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Apuntes sobre “Oathbreaker”, un capítulo de #GameOfThrones; por Ángel Alayón

[ALERTA DE SPOILER]

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Bran: ¿Es mejor que mi padre?
Three eyed raven: Mucho mejor.
Bran: Pero mi padre lo venció
Three eyed raven: ¿Lo hizo?
Bran: Sé que lo venció. Oí la historia miles de veces.

Bran creció bajo el entendimiento de que su padre, Ned Stark, fue un hombre de honor en cada una de las circunstancias que vivió.  Sin embargo, gracias a la ayuda de Three eyed raven, vió derrumbarse la impoluta historia de su padre ante la verdad revelada. Nunca venció a Arthur Dayne, el mejor espadachín de Westeros.

Una familia es también una colección de historias, mitos y leyendas que nos dan una identidad y una manera de entender el mundo. Así como siempre se ha dicho que la historia de las naciones la escriben los ganadores, las historias de nuestras familias la dictan primero los abuelos y luegos los padres. El ascenso, la caída o la decadencia de un clan se explica, muchas veces, por medio de narrativas autocomplacientes que crean héroes o víctimas según se necesite. Algunas familias tienen más apego a la verdad histórica, otras menos, pero al tratarse de historia, siempre habrá un espacio para que la ficción tranquilice nuestras conciencias.

Ya es suficiente lidiar con la incertidumbre de aquello que está por venir para también tener que lidiar con las incertidumbre del pasado.

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Snow: Hice lo que creí correcto. Y me costó que me asesinaran y ahora he vuelto. ¿Por qué?
Davos: No sé. Quizás nunca lo sepamos. Qué más da. Sigue adelante. Pelea mientras puedas. Limpia toda la porquería que puedas.
Snow: No sé como hacer eso. Creí saber, pero… fallé.
Davos: Muy bien. Ve a fallar de nuevo.

No sería desacertado afirmar que un líder es aquel que no desperdicia una segunda oportunidad. También sabemos que es una definición falsa, pero tiene una virtud: pone el acento en la necesidad de aprender de los errores para tomar mejores decisiones.

Snow sabe que fracasó, que no pudo asegurarse la lealtad de los suyos o, en todo caso, que no pudo ganársela. Traer a los salvajes a El Muro era una apuesta arriesgada. Y perdió. Algunas decisiones traen consigo últimas consecuencias.

La política es también el arte de regresar. La historia está llena de líderes que fracasaron y que recibieron de la opinión pública su acta de defunción política. Sin embargo, no son pocos aquellos que han regresado desde la llamada muerte política para triunfar.

Winston Churchill tomó una de las decisiones más costosas, tanto en términos políticos como en vidas humanas, durante la Primera Guerra Mundial. Churchill, Ministro de la Armada británica, decidió atacar Turquía desde la Costa de los Dardanelos y enfrascó a Gran Bretaña en una batalla de ocho meses y medio en la que murieron, según algunas versiones, cerca de medio millón de personas. Churchill fue expulsado del Gabinete y muchos se apresuraron a decretar el fin de su carrera, pero regresó algunos años después y se convirtió en el Primer Ministro de Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial. Hoy Winston Churchill es considerado uno de los grandes líderes y estrategas políticos del siglo XX.

Ser Davos le ha pedido a un desconcertado Snow que salga a “fallar de nuevo”, una recomendación que recuerda aquella frase que se le atribuye a Churchill: “El éxito es tropezar de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”.

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