- Prodavinci - https://historico.prodavinci.com -

La noche en que las tanquetas dispararon en Caricuao; por Yorman Guerrero

Fotografía vía captura de pantalla

Fotografía vía captura de pantalla

8:40 pm. Los vecinos comenzaron a sonar sus ollas vacías. Esa noche ningún dirigente opositor llamó a tocar cacerolas. Los habitantes de la UD3 de Caricuao gritaron y tocaron pitos y vuvuzelas. Era la primera vez en 88 días de protestas contra el gobierno del presidente Nicolás Maduro que los habitantes de este sector popular del suroeste de Caracas tomaban las calles para expresar descontento.

Una treintena de manifestantes se reunió frente al Mercado Popular de la avenida principal de La Hacienda. “¡Bajen, bajen! ¡Es ahora o nunca!”, gritaban a las personas que los apoyaban desde las ventanas de los edificios. Por el grupo de Whatsapp de un bloque contiguo, vecinos pedían impedir posibles saqueos.

Las manifestaciones en Venezuela comenzaron a finales de marzo, cuando el Tribunal Supremo de Justicia desconoció potestades a la Asamblea Nacional de mayoría opositora. “Si saquean ‘El Mercadito’, tenemos que bajar a defenderlo”, escribió alguien. “No abran el portón. Evitemos ser blanco de los ataques si vienen a reprimir”, respondió otro. “No caigan en falsos rumores, eviten enviar cadenas de golpe de Estado sin confirmar”, añadió un vecino. “Así pasó en 2014. Después de que bajaron la primera vez, protestaron todas las noches”, recordó un cuarto residente.

9:45 pm. El clima estaba fresco. Al mismo tiempo, varios diputados, periodistas y trabajadores de la Asamblea Nacional permanecían encerrados en el Palacio Federal Legislativo, cercados por simpatizantes del Gobierno desde la tarde. La oposición denunció que la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) introdujo cajas a su comandancia en el Parlamento. Aunque un grupo de legisladores confrontó a los uniformados, nadie explicó el contenido.

En la UD3 algunos vecinos que regresaban del trabajo caminaban con paso apresurado, mientras esquivaban escombros. Otros llegaban en carro. Tocaban cornetas para aupar a los manifestantes que tomaron la avenida principal de La Hacienda.

Frente a la iglesia Santa Rita de Casia armaron la primera barricada: basura, ramas y cauchos. Prendieron los desperdicios con gasolina. Bloquearon uno de los accesos hacia la UD5, una de las áreas residenciales más alejadas de la parroquia Caricuao.

Se atrincheraron tras los escombros por primera vez. Hombres y mujeres vestían ropas deportivas. Las señoras mayores lucían batas holgadas que bailaban con el aire. Algunos jóvenes se quitaron las camisas y las convirtieron en capuchas. Así lo hizo Alfonso, de 18 años, un joven delgado que vive en el conjunto integrado por los bloques 17 y 18. Otros sacaban la basura de los contenedores y la trasladaban hacia las barricadas. La orden comenzó a replicarse de boca en boca: “Vamos al semáforo”. Se movieron 300 metros hasta la intersección con la avenida principal de Caricuao, la arteria vial más importante de la parroquia. Hasta allá caminó Alfonso. Hasta allá caminaron los vecinos.

Estudiante de Informática en un instituto caraqueño, Alfonso bajó a protestar porque está cansado de que su familia haga malabares para alimentarse. “No me gusta ver a mi vieja haciendo largas colas cada vez que llega comida al mercado. Tampoco quiero que dependamos de la caja del CLAP, que llega irregularmente. Por eso quemé cauchos y protesté”.

Los manifestantes cargaron más basura. A los pitos, los gritos y las cacerolas, se sumó el chirrido del metal arrastrado sobre el asfalto. Varios hombres, incluido Alfonso, remolcaron un contenedor de desechos hasta el nuevo punto de concentración. También empujaron un carro abandonado. Levantaron las alcantarillas para evitar el paso vehicular.

“El que no baje no quiere a su país”. “¡Que se prenda Caricuao, coño!”. “¡Este gobierno va a caer!”, gritaron desde la calle.

“¡Ojalá llegue la Guardia para verlos correr! ¡Que viva Chávez!”, respondieron desde un edificio.

10:00 pm. Se escucharon las primeras detonaciones. Los manifestantes corrían con cada ráfaga de perdigones. Se dispersaban. Se escondían en los estacionamientos. Se reagrupaban. Una y otra vez. La masa de jóvenes encapuchados era cada vez mayor. Trancaron con tubos de metal un estrecho callejón que conecta la avenida principal de Caricuao con la avenida de La Hacienda. Pedían a los vecinos de apartamentos ubicados en pisos altos que alertaran posibles emboscadas por la callejuela.

“Avisen si las brujas pasan por el callejón”. “Les tiran mierda y agua caliente si pasan por el callejón”. “Preparen botellas y las lanzan”, gritaron.

Mariana, de 29 años, observó la trifulca desde el noveno piso del bloque 19. No quiere revelar su identidad. “Toqué la cacerola porque la situación es insostenible. Razones sobran, pero sobre todo lo hago por la inseguridad y la escasez de medicinas”. Contó al menos 15 funcionarios de la GNB que intentaron entrar al estacionamiento del bloque más cercano al semáforo donde protestaban los vecinos. “Vi cómo lanzaban piedras a los carros y pateaban el portón. Al principio iban a pie. Aún no llegaban tanquetas”.

Una veintena de uniformados de la GNB intentaban dispersar a los manifestantes pero no lo lograban. A poco menos de dos kilómetros queda la Escuela Superior de Defensa Militar y Orden Interno de la Guardia Nacional. Varias hileras de tanquetas están aparcadas dentro de la institución. Usaron dos para combatir la protesta.

La indumentaria de los manifestantes cambió con las horas. Vestían cascos y se protegían con escudos artesanales. Unos exhibían pancartas hechas con cartulinas. Otros, arrinconados en la entrada del callejón, preparaban cócteles molotov.

Alfonso, quien sólo tenía una capucha al principio de la manifestación, se armó con un pedazo de madera para convertirlo en escudo. Corrió varias veces cuando llegó la Guardia. Se escondió. “Me da terror que me metan preso por protestar. Todos los días uno lee lo que le hacen a los chamos que agarran. Pero también me da miedo que un delincuente me mate del Metro a mi casa. De eso también he leído bastante”.

Los vecinos que antes gritaban desde sus ventanas, bajaron a los estacionamientos descubiertos. Estaban agrupados, hablando entre sí. Varios movieron sus vehículos al fondo de los aparcamientos, lo más alejado posible de las rejas que los separaban de la avenida La Hacienda. Otros cubrieron los vidrios frontales con cartones y colchas gruesas. Cuatro hombres ayudaban a un anciano a remolcar un Malibú viejo que estaba estacionado en el área más próxima al conflicto.

“¡Vienen subiendo! ¡Vienen las tanquetas, cuidado! ¡Ayuden al abuelo a moverse más rápido!”, gritaron desde los edificios.

11:50 pm. El olor a gases lacrimógenos impregnaba el ambiente. A los vecinos de los pisos más altos también les picaba la garganta y les lloraban los ojos. La mamá de Mariana decía que le faltaba el aire, que se estaba asfixiando. Su perrita, una schnauzer de tres años, estaba aturdida. “Tuvimos que encerrarla en un cuarto para tranquilizarla. El ruido de las detonaciones la exaltó mucho”.

Los escombros de mayor volumen cumplieron su función: las tanquetas blancas de la GNB no habían podido transitar la avenida La Hacienda. Varios manifestantes se aglomeraron frente al bloque donde vive Mariana, una gigantesca estructura en forma de prisma rectangular que delimitó la zona del conflicto.

Ese mismo bloque fue noticia el 29 de enero de 2016, cuando la Brigada de Acciones Especiales (BAE) del Cuerpo de Investigaciones Científicas Penales y Criminalísticas (CICPC) tomó por ocho horas el edificio y mató a cinco presuntos delincuentes. “Aquella vez, dentro de todo, fue menos dramático. En esa oportunidad vinieron directo a su objetivo. Mataron a esa gente pero no amedrentaron a los vecinos ni dañaron las instalaciones. Esta vez hubo mucha zozobra”, relató Mariana.

El BAE era de nuevo noticia este 27 de junio, después de que el inspector agregado del CICPC, Óscar Pérez, difundió un video en Instagram en el que se declaró en desacato al gobierno de Maduro. Sobrevoló Caracas en un helicóptero con las siglas de la policía científica, mostró una pancarta que decía “350 Libertad” en alusión al artículo de la Constitución que llama a desconocer a la autoridad que atente contra la democracia y los derechos humanos y disparó contra la sede principal del Tribunal Supremo de Justicia en la avenida Baralt.

12:05 am. Los motores de las tanquetas se escucharon con más fuerza en la avenida La Hacienda. Los manifestantes se resguardaron tras las paredes de los estacionamientos. Los más osados atacaron con bombas molotov uno de los vehículos blindados. Desde los edificios se oían aplausos y gritos cada vez que el vidrio, la gasolina y el fuego daban en el blanco.

“Desgraciados, nos tienen pasando hambre”. “Si les da la gana me quitan el CLAP”. “Váyanse con esas tanquetas al cerro”, gritaron desde un edificio.

La tanqueta bañada en gasolina se retiró. Enseguida llegó otra. Apuntó su cañón hacia arriba y disparó lacrimógenas contra los apartamentos vecinos de Mariana. Se quebraron vidrios. Los insultos de los vecinos aumentaban conforme se oían las detonaciones. El vehículo embistió las rejas del estacionamiento que comparten los bloques 17 y 18 donde vive Alfonso. La tanqueta dio media vuelta y se retiró.

Un funcionario de la GNB lanzaba piedras contra los apartamentos. Quebró el vidrio de un vehículo. Hizo gestos ofensivos con su mano derecha. “Te estamos grabando, pendejo. Eres un malandro”, gritaron.

1:00 am. Los manifestantes lanzaban bombas molotov contra la tanqueta, la GNB disparaba gases lacrimógenos y se retiraba. Habitantes de los bloques 17 y 18 levantaron la reja. Improvisaron una barrera con la cerca maltrecha para evitar que los Guardias entraran al estacionamiento.

Una mujer se asomó por una ventana del bloque 19 e insultó a varios manifestantes. “¡Ya dejen de joder, coños de madre, miren cómo han roto varios vidrios de los carros!”. Respondieron de todos lados: “Maldita chavista”. “Cállate perra”. “Eres una chavista jalabolas”. “Baja para caerte a coñazos”. “Debe ser que no estás pasando hambre”. Desde un edificio cercano, una advertencia  disipó el enfrentamiento: “¡Vienen subiendo dos tanquetas, corran!”.

1:10 am. Un vehículo de la GNB disparó gases lacrimógenos contra el bloque 19. Una segunda tanqueta llegó, giró hacia la derecha y se estacionó justo frente al portón maltrecho que derrumbaron minutos antes. Aceleró y lo tumbó nuevamente. Esta vez la puerta peatonal también se vino abajo. Se escucharon maldiciones. Desde los edificios lanzaban botellas.

La primera tanqueta, estacionada frente al bloque 19, también viró hacia la derecha. Aceleró y derribó la entrada del complejo. Intentó avanzar más pero los escombros de concreto le impidieron moverse. El vehículo que momentos antes derribó el portón vecino, ahora embestía la puerta del estacionamiento del bloque 19.

Los dos rinocerontes blancos retrocedieron. Tomaron la misma ruta por la que llegaron. Los vecinos bajaron a evaluar los daños. No se oyeron más detonaciones. Tampoco gritos. Varias siluetas se asomaron por las ventanas de los apartamentos. Todos miraban hacia la avenida principal de Caricuao, esperando el regreso de los uniformados. Después de tumbar los portones, ya no regresaron.

***

Fotografía cortesía

Fotografía cortesía