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¿Acaso no sabías que la puerta es estrecha?; por Rafael Cadenas

¿Acaso no sabías que la puerta es estrecha; por Rafael Cadenas 640

Retrato de Oskar Kokoschka, de Alan Derwin. Óleo sobre lienzo.

Blanca Elena Pantin: El poeta se refiere a Gestiones, el libro que inicia un nuevo ciclo en su obra poética.
Rafael Cadenas: Gestiones tiene poemas viejos y recientes. Traté de darle cierta unidad. Siempre es difícil cuando no se trata de un libro orgánico como Amante. Del título se reían algunos amigos, me decían que parecía de un libro de administración. Pero claro, son gestiones dentro de nosotros mismos.

Luis Miguel Isava, en el prólogo de la Antología publicada por Monte Ávila (1991), dice que Amante cierra un ciclo que se inició con La isla, apuntando la posibilidad de otro desprendido de lo biográfico, de lo accidental. ¿Gestiones inicia ese otro ciclo?
En cierto modo sí porque es una poesía distinta a la anterior, como más directa; de pronto hay textos que recuerdan tanto a Memorial como a Amante. Lo autobiográfico sigue estando, pero en algunos poemas que tienen que ver con la infancia, aunque eso tampoco se siente mucho y, además, son pocos. Hay una serie de poemas sobre la poesía, otra, breve, relacionada con el teatro (textos basados en escenificaciones) y, finalmente, una dedicada a Rilke.

Uno siente, releyendo sus libros, que la palabra y la poesía son el tema que los unifica, una larguísima reflexión sobre lo que es la palabra.
Hay mucho de eso que tú dices. Pero también textos que no podrían incluirse dentro de esa idea. En Gestiones hay unos diez poemas sobre poesía y sobre poetas como si los hubiera escrito alguien que está fuera de la poesía, que ve a los poetas de manera externa sin considerarse él poeta. Uno de ellos dice “admiro a los poetas”, excluyéndome, claro. Llamarse a uno poeta, es demasiado. A mí me pasa eso y no se entiende cuando lo he dicho. Me cuesta mucho llamarme poeta. Nunca lo hago. Es algo que me produce desazón.

El monstruo es esa figura, el poeta, que el resto de la sociedad no entiende. Es como si el poeta se enfrentara a ese mundo exterior y respondiera por lo que es, reconociéndose poeta, y lo es en la medida que es distinto a los otros.
Me siento más artesano que otra cosa. Es más fácil decir que uno es escritor que decir “soy poeta”. Es lo que pasa también con la palabra “filósofo”. Es muy difícil decir “yo soy filósofo”; generalmente la gente que se ocupa de filosofía prefiere decir “yo soy profesor de filosofía”. En cambio con otras actividades artísticas no pasa eso. Un pintor puede decir “soy pintor”. Un músico, “soy músico”. Cuando tienes que llenar una planilla no puedes poner poeta, pones profesor o cualquier otra cosa. Eso a veces da lugar a malentendidos. Entonces se piensa que uno no quiere asumir su condición.

Textos como los de Falsas maniobras (El monstruo, Fracaso…) son como un viaje al fondo de sí mismo. El monstruo revela lo doloroso del proceso de la escritura; uno de sus versos, el último no deja márgenes a los equívocos: “Aunque tiene acceso a lugares donde sólo se llega desguarnecido, es presa fácil de todas las invasiones, está hecho para recibir de frente la inseguridad y, tiende a lacerarse más de lo que acepta la poesía”. ¿La escritura sigue significando para usted esas laceraciones?
Correspondió a un momento de mi vida. Falsas maniobras es un libro bastante psíquico. EnIntemperie se agudiza eso. Pero ya en Memorial se siente un cambio, es decir, apunta hacia otras posibilidades. Eso que tú señalas no está en Amante, tampoco en Gestiones, por eso que decíamos al principio: es una poesía menos autorreferente.

Pero en Memorial está un Angst, un poema construido sobre ese estado de ánimo que define esa palabra alemana tan exacta y precisa para expresarlo: “No es nada, nada / algo sin trascendencia, / nada. / Una dificultad leve / en la respiración. / Problema de angostura / parece. / ¿Acaso no sabías / que la puerta es estrecha?”.
Sí, claro, por eso te digo: el libro apunta hacia otras posibilidades, pero subsiste en ciertos textos eso que tú señalas. Aunque haya cambios, no significa que de pronto uno no pueda volver a ciertos temas anteriores. La vida no es lineal.

El mundo exterior está presente en Una isla y en Cuadernos del destierro,Derrota, incluso, llegó a ser interpretado como un manifiesto y aprendido de memoria por una generación. De pronto no lo hizo muy feliz esa lectura de un poema donde usted confesaba su noción de derrota.
Derrota tiene que ver fundamentalmente con una crisis personal. Lo que sucede es que esa crisis personal coincide con una crisis colectiva, de ahí la repercusión del poema.

¿No lo afectan los silencios, digo, como lo atormentaban a Ramos Sucre?
Claro, uno se preocupa porque piensa que no va a poder escribir. Eso está latente. Pero así es mi relación con la literatura. De pronto escribo anotaciones, una charla, un artículo. No tengo esa constancia, esa continuidad del escritor.

Asombra esa diferencia tan radical que hace entre el escritor y el poeta.
En realidad lo que pienso es que el escritor puede, en cualquier momento, sentarse a escribir. En el caso del poeta no es así. Es más fácil decirle a alguien “voy a escribir un artículo” que “voy a escribir un poema”. Eso no quiere decir que la prosa no sea difícil. La buena prosa es rara.

¿Cree –como decía Borges– que la poesía sucede?
Borges lo expresaba partiendo de una frase de un pintor prerrafaelista, “Art happens”, el arte sucede, en el sentido de que tiene algo de milagro. En general se da eso, eso que se llama creación, pero depende poco de la voluntad. En alemán existe una sola palabra para designar al poeta y al escritor.

Un libro suyo, Dichos, acaba de ser editado por Ediciones de La Oruga Luminosa. Hay otro en imprenta: La primera traducción del inglés al castellano deConversaciones, Walt Whitman, anunciado por Monte Ávila hace ya un tiempo. Varios de sus libros han vivido esas largas esperas.
Dichos es un pequeño libro que se publicó parcialmente en “Nítido”, órgano de la Dirección de Cultura de la UCV, dirigido por José Balza y luego por la revista de Cultura. Se trata de aforismos, tú sabes que me atraen, aunque sean casi irremediablemente sentenciosos. Habría que verlo como un conjunto y armar con ellos una visión, la que yo tengo del mundo, la cual sigo compartiendo aun transcurridos diez años desde que los terminé. Antes de titularlo Dichos, lo llamé Irreflexiones.

Algunas opiniones.
El ser humano tiene mucho de monstruoso; pienso en las cosas que me preocupan. Coincido con Nuño, que ha escrito varias veces sobre esto; pienso que mientras el ser humano no vea el lado monstruoso que hay en él, el mundo estará en peligro. Cuando terminó la Guerra Fría mucha gente pensó que ya no iba a pasar más nada. Pero siguen ocurriendo hechos terribles en todas partes.

En Venezuela tenemos el problema de la educación, sabemos que un país culto no puede ser subyugado jamás, y no la valoramos.

Siempre se nos pregunta qué es la poesía, pero todas las definiciones que se den, y hay muchas, son incompletas. No existe una que abarque todo lo que es la poesía; de ahí la dificultad de definirla. No celebro ninguno de mis libros. He dicho que de ellos prefiero a Memorial y Amante.

Lo que más me afecta es el poco valor que se le da a la vida humana aquí. Uno vive horrorizado por lo que pasa en el país, cómo se mata a la gente. Eso tan espantoso de que a un muchacho lo maten por unos zapatos o que un policía, un guardia nacional dispare a matar. Se supone que la policía protege pero aquí no. Alguien tiene que ser responsable de eso, los dirigentes del país. Los venezolanos se dedicaron a entrematarse y destruir el país en el siglo XIX y eso continúa en otra forma, a través de la corrupción omnipresente, por ejemplo. Hay un libro de Antonio Arraiz, Los días de la ira, donde se ve cómo se destrozaron los venezolanos entre ellos mismos durante el siglo XIX. Eso sigue sucediendo en otra forma.

Rafael Cadenas, un día después del Premio Pérez Bonalde. Blanca Elena Pantin. Diario de Caracas, 29 de agosto de 1992. Curaduría: Josefina Núñez