- Prodavinci - https://historico.prodavinci.com -

Francisco Pérez Perdomo y el límite infinito; por Diajanida Hernández

final-12

“Bajo un silencio opresivo
abría la puerta de los espíritus,
tanto tiempo cerrada
y con pasos inciertos bajaba
a lo más profundo de las sombras”
Francisco Pérez Perdomo

Francisco Pérez Perdomo fue el poeta de lo fantástico, la voz de la nocturnidad, el escritor que miraba lo desconocido, el habitante de las brumas oníricas. Miembro de los grupos Sardio y El Techo de la Ballena, Premio Nacional de Literatura (1980), publicó los poemarios Fantasmas y enfermedades (1961), Los venenos fieles (1963), La depravación de los astros (1966), Huéspedes nocturnos (1970), Ceremonias (1976), Círculo de sombras (1980), Los ritos secretos (1988), El sonido de otro tiempo (1991), Y también sin espacio (1996), El límite infinito (1997), La casa de la noche (2001), Antología mínima (2003), Con los ojos muy largos (2006) y Eclipse (2008).

De la “tierra de nubes” a Caracas

“Oficialmente” se dice que Pérez Perdomo nació en Boconó (Trujillo) en 1930. Pero en una entrevista que concedió en 1985, se cuenta que el poeta nació en Sabana Libre y a los pocos días de haber nacido su familia lo llevó a Boconó. Era el cuarto de ocho hijos. De su adolescencia recordaba su fascinación por la ópera y decía que le hubiera gustado ser cantante de ópera.

Pérez Perdomo se mudó de la “tierra de nubes”, como llamó a su lugar de origen en el poema “Ese es mi nombre” (“Francisco me nombran,/ esa es mi gracia/ y soy de estos lugares,/ nací en esta tierra/ llamada tierra de nubes”), y llegó a Caracas para completar el bachillerato. En aquella época los liceos del interior del país impartían clases hasta cuarto año. Así entró en el Andrés Bello que era uno de los dos centros educativos de más prestigio, junto con el Fermín Toro. Fue en ese periodo cuando conoció a Adriano González León, Guillermo Sucre, Salvador Garmendia, Luis García Morales y Elisa Lerner. Amigos con los que emprendería los proyectos de Sardio y el Techo de la Ballena.

Al terminar el bachillerato entró en la Universidad Central de Venezuela para estudiar Derecho y Letras. Al tiempo trabajaba como funcionario B en el Ministerio de Justicia. Y vino la decisión de abandonar Letras porque no podía cumplir con las dos carreras y el empleo.

En 1957 se recibió de abogado y durante diez años ejerció la carrera, hasta que el tedio y la vocación hicieron de las suyas y decidió dejar el Derecho.

Tras la “realidad oculta”

El primer poemario de Pérez Perdomo, Fantasmas y enfermedades, fue publicado bajo el sello de Sardio; luego, Los venenos fieles y La depravación de los astros fueron editados por la editorial de El Techo de la Ballena. Las experiencias gregarias permitieron, entre otras cosas, que los jóvenes integrantes pudieran llevar a libros y revistas lo que estaban escribiendo. Con la incursión en los dos grupos literarios las obras de sus miembros comenzaron a circular y ser leídas.

Desde aquél primer poemario de comienzos de la década de los años sesenta, Pérez Perdomo comenzó a revelar el mundo y la búsqueda de su trabajo poético que construyó con el paso del tiempo y los libros. El imaginario de la obra de Pérez Perdomo fue alimentado por su infancia en Boconó, alumbrada con lámparas de gas, y llena de cuentos fantásticos e historias de fantasmas, sombras y aparecidos. Esas vivencias y los libros acicatearon la escritura del poeta. (Apartó los ojos del libro/ y un estremecimiento glacial/ recorrió todo su cuerpo./ Apagó la lámpara/ y se puso a caminar en las sombras./ De inmediato sintió/ presencias invisibles/ que revoloteaban en la oscuridad/ y pasaban por su lado).

Que la experiencia se refleje en sus versos era considerado por Pérez Perdomo como un gesto necesario y decoroso; para él todo poeta con un mínimo de honestidad no puede escribir de cosas distintas a las vividas personalmente, pues “el poeta se forma con sus vivencias y sus lecturas”. De este modo, construyó un universo poético que, con cada publicación, fue sumando páginas al gran libro que es la obra del escritor andino. Con cada poemario Pérez Perdomo abordó sus obsesiones y volvió a sus temas, con cada poemario construyó ese mundo fantástico habitado por criaturas y espectros; las variaciones en sus libros están en el lenguaje: la escritura, las palabras se someten al rigor de quién escribe y busca el verso dado, la precisión para nombrar y fijar un universo.

La poesía de Pérez Perdomo es una casa habitada por fantasmas, brujas, espectros, cadáveres, sombras y dioses oscuros; es una poesía de lo fantasmagórico, de la nocturnidad, de duendes y moradores del más allá. Y la voz que habla de ese imaginario está en el borde que separa lo real de lo fantástico, esa voz carga con la dualidad de los dos mundos: vive un acá que siente y presiente lo de allá. La voz revela el lado invisible desde lo visible. Y aunque trate de callar las “bruscas tinieblas” no puede escapar de ellas. (Bajo la luna radiante,/ pálidas y esplendorosas figuras/ pasaban danzando y se esfumaban/ de una pradera imaginaria./ Yo reclinaba la cabeza,/ miraba al suelo,/ profundo, y otra vez más/ desde abajo era arrebatado/ por las bruscas tinieblas.).

Pérez Perdomo decía que “la poesía es una gran novela con un solo personaje, que es el poeta”. Así, esa voz que “narra” en sus libros esa travesía de medianoche es un personaje que siempre va convocando, evocando, rememorando un pasado. Ese personaje se mueve entre una doble memoria (la de la vida y la de los libros) y entre los fantasmas de su biblioteca y de su pueblo natal. El poeta trata de precisar el recuerdo, recobrar un tiempo pasado, retratar la soledad, auscultar la muerte, una presencia obsesiva y recurrente.

Al intentar asir y reconstruir ese mundo fantástico, tiempo y espacio se trastocan y revuelven, el lenguaje rehúye a cualquier concepción lineal para entregarse al azar, al fragmento, a la distorsión, a lo insólito, al absurdo, quizás como la única forma de apresar por breves instantes, como chispazos en la oscuridad, el límite infinito de un mundo fantástico.