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¿Por qué vender gasolina en pesos es una mala noticia, pudiendo haber sido buena?; por Ronald Balza

Fotografía de Rodrigo Picón

Fotografía de Rodrigo Picón

Un viajero de paso por el aeropuerto de Londres-Heathrow puede pagar parte de sus compras en euros, parte en dólares. Si paga en efectivo, se le devolverá el dinero sobrante en libras. A las tiendas les conviene utilizar más de una moneda, porque facilita las transacciones liberando a miles de potenciales clientes de pasar por casas de cambio y ponerle, lejos de estantes y vitrinas, límite a sus gastos. En ciudades de muchos países del mundo, entre ellos Colombia, las compras también pueden pagarse con moneda nacional y con dólares, utilizando tarjetas de distintos tipos. Del lado venezolano de la frontera con Colombia, sin embargo, nada se vende oficialmente en pesos ni en dólares. Tampoco en el resto de Venezuela.

1. ¿Por qué en las bombas de gasolina de Venezuela
aún no puede pagarse con tarjeta y en divisas?

Hay al menos dos razones: el precio de los combustibles y el control de cambios.

1. Hasta febrero de 2016, llenar un tanque de gasolina usando unos pocos billetes de la menor denominación hizo innecesario para los compradores un sistema electrónico de pagos en las bombas. Además, los administradores de PDVSA prefirieron no invertir en adaptar las bombas a un nuevo sistema de pagos mientras hacían múltiples gastos no relacionados con actividades medulares y vendían la gasolina a precios inferiores a los costos de producción.

2. El otro impedimento para el pago directo en moneda extranjera ha sido el control de cambios. Los clientes siempre habrían preferido pagar en bolívares que pagar en dólares a la tasa oficial. El bolívar no es una moneda libremente convertible desde 2003, y por eso no es lo mismo pagar en bolívares que hacerlo en dólares a la tasa oficial. Los tenedores de divisas prefieren tratar de venderlas a una tasa cercana a algún marcador del paralelo, si es generalmente aceptado. Por la misma razón, hay vendedores dispuestos a recibir menos dólares que los correspondientes a la tasa oficial, adoptando en su lugar tal marcador.

2. ¿Por qué hay transacciones en divisas en Venezuela si está prohibido?

Diversas versiones de la Ley de Ilícitos Cambiarios han impedido a vendedores formales y controlados en el territorio nacional hacer abiertamente transacciones en divisas con clientes y proveedores. Sin embargo, para los vendedores informales o no controlados, había opciones. Quienes vendían productos importados, o activos como carros o apartamentos, podían intentar hacerlo directamente en dólares, o en el equivalente en bolívares cercano a lo que señalase el marcador. A esto se le ha llamado inapropiadamente “dolarización” de la economía venezolana. No puede decirse que una librería en el aeropuerto de Londres-Heathrow o una farmacia en Bogotá estén “dolarizadas” por admitir transacciones en dólares. En Venezuela, el problema no es el uso de múltiples monedas o la equivalencia entre ellas: es la existencia de una diferencia entre una tasa oficial arbitraria y un marcador del paralelo, también arbitrario.

En el caso de los combustibles, las opciones dependen de la ubicación en el territorio nacional. Hasta ahora el gobierno ha logrado, imponiendo un pesado costo de oportunidad, proveer suficiente gasolina a Caracas y otras ciudades y pueblos para que no surjan revendedores en ellas y entre ellas. Sin embargo, en las fronteras la diferencia de precios entre vecinos crea poderosos incentivos para el contrabando. En las fronteras, los revendedores pueden comprar en bolívares y vender directamente en las monedas de Colombia, Brasil, Guyana y las islas del Caribe. Convertir parte de ese dinero nuevamente en bolívares para repetir el proceso genera ganancias, que son mayores mientras mayores sean las brechas entre la tasa de cambio oficial y el marcador del paralelo; y entre los precios de un litro de gasolina entre vecinos, expresados en la misma moneda usando algún marcador del paralelo. Por estas ganancias, las operaciones comerciales que conducen a producción, empleo y consumo a ambos lados de la frontera pueden ser desplazadas por la reventa de productos que sólo enriquecen a contrabandistas.

3. ¿Por qué permitir transacciones en divisas
sólo en la frontera no es una buena idea?

Los controles de precios y de cambio causan graves problemas. Desmontarlos es necesario, y hacerlo con suma prudencia indispensable. El caso particular del precio de los combustibles ejemplifica la dificultad de la tarea. El incremento progresivo de los precios debe hacerse a nivel nacional, indicando objetivos explícitos, un plan contingente para cambios futuros de precios y una rendición detallada de cuentas, que incluyan destino presupuestario y mecanismos compensatorios previos. Por razones de tiempo, en esta oportunidad no se discuten variadas propuestas sobre cómo hacerlo. Pero, advertida la complejidad del tema y los cuidados con los que debe tratarse, es lamentable que el Presidente de la República anuncie, sin más, como una de sus “medidas para la frontera y estabilizar la economía [y] quitarle todo el poder a las mafias, [que] desde el lunes 2 de enero vamos a empezar a vender gasolina en moneda internacional, incluyendo peso colombiano”. Poco más se sabe: que “estamos listos para empezar a vender gasolina al pueblo de la frontera en pesos colombianos, en un precio especial, para que se acabe el tráfico de gasolina”, que se creará un mecanismo de pagos para que el pueblo de Colombia pueda cancelar el combustible mediante su sistema bancario, “un buen sistema si quieren pagar con sus tarjetas” y que esto contribuiría a tener “una frontera próspera en lo económico, creciente en lo comercial, sana en lo monetario y que más nunca se lleven el billete de 100, ni de 50, ni de 500”.

El Presidente atribuye pública y exclusivamente a los colombianos “llevarse” billetes venezolanos, y para detenerlos decide cobrarles la gasolina en su propia moneda, argumentando conexiones que desafían el ejercicio de la lógica. No parece comprender la conveniencia de que billetes venezolanos puedan entrar y salir de Venezuela; que compradores y vendedores colombianos, y también venezolanos y nacionales de otros países, puedan tener interés en hacerlo para importar y exportar bienes y servicios; que esto puede hacerlos “prósperos” a ellos y a sus países; que un “buen sistema” internacional de pagos electrónicos es útil también para los venezolanos; que la reventa de bienes (incluyendo el contrabando) existe por la diferencia entre precios controlados y los precios que algunos compradores, venezolanos o no, independientemente de la moneda, estén dispuestos a pagar por la razón que sea. Es llamativo que desconozca los espacios de corrupción que una vez le sirvieron para pedir una Ley Habilitante, y que pretenda detener el contrabando sólo en las bombas de gasolina, cuando las magnitudes declaradas por PDVSA hacen imposible que el grueso sea realizado usando vehículos particulares. También es preocupante que reduzca el uso del bolívar en la frontera al cobrar la gasolina en pesos. Al hacerlo, reducirá la demanda nominal de bolívares, con lo que podría tumbar aún más el precio del bolívar en Cúcuta.

Vender en pesos y dólares los combustibles en la frontera, sin mayores cambios, no resolverá ningún problema y creará otros. Incluso si los precios en Táchira y Zulia igualasen a los de la Región Nororiental de Colombia, habría incentivos para “contrabandear” dentro de Venezuela. Exponer a los estados fronterizos venezolanos a los efectos de un incremento “especial” del precio de la gasolina, de magnitud y frecuencia desconocida, con destino desconocido, con tratamiento discriminatorio y con objetivos incompatibles con el mantenimiento de controles de precios y cambios, es una mala noticia para todo el país.

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