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4. El miedo y el regreso a Venezuela; por Nolan Rada // #DespachosDLGvsSanLorenzo

Exclusivo Gris

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Forrado con una chaqueta de San Lorenzo de Almagro, un hincha comienza a hacer preguntas sobre el presente de Venezuela. Cuando pregunta sobre el Deportivo La Guaira, hay en su rostro un deje de menosprecio. Le interesa conocer acerca de sus jugadores y el estilo del equipo.

Tiene sentido su poco interés, considerando el poco peso del fútbol venezolano en los torneos internacionales de clubes. Sin embargo, cuando pregunta sobre Venezuela cambia su actitud.

Al parecer, lo que más teme del juego de vuelta tiene que ver con lo que ahora vive el país y no con los recursos futbolísticos de Deportivo La Guaira.

Y desde afuera nuestro presente parece verse profundamente dramático.

Luego de haberle preguntado dónde se podía conseguir un adaptador eléctrico, el hincha de pelo largo y lleno de canas comenta “Ustedes en Venezuela no tienen nada”. Lo dice con humor. Nos reímos. Tras escuchar algunos comentarios sobre la crisis de alimentos y salud, hace un chiste.

Humor.

Esa leyenda del periodismo llamada Hunter Thompson explicó alguna vez que el humor “se convierte en un hábito, en una técnica de supervivencia”.

Quizás en Venezuela nos reímos demasiado.

2

Llegamos de noche. Nos vamos de noche. La cena distendida que hubo después del partido fue una risa común y constante, así como todo el proceso para abordar de vuelta a Venezuela. Al menos hasta que el apagado de las luces internas del avión hizo que la atmósfera se fundiera con la madrugada argentina.

Ésta es la noche más fría del viaje y el grueso de la delegación de futbolistas usa chaquetas azul naval con las tres rayas blancas de Adidas. Durante el tránsito hacia el aeropuerto de Ezeiza, Felipe Núñez cojeaba. Cuando le preguntan cómo está su pierna izquierda, ésa que durante el partido le generó problemas, responde “Mejor… mejor ni hablemos”. Una vez montados en el avión, aún sin que la delegación se acomodara completamente, Eduardo Saragó le pide a unos de sus médicos que vigile a Núñez y haga lo posible para conseguir algo de hielo y se lo coloque durante veinte minutos.

Pasadas las dos de la mañana, a través de las ventanas se puede ver encendida la inmensa ciudad que recibió al Deportivo La Guaira hace tres días. Volvemos en el mismo avión. “The legend of the warrior” sólo tiene encendidas las señales de prohibición de fumar y de desabrochar los cinturones. Desde el aire se produce la misma sensación que en la tierra: uno puede pasar la vida cruzando Buenos Aires y no se aburrirá.

La hora y el agotamiento propician el sueño. Todos duermen o, al menos, lo intentan. La disponibilidad de asientos permite que algunos hagan una cama levantando los posabrazos en las hileras de tres puestos. Algunos descansan en posición fetal con o sin zapatos. Otros estiran una sus piernas dejándolas colgar hacia el pasillo. Hay quien se acomoda como puede en un solo asiento con la cabeza recostada hacia atrás, hacia un lado o sobre el hombro.

Jhon Chancellor duerme con un cojín de cuello y las piernas estiradas. Vicente Suanno, en el ala izquierda del avión, recuesta su cabeza sobre la ventana, al igual que Franklin Lucena, ubicado al fondo de la nave. Eduardo Saragó, de brazos cruzados y sin la gorra naranja del equipo con la que subió, se tumba hacia el lado derecho en la primera línea de asientos.

La atmósfera posterior al partido está llena de ilusión, pese a haber perdido contra San Lorenzo 2 a 1. Ese único gol, en un contexto donde el equipo sufrió hasta hallar una mejoría en la segunda parte, los deja a una victoria de avanzar. Se echan cálculos en los comentarios. En matemática viva, un 1 a 0 en Barquisimeto los metería en los Cuartos de Final de la Copa Sudamericana.

Superada la escala en Bolivia para recargar combustible, la mañana se va abriendo paso entre las nubes y el interior del avión comienza a iluminarse. La entrada de la luz despierta a algunos, que luego de bajar la ventanilla vuelven a lo suyo. Otros se estiran y empiezan las primeras visitas al baño.nolan 4

Luego del desayuno (un sándwich de jamón y queso amarillo, una ensalada con trozos de piña y lechoza y una uva, otro trozo de pan, algo de mantequilla y un alfajor, jugos y café), comienzan a escucharse algunos comentarios. Son casi susurros. Buena parte del equipo sigue con sueño. Otros oyen música con sus audífonos. Argentina ya es un recuerdo.

3.

La plana Buenos Aires y sus luces contrastan con los cerros del estado Lara, las grandes extensiones de tierras próximas al Aeropuerto de Barquisimeto y el calor. Las nubes que antes se veían debajo del avión ahora son sombras sobre la tierra.

A pocos minutos de desembarcar, el piloto de la nave, Juan Carlos Bermúdez, quien entre los periodistas es asumido como una especie de coach motivacional por su inagotable optimismo, trae de vuelta el pasado al dar la bienvenida a los viajeros:

“Quisiera felicitar a Lucena por ese gol que vale dos. ¡Y recordarles que el jueves le van a dar una paliza a esa gente!”

La delegación aplaude. Se ríe. Humor.

No tardarán mucho en darse cuenta de que, antes de estos tres días en Argentina, no había nada que perder. Ahora parece que todo está por ganarse.

Estamos llegando a Barquisimeto. Hace horas alguien le explicaba a aquel hincha de San Lorenzo que su equipo llegaría directo a la capital larense porque “No quieren pasar por Caracas, por las condiciones de seguridad”. No hace mucho la Selección de Argentina tenía dudas sobre viajar a jugar en Venezuela por las mismas razones.

Antes de terminar su conversación, el hincha argentino se despidió deseando que la situación de nuestro país mejore. Es posible que él no sea el único seguidor de San Lorenzo a quien lo social le genere más preocupaciones que lo futbolístico. Y ése podría ser el mayor peligro para el próximo jueves: pensar que el fútbol, en la cancha, es lo menos interesante.

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El Deportivo La Guaira vuela con retraso y en silencio 496

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