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Valentín Arenas: El profesor universitario; por Susana Soto Garrido

Valentín Arenas retratado por Ricardo Jiménez

Valentín Arenas retratado por Ricardo Jiménez

Valentín Arenas es abogado, profesor en la Universidad Católica Andrés Bello de la materia Instituciones Políticas. Dicta también el Seminario sobre Desarrollo y Humanismo y tiene 40 anos como docente en esa casa de estudios, de la cual fue, además, director de la Escuela de Derecho. Es actualmente columnista del diario El Nuevo País y de 2001 y tuvo, además, tribuna en El Universal entre 1997 y 1999.

Una porción de las experiencias migratorias desde Cuba hacia Venezuela que han sido recogidas en esta publicación, formó parte activa del proceso revolucionario cubano de finales de los años 50 y principios de los 60 cuyo giro, inesperado para ellos, y en lo absoluto compartido, sería la razón de su llegada a Venezuela. Es Arenas uno de esos casos.

Amigo personal de quien propiciara aquél desenlace político, económico y social, nos entrega sus memorias de entonces para dar inicio a esta serie de testimonios.

¿Qué edad tiene usted?

Este año voy a cumplir, si Dios quiere, los 80. Yo nací en la ciudad de Santa María del Rosario, una ciudad campestre de la Provincia de La Habana, en 1926. Mi padre era abogado, no rico pero sí muy buen profesional, además de un comprometido apóstol seglar de la Iglesia en Cuba, que fue condecorado por tres pontífices.

¿Qué recuerdos tiene de su infancia y de su adolescencia?

Fue una infancia normal, alegre, éramos siete hermanos. Mi deporte favorito era el béisbol y compartí con Fidel Castro ese juego, además de las clases, porque ambos éramos del equipo del Colegio de Belén y compañeros de salón entre 1940 y 1945. Después estudié Derecho de 1945 a 1950, donde también estudié con Fidel. En suma, los cinco años de bachillerato y los cinco años de la carrera, excepto el último año que él no pudo terminar sus demás compañeros porque se unió a unas de las bandas urbanas de ese entonces, y estaba siendo buscado por la banda contraria a la suya, que dirigía Rolando Masferrer, por lo que tuvo que esconderse en la finca de su padre, en la Provincia de Biran, en el Oriente de Cuba, para que no lo fueran a matar. Recuerdo que un día iba con él en su carro y me dijo de repente que me tirara al suelo. “¿Pero qué pasa Fidel, qué pasa?” le pregunté. Había pasado uno de la banda de Masferrer que era su enemigo, pues estaba en la banda contraria a él. Eran como guerrillas urbanas, dos bandas enfrentadas. Por eso no terminó con nosotros el quinto año, porque antes de iniciar la revolución, andaba en grupos gansteriles.

¿Y qué hacían esos grupos?

Se enfrentaban unos con otros.

¿Eran algo así como patoteros o qué exactamente?

Sí, algo así. Eran patoteros, capos que se enfrentaban. Se dijo también que él había estado en el Bogotazo en Colombia, cosa que no me consta, y que él fue uno de los que disparó contra Gaitán, lo que tampoco me consta. Que estaba en Colombia sí parece… parece no, en esa época él estaba en Bogotá.

Hay una anécdota de Fidel que creo que vale la pena que se la cuente, porque es una anécdota de la cual somos testigos él y yo, lamentablemente. Una vez en la Universidad de La Habana, al terminar una clase de Legislación Obrera, todos los alumnos salimos, como era la costumbre a charlar, a despejar la mente para empezar la próxima clase. Yo me asombré de que Fidel, que era tan conversador, se quedara ese día en el salón. Regresé a ver qué le pasaba y me encuentro con que estaba leyendo Mi lucha de Adolfo Hitler y me comentó que a ese hombre había que imitarlo. Le dije que estaba loco y me fui. Llamar la atención era algo importante para él, pensé que en ese momento lo estaba haciendo y no le hice mucho caso.

Eso fue en tercer año de Derecho, en la clase de Aureliano Sánchez Arango, quien después fue ministro de educación en Cuba, en el gabinete de Carlos Prío Socarrás, y ya que le estoy contando cosas, le cuento todo: yo estaba aspirando a ser Cum Laude. Sánchez Arango y yo discutíamos mucho en esa clase, porque yo no era de izquierda como él y en un examen me reprobó, cosa que me inhabilitaba para ser Cum Laude. Fidel era amigo mío pero de él también, y al enterarse, fue a hablar con el profesor. Pues logró que me cambiara la nota y eso me permitió graduarme Cum Laude.

Fidel y yo teníamos buena amistad. Era un tipo naturalmente simpático, sobre todo cuando estábamos en el colegio, siempre un poco loquito, no era un tipo equilibrado, y buscaba sobresalir como fuera, con algo bueno o con algo malo, pero sobresalir. Ya cuando había subido a la Sierra, me mandó un día a un emisario, Antonio Ravelo, amigo de ambos con quien fui a conversar en un carro por el malecón de La Habana, porque no se podía hablar de estas cosas sin riesgo con Batista en el poder.

Yo pertenecía a Agrupación Católica Universitaria de profesionales, que estaba tratando de ganar cátedras por concurso en Universidad de La Habana. Fidel sabía esto y me mandó a decir a través de Antonio Ravelo que le consiguiera seis abogados que se fueran conmigo a la Sierra Maestra para preparar las leyes revolucionarias, porque él iba a ganar la revolución; que él entendía que de armas yo no sabía nada, por lo que me iba a poner en un lugar seguro en la montaña.

Yo también quería un cambio para Cuba porque había mucho malandraje político, mucha corrupción, y pensé que era mi deber hacer algo por la patria. Le mandé a decir con Antonio que me iba para la Sierra Maestra con los seis abogados, pero con una condición. Sabía que desde tercer año de Derecho, él había asistido a las sesiones de adoctrinamiento del Partido Comunista en la calle Carlos III de La Habana. Le pedí, a través de Ravelo, que en la radio Rebelde –emisora entonces ilegal, pero que se oía en toda Cuba por las noches-, él o alguno de sus compañeros dijera algo contra el comunismo para que yo supiera que él tenía libertad de hablar contra los comunistas. Sólo entonces contaría conmigo. Estuve pegado a la radio todas las noches durante 30 días seguidos y nada se dijo al respecto.

Al poco tiempo, Antonio Ravelo baja de nuevo de la Sierra Maestra diciéndome que le había hecho mi planteamiento a Fidel, quien me mandaba a decir que no era comunista, pero que tenía mucha ayuda de ellos en ese momento y que no podía romper la unidad revolucionaria. Pues le envié el mensaje de que se buscara a otro tonto que subiera a la Sierra Maestra para hacer las leyes de la revolución. Fue así como rompí con él.

¿Por qué razones y en qué fecha sale de Cuba?

Salí de Cuba en el año 1961. Fidel no ganó la revolución en Cuba, eso es falso. Fidel ocupó un cargo, el gobierno que dejó vacío el presidente Batista, quien una noche, el 31 de diciembre del año 1958, se fue sorpresivamente en un avión, como se van todos los dictadores siempre, corriendo. Entonces se creó un vacío de poder y Fidel bajó de la Sierra, cómodamente, sin riesgos, recorrió toda la isla de Oriente a Occidente y llegó a La Habana como un triunfador. Si Batista no se rendía, Fidel jamás en la vida habría derrotado al ejército de Batista. Fidel hace en Cuba una guerra fundamentalmente psicológica que llegó a asustar al presidente mismo, al punto de irse.

¿A qué distancia está la Sierra Maestra de La Habana?

A unos 800 kilómetros.

Le quiero contar otra cosa. Cuando el asalto al Cuartel Moncada, que fracasó, los soldados de Batista empezaron a matar a muchos de los que estaban con Fidel y a Fidel también lo iban a raspar. Lo salvó el Arzobispo de Santiago de Cuba, porque lo cubrió con su sotana y le dijo a los guardias que para matar a ese muchacho tenían que matar primero al Arzobispo de Santiago de Cuba. Así fue como el Arzobispo le salvó a Fidel Castro.

Ahora dígame, por favor, cómo sale usted de Cuba.

Siempre pensé que era un error dejar el país, pero pudo más el afecto paterno hacia mis hijos y mis hijas. Si mis hijos se quedaban en Cuba, iban a dejar de ser hijos míos para ser los hijos de Fidel Castro y de la revolución y eso era demasiado. Hubo casos de hijos adoctrinados que habían denunciado a sus padres y éstos habían sido apresados. Yo tenía una mentalidad católica muy definida y le daba prioridad a los valores espirituales.

Escribí por año y medio en un periódico que se llamaba Avance y como me gradué Cum Laude, me gané un puesto de Abogado de Oficio, lo que se llama aquí abogado de presos, de gente sin recursos, en una audiencia de un tribunal importante de la Provincia de Oriente.

Una vez escribí en Avance, un artículo titulado “Quién mató a Camilo Cienfuegos”, donde daba a entender que lo había mandado a matar el propio gobierno, afirmación muy peligrosa de hacer en ese momento, porque constantemente salían en primera página los que habían sido fusilados en La Cabaña.

El G2 vigilaba mi casa, y amigos míos caían presos y eran interrogados por ellos, como José Ignacio Lasaca y un Monseñor Boza. No podía darme el lujo de caer preso con cinco niños pequeños que necesitaban de mí y de su madre. Como mi padre era abogado de la Embajada de España y siempre tuvo muy buenas relaciones con España porque allí estudió la carrera, me aceptaron en esa embajada durante 10 días -en tanto no tenían derecho de asilo-, mientras me buscaban asilo en una embajada latinoamericana. Me refugié entonces en la Embajada Argentina donde estuve como tres meses, hasta que me dieron el salvoconducto para salir vía México. Pero yo quería venir a Venezuela.

¿Dónde estaba su familia?

Mi mujer sale antes en el barco español Satrústegui, que iba a España y hacía escala en La Guaira. Yo había extraviado mi pasaporte, y le pedí que se fuera antes con los niños, porque si se quedaba y yo me iba primero, los iban a dejar como rehenes. Fue un día dramático para mí, terrible. Mi pasaporte no aparecía por ninguna parte y eso fue lo que de cierta manera me salva. A mí no me iban a dar pasaporte si me estaban buscando y esa es una de las razones por las cuales me vi obligado a asilarme. Por las relaciones que teníamos con la Embajada de España, demoraron hora y media la salida del Satrústegui, esperando a que yo llegara para que me fuera con mi familia. Esa demora llamó la atención del G2 cubano que interrogó a mi mujer durante una hora. Llegué luego al muelle sólo a despedirme porque sin pasaporte no me podía ir y le rogué que diera media vuelta y entrara al barco, le di un beso y le dije que ya nos encontraríamos en Venezuela. Así me despedí trágicamente de mi mujer y de mis cinco hijos. Allí me podían haber detenido. Si yo encuentro mi pasaporte e intento irme con ellos, habría caído preso.

¿Qué sucede luego?

Nosotros teníamos salida en Cuba nada más que para México, porque el gobierno de México simpatizaba con el gobierno de Castro. Por eso, una vez allí, me quería ir en el primer vuelo que saliera.

¿Salió de México directo a Venezuela?

Era un vuelo para Buenos Aires, que hacía escala en Venezuela. Como yo en Cuba había fundado junto con José Ignacio Rasco el Movimiento Demócrata Cristiano que estuvo vigente dos años y medio antes de que Fidel lo ilegalizara por decreto, yo tenía contacto con Rafael Caldera, quien me consiguió la visa y pude reunirme con mi familia en este país.

Quisiera saber cómo se sintió recibido en Venezuela, y a qué cosas se dedicó al llegar.

Cuando llegué no tenía ni un centavo. Llegué a este país por una motivación un tanto emocional. Cuando dije que quería irme para Venezuela, en mi familia me dijeron que si estaba loco, teniendo otros familiares en Miami. “¿A quién tú conoces en Venezuela muchacho?”, me preguntaba. A Bolívar, les respondí. Pensaron que estaba desvariando. Sucede que aprendí a admirar a Bolívar a través de lo que Martí escribió sobre él. Martí admiraba mucho a Bolívar y los párrafos más bellos sobre Simón Bolívar los escribió José Martí.

Entonces, el padre Alberto de Castro, Sacerdote Jesuita, director de un seminario llamado Convivio que cursé en el Colegio de Belén, estaba aquí y había fundado la revista FACE, que trataba de abrirle los ojos a los venezolanos de lo que estaba pasando en Cuba. Me ofreció trabajar ganando 2.000 bolívares mensuales, que en aquel momento era un platal. A las 72 horas de haber llegado empecé a trabajar en esa revista, que le llegaba a los cien mejores empresarios, políticos, militares, etc. Era una revista selectiva y me sentí muy bien ahí, porque podía acceder a ciertos círculos para informar.

En 1965 empecé a trabajar en la Universidad Católica Andrés Bello como profesor. Me acabo de jubilar este año después de 40 de docencia. Le di clases a Julio Borges, a Gerardo Blyde, a Pedro Niken y a una generación completa de venezolanos, que no puedo recordar ahora porque son demasiados. Siempre me gustó mucho la docencia, y sigo dando clases ad honorem en la UCAB.

Le resulta difícil salir del mundo académico.

Tengo una sola materia, porque me cuesta no trabajar, separarme de la universidad después de tantos años. Fui director de la Escuela de Derecho de la UCAB de 1989 a 1992. Yo había trabajado también en Cuba en entidades de ahorro y préstamo, y Eugenio Mendoza, que fue el fundador del Banco Hipotecario de la Vivienda Popular, me llamó para que fuera asesor del banco. Imagínese, yo que estaba corto de dinero, me pareció aquello como caído del cielo.

¿Cómo conoció a Eugenio Mendoza?

Porque tenía amistad con Carlos Acedo Mendoza, su sobrino. Preparé todo el formulario de solicitudes y análisis de crédito de ese banco. Después Acedo Mendoza y Pablo Moser fundaron La Primera Entidad de Ahorro y Préstamo de Caracas y me llevaron a trabajar allí. Me quedé poco tiempo en La Primera porque Carlos Acedo Mendoza pasó a trabajar en Cordiplan y yo quería conocer lo mejor posible a Venezuela y la posición de Cordiplan era muy importante para eso, porque me daba una visión de todo el país en el área económica, social y política. Con él y Marino Pérez Durán, fui co autor de un libro titulado Venezuela ruta y destino, prologado por Rafael Caldera, que daba una versión muy completa de Venezuela y sus problemas, un texto muy interesante que en ese momento tuvo trascendencia.

Estuve trabajando bastante tiempo con Acedo hasta que fundé una compañía que se llama Corretaje Inmobiliario C.A., que administra muchos condominios en Caracas y que ya tiene 43 años. No hacemos publicidad, porque nos la hacen los mismos propietarios de edificios que, contentos con nosotros, nos recomiendan.

Veo que se estableció e hizo progresos rápidamente.

Siempre me sentí aquí como si ésta fuera mi patria. En Cuba nací y aquí decidí libre y conscientemente ser venezolano.

¿Usted volvió a Cuba?

No debo volver porque, a pesar de mis años, sigo muy activo. Escribo mucho en la prensa y por Internet.

¿Mantuvo algún otro tipo de vínculo con la isla?

No, pero hay una cosa de la que me acabo de enterar. He oído muchos cuentos espeluznantes de allá, pero esto que le voy a contar me lo dijo una persona de toda mi confianza, que tiene un hijo en Costa Rica trabajando en una agencia de turismo, a quien fue a visitar y quien le habló de un viaje muy económico que había para Cuba. Se fue este amigo con sus dos hijos a Cuba, llegaron a un hotel y fue trágico lo que me contó. Si no me lo cuenta él, no lo creo. Sucedió que el señor que manejaba el restaurante del hotel, le preguntó una noche si quería estar con una mujer, a lo que mi amigo respondió que él no había ido a Cuba para eso sino para conocer sus bellezas naturales. El hombre insistió y resultó que la mujer ofrecida era su esposa. Mi amigo pensó que aquello era una broma. El señor del restaurante le dijo que de lo que él que ganaba allí, tenía que darle el 80% al Estado, que con eso no podía vivir su familia, que su esposa entendía la situación y se ayudaban de esa manera. ¿Usted se da cuenta? Qué cosa tan denigrante, tener que ofrecer a su esposa a un turista para poder vivir. A esto le llaman revolución.

¿Cuál es su balance de haber venido a Venezuela?

Espiritualmente, que creo es lo más importante, conseguí sustituir a mi patria de origen por una patria adoptiva, pues yo escogí libremente a Venezuela y no porque fuera un país rico, ni para ganar mucho dinero. Lo escogí por una razón patriótica, romántica.

¿Cuál considera es su logro más importante en este país?

Haber formado a muchos venezolanos con valores del cristianismo, dándoles una orientación política correcta. La formación de generaciones de venezolanos es mi mayor logro. Y por supuesto, una familia de seis hijos que va por los catorce nietos. Todos mis hijos son profesionales exitosos y con valores muy firmes. Tal vez sea mi hija mayor, Macky Arenas, la más conocida en la defensa de esos valores que recibió de su abuelo primero y de su padre después. Pero con todos me siento realizado como padre católico.

Siempre les hablaba a mis alumnos sobre la necesidad de que cuando fueran profesionales, hicieran política. Les decía que había que hacer la política, porque si la gente correcta no hacía política, la política iba a quedarse en manos de los vagabundos. Algunos alumnos me decían que para sus padres la política era para gente de malas costumbres, que lo de ellos era su empresa, su escritorio, su consulta privada. Más de una vez les manifesté que si no se metían en política, los malandros iban a controlar el poder en este país. Usted me pregunta, cuál es mi satisfacción, y es haber orientado a mis alumnos como cristianos, ciudadanos y profesionales del Derecho.

Quisiera saber con usted como fuente acerca de las circunstancias que rodearon la muerte de Camilo Cienfuegos, en vista de que el tratamiento periodístico que usted le dio a ese hecho, definió, digamos, el curso de su vida.

Le voy a echar el cuento como fue, porque yo escribí sobre eso. Usted saque sus conclusiones.

Camilo Cienfuegos era un hombre que baja de la Sierra Maestra con un crucifijo en el pecho. La imagen de él era como la de un San Antonio y la gente lo quería mucho. Un día hubo una manifestación pública en La Habana y más gente aplaudió a Camilo Cienfuegos que a Fidel Castro, que acababa de tomar el poder. Mi esposa ese día me comentó que no le gustaba nada eso, porque Fidel se había dado cuenta de que Camilo tenía más simpatizantes que él. “¡Que se cuide Camilo!” pensó ella entonces. Las mujeres tienen un olfato para esas cosas, una intuición que Dios les dio. Y le contesté que cómo iba a decir eso, que Camilo era el mejor amigo de Fidel, que cada vez que Fidel hablaba, decía “¿voy bien Camilo?” y Camilo asentía con la cabeza y Fidel seguía con su discurso. A los 20 días o un mes de eso, el avión de Camilo Cienfuegos que salió del Aeropuerto de Camaguey rumbo a La Habana, de donde era comandante de zona, desaparece en el mar.

Entonces, al siguiente día -me acuerdo como si fuera hoy-, Fidel va a la televisión y explica con dos comandantes de la aviación a su lado, cómo habría sido posible que los vientos alisios hubieran desviado hacia mar adentro a un avión que había salido de Camaguey para La Habana, y cómo ese avión habría desaparecido por esas causas. “Sí, sí, comandante, efectivamente, un avión que sale de Camaguey puede ser desviado hacia el mar”, decían los otros dos. Todo eso fue para explicarle a la gente el accidente.

Después ocurren tres cosas interesantes. El jefe de la torre de control del aeropuerto de Camaguey, que autorizó partida de ese supuesto avión, se suicidó. El comandante Naranjo, el hombre más cercano a Camilo, un día va a entrar al campamento militar de Columbia, y un oficial de baja gradación no se dio cuenta de que era un comandante, muy conocido por demás, y le dispara y lo mata. También casual. Dos o tres personas muy allegadas a Camilo desaparecen. Ahora ¿quién mató a Camilo? Eso lo trataba yo en aquel artículo mío. No sé quién lo mató, pero éstos son los hechos. Saque usted las conclusiones. Sergio Carbó, director del diario Prensa Libre, también escribió sobre Camilo ese día y Fidel, que estaba dando su explicación por televisión, se refirió a ambos artículos, al mío y al suyo, diciendo que eso lo escribían aquellos que sabían escribir porque eran unos oligarcas, porque habían podido ir a buenos colegios y que por eso era que podían escribir y decir esas barbaridades. Si mencionaba mi nombre, no sé qué me habría pasado porque Fidel en ese momento tenía el 95% del país con él, y sólo con una orden me habrían ido a buscar a mi casa.

Pero Castro estudió en el Colegio de Belén, como usted.

Eso era lo que yo decía para mis adentros, pero si él es tan oligarca como yo en todo caso. Siempre he pensado que la relación de Chávez con Fidel está beneficiando muchísimo a Fidel y está dañando muchísimo a Hugo Chávez. ¿Por qué? Está beneficiando a Fidel, porque hay un dicho muy popular venezolano que dice: “todos los días sale un gafo a la calle y el que se lo encuentre es de él”. Ese fue el caso de Chávez con Fidel, quien era un tipo opacado ya, sin prestigio de ningún tipo, dictador en un país que había llevado a la esclavitud y a la miseria, sin ninguna relevancia ya en América Latina. Un pobre anciano, mas no un anciano pobre, que ya no servía para nada. Pero resulta que se encuentra con un muchacho joven que quiere ser como él, el líder de América Latina. Es más, conociendo a Fidel, le aseguro que eso fue lo que pasó. “A éste lo apoyo con mi experiencia” debe haber pensado. Él sabe cómo se hace una revolución porque la hizo. Lo engatusó y a cambio de eso, le saca dinero, porque ya se acabó la Unión Soviética, y no hay nada qué sacarle a los rusos. Y ahí lo tiene, sacándole real.

Creo que quien está gobernando a Venezuela es Fidel Castro. Chávez simplemente está siguiendo las orientaciones que él le da. Fidel es un tipo tan inteligente como carente de ética. Su meta es tener la mayor cantidad de poder durante el mayor tiempo posible. El cubano que vive aquí no acepta a Chávez porque ven el él un peligro similar al que vivió. Pero estoy claro en una cosa y no me he equivocado mucho. Yo dije en un artículo que escribí en 1998, antes que Chávez subiera al poder, que no se podía votar por Chávez porque eso era una locura que iba a cometer el pueblo venezolano. Nadie me entendía.

Cuando la Asamblea Constituyente, un profesor amigo mío de la universidad me decía que los cubanos teníamos una obsesión con Cuba. Se lo dije a Herman Escarrá, a Brewer Carías cuando se estaba postulando para la Constituyente y me respondían ambos que había que actualizar la Constitución porque estaba muy atrasada. Les dije que me daban mucha lástima, que esto era un régimen dictatorial con tendencia a ser totalitario, y que iban a ser una minoría en esa asamblea, y que además iban a hacer un triste y ridículo papel al ayudar a este hombre. Después Escarrá me decía que si yo era brujo. Nada de brujo. Lo que pasa es que tuve la desgracia de vivir eso y pasé por esa experiencia trágica. Como tuve la razón cuando dije aquello, la tengo también ahora, y ojalá no me equivoque al decir que esto no puede llegar a lo de Cuba. Es absolutamente imposible. Me paso las 24 horas del día inyectándole optimismo a la gente, venezolanos y cubanos incluidos. Venezuela tiene 40 años de democracia y eso no se borra. La misma gente del gobierno está protestando. He escuchado a las enfermeras de Barrio Adentro diciendo que ganan 320.000 bolívares y que a veces no les pagan. Cuando el problema de las elecciones para diputados, uno de los postulados chavistas salió a decir que había ganado y el otro postulado, también chavista, opinaba que no, que había ganado él. Decía que le contaran sus votos y que no le iban a imponer a un candidato perdedor. Ahí se le salió su cultura democrática que está brotando por todos lados y no ha sido posible eliminarla. Chávez no ha logrado ahogarla, asfixiarla, está ahí, latente.

¿Piensa que hay un cambio de actitud en la expresión de las ideas de la gente?

Aquí hay una política de Estado que es el terrorismo, el terror de Estado para lograr lo que usted está diciendo, para lograr que los empresarios piensen que lo mejor es acomodarse. Eso es una política de terror que no es casual, está diseñada, es una guerra psicológica y mucha gente cae en eso, pero otros no, no todo el mundo tiene la misma resistencia. El otro argumento que tengo es que Chávez no es Fidel Castro, es Chávez. Los demás países de América Latina no se van con Fidel Castro. Por Dios, un régimen fracasado y además de esclavos, harapientos y miserables. ¿Usted cree que Lula va a copiar ese modelo?, ¿usted cree que la Bachelett y el presidente de Argentina van a copiar eso? Ni locos que fueran. Ahora, si sale un gafo a la calle al que se le pueden sacar los reales, se los sacan. Como dicen: agarrando aunque sea fallo.

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