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Buscar los anteojos que uno lleva puestos; por Rafael Cadenas

Buscar los anteojos que uno lleva puestos; por Rafael Cadenas

En clave de Zen

¿Conque así es?

El maestro zen Hakuin llevaba una vida muy pura, en opinión de sus vecinos.

Cerca de él vivía una hermosa muchacha japonesa cuyos padres poseían un almacén. De pronto ellos se dieron cuenta de que se encontraba en estado. Esto los enfureció. La muchacha se negó a decir quién era el padre, pero al fin, después de mucho forcejeo, mencionó a Hakuin. Llenos de indignación, los padres de la muchacha fueron a ver al maestro. ¿Conque así es? fue todo lo este dijo al enterarse.

Nació una niña, y los padres se la llevaron a Hakuin, quien por entonces ya había perdido su reputación. Pero esto no lo preocupó; en cambio se encargó de la niña y la cuidó con gran dedicación. En la vecindad conseguía leche para ella y todo lo demás que la niñita necesitaba.

Un año después la madre, incapaz de seguir mintiendo, le dijo a sus padres la verdad: el padre de la niña era un joven que trabajaba en la pescadería.

La madre y el padre de la muchacha fueron a ver a Hakuin para pedirle perdón, darle excusas y llevarse la niña.

Al entregársela todo lo que dijo Hakuin fue: ¿Conque así es?

Una taza de té

Nan-in, maestro japonés de la época Meiji (1868-1912) recibió a un profesor universitario que deseaba saber lo que era el Zen.

Nan-in le ofreció té. Llenó la taza de su visitante y siguió sirviéndole. El profesor observó cómo se derramaba hasta que no pudo frenarse y exclamó. La taza está rebosada. No le cabe más.

Como esta taza, dijo Nan-in, usted está lleno de sus propias opiniones y especulaciones. ¿Cómo puedo mostrarle el Zen si usted no vacía su taza?

La luna no se puede robar

Ryokan, un maestro Zen, vivía de la manera más sencilla en una choza al pie de una montaña Una noche entró a su choza un ladrón, sólo para descubrir que en ella no había nada que robar.

Ryokan regresó y lo descubrió. Usted seguramente ha venido de muy lejos a visitarme –le dijo– y no debe irse con las manos vacías. Tome la ropa que tengo puesta, se la regalo. El ladrón desconcertado, tomó la ropa y escapó sigilosamente

Ryokan se sentó desnudo a ver la Luna. Pobre hombre –murmuró– cómo quisiera regalarle esta hermosa Luna.

Una voz

Al morir Bankei, un ciego que lo conocía le dijo a un amigo: Como no puedo ver el rostro de una persona, juzgo de su carácter por el sonido de su voz. Generalmente, cuando oigo a alguien felicitar a otro por un éxito, también oigo, un tono secreto de envidia.

Cuando expresa condolencia, oigo placer y satisfacción, como si el que se conduele estuviera contento porque algo qué ganar queda en el mundo.

Pero la voz de Bankei, lo digo desde mi experiencia, siempre era sincera. Cuando expresaba felicidad, yo sólo oía felicidad, y cuando expresaba tristeza, tristeza era todo lo que yo oía.

La edición de Sutras

Tetsugen, un adepto del Zen en Japón, decidió publicar en su idioma los Sutras (escrituras búdicas) que entonces sólo se conseguían en chino.

Los libros habían de imprimirse con bloques de madera en una edición de siete mil ejemplares, empresa tremenda.

Tetsugen se dio a viajar y recoger donaciones con este propósito.

Algunos simpatizantes le dieron hasta cien monedas de oro, pero las más veces recibía sólo pequeñas contribuciones. Diez años después, Tetsugen tuvo dinero suficiente para comenzar su tarea. Pero ocurrió que por ese tiempo el río Uji se desbordó y fue la causa de que se desatara una fuerte hambruna. Tetsugen echó mano de los fondos recogidos para editar los libros y los usó para salvar del hambre a la gente. Después comenzó de nuevo a recolectar dinero.

Varios años más tarde se extendió una epidemia por la misma región. Tetsugen dio una vez más, para ayudar a su pueblo, el dinero recogido.

Por tercera vez se puso a la tarea de reunir dinero, y después de veinte años vio realizado su deseo. Los bloques de imprimir con que se hizo la primera edición de los Sutras pueden verse hoy en Kioto: los japoneses le dicen a sus niños que Tetsugen hizo tres ediciones de los Sutras, y que las dos primeras, aunque invisibles, son superiores a la última.

Una nota Zen

Después de visitar al Emperador, Kakna desapareció y nadie volvió a saber de él. Fue el primer japonés que estudió Zen en China, pero como no dio muestra de él, salvo una nota, no se le recuerda.

Kakna visitó China y recibió la verdadera enseñanza. Vivía en una montaña, meditando constantemente. Cuando la gente le pedía que hablara, decía unas pocas frases y se iba a otro lugar de la montaña donde era más difícil encontrarlo.

El emperador oyó hablar de Kakna cuando éste regresó al Japón, y le pidió que le enseñara el Zen, para edificación suya y de sus súbditos.

Kakna se mantuvo en silencio ante el Emperador. Luego sacó una flauta de su túnica, emitió una breve nota y haciendo una reverencia cortés, desapareció.

Algo más de Zen

El Zen es una vía de liberación en la que no interesa lo que es bueno sino lo que es. Allan Watts.

El Zen no tiene nada que ver con ideas. D. T. Suzuki.

El Zen es como buscar los anteojos que uno lleva puestos. Dicho Zen.

Tener Zen es estar en un estado de pura sensación. Es estar libre del dominio de los conceptos, ver a través de ellos. Esto no significa rechazo del pensamiento conceptual. Pensamientos y palabras se encuentran en el mundo y son tan naturales como las flores. Alan Keightley.

Lo propio del sabio es actuar, pero no competir. Lao Tse.

Piensa con todo el cuerpo. Taisen Deshimaru.

¿Cómo puede uno pensar y batear al mismo tiempo? Yogi Berra.

No podemos alcanzar la gracia con aparatos. J. B. Priestley.

Muchos hombres se dedican a la pesca durante toda la vida sin percatarse de que no son peces lo que buscan. H. D. Thoreau.

Ninguna mente se ocupa mucho del presente; rememoración y anticipación llenan casi todos nuestros momentos. Samuel Johnson.

Darse cuenta de que el tiempo no tiene importancia es la puerta de entrada a la sabiduría. Bertrand Russell.

La vida sólo es. Tienes que fluir con ella. Entrégate al momento. Deja que ocurra. Jerry Brown.

Estamos implicados en una existencia que rebasa el entendimiento y el asunto más importante es nuestra vida diaria. John Cage.

Ningún concepto es portador de vida. Carl. G. Jung.

¡Mira! ¡Mira! Si miras atentamente las cosas olvidarás que vas a morir. Montgomery Clift.

Me gusta la realidad. Sabe a pan. Jean Anouilh.

Debemos enfrentar la realidad en forma ligeramente divertida; si no, entonces no hemos entendido. Lawrence Durrell.

La verdad toca a tu puerta y dices:”Vete, estoy buscando la verdad”, y ella se va. Robert Pirsig.

Cree en los que andan buscando la verdad; duda de aquellos que la encuentran. André Gide.

Si comprendes que fundamentalmente no hay nada que buscar, asunto arreglado. Rinzai.

La búsqueda de felicidad es una de las principales fuentes de infelicidad. Erich Hoffer.

Sabemos mucho y sentimos muy poco. Bertrand Russell.

Todos los problemas desaparecen cuando uno está en la dimensión no verbal de la conciencia. Ludwig Wittgenstein.

“¿Tuvo una infancia feliz?” es una pregunta errónea. Cuando niño, yo no sabía lo que era la felicidad o si era feliz o no. Estaba demasiado ocupado siendo. Alister Reid.

La madreselva en mi ventana me satisface más que la metafísica de los libros. Walt Whitman.

El verdadero valor de un ser humano puede medirse por el grado de liberación del yo que haya alcanzado. Albert Einstein.

Lo más aterrorizante es que uno se acepte completamente. Carl G. Jung.

Hacía cada cosa como si hiciera eso nada más. Charles Dickens.

Lo místico no está en cómo es el mundo, sino en que es. Ludwig Wittgenstein.

Las computadoras son inútiles. Sólo pueden darnos respuestas. Picasso.

Más Zen

¿Si no puedes encontrar la verdad donde estás, dónde más esperas encontrarla? Dogen.

Al caminar, sólo camina. Al sentarte, sólo siéntate. Sobre todo, no vaciles. Gun-Men.

Cada salida es una entrada a otro lugar. Tom Stoppard.

¿Cómo lo agarraré? No lo agarres. Eso que queda cuando cesa todo agarrar es el self. Panchadasé.

Los que quieren menos cosas están cerca de los dioses. Sócrates.

Pensar es más interesante que conocer, pero menos que mirar. Goethe.

Un día borré todas las nociones de mi mente. Abandoné todo deseo. Descarté todas las palabras con las que pensaba y permanecí en estado de quietud. Me sentí un poco raro –como si yo fuera introducido dentro de algo, o como si estuviera tocando algún poder desconocido para mí… y !Ztt! entré. Perdí los límites de mi cuerpo. Tenía mi piel, claro, pero sentí que yo estaba en el centro del cosmos. Hablé, pero mis palabras habían perdido su significado. Vi gentes que venían hacia mí, pero todas eran el mismo hombre. ¡Todas eran yo mismo! Nunca había conocido este mundo. Había creído que fui creado, pero ahora debo cambiar de opinión: nunca fui creado; yo era el cosmos; ningún señor Sasaki individual existía. Sokei-an Sasaki.

Un solo mundo real es suficiente. Santayana.

Las cosas tienen su ser y su naturaleza mediante la dependencia mutua y son nada en sí mismas. Nagarjuna.

Me asombra la gente que quiere “conocer” el universo cuando ya es bastante difícil que uno encuentre su camino en Chinatown. Woody Allen.

Cuando alguien pregunta, por ejemplo, si la posición del electrón permanece igual, debemos decir “no”, cuando preguntamos si la posición del electrón cambia con el tiempo, debemos decir “no”; cuando preguntamos si el electrón está “quieto”, debemos decir “no”; cuando preguntamos si está en movimiento, debemos decir “no”. O. Robert Oppenheimer.

Nuestra dificultad es la tendencia a creer que la mente es como un hombrecito dentro de nosotros. Ludwig Wittgenstein.

¿Conócete a ti mismo? Si yo me conociera escaparía corriendo. Goethe.

Mi enseñanza es sobre lo que trasciende tanto al yo como al otro. Permítanme demostrarles esto: mientras todos están vueltos hacia mí para oírme, afuera pueden haber gorriones que gorjean, llamadas de voces humanas o el rumor del viento. Pero sin que traten conscientemente de oírlos, esos sonidos les llegan claramente como para distinguirlos y reconocerlos. No son ustedes [oyendo] lo que oyen, de modo que no es asunto del yo. Pero como nadie más realiza por ustedes ese acto de oír, no podrían llamarlo el otro! Cuando ustedes oyen en esta forma con la no nacida mente de Buda, trascienden todo lo que sea. Bankei.

Cuando hagas tu elección en la vida, no te olvides de vivir. Samuel Johnson.

La finalidad de la vida es vivir, y vivir significa estar jubilosamente, embriagadamente, serenamente, divinamente consciente. Henry Miller.

Cuando yo bailo, bailo; cuando duermo, duermo; si, y cuando camino solo por un hermoso huerto, si mis pensamientos se van por un momento hacia asuntos distantes, en otro momento los conduzco de nuevo a la caminata, al huerto, a la dulzura de esta soledad, a mí mismo. Montaigne.

Tan pronto salió el toro fui hacia él, y al tercer pase oí los gritos de la multitud al mismo tiempo que se ponía de pie ¿Qué había hecho yo? De pronto me olvidé del público, de los otros toreros, de mí y hasta del toro, comencé a torear como la había hecho tantas veces solo de noche en los corrales y pasturas… Se dijo que mis pases con la capa y mi trabajo con la muleta esa tarde fueron una revelación del arte de torear. No lo sé. Yo simplemente toree sin ningún pensamiento fuera de mi fe en lo que estaba haciendo. Con el último toro logré por primera vez en mi vida entregarme en cuerpo y alma a la pura alegría de torear. Juan Belmonte.

Yo soy el que soy. Koan del Viejo Testamento.

 

El taller de al lado. Traducciones. bid &co.editor, Venezuela, 2005. Curaduría a cargo de Josefina Núñez.