillas, y cuyos soldados desertaban o se pasaban a la guerrilla, cuando no sus propios altos oficiales se ponían en contacto con las fuerzas rebeldes (general Eulogio Cantillo con Fidel Castro) para acordar una entrega pacífica del poder y, habiendo sido tomada Santa Clara y luego Santiago de Cuba por la guerrilla castrista del “Movimiento 26 de julio” desde Sierra Maestra, Batista, el “mulato lindo”, huyó del país el 1 de enero de 1959 hacia República Dominicana, donde también era huésped de Trujillo el ex dictador venezolano Marcos Pérez Jiménez.

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Fulgencio Batista, presidente electo de Cuba desde 1940 hasta 1944 y dictador desde 1952 hasta 1959.

Producida la desbandada de las fuerzas represivas del régimen, Fidel Castro envía por avión a los principales líderes a La Habana para preparar su llegada, pues él iría por tierra, acumulando vítores, simpatizantes y partidarios. La guerrilla del Directorio Revolucionario toma el Palacio Presidencial y la Universidad Nacional. Para la llegada de Fidel Castro a la Habana, está preparado el espectáculo con la televisión, la radio, los periodistas nacionales e internacionales y un conjunto de palomas blancas que se soltarán en medio de su discurso. Una edición especial y millonaria de la revista más leída, Bohemia (fundada en 1908), llevará en su portada un retrato idealizado del joven revolucionario.

Desde Santiago de Cuba, el aguerrido y carismático revolucionario había dicho en un discurso en 2 de enero de 1959:

“La revolución empieza ahora (…) El poder no me interesa ni pienso ocuparlo ahora (…) Habrá libertad para que nos critiquen (…) y seguiremos sólo una norma, la norma del respeto al derecho y a los pensamientos de los demás”

El general Cantillo, que se había comprometido con Fidel Castro a no permitir la creación de una junta militar, aparece presidiendo una y es apresado junto a todos sus integrantes. Ya desde la sierra Maestra, la guerrilla de Fidel Castro había empezado a gobernar sobre las zonas que controlaban mediante una modesta reforma agraria, pero también establecido tribunales de guerra para ajusticiar desertores o criminales. Instalado en La Habana, Ernesto Guevara, el “Ché”, hace pública demostración de su idea del revolucionario como “máquina de matar” y comanda personalmente, en el fuerte de La Cabaña, los juicios sumarios y subsecuentes fusilamientos ante el paredón, de funcionarios implicados en torturas, asesinatos, represión y hechos corruptos, con la excusa de no dejar la justicia en manos del pueblo. De lo mismo se encarga en Santiago de Cuba, el comandante Raúl Castro.

Fidel Castro recibe una invitación desde Venezuela, de parte del Frente Universitario que había formado parte importante de la Junta Patriótica, a quien se atribuye el mayor empuje popular para la caída de la dictadura de Pérez Jiménez. Castro llega a Caracas en los días en que se está conmemorando precisamente el fin de la dictadura y el presidente electo, Rómulo Betancourt, no ha tomado todavía posesión. Al cabo de exitosos mítines en El Silencio, en la Universidad y el Congreso, Fidel Castro sostiene una entrevista con Betancourt el 24 de febrero. La solicitud de un préstamo de 300.000 dólares tuvo respuesta negativa, entonces recordó lo del petróleo pues no quería seguir dependiendo de Estados Unidos. Es muy posible que conociese el libro del líder demócrata venezolano, publicado en 1956 por el Fondo de Cultura Económica de México: Venezuela, política y petróleo. Debió haber salido muy decepcionado pues ignoraba que todavía nuestro petróleo estaba en manos de las compañías extranjeras, y sólo se cobraban royalties.

Resultaba natural que no acudiera a Estados Unidos por petróleo barato, pero ¿por qué no tentar con México donde el Estado era dueño desde 1938 gracias a Lázaro Cárdenas? Me imagino que, por las estrechas relaciones de México con Estados Unidos, Castro debió suponer que no eran muy autónomos en sus decisiones, sin contar de algún resentimiento contra ese país pues al no asegurarles el asilo solicitado, los cubanos tuvieron que adelantar la operación invasora a Cuba pues temían ser expulsados pronto. Así pues, Fidel Castro confió que la ayuda venezolana de 1958 era señal de buena disposición futura, ignorando que una cosa era Larrazábal (votado por los comunistas en las elecciones) y otra Betancourt, que excluyó a los rojos del pacto de Punto Fijo.

Otro viaje importante emprenderá hacia Estados Unidos, invitado por la Sociedad de Editores de Periódicos. Será entrevistado por la televisión (show de Ed Sullivan) y conferenciará con el vicepresidente Richard Nixon -el mismo que había sido abucheado en Caracas el año anterior- y en las universidades de Harvard y Princeton. Un tercer viaje lo lleva al Canadá y a Río de Janeiro, Buenos Aires y Montevideo.

Queda como presidente Manuel Urrutia, como había sido acordado, y éste nombra a José Miró Cardona como su Primer Ministro, pero éste renuncia al poco tiempo y Urrutia se ve forzado a nombrar Primer Ministro a Fidel Castro, quien a su vez presidía el INRA y el Instituto Nacional de Reforma Agraria, además de comandar las Fuerzas de Tierra, Mar y Aire. De Ministro de Estado o canciller, Urrutia tiene al sociólogo ortodoxo Roberto Agramonte, pero Fidel Castro impone a Raúl Roa, del Partido Socialista Popular. Una de las primeras medidas de Urrutia, como católico y moderado que era, fue cerrar todos los casinos y burdeles existentes en la ciudad capital, símbolo de la mayor corrupción moral del régimen depuesto. Sin embargo no previó que su medida originaba un desempleo masivo por lo que, convencido por Castro, debió echar atrás la medida hasta que pudiera garantizárseles otros empleos.

Por desacuerdos con la designación de gobernadores de provincia, donde se colaban miembros del Partido Socialista Popular, Urrutia tuvo nuevamente enfrentamientos con su primer ministro, quien iba asumiendo mayor poder y popularidad. Quizá el mayor desencuentro se debe haber producido al tener que firmar Urrutia una modificación a la Ley Fundamental Orgánica según la cual quedaba aprobada la pena capital para castigar delitos militares y políticos de la dictadura, lo cual había sido condenado en la Constitución modelo de 1940. Dos últimos motivos: el irrespeto al régimen municipal y la postergación indefinida de las elecciones.

Al cabo siete meses, Fidel Castro renuncia en una larga y teatral sesión especialmente televisada y acusa de corrupto y desleal a Urrutia, quien -ante esa cruel exposición al odio público- termina por dimitir y asilarse en la embajada de Venezuela y luego en la de México. Pasa a la Presidencia alguien de confianza de Fidel Castro, el abogado Osvaldo Dorticós Torrado (del Partido Socialista Popular, entonces Ministro de Ponencias y Estudio de las Leyes Revolucionarias), quien lo ratifica en el cargo de premier. Según la Ley Fundamental Orgánica, el cargo de Presidente era más como representante del Estado, en tanto que el de Primer Ministro era el de ejecutor de las políticas del Gobierno como se estila en algunas repúblicas europeas. Eso explica la permanencia de Dorticós en el cargo de Presidente y Fidel Castro como Primer Ministro hasta que se apruebe la nueva Constitución en 1976.

Al cumplirse el 26 de julio de 1959, un aniversario del asalto al cuartel Moncada, Fidel Castro convoca al pueblo a una gran concentración en la Plaza José Martí (hoy Plaza de la Revolución) y allí, desde su reasumido cargo de Primer Ministro, es decir, jefe del Gobierno, estrena una nueva manera de comunicarse políticamente con sus partidarios mediante una retórica altisonante, mesiánica y carismática, donde deja caer preguntas simples ante disyuntivas para que sea el pueblo quien le indique cuál de las dos opciones debe tomar. Eso lo llamó democracia directa, hoy llamada plebiscitaria. Y así preguntó, en un próximo Primero de Mayo: “¿Elecciones, para qué?”. Bueno recordar que cuando sus viajes fuera de Cuba, recién caída la dictadura, a la pregunta de para cuándo elecciones, Castro respondía impertérrito, para cuando se acabe el desempleo y el analfabetismo.

Apretando las tuercas

Al no conseguir petróleo con precios rebajados de parte de Venezuela, Cuba acepta la oferta de crudo de la Unión Soviética. El problema es que las refinerías Esso y Texaco, estadounidenses, más la Shell anglo-holandesa, se niegan a procesarlos y Fidel Castro toma una decisión extrema en mayo de 1960, con la que entrará en choque con los Estados Unidos. La gran potencia capitalista hasta esos momentos aceptaba las expropiaciones por la Reforma Agraria siempre y cuando se pagaran, aunque fuesen con los bonos del Estado. Pero esta vez, dichas refinerías fueron confiscadas. La respuesta del Gobierno de Eisenhower fue la de reducir la cuota de azúcar que Estados Unidos le compraría a Cuba. Y vino nuevamente la Unión Soviética en ayuda de Cuba, cuando la potencia comunista era para entonces la mayor productora de azúcar de remolacha del mundo. La reacción cubana a la medida estadounidense de recortar la cuota de azúcar, fue la aprobación inmediata de la Ley No. 851 (de expropiaciones forzosas) el 6 de de julio de 1959, que se aplicaría a todas las propiedades de ciudadanos o compañías estadounidenses, es decir, pasaban a manos del Estado sin compensación económica.

A principios de 1960, junto con una gran exposición sobre el desarrollo técnico, económico y cultural de la Unión Soviética, el Gobierno firma un convenio de “intercambio comercial y pagos”: se adquiría un millón de toneladas de azúcar por cinco años y se concedía un crédito de 100 millones de dólares.

En 1960 se crean los Comités de Defensa de la Revolución, organización de vecinos por cuadra, de carácter vertical y que suma a las tareas comunitarias y de ayuda social, las propias del espionaje, la delación cuando no la agresión directa (“repudio”) como soporte de la acción del Gobierno. También se crean otras organizaciones de masas que contribuyen a la identificación con las políticas del Gobierno: la Central de Trabajadores de Cuba (en lugar de la tradicional Confederación), la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, Pioneros y Jóvenes Rebeldes, Asociación de Mujeres de Cuba y, en especial, las Milicias.

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Vacunación en un Comité de Defensa de la Revolución.

También aumenta la seguridad interna pues comienza una oposición nueva al giro comunista que será reprimida. Ya ha desertado hacia Estados Unidos el jefe de la Aviación, Pedro Luis Díaz Lan el 30 de junio de 1959, o el comandante de Camagüey, Huber Matos, quien luego de una conversación y dos cartas dirigidas a Castro, en las que participa su deseo de retirarse del Gobierno por la cuestión comunista, es procesado como traidor y condenado a veinte años de reclusión; añádase la misteriosa desaparición del comandante Camilo Cienfuegos, que disputaba a Fidel la popularidad y el cariño de la gente, en una avioneta perdida en el mar.

En dos meses, entre julio y agosto de 1960, se procedió a la estatización de múltiples empresas no sólo de servicios (teléfonos, electricidad, trasporte, educación) sino de producción o almacenaje de alimentos, de electrodomésticos, de diversas manufacturas, de medicinas, de ropa, de muebles, así como también comercializadoras y distribuidoras de objetos de consumo; un total de 550 empresas. Esta avalancha de expropiaciones que afectó tanto a nacionales como a extranjeros trabajó en contra del primer acierto obtenido por el Gobierno al aprobar la reducción a la mitad de todos los alquileres en marzo de 1959. La crítica no tardó en manifestarse a través de los medios impresos, radiales y televisivos por cuanto sólo parecía justificarse inicialmente para los servicios públicos. Para fines de diciembre de 1960 la mayor parte de los medios privados de comunicación pasaban a manos de sus trabajadores, y su propiedad al Estado. En esto se enfrentaron intelectuales del Movimiento 26 de Julio, como Carlos Franqui o Guillermo Cabrera Infante, considerados anticomunistas viscerales por un Alfredo Guevara, ex ortodoxo y fanático fidelista.

Paralelamente, se dio una masiva emigración de cubanos y extranjeros, en su mayoría hacia Estados Unidos. Si eran cubanos, no podían exportar prendas de valor ni dinero, y sus propiedades quedaban confiscadas. En septiembre de 1960, un grupo de 65 cubanos se asiló en la Embajada de Venezuela. Ya en noviembre estaban en Caracas, donde las casas que les servían de hospedaje temporal fueron atacadas por estudiantes comunistas con bombas molotov y armas de fuego.

Había por supuesto actos de sabotaje (incendio de cañaverales y centrales azucareros, bombas en sitios públicos o de entretenimiento) de parte de anticastristas. El principal acto terrorista, atribuido a la CIA, fue el estallido del buque La Coubre que traía setenta toneladas de armas desde Bélgica para el ejército, el 4 de marzo de 1960. Las dos explosiones dejaron unos cien muertos y cuatrocientos heridos.

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Ernesto “Che” Guevara mirando el cortejo fúnebre de los caídos en el sabotaje del barco Le Coubre por parte de la CIA, el 5 de marzo de 1960. Fotografía de Alberto Korda.

Temprano, en abril del mismo año, la Cámara de Diputados del Congreso venezolano presidida por el socialcristiano Rafael Caldera elevaba una protesta contra el gobierno de Fidel Castro por los fusilamientos ya no de criminales batistianos sino de opositores en desacuerdo con el giro comunista que había asumido la Revolución. En efecto, para diciembre de 1959, los Tribunales de Guerra había ajusticiado 553 torturadores o criminales batistianos; pero para noviembre de 1960, ya habían sido fusilados 1.330 anticomunistas. No es casual que el Directorio Revolucionario, brazo armado de la Federación Estudiantil Universitaria, se regrese al Escambray e intente reconstruir la lucha guerrillera, ahora contra Fidel Castro.

Prío Socarrás -quien había regresado del exilio mayamero en 1959 desde donde había ayudado con la compra del yate “Granma” en la primera invasión revolucionaria y hasta financiado una segunda desde Miami (yate Corintia) que dejó diez sobrevivientes- se devuelve decepcionado por el giro que toman las cosas. Muchos cubanos, especialmente profesionales (médicos, abogados, profesores, ingenieros, técnicos) inician el éxodo hacia el exterior: México, España, Venezuela y, especialmente, Estados Unidos.

La revolución se declara socialista

Con motivo de la reunión de cancilleres de la OEA en Costa Rica en agosto de 1960, cuando se condena la presencia de China y la Unión Soviética en el continente, en Cuba el Gobierno castrista da a conocer la I Declaración de La Habana, leída y aprobada en la Plaza de la Revolución. Allí se acepta y agradece el apoyo de los cohetes de la Unión Soviética si su territorio fuera invadido por las fuerzas militares de Estados Unidos. Esto revela que la alianza con la Unión Soviética no era sólo comercial sino también militar. Hasta entonces, con motivo de las confiscaciones de propiedades estadounidenses, la reacción del republicano Eisenhower fue la de ordenar un embargo parcial: cero comercio, cero exportaciones hacia Cuba. Sin embargo, desde marzo de 1960 –hoy se sabe- había dado órdenes la CIA de preparar una invasión con cubanos anticastristas en Estados Unidos. En enero de 1961, Estados Unidos rompe relaciones con Cuba y cierra su sede diplomática en La Habana.

Durante el sepelio de nuevas víctimas de la contrarrevolución, el 16 de abril de 1961, Fidel Castro proclamó el carácter socialista de la revolución. De ese momento surge la famosa fotografía del Che Guevara, tomada por Korda. Justo al otro día se tiene conocimiento de una invasión de unos 1.400 contra revolucionarios por Bahía de Cochinos. El nuevo presidente estadounidense, el demócrata John F. Kennedy, no permite que la Fuerza Aérea intervenga a favor de la invasión, para no poner en evidencia la participación estadounidense, y la invasión es vencida a las 72 horas, con Fidel Castro al mando de las tropas cubanas. Procesados y juzgados, aquellos que se revelaron como antiguos oficiales batistianos, fueron ejecutados; una buena parte (1.113 participantes) son finalmente liberados como canje por alimentos, medicinas y maquinarias con Estados Unidos por un valor de sesenta millones de dólares en diciembre de 1962. Muchos de los participantes eran miembros de organizaciones católicas o socialcristianas, opuestas al comunismo.

El triunfo de las fuerzas revolucionaria le dará un enorme aliento popular al creciente nacionalismo, y la Unión soviética se apresura a cumplir con su oferta de protección militar mediante la instalación de misiles que serán descubiertos por aviones espías norteamericanos en 1962. Kennedy lanza un bloqueo marítimo y el acuerdo tras bambalinas de las dos potencias llevan a su retiro, con la condición de respetar la revolución y desmantelar los misiles ubicados en Turquía. En tanto que el embargo económico se generaliza e impide a cualquier empresa comerciar productos directamente o indirectamente con Cuba, embargo que, con sus variantes, dura hasta hoy. Este embargo –que los cubanos prefieren llamarlo “bloqueo”-, significó para los estadounidenses la prohibición de viajar a la isla y el fin del correo postal. El levantamiento del mismo dependería del Congreso de Estados Unidos, aunque sus condiciones han variado según la alternancia de los gobiernos demócratas y republicanos.

Con el encarcelamiento de Huber Matos y la oportuna desaparición del carismático Camilo Cienfuegos, quedan como hombres fuertes en el Gobierno los hermanos Castro, Fidel y Raúl, junto al Ché Guevara. El argentino pronto será Canciller, Presidente del Banco Nacional de Cuba y Ministro de Industrias, antes de entrar en un periplo de revolucionario internacional desde 1965 que concluirá con su muerte en las selvas de Bolivia, en 1967, tratando de poner en práctica su teoría del “foquismo”.

Uniendo fuerzas

Con la conversión del Directorio Revolucionario en una fuerza anticastrista, y los líderes de los partidos Auténtico y Ortodoxo refugiados o exiliados ante el avance comunista, Fidel Castro trata de reunir las agrupaciones fieles, el Partido Socialista Popular y el Movimiento 26 de Julio bajo una nueva denominación: Organizaciones Revolucionarias Integradas (ORI) cuya dirección encomienda a Aníbal Escalante, del PSP. A partir de esta iniciativa se fue haciendo normal la designación de miembros del antiguo PSP en altos cargos, como la presidencia del INRA, dada a Carlos Rafael Rodríguez, que había sido ministro del primer gobierno democrático de Batista (1940-1944) y que se convertirá con los años en pivote de la ideología comunista dentro del régimen. El acuerdo de estas organizaciones era que todas debían disolver sus estructuras internas, sin embargo el PSP mantuvo su Comisión de Cultura. La ORI se convertirá al poco tiempo en el Partido Unido de la Revolución Socialista Cubana (PURSC) y en octubre de 1965 se transforma, finalmente, en el Partido Comunista de Cuba. A su vez, el periódico Revolución, expresión del M-26J, se convierte en Granma, órgano del Partido Comunista de Cuba. Es junto a Juventud Rebelde, los dos únicos diarios del país.

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Periódico oficial del Partido Comunista de Cuba.

En 1966 se reúne en La Habana la Conferencia Tricontinental a partir de la cual Cuba se convierte en centro de muchas iniciativas revolucionarias, todas relacionadas con el estímulo y consolidación de los grupos que luchan contra el neocolonialismo y el antimperialismo en América Latina, África y Asia. El mejor ejemplar de esa nueva ideología internacionalista fue el Ché Guevara. Para no entrar en contradicción con Fidel Castro, quien como líder máximo de la revolución creía que era en lo agropecuario donde Cuba encontraría su independencia económica, en tanto que Guevara votaba por la industrialización, el Ché desaparece por propia voluntad de la esfera pública, pues ha decidido entregarse a la revolución mundial. Desde 1965, cuando renuncia a todos sus cargos, viaja a Argel y al Congo. Ya para 1966, que escribe su carta de despedida, emprende su última aventura: formar una guerrilla en Bolivia, acorde con una frase de Fidel Castro que prefiguraba la cordillera andina como una futura Sierra Maestra del continente. Según Guevara, los partidos comunistas no se comprometían suficientemente con las luchas anticolonialistas, pendientes como estaban con la coexistencia pacífica. Acusaba, específicamente, a la URSS por su indiferencia con el caso de Vietnam.

El 1968, declarado el año la “ofensiva revolucionaria”, concluye con los vestigios de cualquier propiedad privada: restaurantes, periódicos, bodegas, bares, talleres mecánicos o eléctricos, sastrerías, tierras cultivables de mínima extensión, etc. La Lotería Nacional, que se había conservado pues sus finanzas contribuían a la construcción de viviendas, fue finalmente nacionalizada.

Ya desde la ley de Reforma Urbana del 14 de octubre de 1960 se había puesto punto final a las rentas. A cada familia tocaba una vivienda, de manera que quien tuviera dos debía decidirse por una y su inquilino se volvía propietario. Las casas o apartamentos abandonados fueron distribuidos, a veces entre varias familias en caso de ser grande la propiedad. Nadie puede vender una casa o apartamento, sólo permutar su residencia por otra propiedad urbana, según avalúos de una oficina del Gobierno. La necesidad de nuevas viviendas se resuelve más que todo en el interior, mediante el trabajo voluntario, así La Habana va perdiendo no sólo nuevos pobladores, también el esplendor de otrora, en especial el caso histórico pues una acelerada decadencia patrimonial sobreviene en antiguas edificaciones de principios de siglo, ahora ocupadas por la gente más desasistida y miserable que ni agua corriente tiene; con el tiempo sólo una que otra edificación ha podido salvarse, para ser destinada a un fin cultural.

El proceso de estatización de la cultura

La captación de intelectuales ya reconocidos, fue uno de los ganchos que tuvo la revolución cubana para atraer el interés de la intelectualidad de izquierda latinoamericana y europea. En los primeros meses de 1960 la singular pareja de intelectuales franceses Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir visitó Cuba por invitación informal de Carlos Franqui: pasearon con Fidel Castro en lancha, se entrevistaron con el Ché Guevara a medianoche en su oficina del Banco Central, asistieron al estreno de su obra de teatro La putain respetuese (La puta respetuosa) y a rituales afrocubanos, escucharon embelesados a Fidel Castro perorando ante una multitud eufórica; también Sartre conversó con intelectuales cubanos sobre la Unión Soviética y el compromiso literario. A su regreso a París recogió sus impresiones en su entusiasta librito Huracán sobre el azúcar.

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Jean Paul Sartre y Simone de Beauvoir junto a Fidel Castro en un paseo a la Ciénaga de Zapata.

Varios escritores fueron ocupando puestos de comando en el nuevo Consejo Nacional de Cultura. José Lezama Lima, que hasta entonces se identificaba con el grupo y revista Orígenes, pasó a dirigir el Departamento de Literatura y Publicaciones. En la Editorial Nacional de Cuba, pusieron a Alejo Carpentier, que había vivido su exilio de muchos años en Caracas. Al crearse la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), la encabeza el poeta Nicolás Guillén.

Empezando el año 1961 se lanzó una campaña masiva de alfabetización con la ayuda de 300.000 escolares. Había para entonces cerca de un millón de analfabetos en la isla. En un año se alcanzó a alfabetizar unos 707.000 campesinos de diversas edades. Faltaron unos 270.000 que eran inmigrantes de Haití o Jamaica que no dominaban el castellano. Al mismo tiempo se le dio un gran empuje a la escolarización de manera que no quedara ningún niño sin escuela. En otro rublo, hay un derroche editorial sin precedentes, sin pagar derechos de autor, con la publicación de millares de ejemplares de clásicos de la literatura universal a precios muy accesibles que servirán de base cultural a los nuevos alfabetizados. Esto implicaba, a su vez, la edición de manuales escolares que dieran fe de los nuevos hechos y valores introducidos por la revolución.

Cuba despliega una amplia propaganda hacia el exterior de sus adelantos en educación, salud y deportes como ejemplo del desarrollo de los derechos sociales. Por supuesto, la educación superior perdió desde 1960 su autonomía (garantizada por la Constitución de 1940): el “ché” Guevara fue muy claro al reunirse por primera vez con los universitarios: La universidad sería para formar revolucionarios, no para profesionales de la burguesía. Como rector de la Universidad Nacional de La Habana se designó al intelectual Juan Marinello, del PSP. Desde entonces toda la enseñanza se somete a los cartabones del materialismo dialéctico e histórico, a semejanza del resto de los países comunistas. El destino de los becarios son los países de la órbita soviética o la famosa universidad tercermundista Patricio Lumumba, en Moscú. Ya graduados, el Estado se convierte en el único empleador y sólo los altos funcionarios tienen el privilegio de viajar al exterior.

A los desafectos al régimen, a los religiosos renuentes al servicio militar y a los homosexuales se les remitía a colonias de trabajo forzado llamadas Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP, 1965-1968), un programa de reeducación mantenido en secreto y cuyos archivos, una vez desechado por protestas varias, desaparecieron: sólo quedan testimonios de quienes padecieron la experiencia. Se calcula que pasaron unos 25.000 jóvenes. La protesta de la UNEAC, los documentales Conducta impropia y Nadie escuchaba, de Néstor Almendros Jiménez Leal y Jorge Ulloa, más denuncias extranjeras obligaron a cancelar dicho infame programa de reeducación.

El clima cultural de los primeros años fue extraordinariamente libre, si bien prevaleció el dictamen de Fidel Castro en sus “Palabras a los intelectuales” (1961) que, no eran sino que una versión de una famosa declaración de Mussolini: Todo con la Revolución; nada contra la revolución. De allí que se dieran ciertos forcejeos pues cada uno entendía a su manera la revolución en términos creativos. El periódico Revolución, sacó un magazine semanal llamado Lunes de Revolución, dedicado a las ideas, la literatura y las artes, a cargo de Carlos Franqui y Guillermo Cabrera Infante. Era la expresión de intelectuales y artistas del M-26 de julio que se sentían avasallados por los avances del PSP, que disponía de figuras de vieja data como Carlos Rafael Rodríguez, Blas Roca o Juan Marinello. Desde esas páginas criticaban también a figuras como Alejo Carpentier, Alicia Alonso o José Lezama Lima por haber aceptado cargos en el Gobierno. No duró mucho la experiencia. Tanto Franqui como Cabrera Infante terminaron como exiliados en tiempos distintos.

Una institución que simbolizó la mayor atracción cultural, con proyección latinoamericana, fue Casa de las Américas, dirigida desde su fundación por Haydée Santamaría hasta su suicidio en 1980. Haydée Santamaría había participado en el asalto del cuartel Moncada junto a Fidel, en las guerrillas.y en la fundación del Movimiento 26 de julio. A su muerte, dirige la institución el pintor Mariano Rodríguez y desde 1986 el ensayista Roberto Fernández Retamar. La proyección mayor de Casa de las Américas se ha debido a los premios que otorga en el campo literario, sea narración, poesía, ensayo, teatro y testimonio, con jurados entre extranjeros y nacionales y con la seguridad de publicación. También se ha ocupado de musicología, fotografía, literatura infantil y juvenil, literaturas caribeñas anglo y francófonas, y literatura indígena.

El marcado latino americanismo de Casa de las Américas quedó evidenciado no sólo en sus premios sino en su revista, fundada en 1960 por Fausto Masó y Antón Arrufat, con el nombre Casa. A través de sus páginas podían leerse los principales autores del momento en lengua española y las actividades de la institución, así como los comentarios a los premios.

El Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC), dirigido por Alfredo Guevara (1959-1982) financió la producción de películas tanto de ficción como documentales que sirvieron para rastrear en la historia y en la sociedad cubanas sus problemas de identidad, sus coyunturas políticas, sus conflictos de clases, casi siempre con su dejo crítico cuando se trataba del pasado pero salvando al Gobierno presente, menos su burocracia. Fundó en su seno el Grupo de Experimentación Sonora, dirigido por Leo Brouwer, encargado de composición de la banda musical de las películas pero, sobre todo, proporcionó la base para la Nueva Trova Cubana, en que destacaron Silvio Rodríguez y Pablo Milanés.

El Ballet de Alicia Alonso fue convertido en el Ballet Nacional de Cuba para la formación de bailarines de ambos sexos y el montaje de coreografías clásicas y modernas.

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Alicia Alonso impartiendo una clase de ballet.

Otra institución, ya mencionada, será la Unión de Escritores y Artistas de Cuba que hacia el final de la década será centro de una tumultuosa polémica en razón de críticas mal intencionadas, o mejor, dicho, con su piquete político, a ciertos autores. Desde la revista Verde Olivo, fundada por el Che Guevara, vienen varios artículos firmados por un tal Leopoldo Ávila –seudónimo de Luis Pavón Tamayo- despotricando de las opiniones de Guillermo Cabrera Infante en contra de la Revolución en la revista argentina Primera Plana; luego un artículo sobre el poeta Heberto Padilla, a propósito de su crítica a la novela Pasión de Urbino, de Lisandro Otero, vicepresidente del CNC, a través de una encuesta de El caimán barbudo, y de paso a la burocracia comunista; un tercer artículo estaba dedicado a Antón Arrufat y su reciente premio en la UNEAC.

Había sucedido que estos dos últimos autores cubanos habían sido premiados en 1968, respectivamente, con un libro de poesía, Fuera de juego, y uno de teatro, Los siete contra Tebas; pero la UNEAC consideró que la publicación de ambos debía ser introducida por la opinión autorizada de un crítico, tarea encomendada a José Antonio Portuondo (antiguo PSP), no fuera a suceder que los lectores aceptaran la visión escéptica de la vida y la realidad que daban Heberto Padilla y Antón Arrufat.

La irreverencia de Padilla, su abierta crítica a los burócratas el Partido Comunista, lo convierten prontamente en el hombre más buscado por intelectuales extranjeros de visita por el país, y también objeto de la atención especial del G-2, el aparato de seguridad cubano. El 20 de marzo de 1971, en efecto, resulta detenido e interrogado y la noticia es rápidamente difundida en el exterior. Comienzan a difundirse telegramas, cartas y comunicados de protesta tanto desde América Latina como desde Europa.

Téngase presente que por la solidaridad del gobierno de Cuba con la Unión Soviética en la invasión de Checoslovaquia en 1968, de parte del Pacto de Varsovia, la solidaridad intelectual y política de carácter internacional con la revolución se había resquebrajado, y termina de estallar con el mea culpa o retractación pública dramatizada por el poeta Heberto Padilla en el 27 de abril de 1971 en asamblea de la UNEAC. A raíz de todo ese escándalo, el I Congreso de Educación convocado para ese año, añadió lo de Cultura, para forzar a los concurrentes a pronunciarse sobre el tema de la fidelidad de los intelectuales. Así, en una comisión dedicada a estudiar la influencia del medio social en la educación se denuncia:

“Los medios culturales no pueden servir de marco a la proliferación de falsos intelectuales que pretenden convertir el snobismo, la extravagancia, el homosexualismo y demás aberraciones sociales, alejados de las masas y del espíritu de nuestra revolución, como si fueran expresiones del arte revolucionario (…)”

Por su parte, en sus palabras de clausura. Fidel Castro advirtió:

“Aquí en Cuba para volver a recibir un premio, en concurso nacional e internacional, tiene que ser revolucionario de verdad, poeta de verdad. Tendrán cabida los escritores revolucionarios, esos a los que desde París desprecian (…) Tendrán cabida únicamente los revolucionarios (…) Ya saben señores intelectuales burgueses y agentes de la CIA en Cuba ¡no tendrán entrada! Como no se la damos a la U[nited] PIress] I [nternational] y la A[ssociate] P[ress]. ¡Cerrada la entrada definitivamente, por tiempo indefinido y por tiempo infinito!”.

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Fidel Castro dirigiéndose a una multitud en La Habana en 1970. Fotografía de AFP.

A partir de ese congreso, el reaccionario estalinista Luis Pavón Tamayo encabezó el Consejo Nacional de Cultura e impuso no solo un mayor control sobre los funcionarios que debían corresponder a un parámetro revolucionario, es decir, viril y heterosexual, sino que la misma producción se orientó hacia contenidos más didácticos que facilitaran la creación de conciencia de parte de espectadores y lectores. De allí surgió una campaña contra la presencia de homosexuales en el teatro o en la docencia y la promoción de la literatura policial y la juvenil con modelos a imitar, dentro de las exigencias del realismo socialista. En el campo de las artes plásticas, era el momento de exaltar los héroes.

Un su tarea de censura, represión y denuncia de lo incorrecto según las nuevas normas estalinistas, Pavón estuvo secundado por otras figuras como Armando Quesada en Teatro y José Sequera en el Instituto Cubano de Radio y Televisión. Hay una lista de casi cuarenta películas que nunca llegaron a trasmitirse por televisión, entre ellas la muy famosa y premiada coproducción cubano-española-mexicana Fresa y chocolate (1994), de Tomás Gutiérrez Alea y Juan Carlos Tabío.

Hoy la historiografía cubana ha designado como “pavonato” ese triste quinquenio gris entre 1971 y 1976, cuando una vez aprobada la nueva Constitución, llega al Ministerio de Cultura, Armando Hart, “una persona decente” según algunos.

Exportando la revolución

Las diferencias con los Estados Unidos, le costaron a Cuba su expulsión de la Organización de Estados Americanos (OEA), reunida en Punta el Este (Uruguaty) en 1962. La medida estaba fundamentada en las intervenciones cubanas en algunos países latinoamericanos, principalmente en Venezuela. Cuba practicó por muchos años el “internacionalismo proletario”, según la prédica leninista, que no fue otra cosa que apoyar los movimientos de liberación en América (1960-1967) y luego en África (1975-1988). No importaba contra qué tipo de gobiernos se emprendía la lucha, por cuanto ésta sólo se concebía a través de la guerrilla. Cuba entrenaba guerrilleros latinoamericanos, y enviaba, en el caso de África, contingentes de sus propias tropas para intervenir y apoyar la insurgencia militar, según las alianzas soviéticas.

Venezuela fue de los primeros países en recibir el impacto político de la revolución cubana. La visita de Fidel Castro dejó una estela de fascinación por quien le había plantado pelea a Estados Unidos en sus propias narices. Especialmente la juventud del Partido Comunista (PCV) y la del partido Acción Democrática, reagrupada en el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) se sintieron atraídas por ensayar la vía de las armas mediante la guerra de guerrillas, una vez fracasadas tres intentonas de rebelión de bases militares.

Entre 1961 y 1963 se crearon cuatro frentes guerrilleros: Frente Simón Bolívar, 1961, del PCV, en las montañas de Lara, con Argimiro Gabaldón (muerto de un balazo accidental en 1964) y Tirso Molina; frente José Leonardo Chirinos, 1962, del PCV, en la Sierra de Falcón y norte de Yaracuy, fundado por Douglas Bravo, con participación del oficial cubano Arnaldo Ochoa Sánchez, futuro héroe de las luchas africanas y víctima de una purga fidelista en 1989 con la excusa del narcotráfico y la corrupción; Frente Manuel Ponte Rodríguez, 1962, del PCV, en Anzoátegui y Monagas, fundado por Alfredo Maneiro; y Frente Exequiel Zamora, 1963, del MIR, en el Cerro de El Bachiller, Edo. Miranda, fundado por Fernando Soto Rojas. Su principal acción era la toma de pueblos con mítines relámpagos y emboscadas a patrullas del ejército para obtener armas.

La subversión se manifestaba, paralelamente, mediante actos terroristas contra empresas estadounidenses u oleoductos, secuestros y robos por parte de las Unidades Tácticas de Combate (UTC), que representaba la guerrilla urbana de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN), asociación del PCV y del MIR. Cuando un joven, casi siempre de origen clasemediero o universitario quedaba “fichado” o identificado por la policía o la “inteligencia militar”, lo persuadían de irse a las montañas para salvar su vida. En realidad era por el casi nulo reclutamiento de gente de escasos recursos en el campo donde los partidos democráticos estaban arraigados.

En 1963, cuando se dan las nuevas elecciones, las FALN, junto con predicar la abstención, sembraron el terror entre familias de las barriadas cuyo sostén era un policía, de manera que abundaron las viudas y los huérfanos que mal podían entender porqué debían ellos pagar ellos la admiración que algunos jóvenes sentían por el régimen dictatorial establecido en Cuba. En 1964, el gobierno venezolano capturó un cargamento de armas abandonado en la playa, con destino a las guerrillas de Falcón. En 1965, dirigentes comunistas venezolanos que coincidieron en Argelia con el Ché Guevara, se negaron a la ofrecimiento que éste de jefaturar la lucha en nuestro país, pues no levantaba cabeza. En 1967 se produjo el último esfuerzo cubano para reanimar la guerrilla criolla mediante una invasión de una docena de guerrilleros venezolanos y oficiales cubanos que intentaron entrar por las playas de Machurucuto (Edo. Miranda). Uno de los sobrevivientes fue Fernando Soto Rojas. A cada uno de los expedicionarios Fidel Castro había regalado un reloj Rolex más 10.000 mil dólares en efectivo, antes de despedirlos en la madrugada con sus respectivos rifles K-47, de fabricación checoslovaca.

El repliegue hacia la lucha política lo inició el PCV, pero Douglas Bravo se negó y creó la primera división. Desde Cuba, toda la retorica fidelista se dirigió contra los “revisionistas” que querían volver a participar en elecciones. El nuevo Presidente, Raúl Leoni, propuso la permuta de cárcel por exilio a quien abandonara las armas. La política de pacificación la culminó el siguiente, Caldera, si bien durante los setenta los grupúsculos en que se se fue dividiendo la extrema izquierda siguió con secuestros, asaltos a bancos y sabotajes, pero cada vez más esporádicos. Con la llegada de Carlos Andrés Pérez a la presidencia, se retomaron las relaciones diplomáticas con Cuba.

No fue el único país en sufrir el modelo exportador de la Revolución cubana. En Centro América, Cuba estuvo muy presente en Guatemala, con una larga guerra civil (1960-1996); en El Salvador (Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional, 1980-1992); en Nicaragua (Frente Sandinista de Liberación Nacional, 1961-1979); en Bolivia (Ejército de Liberación Nacional, Ché Guevara, 1966-1967); en Perú (MIR, 1965-1968, Tupamaros y Sendero Luminoso, 1980-2000); en Uruguay (Tupamaros, 1960-1973); en Argentina (Montoneros, 1967-1977); en Chile (MIR, 1965-1970-1973-1990); en Brasil (Acción Liberadora Nacional, 1965-1974); en México (Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo y el Partido de los Pobres 1968-1980, Ejército Zapatista de Liberación Nacional, 1994-). El caso de Colombia es más bien endógeno por la tradición violenta de su historia política (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, 1964-, Ejército de Liberación Nacional 1966-, Movimiento 19 de abril M-19, 1970-1990). De todos estos movimientos, el único que alcanzó el poder y se mantiene, es el Sandinismo, con un simulacro de democracia donde todas las instituciones están a la orden del partido de Daniel Ortega y las principales industrias y empresas distribuidas entre sus nueve hijos.

La llegada del socialista chileno Salvador Allende a la Presidencia, a través de una coalición de partidos, le permitió a Fidel Castro demostrar su capacidad histriónica y manejo de la imagen para acrecentar las contradicciones en el país sureño y así forzar al Gobierno a romper con la “legalidad burguesa”. El Grupo de Amigos del Presidente, constituido en escolta presidencial, jóvenes militantes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), y el mismo aliento a invasiones de tierras, junto a otras medidas cada vez más radicales, no fueron tan provocadoras a las fuerzas de la reacción como la misma visita oficial de Fidel Castro, prolongada por 23 días. El presidente francés, Mitterand, visitaba también a Allende, pero como que nadie se dio cuenta de eso. En septiembre de 1973 la Fuerza Armada Chilena, aviación y ejército, daba al traste con el camino del “socialismo en libertad” emprendido por Allende, y coronado por el propio suicidio con la misma ametralladora regalada por Castro.

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Salvador Allende junto a Fidel Castro en Chile.

Ese mismo año se publica la versión castellana del libro del economista francés René Dumont, Cuba ¿es socialista?, por la editorial del Ateneo de Caracas. En él se denuncia la militarización de la sociedad cubana, el desabastecimiento como consecuencia de la expropiación de tierras y negocios, la ausencia de democracia, el ejercicio personalista y despótico del poder de parte de Fidel Castro. Aún así, al año siguiente el nuevo gobierno de Carlos Andrés Pérez, reanuda las relaciones diplomáticas con Cuba.

El 17 de diciembre de 1975 se realiza el I Congreso del Partido Comunista que redacta una nueva Constitución, “revolucionaria”, aprobada por referendo en 1976, con la que se reintroducen las elecciones, pero a mano alzada, luego una comisión decidirá si los tales candidatos son “idóneos” según las líneas del Partido comunista, único legal. Así, se escogen diputados para la Asamblea Nacional del Poder Popular, de cuyo seno saldrán el Consejo de Estado y el Consejo de Ministros, con Presidente y Vicepresidente. Por supuesto, si Fidel Castro ha sido Primer Ministro desde 1959, ahora se convertirá en Presidente del Consejo de Estado y del Consejo de Ministros, con reelección indefinida.*

Ese mismo año, los anticastristas planifican el derribo de un avión cubano que trasportaba, entre otros pasajeros, la selección nacional de esgrima. La vergüenza para Venezuela es que todo ha sido tramado desde Caracas por el médico cubano Orlando Bosh y el experto en seguridad Luis Posada Carriles, a través de dos fotógrafos de Últimas Noticias que pusieron la bomba al descender en Barbados.

Como queda dicho, disminuida la instigación subversiva latinoamericana a fines del sesenta, entre 1974 y 1985, Cuba estará interviniendo en las luchas tribales africanas mediante envío de tropas, armas y médicos auxiliares a Etiopía, Angola, Yemen. Sin embargo, la década del ochenta va significar un repliegue del internacionalismo revolucionario, por los problemas irresolubles que se presentan en la economía de la isla, cada vez más dependiente de la ayuda soviética, aunque va superando el aislamiento al que la ha condenado Estados Unidos en América Latina.

En 1979 hay un intento de asilamiento masivo de cubano en la embajada de Venezuela es reprimido violentamente. Al año siguiente, mediante la simulación de un choque contra la embajada de Perú, logran guarecerse unos once mil cubanos. El problema se resuelve con un éxodo masivo de cerca de 150 mil cubanos por el puerto de Mariel, permitido y acordado con los Estados Unidos; la ocasión la aprovechó Fidel Castro para vaciar sus cárceles y sus psiquiátricos, pero retuvo los presos políticos, los universitarios o los hombres en edad militar.

En 1987, Caracas vuelve a concentrar exilados cubanos, en general intelectuales proclives a una apertura democrática, esta vez con el la facilitación de parlamentarios socialcristianos con ramón Guillermo Aveledo, José Rodrígez Iturbe y Carlos Raúl Hernández. Entre los exiliados cubanos en Venezuela, asisten Fausto Masó, Silvia Meso y Roberto Fontanillas Roig.

A Cuba ha llegado en 1985 Mijail Gorbachov con dos novedades que dejan el corazón fidelista algo perturbado: la glasnot (transparencia política) y la perestroika (reestructuración económica) que desencadenaran la final disolución del imperio soviético en 1991.

Pa’trás, como el cangrejo

El 25 de junio de 1990, la moribunda URSS informa que a partir del 1 de enero de 1991 las relaciones comerciales con Cuba se realizarían con los precios del mercado internacional. Vale decir, no más azúcar por encima del precio ni petróleo por debajo. El 29 de agosto de 1990, adelantándose a lo que se veía venir, el gobierno cubano decreta a su vez un “Período especial en tiempos de Paz”, no otra cosa que una economía de guerra. Escaseará la gasolina, abundarán los apagones de muchas horas, el mercado negro de alimentos, las medicinas, la ropa y el calzado, los electrodomésticos. Para el problema del trasporte, se importan miles de bicicletas. Se estimula la inversión turística, resurge la criminalidad (hurtos, raterismo) y la prostitución de ambos sexos. En 1992, Cuba procede por primera vez a enmendar su Constitución de 1976: se desliga del bloque soviético, ya inexistente. También se añade al marxismo-leninismo, el pensamiento de José Martí como guía de la nueva sociedad.

No por casualidad, desde Polonia el sindicato Solidaridad, dirigido por Lech Walesa, había ido minando el régimen comunista, y el 1989 el Muro de Berlín, que separaba las dos Alemanias, fue derribado para alegría del mundo. Al fin del comunismo soviético, sólo le sobrevivían con sistemas totalitarios y represivos China, Vietnam, Corea del Norte y Cuba; aún así, desde los setenta, China había iniciado una política de apertura al mundo del mercado de capitales y a la comercialización mundial, y el mismo Vietnam le seguía, sin que ninguno de estos países aflojara el control político. En cambio, Cuba, al perder la ayuda soviética, entra en barrena. El retroceso fue aún mayor y de desesperación para quienes prefirieron, en 1994, optar por una salida de riesgo mortal, embarcándose en frágiles balsas -a veces, simples neumáticos- a fin de llegar a las costas norteamericanas. Muchos llegaron sólo al fondo del mar o al estómago de los tiburones. Si con la revolución, se había puesto fin a los casinos, al juego y a la prostitución, el período especial resucitó esta última, si bien como “jineteras” (por su afición a “cabalgar” a sus clientes), más cultivadas, según el cínico reconocimiento de Fidel Castro.

En estos últimos tres lustros, surgió en países de lengua árabe o predominio islámico, como Túnez, Egipto, Irán, Irak, Siria, Yemen, nuevas fuerzas militaristas que resucitaron los nacionalismos antioccidentales y los radicalismos integristas. El ejemplo de Irán será prontamente superado por Afganistán, una vez retirado el ejército soviético al cabo de diez largos años de apoyo a un régimen procomunista, contra las guerrillas talibanes, impulsadas por los mismos Estados Unidos; o la guerra de Irak contra Irán, alimentada por Estados Unidos. Cuando en los varios países centroamericanos como Guatemala, El Salvador y Nicaragua, se libran luchas guerrilleras contra regímenes militares o antidemocráticos, con destrucción de comunidades indígenas y siembra del terrorismo, y, como en el caso de Colombia, junto a las guerrillas va creciendo un problema paralelo: el del narcotráfico, al poco tiempo indistinguible en sus procedimientos a los grupos paramilitares de derecha o izquierda.

¿Una nueva Cuba?

El fin de las dictaduras del cono sur y la pacificación de Centro América, abrieron un período de ferviente retorno a las fórmulas democráticas, con la sorpresa de un nuevo milenio saludado por el triunfo de partidos de izquierda democrática o de la socialdemocracia, reformas constitucionales y nuevos intentos de integración regional para lo político (Contadora, Grupo de Río), para lo económico (MERCOSUR, ALBA) o ambos aspectos (UNASUR).

Cuba empieza a recuperarse gracias al auxilio petrolero bolivariano (2000) y al mismo retiro (2008), por razones de enfermedad, de Fidel Castro del Gobierno ejecutivo (aunque mantiene la condición de Secretario General del Partido Comunista de Cuba) y ha dejado al frente del Gobierno al hermano Raúl Castro. Al parecer, sus cincuenta años como hombre fuerte de la isla no le bastaron y todavía aspira a seguir dando orientaciones a sus fieles, ya no más maratónicos discursos sino con artículos esporádicos.

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Fidel Castro junto a su hermano, Raúl Castro, en diciembre de 2001.

Las dos primeras manifestaciones de Raúl Castro han sido: primero, decirle a Estados Unidos que desea normalizar las relaciones, algo impensable en boca del hermano mayor; lo segundo, su propuesta ante la Asamblea Nacional de que nadie pueda estar en un cargo más de diez años, y que él mismo gobernará hasta 2018. Piano, piano, Raúl Castro ha alentado, siquiera tímidamente, algunos cambios de tipo económico y social que ya se asomaban en la década del noventa. Es posible que, sin declararlo, su modelo sea el de la China de nuestros días: liberar el mercado, pero sin soltar el poder político. Muchos nos preguntamos qué tanto resistirían el “espíritu revolucionario”, la “solidaridad”, la “emulación” y los “estímulos morales” cuando no han superado el ausentismo laboral ni la corrupción como tampoco la incidencia del suicidio femenino y la escasa natalidad, llegado el caso de una apertura franca al intercambio con el mundo libre.

Vale decir, permiso para viajar al exterior como turistas y ya no sólo para cumplir funciones oficiales o contratos temporales, de parte de Cuba; plena libertad comercial a los empresarios, y de viajar a los turistas y familiares, así como envío de remesas de dólares sin límite de parte de Estados Unidos. Ya no hablemos de libertad de expresión, de agrupación y actividad políticas y culturales, que implica el acceso a la información extrajera vía prensa, radio, televisión e Internet; o el regreso de la propiedad privada, el libre mercado de divisas, la compra y venta de casas y automóviles, o el ejercicio liberal de las profesiones y oficios. Cuando eso se dé, dejará de ser el turismo la principal fuente de divisas y el lugar de trabajo más apetecido por los cubanos por las propinas en dólares; también desaparecerá el mercado negro de alimentos y la aborrecible libreta de racionamiento –vigente desde el 12 de julio de 1963- será un lejano recuerdo de épocas de miseria compartida. La capital recobrará su brillo de ciudad cosmopolita y la misma Habana Vieja podrá ser restaurada y rescatada de la absoluta marginalidad en que la revolución la ha postrado.

La nueva Cuba ya dispone de venta libre de teléfonos celulares, televisores, computadoras y demás adminículos propios de las naciones globalizadas, pero su adquisición es privilegiada por el bajo ingreso de sus ciudadanos y el alto precio en que se ofrecen todos estos aparatos. Igualmente su cultura cuenta ahora con tribus urbanas, grupos disidentes reconocidos pero controlados y un renacer del espíritu religioso, con fiestas o conmemoraciones que habían sido suprimidas: la Navidad, el Viernes Santo, producto de las visitas de los últimos tres papas.

Un solo momento ha habido de retroceso cuando alentados por la nueva situación, partidarios de la democratización del régimen promovieron el Proyecto Varela que aspiraba un cambio en la Constitución de manera de respirar aires de libertad en 2002. A pesar de haber cumplido con el requisito constitucional de recoger más de 10.000 firmas, éstas no fueron reconocidas y más bien, la nomenklatura se apresuró a modificar nuevamente la Constitución para que se declarara el socialismo como condición irreversible del país, y que tal artículo era inmodificable. Para cerrar con broche típicamente despótico, una redada de más de setenta cubanos, muchos de ellos promotores de la reforma Varela, como medida preventiva de acciones contra el Estado (aplicación de la ley de Peligrosidad Social Predilictiva). El repudio mundial no se hizo esperar.

Sueño con un futuro en que un viaje a Cuba ya no estará justificado por razones políticas, culturales o de simple playa, sino por la vitalidad de su gente, la esplendidez de sus ciudades y sitios de recreo como restoranes, museos, teatros, centros comerciales o bulevares, como cualquier otra gran ciudad del mundo. Ah, y la flota de carros y trasporte público antiguos pasará a integrar un magnífico museo, y sólo se alquilarán para la filmación de películas de época. Entonces Cuba entrará en un torbellino de creatividad y el marasmo que la ha caracterizado habrá que consultarlo en los viejos libros o en las revistas y periódicos que dejaron de circular. Se hará por fin realidad, para todos, el calificativo de “Cuba la bella”.

 

Post Data: Al cumplirse cincuenta años de la revolución cubana en 2009, redacté una primera versión de este ensayo, casi de memoria, sin mayores consultas, y lo dejé engavetado. Pero con los años fui ampliando mis lecturas y gracias a la publicación en 2015 del libro Historia mínima de la Revolución cubana (2015), del historiador cubano radicado en México, Rafael Rojas, a quien ya conocía, me animé a revisar mis apuntes de muchas lecturas para dar una nueva versión, la presente. Otros autores que me permitieron cubrir varios temas y ordenar mis datos, fueron Carlos Alberto Montaner, Mario Benedetti, Simón Alberto Consalvi, Gustavo C. Guevara,, Américo Martín, Jorge Guillermo Llosa, Ambrosio Fornet, Mario Vargas Llosa, Alfredo Guevara, Enrique Colina, Iván de la Nuez, Jorge Edward, Rafael Osío Cabrices, Juan Goytisolo y Carlos Monsiváis.

Este texto fue reescrito entre el lunes 20 y el jueves 24 de noviembre. El viernes 26 de noviembre de 2016, en la noche, falleció Fidel Castro a la edad de noventa años.

* En La Habana democrática de Prío Socarrás se asilaron varios venezolanos, entre ellos el escritor Rómulo Gallegos, a raíz del golpe de Estado que lo sacó de la presidencia, hasta 1952, cuando quedó establecida la dictadura militar de Marcos Pérez Jiménez. Gallegos siguió su exilio en México.
* El texto, que circulara clandestinamente, fue finalmente editado en 1954 con una revisión estilística y añadido de notas de parte del intelectual Jorge Manach.
* Directorio Revolucionario, Movimiento 26 de julio, Partido Ortodoxo, Partido Auténtico, Federación Estudiantil Universitaria, Grupo Montecristi, Movimiento de Resistencia Cívica, Unidad Obrera. La exclusión del Partido Socialista Popular parece haberse inspirado en el Pacto de Punto Fijo, que también excluyó al Partido Comunista del próximo gobierno venezolano.
* En Estados Unidos no hubo limitación a ser reelecto hasta 1951, cuando la limitaron a una sola, de manera que un presidente podía serlo al máximo durante ocho años. Esto por el caso de Roosevelt, quien murió ejerciendo su cuarto período. En la América Latina hubo Presidencia Vitalicia en Haití con Alexandre Petain y su sucesor, luego se suprimió; el mismo Bolívar la propuso en su Constitución Boliviana, pero nunca se cumplió. En México, Profirio Díaz fue Presidente desde 1876 y reelegido varias veces, luego del interregno de Manuel González (1880-1884), hasta que renunció en 1911. La consigna de la revolución mexicana había sido “Sufragio efectivo. No reelección”: cuando Obregón se reeligió, fue asesinato. En Cuba la reelección motivó la caída de Machado, pero se impuso con Fidel Castro desde 1976, aunque había gobernado de facto desde 1959; y en Venezuela, su émulo Hugo Chávez la impuso igual con el mismo carácter, “indefinida”, ejemplo seguido en Nicaragua por Daniel Ortega.