Artes

Guillermo Díaz Yuma: “En Venezuela no hay una cultura de arte”; por Diajanida Hernández

El Taller Experimental de Teatro cumple 45 años

Por Diajanida Hernández | 1 de abril, 2017
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Guillermo Díaz Yuma retratado por Franca Franchi

Miembro fundador y actual director del TET, Díaz Yuma regresa a la historia del mítico grupo teatral venezolano y aborda la gestión cultural en un país en el que las iniciativas de este tipo no son prioridad del Estado.

Constancia, entrega o perseverancia son algunas palabras que surgen cuando se revisa la trayectoria del Taller Experimental de Teatro (TET). Más de cuatro décadas han transcurrido desde que un grupo de jóvenes actores se organizó alrededor de la figura de Eduardo Gil, a principios de los años setenta, en los sótanos del Aula Magna de la Universidad Central de Venezuela, para formar un colectivo de artes escénicas que explorara una forma diferente de hacer teatro. Un empeño admirable en un país en el que los proyectos culturales tienden a desaparecer.

Con el paso del tiempo el TET no sólo se ha convertido en una referencia central del teatro venezolano, su proyecto se ha adaptado y se ha expandido para trabajar áreas más allá de la puesta en escena y la creación de obras: la formación actoral (incluyendo a niños y jóvenes), la investigación y el trabajo comunitario.

En 2017 el TET cumple 45 años. Para comenzar la celebración, el pasado sábado 25 de marzo se estrenó el montaje teatral El río bajo el río. Crónicas de Alicia Jiménez de Sánchez, obra que se inscribe en una de las líneas que, desde su fundación, explora este grupo: el ser venezolano.

Guillermo Díaz Yuma, actor, profesor, miembro fundador y director general del TET explica que El río bajo el río es un libreto de Lya Bonilla que partió de las crónicas sobre la infancia de los hermanos Jiménez Leal, escritas por Alicia Jiménez de Sánchez, tía de Bonilla. “Nosotros tenemos tres líneas de investigación: el texto poético, el texto dramático y el texto literario. Dentro del texto poético, desde el establecimiento del grupo, hemos tenido un interés de indagar sobre lo venezolano, cómo es eso de lo venezolano en el teatro. Eso responde a influencias como las de Peter Brook. El principio base es indagar sobre el gentilicio venezolano, le ponemos al teatro como investigación la pregunta de qué somos. Este montaje está dentro de esa línea”.

El TET surgió en una época que heredaba el influjo de los años sesenta, la idea de revolución estaba en muchos ámbitos.  

Somos herederos de esa época, ya en el 72 estaba cambiando el ambiente pero lo que hacemos nosotros está impregnado del espíritu de aquella época. Dicen que somos los Grotowskianos, tomamos de Grotowski y de toda aquella gente que revolucionó la manera de hacer teatro. Éramos jóvenes, saliendo de la adolescencia, y empezó este empeño, la pandilla alrededor de Eduardo, que era el genio creador. Recuerdo aquellos momentos con sentimientos gratos. Estaban Antonieta Colón, Pedro García y yo, que éramos los actores profesionales, y los estudiantes eran Newton Rauseo y Édgar Díaz. La primera obra estuvo basada en poemas de Artaud (Quién soy, quién no soy). Luego de la fundación del TET y de la primera obra había un grupo como de treinta estudiantes.

¿Podría hacer una selección de momentos importantes de la historia del TET?

El día que fundamos el TET en la Galería Universitaria de la UCV, con unas improvisaciones en la que nos guiaba Eduardo y allí empezó el TET. Ese sería el primer momento.

El segundo, cuando tuvimos lo que yo llamo la primera gerencia, que fue una casa en Santa Mónica. Trabajábamos en la parte de arriba y la de abajo la convertimos en cubículos para doctores y subalquilábamos para poder pagar la renta. Con una obra que dirigió Eduardo, que se llamaba Morir soñando, conseguimos un subsidio con Fundarte, que era de 60 bolívares, y eso nos ayuda a la producción de las obras que hacíamos.

El tercero es la llegada aquí, al Teatro Luis Peraza, por ofrecimiento de José Antonio Abreu. A finales de los años ochenta estábamos como grupo itinerante y montamos Ricardo III. José Antonio fue a ver la obra y le encantó, nosotros le pedimos un espacio y él nos ofreció un teatro. Luego de pensarlo le dijimos que sí, que aceptábamos el espacio y el reto que nos propuso: tener programación constante, tener un centro de formación actoral y crear todos los años una o dos obras.

Otro momento fue cuando vino por segunda vez Elizabeth Albahaca a trabajar con nosotros, ella fue actriz de Grotowsky durante catorce años. Fue nuestra maestra, hizo con nosotros creo que once montajes en un lapso de quince años. En ese tiempo también vino la mano derecha de Grotowsky, Teo Spichalski.

Hay otros momentos importantes, pero creo que hay que destacar la labor de mantener a un grupo unido, eso en estos momentos es algo insólito. En el mundo hay grupos a los que se les paga para que estén juntos, pero que se unan voluntariamente para hacer algo permanentemente es muy extraño. Y eso es un gran logro nuestro.

También habría que destacar que hemos mantenido un concepto plástico en las obras, que la gente lo identifique, tener un público cautivo que espera ver lo que estás produciendo. Que la gente que es parte del grupo no sólo es actor, sino que también evoluciona, es pedagogo, educador, director, artista plástico. Eso es un logro producto de la constancia y de mantenerse en un sitio en el tiempo. Si un grupo no tiene un espacio permanente no van a poder producir obras de arte, el arte necesita permanencia.

¿Cómo trabajar en Venezuela con proyectos culturales para darles continuidad y lograr que se conviertan en instituciones sólidas?

Es un empeño, los psiquiatras dirían que obsesivo, casi psicótico. Es un acto heroico si uno lo ve como si no fuera de aquí. En Venezuela ha habido atención a la cultura en general por parte de los diferentes gobiernos, pero con la cultura de arte han sido muy mezquinos. Con la excepción de cuando llega alguien con un momento de poder y hay como un florecimiento, que dura máximo tres años; después viene otra persona y se apaga todo. Con el tiempo uno va tomando conciencia de que la cultura venezolana es así, en general. En la cultura de arte hay una gran incertidumbre, no hay constancia de parte de los entes de poder. Uno asume eso individualmente y, en el caso nuestro, grupalmente.

Nosotros venimos de la cultura de los sesenta, de la revolución del teatro, la época de Grotowsky, de los grandes cambios. Somos herederos, por medio de Eduardo Gil, de esa cultura y de un gran empeño en realizar las ideas creativas que tú quieres hacer. Digamos que la formación y la disciplina educativa en el teatro nos inculca eso: si tú quieres algo, lógralo; si lo sueñas, que se haga realidad; si lo imaginas, que se vea. Y eso es el teatro. Creo que eso, desde los primeros que formamos este grupo hasta ahora, se ha mantenido y ha ayudado a que, en el tiempo, las diferentes personas que han entrado y salido y las que permanecen tengan constancia y empeño, que varía según las circunstancias del país.

Cuando hay crisis la cultura es lo último, las prioridades son la salud, la educación, lo militar, lo religioso y, de último, por allá, la cultura. Y eso es un problema cultural, no es un problema sólo de gobierno. Es un problema cultural de fondo que heredamos desde la Colonia porque esto no era un sitio importante, era un sitio de paso y lo importante sucedía en Colombia o Perú. Nos quedamos como un sitio de paso en cuanto a la cultura de arte. Cuando tú vas tomando conciencia de ello te vas preparando para el futuro. Ahorita tenemos bastante trabajo, pero sabemos que dentro de año y medio no va haber tanto trabajo. Entonces, como las hormigas, vas ahorrando, vas previendo, vas invirtiendo para afrontar los tiempos malos y que haya una continuidad creativa.

¿Qué ideas daría el TET para cambiar la gestión de la cultura de arte en Venezuela?

A pesar de todo lo que te estoy diciendo han habido intentos de cambiar eso. Cuando se hizo el Inciba, después con el Conac, el Iaem ahora. Recientemente, el Centro Nacional de teatro, que no existe porque lo que existe es la Compañía Nacional de Teatro. Todos han sido proyectos maravillosos, pero parece que cuando ven cuánto cuesta se echan para atrás, eso corresponde a lo que estábamos hablando.

Nosotros estamos aquí por un proyecto de José Antonio Abreu, cuando era ministro de Cultura, la idea era que los grupos habitaran los espacios de estructura teatral. Eso es una gran idea, dio resultado durante unos diez años y todavía subsiste el Teatro San Martín, donde está Texto Teatro, y nosotros.

En este gobierno, en el momento en el que estuvo Pedro Calzadilla hubo año y medio de florecimiento del teatro, había trabajo, había esperanza, la gente estaba contenta. Se fue Pedro Calzadilla y murió. Otra vez se fue hacia abajo. Este gobierno también ha hecho inversiones en lo cultural con respecto al rescate de los teatros en el centro, que me parece maravilloso, pero están convertidos en unos entes burocráticos porque funcionan como una oficina de una empresa de la Pepsi-Cola, de tal hora a tal hora. ¿Y los grupos? ¿Cómo hacen para presentarse? ¿Cómo hacen para ensayar? O el Sistema Nacional de Cultura Teatral que fue un decreto del presidente Chávez para que le llegara directamente dinero a los creadores y fue, de alguna manera, sectorizado más hacia la música, aunque el teatro con su ingenio también participó, pero con mucho trabajo, le costó mucho meterse allí. Pero como siempre la llama surge y se apaga. Hay buenas ideas y las dejan morir. Nunca son políticas permanentes de Estado.

Proponer algo es una cosa muy difícil porque es ir a la psique del venezolano. Y eso tiene que ver con la educación y con la parte cultural de arte que es la que nos interesa a nosotros. Tendría que haber disposición. Es como una mesa de cuatro patas a la que le falta una. La pata de la cultura de arte Venezuela no la tiene, a veces alguien le pone unos libros para que no se caiga la mesa, pero no existe la pata como las otras, y cuando las otras se tambalean a esta le va peor.

En Venezuela no existe una cultura del arte. Si yo fuera un planificador de cultura me metería en educación, que ha habido intentos también. Este gobierno lo ha hecho con esos grupos de teatro de los liceos, no recuerdo el nombre del proyecto, esa es una buena idea pero no suficientemente bien encaminada. Se encierra, porque todo se va como encerrando en equipos de poder y los enlaces y las redes de comunicaciones no se dan. Ese es otro de los problemas que habría que atacar: hasta que todos no sintamos que eso es una necesidad, que eso es como la comida, que eso te alimenta el alma, no va haber cambio. Yo empezaría por la educación. Y no verlo nada más como un proyecto que se le lanza al país tipo “ahora vamos hacer escuelas de teatro en todo el país”, tú tienes que ir a la base para que en unos veinte o treinta años veamos el cambio. Para que la cultura cambie.

Diajanida Hernández 

Comentarios (1)

Rosa Diaz Pereira
2 de abril, 2017

Excelente entrevista y muy buena la exposicion del Maestro Yuma a quien admiro, por tantas cosas entre ella,la constancia, visión diciplina,rigor etc , muy cierto todo con respecto a la constancia que debe tener el Estado,ayudar para que grupos o colectivos como el TET, tengan sus propias instalaciones para crecer y formar actores de calidad con conciencia.para mí el TET es otra forma de hacer teatro, desde tu esencia, con trabajo del bueno. Exito

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