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10.000 niños han abandonado las escuelas este año: ¿Qué está pasando?; por Juan Maragall

Confinada, parte de la #SerieOcupadas de Mario Gonçalves

“Confinada”, parte de la #SerieOcupadas de Mario Gonçalves

En un artículo, publicado aquí en Prodavinci en junio de 2016, reportaba que “hay hambre en las escuelas”. Era una situación que los docentes comenzábamos a comprender en toda su magnitud y atendimos según nuestras capacidades. Abrimos las escuelas en vacaciones con el programa Escuelas Solidarias para alimentar a nuestros alumnos con riesgo nutricional, aprendimos a medir la circunferencia del brazo de nuestros estudiantes para determinar riesgo nutricional. La alimentación ya no era sólo un tema más a enseñar que encontrábamos en nuestros libros, sino que se ha convertido en uno de los factores más determinantes de la realidad de nuestras escuelas, afectándola en sus raíces y posibilidades.

En el mes de marzo de 2017 hicimos un censo: entrevistamos a 5.432 estudiantes de sexto grado y 429 docentes de 510 de nuestras escuelas estadales. Los resultados fueron abrumadores. La escasez de alimentos, el costo del transporte, la inseguridad y los salarios de hambre de docentes, obreros y administrativos han trastocado dramáticamente el día de clase.

38% de los alumnos dice que se acuestan a dormir con hambre y 74% tiene temor de quedarse sin comida en casa. Tenemos familias (14%) que no envían a sus hijos a la escuela cuando no han podido comer en casa, los dejan durmiendo para el ahorro de energía. Cuando es el día de buscar comida, 38% de los alumnos falta a la escuela para acompañar a sus padres y ayudar a proveerse. Cuando los alumnos van a la escuela muchas veces encuentran que su maestra no está, 58% de los docentes reporta faltar semanalmente a su trabajo por buscar alimentos. El hambre y la escasez rompieron la rutina escolar y con ello el clima de aprendizaje y progreso necesarios.

Junto con los problemas de alimentación, la situación de inseguridad ha alcanzado niveles realmente preocupantes: mientras en 2016 solo 8% de los maestros reportaban situaciones de enfrentamiento entre bandas o tiroteos en el entorno escolar, este año 35% registra afectación por esa causa. La violencia delincuencial se ha convertido en un factor significativo en la asistencia o no a clases.

Como resultado del hambre y la violencia, estamos experimentando una pérdida significativa de alumnos que son retirados o han abandonado la escuela. Esta es una situación tan grave como novedosa. En Venezuela no habíamos logrado que el sistema escolar creciera en cantidad y calidad necesarias para incorporar a la totalidad de nuestros niños y adolescentes, pero perder a los alumnos que ya teníamos en el sistema es una situación que nunca se había presentado en esta magnitud. En nuestras escuelas perdimos 8% de nuestros alumnos de preescolar y primaria, y 13% de los estudiantes de bachillerato. Estamos hablando de más de 10.000 estudiantes que abandonaron las escuelas de Miranda durante este año escolar. El incremento de niños y adolescentes deambulando en las calles no es casual, se corresponde con lo que hemos constatado en el censo.

Si se proyectan las cifras de abandono escolar a nivel nacional, estaríamos hablando de más de 500.000 alumnos en edad escolar que abandonaron su escuela, engrosando la cifra que la encuesta ENCOVI 2014 había estimado en un millón de niños y adolescentes excluidos. Hoy podría ascender a 1,5 millones.

En agosto y septiembre 2016, mucho se habló sobre la posible migración de alumnos del sector privado al público debido al incremento de los costos, sin embrago lo que parece haber sucedido es que 500.000 niños y adolescentes migraron de la escuela pública a la calle.

Si el futuro se parece al presente de nuestras escuelas, las cosas no se ven bien. Urge entonces el fortalecimiento de todo el sistema escolar, especialmente el programa de alimentación —31% de los alumnos dice que la semana anterior hubo al menos un día en el que sólo comió en su escuela— y también en el salario de los docentes, quienes son la columna vertebral de las instituciones y pieza fundamental en el cumplimiento de la labor de protección, educación y desarrollo de las nuevas generaciones.