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Un cuarto de siglo de la proeza de Urbano Lugo hijo; por Humberto Acosta

Hoy se cumplen 30 años de la final disputada entre Leones de Caracas y Tiburones de La Guaira en la que el pitcher Urbano Lugo Jr. logró completar un juego sin hits ni carreras tal como lo hiciera su padre en 1973. Compartimos con los lectores de Prodavinci este texto de Humberto Acosta publicado en 2012 en el que describe la hazaña del pitcher caraquista.

Por Material cedido a Prodavinci | 24 de enero, 2017

Fotografía de AVN

En el rincón de la casa destinado a preservar el recuerdo de tres lustros de carrera profesional, lo ocurrido hace veinticinco años en el estadio Universitario, detenta una presencia inconmensurable. Como para evitar que el tiempo, que suele borrarlo casi todo, consiga cumplir con su designio.

El altar lo preside la pelota que materializó el out 27, ilustrada con los nueve nombres del orden ofensivo y defensivo que estuvo detrás de él aquella noche. Más allá, aparece en una foto, tomada horas después, con Baudilio Díaz, su catcher durante la histórica jornada. Imperceptible por su tamaño, pero no menos importante por su significado, un ticket de entrada al parque para presenciar el encuentro, le disputa atención a otra gráfica captada a la mañana siguiente. En ella luce jubiloso de nuevo con Baudilio, Víctor Davalillo, Antonio Armas y Andrés Galarraga. Una franela de los Leones con su número 8 por delante y por detrás, autografiada por la mayoría de los miembros de la edición 86-87 del Caracas, comparte sin complejos su espacio con el reportaje de El Nacional con la firma de Humberto Acosta, que devenido en afiche por el marco y el cristal que lo protege, relata los pormenores de la hazaña.

“Aún está en mi memoria como si hubiese sido ayer”, admitió Urbano Lugo al referirse al desafío sin imparables y sin carreras que construyó el 24 de enero de 1987 frente a los Tiburones de La Guaira, para de paso ofrecerle el título al Caracas. “Me quedó grabado para toda la vida, aunque para que no se me olvide nunca, de vez en cuando veo el video del primero al último inning. Todavía me sorprende. No puedo creer que todo haya podido salirnos tan bien”

Único. El encanto del juego está en que excedió el logro propiamente, e incluso que diera a los Leones la corona. Lugo se unió a su progenitor como la primera pareja de padre e hijo en tirar un sin hits ni carreras en la Liga Venezolana de Beisbol Profesional, y probablemente en cualquier otra liga del mundo. El 6 de enero de 1973 con el Caracas, el primer Urbano Lugo consiguió su joya también sobre La Guaira en el Universitario.

“Cuando firmé para jugar como profesional en 1981 con el Caracas, le dije a mi papá: algún día voy a lanzar un no hit no run y te voy a emular”, contó Lugo. “Por eso otra gran satisfacción que tuve esa noche fue, que él estaba en el estadio. Tal vez eso es lo que todavía me emociona, que cumplí la promesa que le había hecho”

Aunque ese día el manager Bill Plummer lo asignó como pitcher abridor del cuarto juego de la serie final, aquel 24 de enero fue para Lugo un día tan rutinario como cualquier otro mientras transcurre el campeonato. Salió de la cama entre las 10 y las 11 de la mañana luego de acostarse pasada la media noche. Se dio un baño con agua fría para terminar de desperezarse, bebió una enorme taza de café negro, y entre bocado y bocado del almuerzo, leyó lo que decían los periódicos sobre le triunfo del Caracas sobre La Guaira, 5 a 3 en la víspera. Volvió a recostarse, y poco antes de las dos de la tarde, decidió partir al estadio. Desde Los Chaguaramos podía irse a pie. La distancia la recorrería en no más de quince minutos a paso moderado pero prefirió tomar un taxi.

“No hice nada que no hiciera siempre, ni pensé en el juego más de lo que lo hacía cada vez que me tocaba lanzar”, narró el pitcher derecho que actuó entre 1981 y 1998, siempre con el Caracas. “Pero creo que me fui en taxi por la importancia que tenía. Si ganábamos seríamos los campeones. Cuando le dije al taxista para dónde iba me dijo, hoy es taquilla, hoy gana La Guaira. Apueste al Caracas, le respondí. Yo voy a lanzar esta noche”

Control. Entre los hábitos en una fecha en la que se encontraba en turno como abridor, tal vez el más significativo consistía en repasar la estrategia a seguir con cada uno de los bateadores contrarios. Una revisión que alcanzó su punto culminante mientras calentaba en el bullpen, esa noche con el mismo Baudilio.

“Alfredo Pedrique: rectas adentro y afuera”, repite, entretanto Jeanne, su esposa, pone en sus rodillas a la pequeña Juliette. “Oswaldo Guillén: cambio, recta afuera. Raúl Pérez Tovar: recta pegada y curva. Jeff Reed: recta afuera y tenedor. Luis Salazar: lanzamientos variados. Bruce Fields: recta adentro y afuera. Cambio y tenedor. Gustavo Polidor: rectas y más rectas. Carlos “Café” Martínez: recta afuera. Norman Carrasco: todos los pitcheos sin repetir ninguno”.

En el primer inning, Lugo despachó a Pedrique con un rodado a sus manos y Guillén largó una línea al guante de Dwight Taylor en el jardín derecho. El tercer out fue Pérez Tovar con un rolling a Omar Vizquel en el campocorto que terminó en el mascotín de Andrés Galarraga en la primera base.

“No dejo de sorprenderme de cómo en ningún momento le pedí a Baudilio cambiar la seña”, insistió el hombre que cumplirá 50 años en julio y entonces andaba en los 25. “Eso significa que hubo una total compenetración entre nosotros. Pero también que todos mis pitcheos funcionaron a la perfección. Incluso la curva. La mía siempre fue una pobre curva, sobre todo comparada con la de mi papá. Lo mío era el tenedor. Pero esa noche fue tan efectiva como la de él. Y claro, el control. Poner la pelota en las esquinas me dio resultado. El control fue tan impresionante, que la recta solo la tiré para que vieran que tenía algo más”

Cuidado. Todo lanzador abridor sale al terreno con la íntima ilusión de completar un juego sin hits ni carreras aunque Lugo sólo visualizó esa posibilidad después del sexto tramo. En la parte baja, y disponiendo de tres de las cuatro carreras que le daría la ofensiva del Caracas, dominó a Polidor con un rodado por la lomita, a Martínez con otro batazo en su dirección que desvió hacia el camarero Casey Candeale para que éste completara el out en la inicial, y a Carrasco con un elevado al bosque derecho. Entonces la opción comenzó a cobrar forma en su mente.

“Hasta ese momento sólo había pensado en ganar no importa cómo”, aseguró Urbano cuyo encuentro fue el séptimo de los dieciséis de ese tipo completados en la LVBP. “Pero me dije, faltan nueve outs y comencé a esconder la pelota. Quizás a concentrarme un poco más para no equivocarme. En la primera parte del juego me sentaba en el borde del banco que estaba al lado de las escaleras que comunicaban el dugout con el clubhouse. No recuerdo quién, pero era un novato. Se sentó allí y lo sacaron a empujones. Por aquello de la cábala. Sin embargo, en la parte final preferí subir al vestuario para ver el juego por televisión con Domingo Martínez Morales y Germán Medina, que justo un año antes me habían operado del brazo”, añadió quien además estuvo en las mayores entre 1985 y 1990 con California, Montreal y Detroit.

Martínez, Carrasco y Pedrique fueron los tres bateadores de La Guaira en la segunda mitad del noveno episodio. “¡Vamos, arriba! Como si fuera el primer inning, me dijo Baudilio cuando salimos al campo”, precisó Lugo sin un .ápice de duda en la voz.

El “Café” Martínez dio un rolling de botes altos por la tercera base y por primera ocasión en la noche, Lugo pensó que el hechizo de su faena llegaría a su fin. Sólo que a propósito, Alfaro tiró mal a la primera base y el anotador oficial no tuvo otra alternativa que darle error al antesalista de los Leones. Carrasco entregó el primer out con un rodado por la lomita y Martínez se convirtió en el primer corredor de La Guaira en pisar la intermedia.

“Por cualquier cosa corrí hasta la primera para asistir a Galarraga, pero el camino de regreso al montículo se me hizo eterno”, recordó Urbano. “Pedrique siguió con un flaicito por primera y sólo quedaba Guillén. No lo quería ver. Siempre fue un bateador muy fastidioso, muy hábil. Aunque había dos outs, podía tocar la pelota. No lo hizo y dio otro rolling hacia Alfaro para terminar con un out en primera. Todos me abrazaron pero mi papá lo hizo en silencio. Fue muy emocionante el encuentro con él. Casi no habló. Entre lo poco que escuché, dijo que estaba orgulloso de mí. Eso fue todo. Lo demás, un largo abrazo”

Guinness. En los términos de la ley de las probabilidades, un partido sin hits ni carreras es un acto excepcional. Pero el de Lugo parece extraído de uno de esos libretos de Hollywood, que inútilmente pretenden sorprender con acciones desproporcionadas y sólo consiguen gestos desaprobatorios de los espectadores por violentar la naturaleza del juego. Imitó la gesta similar de su padre, con el mismo nombre, con el mismo uniforme, en el mismo mes y escenario y sobre el mismo equipo. Y sobre todo, con el mismo receptor. Para apreciar la extravagancia de esta última peculiaridad, observémosla en la siguiente perspectiva: Nolan Ryan es el lanzador con más encuentros de esas características en la historia de las grandes ligas con un total de siete. En cada uno de ellos contó con un catcher diferente.

“Desconocemos cómo hacerlo, pero tenemos la intención de llevar esta historia al Libro Guinness”, afirmó el antiguo lanzador, que ha dedicado los últimos seis años a dar clínicas de beisbol por todo el país. “Ya hemos recorrido el país tres veces, y a donde quiera que llego, siempre hay alguien que me asegura que ese día estuvo en el estadio. Estoy por creer, que el no hit no run no fue en el Universitario, sino en el Maracaná de Río de Janeiro donde caben cien mil personas”, bromea quien ganó de por vida 52 juegos, cuarta cifra más alta en las memorias del Caracas.

Las bodas de plata de la proeza se cumplirán oficialmente el próximo martes. Lugo al menos espera recordar el momento, como lo hizo en cada uno de los anteriores, aunque reconoce que en esta oportunidad merezca una celebración más formal. Ya en la puerta de la casa, Jeanne dijo en voz baja:

“La tendrá y por todo lo alto”.

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El texto original fue publicado por El Nacional y publicado en Prodavinci con autorización del autor

Material cedido a Prodavinci 

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