- Prodavinci - https://historico.prodavinci.com -

Un pueblo al sur; por Antonio Ortuño

art_antonio_ortuno_un_pueblo_al_sur_640416

Feria Internacional del Libro de Guadalajara, México.

Hace unos días, en una fiesta, escuchaba a un conocido, muy de saco, bigotito y corbata, quejarse de que el invitado de honor de este año en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que mañana abre sus puertas para celebrar su edición número 30, fuera América Latina. “¿Qué viene a ser eso?”, se preguntaba con una mezcla de mala leche, falso candor y pedantería. Dejemos de lado que la respuesta podría haber estado al alcance de nuestro escéptico de marras si tan sólo hubiera prestado atención a sus clases de historia y geografía en la primaria. No caigamos en el recurso facilón de llamarlo bruto. Demos por sentado que atendió a la profesora en vez de mirarse las cutículas de las uñas o hurgarse las narices y que sabe que América Latina es una entidad geográfica, política y cultural que, de hecho, existe.

Lo que el sabihondo de mi conocido quería decir era, probablemente, que América Latina, entendida como “entidad cultural”, resulta demasiado amplia y compleja para meterla toda (o al menos, lo suficiente) en el programa de actividades de una feria, por mayor que sea. Quiero pensar que eso significa su reparo, porque si a lo que se refiere es a que América Latina no es un país, habrá que recordarle que a la FIL han venido invitados mucho más peculiares que tampoco lo eran, como el estado gringo de Nuevo México (que montó una inolvidable exposición con vaqueritos y apaches de cerámica) o diversas comunidades autónomas españolas.

¿Hay una sola literatura de América Latina? Claro que no. Como no la hay mexicana, argentina guatemalteca o peruana. ¿Existe, por lo demás, una cultura latinoamericana canónica? En lo absoluto. Existen muchas cosas más: una serie de tradiciones entrecruzadas, de historias literarias paralelas y perpendiculares, de relaciones carnales profundas (en más de un sentido) entre nuestros autores, lectores, críticos, estudiosos y editores. Eso no fue solamente una alucinación del Boom latinoamericano. Quizá mi conocido se sienta particularmente eslavo o delirantemente chino, pero mientras hable en español (y no digo escribir porque, por fortuna, hace tiempo que dejó de hacerlo) y viva en estas tierras, es un latinoamericano y no podrá huir tan fácilmente de las sombras de Darío, Lugones, Borges, Reyes, Lezama Lima, Neruda, las hermanas Ocampo, Pizarnik, el Gabo, Vargas Llosa, Paz, Garro, Bolaño, Castellanos Moya, Lina Meruane…

América Latina, pues, no es solamente, como dijeron Los Prisioneros, “un pueblo al sur de Estados Unidos”. Es una larga discusión con España, es una biblioteca llena de citas entrecruzadas,  es una serie de literaturas cuyos límites no coinciden con las fronteras y las aduanas. En un mundo editorial regido por los mercados anglosajón y europeo, no me parece exagerado ni extraño reunir una serie de autores latinoamericanos (narradores, críticos, poetas, ensayistas) para reflexionar sobre lo que los une y separa. Por otro lado, ahora que lo pienso, creo que mi conocido es de esos que piensan que la FIL tiene el defecto de no ser una feria municipal. Entonces ni para qué discutir.