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ThyssenKrupp quiere convertir el CO2 en carburante

Fotografía de Bloomberg

Fotografía de Bloomberg

LogoDW80x120El barco apenas hace ruido en su recorrido por el embalse de Baldeneysee, en Essen. Ni hace ruido ni emite gases: para moverse utiliza metanol en vez de diésel. Fabricado por la filial de RWE Innogy, usa como carburante el dióxido de carbono, el agua y las enzimas bajo la influencia de la corriente. Todo ello viene de una central hidroeléctrica en el embalse. “En la combustión se libera únicamente la misma cantidad de CO2 que previamente se ha tomado del aire”, explica respecto al primer barco alemán neutral en emisiones el grupo empresarial, que participó en la cumbre climática COP23.

El metanol, como alternativa al diésel, también es la base de Carbon2Chem. Este proyecto consiste en trata de transformar las emisiones de la producción del acero en productos químicos: ya sea en plásticos, combustibles o fertilizantes. Cosas para las que hoy en día se necesitan muchos combustibles fósiles. En ello están trabajando conjuntamente ThyssenKrupp, ocho grupos químicos, Siemens, VW y varias escuelas superiores e institutos de investigación.

La empresa siderúrgica alemana con sede en Essen dirige el consorcio entre industrias y científicos, y construye en su fábrica de Duisburgo unas instalaciones de prueba que deberían estar listas para la primavera de 2018. Mediante esta técnica, las emisiones de la producción de ThyssenKrupp son depuradas y embotelladas. Sus socios ensayan en diferentes laboratorios lo que pueden producir con ello. Por ejemplo metanol, que sirve como carburante y es útil para multitud de productos finales, además de ser fácilmente transportable. Pero también alcoholes, amoníaco o polímeros.

Economía circular, también en el CO2

El objetivo: un ciclo circular, como el que ya hay con otros materiales. “Reciclamos el acero en un 90%”, dice Reinhold Achatz, responsable técnico de ThyssenKrupp. Aprovechar el dióxido de carbono resulta mucho mejor que simplemente recogerlo y almacenarlo. Y se evita emitir gases de efecto invernadero. Se trata de optimizar los dispositivos y las instalaciones actuales: “Debemos aceptar que algunas industrias siempre van a expulsar dióxido de carbono”.

La depuración y el aprovechamiento de los gases de la industria siderúrgica consumen enormes cantidades de carburantes. Por eso tiene sentido en términos ecológicos que estos vengan de fuentes renovables. “La oferta de energía verde varía en función del tiempo, pero la producción de acero no tiene la flexibilidad de estas subidas y bajadas”, explica el coordinador del proyecto, Markus Oles, ilustrando el problema. La producción química solo puede oscilar de forma limitada.

El concepto debe funcionar en otras partes

Carbon2Chem deberá probar su efectividad técnica y su rentabilidad económica en un plazo de diez años. Primero habrá que transformar en productos químicos diez millones de toneladas de CO2 cada año, después el doble. Los socios del consorcio han invertido 100 millones de euros. El Ministerio de Investigación ha impulsado el proyecto con 62 millones de euros. Al final, sin embargo, todo debería funcionar sin subvenciones.

Las proyecciones estiman que a partir de 2030 se podrá aprovechar este gas de efecto invernadero a gran escala, de forma que se pueda aplicar Carbon2Chem a otras fábricas de acero. En todo el mundo son alrededor de 50 las instalaciones que podrían incorporarlo, pues sus emisiones son similares. Pero el concepto podría aplicarse a otras fuentes de CO2, como la producción de cemento. La industria química tiene sus ideas sobre qué podría hacer con este gas tan perjudicial para el cambio climático: colchones, plásticos o revestimiento de cables. Y quizás en el futuro más barcos y trenes se muevan con metanol en vez de diésel.

Autora: Mathilda Jordanova-Duda (EAL/VT)