Blog de Valentina Oropeza

10 días en fila para sacar efectivo; por Valentina Oropeza // #EnLaCalle

Por Valentina Oropeza | 7 de octubre, 2017
Fotografía de Marco Bello para REUTERS

Fotografía de Marco Bello para REUTERS

Caracas. Viernes. 8:45 de la mañana. Primer propósito del día: retirar efectivo. Llego a la entrada principal de un centro comercial a bordo de un mototaxi. Hay tanta gente frente a los cajeros de la calle que ya las filas zigzaguean, indicio cierto de que el banco estará a reventar. Un vendedor de café ofrece un “negrito” para llevar la cola “con buen humor”. Pero sus potenciales compradores acuden al cajero precisamente porque no llevan efectivo. Entro al banco y la sospecha se cumple. El curso de tres filas se confunde: una para sacar dinero en los cuatro cajeros de la derecha, tres de ellos “inteligentes”. Aceptan depósitos. La segunda para tomar un número de la máquina que ordena a los clientes en espera para servicios de taquilla. La tercera para el cajero de efectivo rápido. Solo admite retiros y cambios de clave.

Opto por la máquina de efectivo rápido. La espera suele ser más breve y se dedica a lo que necesito. Pero esta fila es casi tan larga como la de un viernes de quincena en la mañana. El próximo cliente se detiene detrás de mí. Me saluda con una sonrisa y me pregunta si el cajero tiene dinero. Supongo. Si avanza con lentitud será porque tiene. De lo contrario no habría nadie. Delgado y bronceado, el hombre inicia una conversación. Es inusualmente amable y me mira directo a los ojos. Se llama Edmundo, tiene un bigote canoso y se acerca a los 60. Su hija emigró hace unos meses a Perú y la extraña. Es un pequeño productor de pollos y verduras. Ha pasado 10 días, los 5 laborables de la semana pasada y los 5 de ésta, recolectando 200.000 bolívares en efectivo para pagar un saco de maíz y alimentar a sus pollos. No ha logrado sacar más de 10.000 por día en ningún cajero ni más de 10.000 diarios por taquilla en ningún banco. Lo cuenta de buen humor, sorprendido por las complicaciones que ha logrado superar a lo largo de la operación.

El de 10.000 bolívares es el segundo billete de mayor denominación del cono monetario venezolano, que cumplirá un año de vigencia en diciembre. Apareció en febrero de este año. A cuentagotas. No alcanza para comprar una arepa pero sí dos empanadas. Un cachito de jamón sin café. Intento sacar un billete cada mañana que puedo, si logro llegar al banco apenas abre a las 8:30. O 10 de 1.000. O 100 billetes de 100 bolívares si no queda más remedio. Lo que la escasez de moneda permita. Después de las 10:30 de la mañana se secan los cajeros, me contó un empleado del banco. El de 20.000 es el de mayor denominación. Lo vi por primera vez la semana pasada.

El proveedor se comprometió a reservar el maíz si Edmundo pagaba en efectivo. Él propuso hacer una transferencia pero el distribuidor se negó. Necesita efectivo. Edmundo le ofreció intercambiar el maíz por unos pollos a 30.000 bolívares cada uno pero lo rechazó, pese a que están más baratos que en el supermercado. Edmundo habla con orgullo de sus pollos. Son criollos y criados a la vieja usanza, libres y en corral. No en jaulitas donde los ponen a comer día y noche para acelerar su crecimiento y venderlos más rápido. Esos pollos tienen los huesos débiles porque no alcanzan a desarrollarse. Sus garras son blandas porque no escarban en la tierra. En dos meses ya están listos para ser sacrificados. En cambio, los de Edmundo tienen huesos fuertes y viven siete meses o más. La carne sabe diferente. Juegan con la tierra. Es un alimento más sano.

A la usuaria que está frente al cajero, cinco personas más adelante, se le traba la tarjeta. El vigilante se acerca y la ayuda. Las personas más próximas a la máquina preguntan si se acabó el efectivo. Durante 4 años, Edmundo no consiguió fertilizantes ni insecticidas para su terreno en el estado Miranda. Pero la semana pasada encontró gracias a un amigo. Echará insecticida solo en el rincón donde apareció un hongo. Espera que la plaga no se riegue por todo el sembradío.

La tarjeta se bloquea y la muchacha se queda sin efectivo. Se hace a un lado frustrada pero permanece cerca del cajero, tentada a pedir una segunda oportunidad para retirar dinero. Maniobra temeraria con tanta gente esperando. El próximo cliente introduce la tarjeta con los dedos cruzados. Pide 4.000 bolívares y el dispensador los despacha en billetes de 100. Retira 4.000 más. Edmundo le dice que no repita la cifra porque el tope es 10.000. El hombre se arriesga y gana. Se despide sonriente con 12.000 bolívares en los bolsillos traseros del pantalón. Intento replicar la gracia pero no corro con la misma suerte. Retiro 4.000, 4.000 y 2.000. Con un fajo de billetes en la cartera, me volteo y le deseo a Edmundo que el cajero le entregue todo lo que pida. El proveedor esperará hasta las 10:00 de la mañana por el efectivo.

Valentina Oropeza 

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