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Lea aquí el primer capítulo de ‘Veinte merengues de amor y una bachata desesperada’, de Juan Carlos Méndez Guédez
Prodavinci ofrece a sus lectores el primer capítulo de Veinte merengues de amor y una bachata desesperada, la nueva novela de Juan Carlos Méndez Guédez que se presentará este sábado 3 de diciembre de 2016 en el marco de la Feria del Libro del Oeste de Caracas, que se inició el pasado lunes 28 de noviembre en la UCAB y finalizará el domingo 4 de diciembre.
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Cuando se sirve el tercer ron con coca cola, Neftalí alza la mirada y sabe que la noche será una pesadilla.
En una esquina: Amaya; en la otra: Lorena. Y él en medio.
Sin otro lugar a donde marcharse a esas horas. Sin otra opción que esa ruidosa fiesta.
El ron le quema la lengua como una llamarada y luego vibra en su estómago.
“Podría lanzarme por este balcón hacia abajo, pero entonces llamaría demasiado la atención; entonces todos sabrían que estuve aquí; y ellas se alegrarían; y ellas quedarían indiferentes y ellas indiferentes se entristecerían y quedarían alegres; y ellas indiferentes seguirían bailando y pasarían mil horas tristes hasta que alguien alegre descubriese que falta un invitado”.
Neftalí se sirve un cuarto ron y mira hacia las parejas.
Lorena baila con un hombre de brazos fuertes que parece camionero; Amaya lo hace con Jonás, el escenógrafo que Neftalí ha saludado en otras reuniones.
Se aleja un par de metros y bebe otro sorbo de su vaso. Recuerda aquellos remotos versos que solía leer sentado en un banco de la carrera 17: “Sucede que me canso de ser hombre”. Luego piensa en el libro de tapas grises y hojas oxidadas donde estaban esos versos. ¿Lo extravió? “La destrucción comienza cuando uno empieza a perder trozos de su biblioteca”.
Le da la espalda al vacío y a la avenida Teresa de la Parra.
A su lado, un hombre le cuenta a una mujer que deberán hacerle nuevos exámenes en el cerebro.
Neftalí mira otra vez a la pista.
Claro que también podría decidir algo muy sencillo: es la hora de partir; es la hora de que todo sea naufragio y calles donde no se encuentren ninguna de las dos mujeres, pero Neftalí sabe que para alcanzar la puerta debe caminar frente a Amaya, debe atravesar media fiesta y luego pasar frente a Lorena.
“No soy capaz”, admite.
Lanza el vaso de ron hacia la acera. Lo ve girar, moverse como una estrella agónica, lo ve llover ron, lo ve brillar hielos, lo oye silbar en la brisa de la noche.
Cuando estalla sobre el asfalto, Neftalí cierra los ojos.
La voz de Fernandito Villalona retumba en las paredes.
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