Club del libro Prodavinci
¿Cómo saber si de verdad apoyas a un régimen desde el extranjero?: Trotski y Padura dan la clave
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“…el político y el poeta discutieron mucho sobre los efectos del estalinismo en la creación artística dentro y fuera de la URSS. Liev Davídovich (Troski) le recordó cuánto desprecio le provocaban los aduladores de Stalin, especialmente autores como Rolland, o como Malraux, a quien tanto había celebrado cuando leyó su primera novela y que ahora se había convertido en el representante típico de esos escritores que vivían en París, Londres o Nueva York y firmaban declaraciones de apoyo a Stalin sin tener una idea (más bien sin querer tenerla) de lo que de verdad ocurría en la URSS. A cada uno de ellos, tan convencidos de las bondades del régimen, Liev Davídovich les haría una prueba: los pondría a vivir con su familia en un departamento de seis metros cuadrados, sin auto, con mala calefacción, obligados a trabajar diez horas por día, ganando unos pocos rublos devaluados, comiendo y vistiéndose con lo que les asignasen por la cartilla de racionamiento y sin la menor posibilidad no ya de viajar al extranjero, sino de levantar la voz. Si al cabo de un año todavía defendían el proyecto y esgrimían grandes principios filosóficos, entonces los encerraría otro año en una colonia penitenciaria de las que Gorki había considerado fábricas de hombres nuevos… Ésa sería la prueba de la verdad (más bien un exceso, dijo), y ya verían cuantos Rolland o Aragon aún enarbolarían la bandera de Stalin en un restaurante de París.”
Leonardo Padura, El hombre que amaba a los perros (Tusquets Editores, 2011) pág. 471-472
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18 de enero, 2012
Brillante. Tan razonable, que ya auguro las nauseabundas argumentaciones que harán los defensores de las tiranías para expresar su condena a tal prueba. La verdad podrá ser comida de mal sabor, pero no hay duda que alimenta y ayuda a vivir, y sobre todo a vivir libres.
18 de enero, 2012
Es un extraordinario libro que recomiendo ampliamente, quizás lo mejor de Padura. Lo conseguí en España pues a Venezuela no lo han traído (autocensura???)
19 de enero, 2012
Esta novela fue de lo mejor que lei en 2011; la compré en Venezuela, por cierto. Lo que espanta es la desintegración de sus personajes bajo el peso de sus propias ideas y su sometimiento al absoluto de su contexto. Tanto Trotski, como su asesino y el escritor-narrador aceptan sus destinos sin mayor controversia, aniquilados por la mano invisible de un poder tan total como banal.