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Aparato Digestivo, por Gustavo Valle

comi-martin-caparrosComer. Por gusto, por hambre, por trabajo, por lo que sea. Nos pasamos la vida comiendo. Y después, cuando los años comienzan a asomar sus alertas, acudir al médico para descartar alguna enfermedad producto de nuestras ingestas; y entregarnos a uno de esos estudios insufribles, una videocolonoscopia, por ejemplo: la invasiva exploración del ojo especulativo de la ciencia en el interior de nuestros blandos intestinos.

No es un examen que revista un alto riesgo, pero sí el leit motiv con el que Caparrós (autor y personaje comparten mismo apellido), conducirá este libro introspectivo, digresivo, auto indagatorio, deliberadamente engañoso, donde un sujeto aguijoneado por el miedo (a la muerte, a la vejez) empleará su ilusorio tiempo de descuento para reconstruir una subjetividad neurótica, evocar su infancia, evaluar sus vínculos familiares y sus relaciones de pareja, meditar acerca de la masculinidad y la noción de patria, asomarse al sexo y a la política para luego de nuevo, y de manera febril, volver a esa condición primaria que nos caracteriza: seres humanos comedores, animales que mastican, saborean, degluten, incorporan y evacúan.

El narrador y protagonista es un individuo de más cincuenta años, escritor, periodista gastronómico desocupado, con hija que no desea tener hijos, con una pareja a la que lo une una violencia soterrada y a quien dedica una larga lista de aspectos insoportables; una víctima de su propio y confeso fracaso, que no se corta a la hora de juzgar a los otros pero tampoco a sí mismo, una máquina auto reflexiva que desea una paz que no encuentra pero que tampoco busca demasiado. La novela –porque a pesar de camuflarse de otra cosa no deja ser novela—funciona como una cortina de humo contra el miedo, que es el verdadero protagonista, una cortina hecha de palabras que va tapando, o intenta tapar un miedo sin duda vergonzoso y humillante. El relato se convierte en un balance, un recuento y por lo tanto en un escape momentáneo. El itinerario de este escape es temáticamente (y estilísticamente) arbitrario y diverso: de la leche materna al canibalismo, de los donantes de esperma al asado y las pizzas, de la tortillas de la abuela a la máquina de comer –esa especie de micro parque temático en plexiglás que reproduce todos los procesos vinculados al comer y que Caparrós pretende patentar como una salida a su condición de desocupado. Esta máquina viene a ilustrar una idea que está presente a lo largo de todo el libro: la despersonalización de los procesos corporales, la desglamorización de todo contenido sensual y el cuerpo como una máquina más que nada ingrata.

Ingrata porque la vejez comienza a dar sus primeras señales de desolación, y junto a ella trae aparejada la comprobación de que la vida ha pasado en vano y solo parece haber dejado un sinsentido, una larga decepción, un fracaso: “Y de todos modos hablar de fracaso es pura vanidad, el resto de una inmodestia extrema”. No hay salida. El personaje en realidad no está sometido a una exploración externa, médica; o en todo caso esa exploración es la coartada para otra más caótica, más personal, más implacable. Una novela, pues, que persigue su propia anatomía de la melancolía.

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Comí
Martín Caparrós
Anagrama
2013, Buenos Aires.