Un 28 de abril, hace 70 años, Benito Mussolini, quien huía hacia Suiza disfrazado con uniforme alemán, fue capturado junto a su amante, Claretta Petacci por partisanos en Giulina di Mezzegra al norte de Italia, y fusilados, poniendo fin a la posibilidad de que volviese en su persona, el fascismo a Italia.
Sus cadáveres fueron conducidos en camión a la plaza Loreto de Milán, donde fueron colgados boca abajo en la marquesina de una gasolinera, y expuestos al público para que los golpearan.
El fascismo italiano fue posible gracias a que Italia estaba devastada, política y económicamente luego de la Primera Guerra Mundial; todo el país se hallaba descontento, en buena medida debido a los índices de desempleo que se registraron dada la suprema crisis económica.
Los fascistas añadieron a su milicia un uniforme distintivo: los Camiscie Nere (Camisas Negras), que como organización militar, utilizaron la violencia, la coacción y el asesinato contra sus opositores políticos, con el irracional lema:
“Crecer, obedecer y combatir”
Así concluyeron los días de Il Duce, un hombre que, viniendo del Partido Socialista (llegó a dirigir su periódico Avanti) exacerbara el nacionalismo y se convirtiese en el principal aliado de Hitler en la Segunda Guerra Mundial.