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Antonio Di Giampaolo: “Lo que hace falta es una consulta electoral”; por Hugo Prieto

Antonio Di Giampaola retratado por Manuel Reverón

Antonio Di Giampaolo retratado por Manuel Reverón

En diciembre de 1999, el chavismo se presentó dividido en el estado Aragua a la elección de la Asamblea Constituyente, lo que le permitió a Antonio Di Giampaolo salir electo como constituyentista y convertirse en corredactor de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela.

A partir de ese año, el país se embarcó en un proceso político, cuyo trazo podría describir la forma de una elipsis. Esperanza en un comienzo y frustración al final. “Estamos inmersos en un torbellino que podría arrastra la suerte de la república”. No hemos llegado al desenlace, pero sí al borde del precipicio.

Di Giampaolo contextualiza la trama que siguió al proceso constituyente y el fraude constitucional que se inició desde el mismo comienzo en que una entidad supraconstitucional, el famoso Congresillo que presidió el difunto Luis Miquilena, designó a las autoridades de los poderes públicos, sin apego a las exigencias que establece la Constitución, pero en sintonía con una transitoriedad, cuyo germen era no la confusión, sino la perversión de hacer del Estado, el partido y el gobierno la misma cosa. Esto devino en la crisis del andamiaje institucional del país. Y del punto muerto de la vida política al que hemos llegado.

Di Giampaolo, integrante del grupo de constituyentistas en Defensa de la Constitución, enarbola dos principios. Uno, los ciudadanos pueden o no estar de acuerdo con la Carta Magna, pero es el contrato que nos rige. Y dos, en materia de Asamblea Constituyente, el pueblo “tiene la primera y la última palabra”.

El objeto de la Constitución de 1999 era crear un Estado social de derecho y de justicia. ¿Durante el primer mandato del presidente Chávez se avanzó en ese objetivo? ¿El país toma otro curso a raíz de la propuesta de reforma constitucional de 2007? ¿Es decir, a raíz de la propuesta de reelección indefinida que incluía otros temas?

Yo creo que la Constitución del 99 es buena y perfectible. Incluye una serie de garantías y derechos, que no estaban consagrados, por ejemplo, en la Constitución del 61. ¿Pero por qué llegamos al cambio constitucional? Porque había una serie de demandas y exigencias, entre otras, las planteadas por la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado, que no fueron atendidas. Progresivamente, se fue deteriorando el andamiaje institucional del país, así como la situación económica. Así que había un sentimiento nacional de cambio y transformación que el ex presidente Chávez supo interpretar. De hecho, nombró una comisión constituyente que nada tiene que ver con la que acaba de nombrar Maduro, por varios motivos. Uno, la amplitud con la que aquella fue constituida o conformada. Dos. Por las razones por las cuáles se llamó a un proceso constituyente. Es decir, era una cosa estructural, no un asunto coyuntural, un problema del gobierno. Pero la Constitución del 99 está en deuda con varios de sus propios postulados.

¿El primer mandato de Chávez estuvo en sintonía con el proyecto constitucional?  

Desde la propia conformación de los poderes públicos, no se aplicaron los procedimientos que la propia Constitución establecía, entre otras cosas, porque había un período de transición. No se hizo así ni al comienzo ni durante los períodos posteriores. Siempre estuvo presente la confusión o más bien la perversión que hace del Estado, el partido y el gobierno la misma cosa. Cuando tú tienes esa práctica, lo que hagas desde el gobierno, que a su vez viene ordenado por el partido, termina oprimiendo, asfixiando al ciudadano. Eso es lo que tenemos actualmente. Eso empezó con la designación de los propios magistrados. No hubo comité de postulaciones, sino una designación exprés. Tal como ocurrió en diciembre de 2015, por parte de una Asamblea Nacional fenecida. A lo mejor en aquellos tiempos chequera mataba a galán.

Hoy no hay chequera.

No sé si hay galán… no hay. Pero los reclamos de la gente, las exigencias del país, se empezaron a sentir desde el propio comienzo.

¿El fraude constitucional se incubó desde el momento del parto?

Allí están las actas y los debates que precedieron al nombramiento de las nuevas autoridades del país, lo que se hizo por métodos distintos a los establecidos en la Constitución. Se dijo entonces, que no se podía hacer de otro modo porque había un período de transición. En realidad se siguieron criterios partidistas, que han prevalecido en el tiempo con mayor o menor intensidad. La conformación de los poderes públicos no se expresó de acuerdo con la correlación de fuerzas. A lo máximo que se llegó, en el caso del CNE, es que uno de los rectores fuera alguien no vinculado al gobierno. Pero en los poderes públicos, aquí todo el mundo tiene, en mayor o menor grado, el corazón rojo rojito. Eso no se puede esconder. ¿Qué ha pasado con esta Constitución? ¡Ah!, quienes la promovieron la han terminado violando, mientras que quienes la adversaron han terminado por defenderla. A la vez ha ocurrido algo muy relevante. Amplios sectores del país se han apropiado de ella. Y eso explica, en parte, la confrontación que estamos viviendo.

El desarrollo de la Constitución sólo era posible mediante la promulgación de nuevas leyes, pero eso no se hizo.

Muchas de las disposiciones transitorias, consagradas en la Constitución, aún están pendientes: en el plano laboral, así como en el plano de la seguridad social, entre otros. Hay también disposiciones económicas. En Venezuela, por ejemplo, la devaluación está prohibida constitucionalmente. ¿Por qué? Porque el Banco Central de Venezuela está obligado a defender el valor del bolívar y a establecer políticas, junto con el Ministerio de Finanzas, para garantizar la sustentabilidad económica del país. Esos planes se hicieron. Sin embargo, hemos tenido devaluación de forma persistente y consistente. A pesar de que la Constitución ordena apoyar la producción interna, aquí se exacerbaron las importaciones a través del mecanismo del régimen cambiario. Eso, que tampoco lo establece el régimen socioeconómico de la Constitución, fue destruyendo el aparato productivo del país. Muchas empresas se convirtieron en depósitos. Eso es parte de lo que nos está pasando hoy en día.

Antonio Di Giampaola retratado por Manuel Reverón

Antonio Di Giampaolo retratado por Manuel Reverón

El sueño de construir un Estado social y de derecho duró muy poco. Digamos, el lapso que duró la campaña electoral para la aprobación de la Constitución.

Lo que ocurre es que se inventó una instancia paraconstitucional, el Congresillo, y las últimas designaciones (poderes públicos), que se hicieron desde allí. Frente a lo cual muchos nos opusimos y lo condenamos. Pero eso no es culpa de la Constitución, sino de los hombres y mujeres que estaban obligados a cumplirla y hacerla cumplir. ¿Cómo podías designar a las autoridades del país? Digamos, asignándoles un carácter transitorio, pero muchos de esos “transitorios” fueron ratificados después. Pero además es público y notorio cómo un funcionario sale de un cargo a otro.

De un cargo del gobierno a uno del Estado. Por esa perversión de entender que Estado, gobierno y partido son la misma cosa. ¿Qué otros elemento, cree usted, descarriaron el proceso constituyente?

El principio de la unicameralidad le ha hecho mucho daño al funcionamiento institucional del país. Además de que eso no tiene nada de bolivariano, porque el propio Bolívar rescataba la bicameralidad en el Congreso de Angosturas. Eso apuntala el centralismo. Venezuela no es un país pequeño, ni tampoco homogéneo. El que no haya una representación equivalente de los estados ha influido en que las regiones más pobladas son las que llevan la voz cantante en las preocupaciones y orientaciones del Ejecutivo. La Constitución dice que Venezuela es un estado federal. ¿Cómo es que no tienes representantes parlamentarios por Estados? Es decir, no todos tienen el mismo peso. Pero la unicameralidad también ha hecho daño en la asignación de los recursos, en la representación y en la exigencia de las autoridades en el funcionamiento y la igualdad de los estados. No tienes una representación igualitaria y paritaria en el país.

En un momento, los constituyentistas acordaron que el nombre de la república quedaría tal cual, República de Venezuela. Pero Chávez, que en ese momento estaba en el exterior, regreso al país y apenas poner pie en Miraflores, dijo. No, esto no es negociable. Y así fue como llegamos al nombre de República Bolivariana de Venezuela. No sé si es una inferencia, una sospecha o, simplemente, piensa mal y acertarás. ¿Pero todas esas prerrogativas que fortalecieron al Ejecutivo fueron exigencias de Chávez?

No sabría decir si fue así, porque yo no trabajé en la comisión que trató el tema de los poderes públicos y en particular el tema presidencial. Por supuesto, yo estuve presente en el debate y me opuse a la exacerbación de las competencias del Ejecutivo en casi la totalidad de las esferas del país, así como de la prolongación del mandato presidencial. Yo era partidario de la reelección, pero por un solo período (cuatro años) y menos aún de la reelección indefinida y sempiterna, que es lo que actualmente tenemos.

Qué es otra perversión.

Será de las cosas que, eventualmente, habrá que corregir. Así como la necesidad de buscar un mecanismo para que la independencia, equilibrio y equidad de los poderes públicos, se materialice de manera más concreta. La Constitución consagra la cooperación y concurrencia de los poderes públicos en la atención de los problemas del país, pero también consagra la separación, el equilibrio y la independencia. ¿Cómo conjugar la concurrencia de los poderes?

Ciertamente, es un tema pendiente.

Y lo puso en evidencia las sentencias 155 y 156 del TSJ (que entre otras cosas usurpan las funciones de la Asamblea Nacional).

Déjeme formularle la pregunta de otra forma. ¿Hubo negociaciones o simplemente se complacieron las exigencias del ex presidente Chávez?

¿Cómo fueron las negociaciones? Es un tema frente al cual yo no tengo información. Pero hubo cosas que sorprendieron mucho. Porque había constituyentistas, por ejemplo, que tenían posturas según las cuales el período presidencial debía ser de cuatro años y finalmente se aprobó un sexenio. Otro tema fue en el nombre de la república, en una primera discusión se dejó tal cual: República de Venezuela, incluso con la aprobación del hermano del ex presidente Chávez, Adán Chávez. En una segunda votación, que además se pidió que fuera nominal, para ver quien votaba por una cosa u otra, se impuso una cosa totalmente distinta. Pero también hubo ahí otras cosas que llaman poderosamente la atención. Siendo una Constitución, que se pretendió llamar bolivariana, debió ser bicameral, pero se impuso la tesis de la unicameralidad (patrocinada por Hugo Chávez).

El art. 328 abrió un boquete por el cual los militares, que ahora participan en el desarrollo de la nación, tomaron el control de órganos muy importantes del Estado, desde la distribución de alimentos, hasta las finanzas públicas, pasando por la actividad pesquera. También está el tema de los ascensos. ¿Qué puede decir sobre estos asuntos?

Sí, llegamos a tener generales para la harina, la carne, la papa, los guisos. Si hay un principio consagrado en el pensamiento bolivariano es la sujeción del poder militar al poder civil. Y una manera de establecer un control es el tema de los ascensos de los altos oficiales, pero se decidió que no, porque era una perversión que la vida partidista tuviera incidencia en la estructura institucional de las Fuerzas Armadas.

Se sacó a colación la incidencia que en su momento tuvo la señora Blanca Ibáñez. 

Hubo referencias a ese episodio. Pero resulta que la práctica nos ha demostrado que si había partidización de las Fuerzas Armadas en la IV República, al menos había pluralismo. Actualmente, no. La Constitución reza que las Fuerzas Armadas no estarán al servicio de ninguna parcialidad política. Y es público, notorio y comunicacional, que ocurre lo contrario. Además, no lo esconden, porque si lo escondieran no ascienden y serían cuestionados a lo interno por el propio gobierno y sus propias autoridades.

De ahí la consigna, Patria, Socialismo o Muerte. O Chávez vive, la patria sigue.

Claro, pero aquello que se intentó corregir (la excesiva partidización) terminó siendo sustituido por el monopolio de una parcialidad política. Hay un monopolio, evidentemente.

Todo el mundo habla de que las Fuerzas Armadas son el ala armada del PSUV.

Claramente, se habla así.

Antonio Di Giampaola retratado por Manuel Reverón

Antonio Di Giampaolo retratado por Manuel Reverón

Dentro del contexto de lo que hemos hablado, cabe la tesis de que a través de formas legales, en Venezuela se está construyendo una dictadura. De la fallida reforma constitucional, por ejemplo, pasamos a la aprobación de un conjunto de leyes que son contrarias al espíritu y lo que establece la Constitución. Tenemos, además, lo que ocurrió después del 6-D del 2015, la aprobación del Decreto de Emergencia, que le ha permitido a Maduro gobernar por espacio de año y medio sin el control de la Asamblea Nacional. Aquí no hace falta que se discuta el presupuesto nacional, ni la aplicación de políticas públicas. Aquí no hace falta el estado de derecho. ¿Cómo ve esa trayectoria y en qué puntos podría detenerse para poner de manifiesto el autoritarismo y la militarización de la sociedad?

Si aquí no se impone la Constitución, lo que va a terminar rigiendo es la ley del talión: ojo por ojo y diente por diente. La Constitución recoge una serie de principios frente a los cuales los ciudadanos podemos estar de acuerdo o en desacuerdo. Pero es lo que nos rige. Esta Constitución consagra la existencia de los poderes públicos, pero si a través del control institucional, a uno de ellos (Asamblea Nacional) lo minimizas y llegas, en una primera fase, a anularlo y luego a ignorarlo, porque eso fue lo que dijo la sentencia 156 del TSJ, el remedio terminó siendo peor que la enfermedad. Tú sabes que en esa instancia, los magistrados pueden aclarar su sentencia, pero ¿Cómo aclaras que en Venezuela no hay inmunidad parlamentaria?, ¿Cómo es que las funciones de un poder público las puede ejercer otro? Si te pones a aclarar eso, es porque no hay Constitución. No aclares que oscureces. Y eso fue lo que ocurrió realmente. Por eso digo que el remedio resultó peor que la enfermedad. Y la solución que se buscó es realmente insólita. Eso fue lo que puso de bulto lo que varios sectores del país venían denunciando desde hace tiempo. Que hay un quiebre institucional en el país. Que hay un quebrantamiento del orden jurídico. Y que hay varias maneras de dar un golpe de Estado. Así como te hablan de guerra no convencional, hay golpes de Estado que no son tan convencionales. Y hay maneras de darlo y esto fue lo que ocurrió con la sentencia del TSJ.

Esto es golpismo de librito.

Lo que ocurrió en la primera etapa de Chávez, cuando se pretendió subestimar al gobierno, ahora está pasando al revés. Ustedes, oposición, no son mayoría. Los que ustedes deciden en la Asamblea Nacional no tiene ningún efecto legal. Por ahí llegamos a un método distinto al de la confrontación política. Porque si destruyes la institucionalidad del voto, no importa que logres conformar una mayoría, no importa que esa mayoría se exprese, porque yo la puedo desconocer… estamos transitando un camino muy peligroso. Un camino donde en lugar de la Constitución podría imponerse la ley del talión, y eso es muy peligroso en cualquier sociedad. Yo no quiero eso para mí país. Creo que hay gente dentro del gobierno y, por supuesto, dentro de la oposición, que tampoco lo quiere. A través del congreso de la patria y el parlamentarismo de calle, se intentó desconocer a la Asamblea Nacional. Si no le das al voto el valor que tiene, lo que vas a hacer es dinamitar la expresión popular.

¿Además del manifiesto público que dieron a conocer que iniciativas van a llevar adelante los constituyentistas en defensa de la CRBV?

Este es un grupo en el que cada quien, con sus particularidades, hace un esfuerzo por concentrarnos en la defensa de la Constitución. Son varias iniciativas. Está, por ejemplo, el Bloque Constitucional, que es un grupo de trabajo muy valioso. Recientemente, se creó el Frente en Defensa de la Constitución, a instancias de la Asamblea Nacional, que también reúne a un conglomerado de personas y de instituciones de la vida nacional, que independientemente de sus posturas políticas —aquí hay gente que viene del 4-f, así como de las academias— coinciden en la necesidad de la Constitución. ¿Y en qué coincidimos? En un punto fundamental: en materia de constituyentes el pueblo tiene la primera y la última palabra. En esto coinciden desde Florencio Porras hasta Ricardo Combellas, por mencionar dos nombres. Yo no puedo entender que dos personas que lean la Constitución, saquen conclusiones distintas. Pienso que es porque estamos viviendo este tiempo, en el que si ellos dijeron revolución, nosotros dijimos democracia. El antagonismo político no nos permite ver más allá de la coyuntura. Tenemos que hacer un esfuerzo por levantar la mirada y ver más allá. Te das cuenta que esta confrontación, en la que el país está inmerso, necesita buscar cauces que abran caminos a la participación ciudadana.

La oposición está pidiendo que se aplique la Constitución, así como la comunidad internacional y más recientemente ustedes, los constituyentistas.

Todo el mundo pide lo mismo. Pero fíjate que curioso. Estamos volviendo a los tiempos de Monagas en los que la Constitución servía para todo. Porque tirios y troyanos dicen valerse de esta Constitución para hacer cosas distintas. Unos dicen una cosa, después de haberla leído y otros dicen algo totalmente distinto después de haberla leído. Es sorprendente, pero lo explica el antagonismo político y frente a eso cualquier consulta electoral que se haga podría poner en evidencia de qué lado está la mayoría. Y, además, que iniciativa política respalda el elector. Hasta un referéndum, cuya pregunta sería. ¿Quiere usted o no una nueva Constitución?, podría ser una solución. Esto no es un conflicto legal, no es un conflicto constitucional, sino un conflicto político. Maduro podría hacer la pregunta, pero como sabe cuál va a ser la respuesta, no la hace. Eso es lo que nos está pasando.

Más allá de ciertas consignas, no veo en las protestas de calle una defensa contundente de la Constitución.

Las concentraciones de la protesta son cada vez más numerosas, más contundentes, pero ciertamente no es la totalidad del pueblo. Pero si les dices a esos ciudadanos. Mañana hay una elección para definir el curso político del país. Tú tienes a toda la gente en la calle participando electoralmente, para decidir su destino. Lo que falta es una consulta electoral. Y ahí sí, muchos ciudadanos que no marchan acudirían a las urnas para decidir su destino.

Hay la impresión de que la calle nos va a llevar a un desenlace, porque un solo hombre podría cambiar el curso de la historia, como lo dijo Julio Borges, presidente de la AN. Quizás un magistrado o un militar. Igualmente, está la idea de que los militares van a dejar de reprimir y se van a poner del lado del lado de la protesta, del pueblo. Lo han dicho tanto dirigentes políticos como agitadores en las marchas. Pero también están los que defienden la Constitución. Hay unos que quieren una solución inmediata y otros que creen que hay una solución política que está en la Constitución. ¿Cómo se compaginan ambas cosas? ¿Cómo se va a resolver eso?

No estoy en capacidad de decir cómo se va a resolver esta situación, sólo podría adelantar la forma en que yo quisiera que se resuelva. Si la protesta en la calle termina exacerbando la anarquía, porque factores infiltrados o factores del gobierno la penetran, por ejemplo, el gobierno terminaría fortaleciéndose. Ahora, en la medida en que la protesta sea masiva, cívica, ciudadana, es otra historia. Yo lo que creo es que esto requiere la combinación de varios factores. ¿Cuáles serían? La protesta cívica de la gente, el reclamo y la exigencia del cumplimiento de la Constitución y, finamente, la posibilidad de que los ciudadanos se expresen en las urnas para decidir su destino. Yo creo que la combinación de esas tres cosas puede ahorrarle al país, y yo espero que eso sea así, lo que los académicos han llamado la senda de la conflagración civil. Y yo le agregaría el escenario donde se aplicaría la ley del talión.

Usted plantea que la combinación de esos tres elementos podrían desembocar en la salida pacífica, democrática y electoral, ¿Pero eso se va a conseguir este año o en qué plazo?

Yo tampoco tengo una respuesta para esa pregunta, tendría que tener una bola de cristal por delante. Pero yo sí creo que la represión, que ha sido brutal, la utilización de tribunales militares, que contraría la ley y desconoce al juez natural y el debido proceso, están escalando el conflicto desde el gobierno. Y es conducta está incrementando la tensión política y social. Nosotros estamos en medio de un torbellino que puede arrastrar consigo a la república.

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