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Apuntes: “The Mountain and The Red Viper” [Un capítulo de #GameOfThrones], por Ángel Alayón

[ALERTA DE SPOILER]

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Oberyn Martell se enfrentó a La Montaña con elegancia y sagacidad. Martell combatía en un esfuerzo por transformar la venganza en justicia. No sólo quería eliminar a La Montaña: quería escucharlo confesar la autoría del crimen contra su hermana y su sobrino. Quería también confirmar que el jefe de los Lannisters había sido el responsable intelectual de su tragedia familiar. El combate parecía disparejo. La Montaña era un gigante frente a Oberyn. Sin embargo, Oberyn mostró una agilidad, coordinación y velocidad que dejó claro desde el principio que la pelea sería más pareja de lo que anticipaban las proporciones físicas de los gladiadores. Oberyn hiere la pantorrilla de La Montaña y logra atravesarlo en el pecho con su lanza. La Montaña cae de espalda, herido de muerte, como una vez cayó Goliat. Oberyn lo ve y se siente ganador. Le exige que confiese lo que tanto le ha pedido a lo largo de la pelea y, ante la evidencia de que su rival agoniza, decide extraerle la lanza para darle la oportunidad de que hable. Martell todavía no gana, pero ya su rostro celebra. Mira triunfante, cual torero, a una Ellaria complacida y a quien le había prometido no morir. Justo en ese momento, la Montaña lo toma desde el suelo, por una pierna, lo derriba, le golpea la cara y le desprende los dientes. Luego introduce los dedos pulgares en la cuenca de los ojos del príncipe para acabar de forma explosiva con lo que hasta ese momento había sido un cráneo.

***

La leyenda recuerda a David derribando a Goliat con una piedra. El gigante cayó aturdido con el impacto en la frente, probablemente herido. Tanto los filisteos como los israelitas miraban con asombro el resultado parcial de la contienda. Malcom Gladwell nos recuerda un elemento de la estrategia de David que es indispensable para entender el resultado del mítico combate. David solo se atrevió a acercarse al gigante luego de que yaciera inconsciente. El joven pastor no dudó en sacar su cuchillo y degollar a Goliat con rapidez y eficiencia. Sólo así pudo estar seguro de su victoria.

David sabía que un gigante herido no es un gigante muerto.

Martell se alejó de las milenarias lecciones de David en el viejo arte de batallar gigantes. Oberyn pudo haber triunfado y salvado su vida de haber entendido que nunca es suficiente con derribar al gigante. David no se distrajo, no buscó el aplauso. Martell olvidó que batallaba contra un gigante. Un gigante que, por cierto, quizás usó la astucia en los últimos momentos de su vida, al hacerse el muerto, sólo para engañar al que se presumía era el astuto y así vencerlo.

Un gigante inteligente es un enemigo formidable. Estar cerca de la victoria no es la victoria.

***

Tyrion Lannister ha sido condenado a muerte acusado de regicidio. “Ya los dioses hablaron”, sentenció su padre.

Antes del juicio, Tyrion sostuvo una conversación con su hermano Jamie en la celda. Allí recordó como durante su infancia intentaba entender cuáles eran los motivos para que su primo “Orson”, un niño con limitaciones cognitvas luego de una caída, dedicara todo su tiempo a aplastar escarabajos con una roca, uno tras otro, matándolos al compás de un sonido gutural que resonaba por el jardín. Orson mató escarabajos durante años, sin descanso, hasta que una mula lo mató a él.

Tyrion se dedicó a observarlo con detenimiento. Trataba de entender la motivación de tantas muertes aleatorias. Quería saber qué sentía Orson al matar a los escarabajos, cuáles podían ser sus razones.

Buscaba un sentido ante tanta muerte absurda.

A nosotros nos toca también. Igual que Tyrion quizás nunca podamos entenderlo, quizás nunca podamos encontrarle un sentido a la tragedia que nos permita evitarla, pero qué somos si no lo intentamos.

¿Qué somos si renunciamos a la posibilidad de que el mundo sea diferente? ¿La roca, la mano que la impulsa  o los escarabajos?