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Welcome Back Lenín: Ecuador, el progresismo latinoamericano y la democracia plural; por Antulio Rosales

Fotografía de Mariana Bazo para Reuters

Fotografía de Mariana Bazo para Reuters

El pasado 14 de agosto, el presidente de Ecuador, Lenín Moreno, hizo un pronunciamiento importante en apoyo a la democracia en Venezuela. Mostró su preocupación por la situación de los presos políticos en el país y exigió defender y proteger la vida de los venezolanos. La postura del presidente ecuatoriano no tiene precedentes en el grupo de socios más cercanos al gobierno venezolano, y tiene implicaciones importantes tanto para las relaciones bilaterales como para las fuerzas políticas de la región.

El gobierno bolivariano, tanto de Hugo Chávez como de Nicolás Maduro, desarrolló una importante red de apoyo internacional con estados aliados, intelectuales y personalidades diversas. Entre sus aliados centrales se encuentran los miembros la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América – Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP), el núcleo duro de apoyo internacional del gobierno de Venezuela; una suerte de estados satélites de la Revolución Bolivariana que junto a los países beneficiarios de Petrocaribe han mantenido a raya los esfuerzos multilaterales por condenar el devenir dictatorial de Nicolás Maduro.

El pronunciamiento de Lenín Moreno es importante porque rompe con la disciplina interna de los socios más cercanos de Venezuela. Las razones de esta incipiente ruptura son múltiples.

A diferencia de otros socios más pequeños, Ecuador nunca ha dependido económicamente de Venezuela. Si bien ambos países han firmado acuerdos comerciales, petroleros y financieros con potenciales réditos para el grupo en el poder en el Palacio de Carondelet, el dinamismo en las relaciones ha venido mermando. La principal asociación estratégica de ambos países, la empresa mixta Río Napo, entró en etapa de liquidación en 2016, mucho antes de las elecciones presidenciales en las que Lenín Moreno obtuvo una estrecha victoria. PDVSA anunció su salida del Campo Sacha, donde la empresa extraía más de 70 mil barriles de petróleo diario.

Como Río Napo, otras iniciativas entre Venezuela y Ecuador pasaron al olvido producto de la corrupción y la ineficiencia. La Refinería del Pacífico se convirtió en uno de los elefantes blancos en la relación de ambos países. PDVSA incumplió con los aportes que le correspondían para la construcción de esta obra que buscaba refinar unos 300.000 barriles de petróleo pesado diarios en los nuevos campos de extracción de Petroamazonas, estatal ecuatoriana.

Eventualmente, PDVSA redujo su participación en la refinería. El proyecto ha sido empañado por rumores de corrupción, que incluyen a la constructora brasileña Odebrecht. Los círculos de expertos en petróleo de Quito comentan jocosamente que han invertido cientos de millones de dólares para que se “aplane el terreno” donde eventualmente se construirá la refinería.

Por su parte, otro proyecto bandera de la alianza bolivariana, el sistema de pagos alternativo SUCRE, también se ha visto afectado por denuncias de corrupción. Al parecer, decenas de empresas fantasmas de ambos países utilizaron el mecanismo de pagos en moneda local (recordemos que en Ecuador la moneda de uso corriente es el dólar estadounidense) para transar cifras millonarias que terminaron en cuentas privadas en Estados Unidos. A diferencia de la más descarada impunidad con que estas noticias son vistas en Venezuela, la fiscalía ecuatoriana adelanta investigaciones sobre estos casos.

En última instancia, la ruptura de Moreno con el gobierno de Maduro es reflejo de ajustes locales de poder. Moreno nunca fue un aliado incondicional de Rafael Correa. En cambio, era un personaje pragmático y hasta tímido que recogía la simpatía de amplios sectores que apoyan la Revolución Ciudadana. Moreno era visto como una figura potable que, esperaba Correa, pudiera ser controlado remotamente. Para ello, el expresidente impuso a Jorge Glas como candidato a la reelección de vicepresidente y figura más cercana a Correa.

Durante la campaña electoral, Moreno mantuvo un discurso leal al líder de Alianza País, mientras que prometía un gobierno más tolerante, dialógico y honesto. Una vez en el poder, se distanció más de su antecesor, tendiendo puentes con el liderazgo indígena que se opuso a Correa y denunciando la corrupción. Las investigaciones de la Comisión Anticorrupción por casos relacionados a Odebrecht y PetroChina aceleraron las rupturas y Lenín Moreno redujo las competencias de Glas, desafiando el liderazgo de Rafael Correa.

Las palabras de Lenín Moreno frente a Venezuela son un paso más en un divorcio paulatino en el liderazgo político ecuatoriano, con implicaciones para las relaciones bilaterales y regionales. El mensaje que envía el presidente Moreno debe ser recibido por las fuerzas que impulsan el rescate de la democracia en Venezuela al tiempo que denuncian la amenaza de intervención armada de Estados Unidos. Ecuador puede ser una importante fuerza de apoyo multilateral a iniciativas de presión, como las asentadas en la Declaración de Lima, y también de nuevas fórmulas de negociación gestadas por países latinoamericanos.

Más importante aún, la ruptura ecuatoriana abre la posibilidad de nuevas posturas autónomas de países auto-identificados como progresistas. Lenín representa hoy la posibilidad de reencausar el progresismo latinoamericano con la democracia plural.

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Antulio Rosales es PhD en Gobernanza Global por la Universidad de Waterloo e investigador del Centro de Desarrollo y Ambiente de la Universidad de Oslo

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