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Caballeros entre las montoneras; por Héctor Torres

Caballeros entre las montoneras; por Héctor Torres 640

En días pasados escribí sobre las motos como montoneras que reflejan la baja calidad de nuestro ejercicio de ciudadanía. Un lector hizo notar la diferencia entre motorizado y motociclista, siendo el primero, explica, usualmente el típico sujeto que atendía al perfil descrito, mientras que el segundo es el que usa la moto de manera responsable para viajar y recrearse.

Si bien es cierto que toda generalización supone un prejuicio, también lo es que toda categorización es, más o menos, arbitraria. Pero valen como una forma de crear más departamentos a nuestras generalizaciones y, por tanto, afinar los filtros mediante los cuales percibimos la vida. Y, en el caso específico, para que no perdamos de vista que no todo el que use un casco es un declarado enemigo de la Humanidad.

Si nos atenemos a la categorización anterior, por ejemplo, podríamos señalar que esa pasión de José Ramón Gutiérrez por cruzar las carreteras del país en moto lo convierten en un motociclista. Sin embargo, a lo largo de veinte años (o más) ejerciendo su oficio de librero y distribuidor, no son pocas las veces que ha debido entregar con urgencia un paquete de libros para una presentación, o porque se los llevan de viaje o porque se acabó un título durante una feria. La moto pasa a ser, entonces, una herramienta más en su oficio. Veinte años, o más, ejerciendo su oficio y usando motos sin accidentes que lamentar.

Charles Martínez es cineasta. Acaba de terminar un hermoso documental llamado Conquistando el fuerte, que narra la historia de varios niños “cuenta historias” del fortín de la Galera. El proverbial tráfico de Caracas y la dificultad para encontrar estacionamiento en sus saturados espacios han hecho que Charles encuentre en la moto el vehículo perfecto para rentabilizar eso que en la producción de cine es casi un dogma: “Tiempo es dinero”.

Rodnei Casares es un muy conocido librero de Caracas. Pero Rodnei también es un papá que se queja de la odisea que supone caminar por las calles de la ciudad paseando a su bebé en su coche. El irrespeto de los conductores que estacionan sus carros en la acera convierte lo que debería ser un paseo durante una fresca mañana de domingo en una antología de motivos para odiar al “prójimo”. Será por eso que Rodnei, que también maneja moto, es tan respetuoso de las normas. Reto al que pueda  decir que lo ha visto con niñito, esposa, perro y maleta haciendo piruetas indebidas en la moto, a que no le pague la próxima compra que le hagan en la librería. Sé que no perderé la apuesta.

Mauricio Velez es un narrador que no tiene necesidad de buscar historias insólitas que contar, porque la vida se las regala generosamente, y como para que las narre en primera persona. Se quedó sin carro en este país en crisis y optó por comprarse una moto. Una noche, saliendo de la presentación del libro de crónicas Rueda libre, de Salvador Fleján, en la librería Lugar Común, tuvo el infortunio de quedar en un punto de la trayectoria de fuga de un desafortunado atracador debutante, que lo dejó a pie, y ahora sólo tiene sus dos hermosos cascos negros, y un prontuario vial liso, como recuerdo.

Alicia Hernández es una periodista española que se asentó en Venezuela hace unos pocos años. No conozco la longitud exacta de ese “poco”, pero siempre será menor a la pasión con la que busca integrarse a “lo venezolano”. De hecho, hasta quiere creer que su acento andaluz ya casi adquiere la sonoridad necesaria para pasar como una chica caraqueña más. Alicia es guerrera y no escatima riesgos para buscar la noticia. No en vano se ha ganado el mote de “La reina del mototaxi”.

Como todo profesor universitario, Carlos Sandoval ha tenido que desarrollar, entre otras virtudes, la de la ubicuidad. Eso de terminar una clase en una universidad para tener que estar antes de media hora en otra sería imposible si no fuese porque acude a su servicio de transporte en dos ruedas.

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Carlos, Alicia, Mauricio, Rodnei, Charles y José Ramón tienen en común, además de hacer uso de la moto en una ciudad cuyo sistema circulatorio está a punto de trombosis, el ejercicio responsable de la ciudadanía. Por culpa de las generalizaciones dejamos de ver, por ejemplo, esos caballeros que salen todos los días a hacer un país en medio de las montoneras de toda índole.