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Barrena, por Lucas García

Por Lucas García París | 9 de agosto, 2013

barrena textoMe despierto sudado. En el sueño estoy en un avión que cae en picada. Me vuelvo al capitán de la nave y le digo que nos vamos a estrellar.

— Tranquilo —me dice el tipo—. Yo sé lo que hago.

Y el avión cae y cae y cae.

Cuando se lo cuento a mi esposa me pide detalles. Quiere datos, conexiones con mi figura paterna, algún arquetipo jungiano. Me pregunta si le vi la cara al piloto.

— ¿A quién te recuerda? —insiste.

Pero como a la víspera han anunciado lo del SICAD, en el momento en que me concentro se me aparece un rostro que me desconcierta.

— Giordanni… —balbuceo.

Y no pego el ojo en el resto de la noche.

Voy a renovar el alquiler. Me apoyo en la cara de trasnocho para mostrar más desespero, cuando le pido a mi casera, la señora Valdez, que por favor no me suba el canon arrendatario.

— ¡Ay, Sr. García, dígame que no me a invadir el pisito!

Esa me agarra fuera de base.

— ¡Así empiezan! —me dice—. Primero se quejan del alquiler, luego no lo pagan y después te lo quitan. ¡Ya le paso a mi prima! Mi cuñado, bajo esta ley de inquilinato, prefiere tener el apartamentico de la Candelaria desocupado antes de meter a nadie… ¿No me va a decir que si le pudieron quitar el Sambil a los Cohen no se van a poder expropiar nuestro apartamentico?

Tengo que cabalgar sobre la paranoia, el recelo y afán de lucro. Soy la víctima de varios años de invasiones televisadas y todas esas pancartas en la torre de David. Lina Ron debe estarse partiendo de la risa en el más allá.

Consigo renovar, pero me sube un 30 %.

Salgo de allí con las piernas temblando, el hombre invisible me ha revisado la próstata. Sé que hay un piso bajo mis pies, pero solo pienso en el avión.

Hay un tipo en la oficina que no deja de comprar paquetes de Harina Pan.

— ¿Sabes que es lo peor? —me dice—. Yo casi no como arepa.

En el estacionamiento le robaron la moto a un motorizado. El tipo tiene una sonrisa extraña. Cuando le preguntan quién lo robó la sonrisa se amplia.

— Dos tipos en una moto —dice.

Un señor vende unos relicarios con la figura del Presidente Chávez,  muñequitos del difunto, unas camisetas con su rostro alto contrastado a la manera del Ché, unos CD’s con una especie de remix de los discursos con un ritmo de paqui paqui donde afloran las frases icónicas del comandante.

— Las ventas bajaron un poco —le dice al del puesto vecino—. Pero ahora en Semana Santa levantan…

Recuerdo al piloto: “tranquilo, que yo sé lo que hago.”

Pero el avión cae y cae y cae…

Lucas García París 

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