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Una entrevista al maestro Rafael Cadenas, hecha por Andrés Boersner

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Escritores como Borges, Steiner, Isaiah Berlin, Octavio Paz proyectaron su obra ulterior cada vez más hacia la oralidad. Esto en buena medida se debe al interés didáctico, a las posibilidades de acceso, síntesis, intercambio y a la rapidez que la comunicación oral ofrece. ¿Hacia dónde va la obra de Cadenas? ¿En esa dirección o en otras de los llamados géneros fronterizos o menores, como el diario, el aforismo, la notícula o el diccionario personal?
De los géneros me interesan el aforismo y la nota breve, porque responden a la necesidad de decir lo que me parece urgente sobre el país que sufrimos, aunque muchos sobrepasan tal propósito. Por eso, he dividido los dichos —que son aforismos, pero más modestos—. A unos, los de carácter general, que rondan lo ontológico, los llamo “Nuevos dichos”; y a los de tema político los titulo “Otros dichos”. En cuanto al diario, siempre intenté llevar uno, pero no he podido. Me he limitado a escribir notas personales. La entrevista me interesa mucho; es otra forma de expresarme oralmente, aunque suelo escribirlas, pero como si estuviera hablando. Son vecinas de la conversación. Incluso la traducción forma parte de la misma diligencia comunicativa. Se hace la que tiene afinidad con uno. De ahí que entre en una totalidad que la indulgencia considera obra.

Tus dichos, contestaciones, apuntes están presentes en el poema y la prosa a través de las entrevistas. Tus traducciones también se enfocan hacia esas instancias. Pienso en las que hiciste de Walt Whitman y D.H. Lawrence. ¿Cuáles han sido los escritores y lecturas que han influido en esa limpieza, donde “Las palabras van y vienen” y se reducen a su expresión más decantada?
Escogemos para traducir lo que tiene afinidad con uno. De ahí lo que señalé en la respuesta anterior. Creo que es algo muy personal y podría mencionar también a Antonio Machado, Pedro Salinas, Alfonso Reyes y Jorge Luis Borges. Traduje las conversaciones de Whitman, y parte de la traducción que hice de Lawrence son poemas breves que se aproximan al aforismo o a la nota. Los dichos simplemente surgieron, yo no decidí nada, y se publicaron en 1970 con el nombre de “Irreflexiones” en Nítido, hoja literaria que dirigía José Balza; luego, con su nombre actual, en San Felipe; y más tarde, en 2011, por la Dirección de Cultura de Los Andes. Esta edición lleva prólogo de Joaquín Marta Sosa y ensayo de Aníbal Rodríguez Silva, a quienes les agradezco.

Uno de los pocos ejemplos de contestaciones dentro de la literatura contemporánea es el de Nicolás Gómez Dávila, que forma parte de sus escolios y que la gente identifica como aforismos. ¿Dónde ubicarías las contestaciones?
En tierra de nadie, entre los géneros menores. Se me ocurrieron de pronto cuando leía el poema de Vold con que se inician. Fue el primero que contesté y pensé que podía seguir haciéndolo con otros y con textos en prosa, incluso políticos. También me animó la idea de que las contestaciones pudieran tentar a otros a hacer lo mismo, dialogar con autores, responderles en cualquier forma: suscribiendo lo que dicen, criticándolos, ironizándolos; a veces algunas se aproximan al poema. Las respuestas varían mucho. Las contestaciones también pueden invitar a escribir, lo que en períodos de sequedad sirve de apoyo para el escritor o el poeta.

Situarte al margen de los géneros, en territorio impreciso, ha sido una constante en tu obra. A “Derrota”, uno de tus poemas más conocidos, lo consideraste como una reunión de dichos. ¿Ha sido algo consciente esta noción fronteriza, algo que te propusiste siempre?
Las líneas de “Derrota” son frases que siguen un hilo desesperado. Así las viví, pues emergían de una depresión, no buscaban ser poéticas. Los dichos requieren normalidad, la siempre extraordinaria normalidad, algo que trataba de alcanzar entonces.

Te defines como alguien muy lacónico. Estas contestaciones, por su naturaleza polémica, ingenio y temas, parecen abrirse a nuevos espacios y acercarse más a la reflexión política. Hace cinco décadas, la situación del país te llevó a un repliegue personal que afectó, en buena medida, tu poesía escrita hasta entonces. Hoy tienes un sentido de responsabilidad distinto, mucho más activo, que desborda la propia obra. ¿Estás de acuerdo con esa impresión?
Sí, claro. Se trata de responsabilidad cívica en defensa de la democracia, pues se nos quiere imponer un totalitarismo que destruye lo fundamental para el ser humano: el vivir con libertad. Lamentablemente, millones de venezolanos aún no se percatan del peligro, aunque está sobradamente anunciado. Si no reaccionan, pasarán a depender absolutamente del Estado, lo que le permitirá hacer con ellos lo que quiera. ¿No bastan las muestras que han estado a la vista en estos últimos diez y siete años de abuso de poder sin rebozo? Te aclaro: cuando uso la palabra democracia me refiero a una forma superior a la que hemos tenido, más convincente, más interior, más profunda, notas que la vuelven inexpugnable.

Siempre has demostrado un apoyo entusiasta hacia las actividades literarias de los demás. El reconocimiento internacional que has obtenido en los últimos años sigue creciendo. Pero también has sido atacado como nunca antes. El debate acerca de la posición de los intelectuales frente al poder, que se creía ya superado, vuelve a imponerse y la ciudadanía pareciera observarlos con mayor expectativa. ¿Crees que la intelectualidad venezolana está en sintonía con lo que el país vive y que su actuación tenga influencia efectiva? ¿Crees que los intelectuales, por su naturaleza crítica, pensante, puedan sentirse felices o identificados con el poder?
Una parte está en la oposición, pero se ha visto cada vez más limitada debido a la carencia de medios que le permitan expresarse, ya que el Gobierno se ha ido apoderando de ellos; otra lo apoya, lo cual es desertar de la función crítica que le corresponde. El gran aporte de este Gobierno a nuestra historia ha sido dividir totalmente al país para establecer un paraíso, que al cabo resulta lo contrario. Que las revoluciones desembocan así lo sabía Hölderlin, como lo revela en su novela Hiperión. “El socialismo ha fracasado en el tercer mundo como en otros lugares. El drama de América Latina es que la mayor parte de los intelectuales no se ha dado cuenta todavía”. Estas son palabras de Octavio Paz, quien supo ver a tiempo lo que pasaba en nuestro continente. Están tomadas de una entrevista que lleva el título “La solución al subdesarrollo es la democracia”. Y justamente creo que el título de un libro de Fernando Mires, Democracia o barbarie, resume la tragedia de muchos países en este siglo.

 

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Rafael Cadenas en #LecturasProdavinci from ProDavinciTV on Vimeo.