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Un fragmento de “Apaciguamiento: el Referéndum Revocatorio y la consolidación de la Revolución Bolivariana”

gaviria chavez

A partir de entonces, el gobierno de Hugo Chávez se sentiría más fuerte que nunca para terminar de afianzarse en el poder y sacudirse la incómoda tutela internacional que, durante más de dos años, se había visto obligado a soportar. Así, por ejemplo, el canciller Pérez expresó en Brasilia, en la XXIII Reunión de Cancilleres del Grupo de Río, que el Grupo de Amigos ya había cumplido su función y no tenía más razón de ser. Chávez, por su parte, no ocultaba su complacencia por el reconocimiento de Estados Unidos:

Washington reconoció nuestro triunfo… No es una luna de miel, pero sí una señal y estamos interesados en recuperar el nivel de relaciones que teníamos con el gobierno de (el ex presidente demócrata) Bill Clinton.

Sin embargo, tanto él [2] como el vicepresidente Rangel señalaron que ya no reconocerían a la Coordinadora de oposición. En palabras del propio Chávez:

Hay que eliminar a la CD del mapa del continente […] yo no reconozco a esta Coordinadora (Democrática) como la oposición política. ¡No la reconozco ya! Y no hay diálogo con esa Coordinadora, no podemos dialogar con quienes desconocen la Constitución y al pueblo.

El 25 de septiembre del 2004, la misión de observación de la OEA presentó ante el Consejo Permanente el informe final sobre el RR, en el cual el brasileño Pecly Moreira reafirmó no haber encontrado indicios de fraude. Sin embargo, en su exposición ante el Consejo, el colombiano Gaviria señaló la existencia de ciertos problemas de “equidad”, “porque el presidente Chávez tenía una enorme mayoría en la Asamblea Constituyente y en los procesos hay una concentración de amigos del Presidente y de gente de sus partidos en el CNE, en el Tribunal Supremo”. Dijo asimismo Gaviria:

No fue un lecho de rosas llegar al revocatorio. Hubo toda clase de problemas, muchos problemas, hasta discusiones del presidente (Chávez) conmigo, pero finalmente se dio la solución electoral […] Tuvimos muchísimas tensiones con el CNE, tuvimos muchos problemas y por eso se atrasó el proceso unos meses. Algunos miembros del CNE tuvieron una actitud muy dura casi hasta el final y decían que éramos como los demás invitados, que sólo podíamos ir a sitios fijos y que no podíamos tener el mecanismo de conteo rápido porque les parecía inaceptable. Yo la verdad pensé en un momento que no nos iban a invitar (al revocatorio) a pesar de que los habíamos acompañado en todo el proceso […] Cuando un presidente en Latinoamérica va por la reelección inmediata es supremamente difícil crear condiciones de equidad. Lo hemos visto en otros países[3].

Aunque Gaviria aclaró que todo esto no viciaba el proceso, señaló que tenía efectos inconvenientes para la democracia. Durante el primer día, la falta de consenso entre los países miembros hizo que se difiriera para el día siguiente la emisión de una declaración conjunta sobre el tema de Venezuela. Particularmente los Estados Unidos, a través de su embajador, John Maisto, trabajaron duro en sesión cerrada “durante ocho horas para negociar el cambio de algunos de los términos del proyecto de resolución presentado por el embajador venezolano, Jorge Valero, y un grupo de once países”, según sostuvo El Universal. Maisto llamó a los observadores internacionales a estar preparados:

[…] para recibir y escrutar cualquier evidencia creíble de un posible fraude […] es imperativo que reconozcamos el hecho de que el proceso ha estado cargado con muchos problemas [tales como el clima de] miedo e intimidación que amenazó con minar el proceso; el uso de los recursos del Estado para influenciar los resultados, y las dificultades para el acceso libre y sin obstáculos de los observadores internacionales[4].

Al segundo día pudo emitirse la Resolución 869 (ver anexos), con la cual se hacía un llamado a todos los actores a respetar los resultados oficiales del RR, avalados por los observadores internacionales, y se exhortaba “a todos los sectores nacionales a abstenerse de promover la violencia y la intolerancia, con el fin de facilitar la necesaria búsqueda de la reconciliación nacional”; asimismo, se daba por cumplido el mandato de la resolución 833 y se finalizaba la labor de la OEA en el conflicto venezolano. Ese mismo día Jorge Rodríguez, rector “chavista” del CNE, destacó el equilibrio del trabajo realizado por Pecly Moreira y fustigó la actitud de Gaviria, señalando entonces que:

[…] al expresidente de Colombia César Gaviria le ha debido costar mucho aceptar los resultados del pasado referendo presidencial llevado a cabo en nuestro país [ya que el ex presidente colombiano] desde un principio mantuvo una actitud amigable con los sectores de oposición adversos al presidente Hugo Chávez[5].

El presidente Chávez fue más lejos y acusó a Gaviria de ser “mentiroso, indigno, ambicioso y calculador”[6], mientras manifestaba a sus partidarios que el próximo objetivo era hacerse con el control de “todas las gobernaciones” en las próximas elecciones regionales (nuevamente diferidas, esta vez para el 31 de octubre)[7]. A principios de ese mes, Chávez señalaría que:

Realmente hemos entrado en una nueva etapa del proceso revolucionario, y que nadie se asuste cuando hablamos de proceso revolucionario. Es una revolución absolutamente necesaria, que siempre ha querido ser pacífica y es su signo la paz. Es una revolución democrática que ha respetado, respeta y respetará los derechos de todos y de todas, pero es una revolución, y tiene que ser cada día más auténtica esta revolución, más profunda. Hemos entrado en un nuevo ciclo a partir del 15 de agosto[8].

El 6 de octubre, con la marcha de Francisco Díez, culminó la misión de observación y asistencia electoral del Centro Carter en Venezuela, aunque sus programas para el fortalecimiento de la paz seguirían funcionando durante un buen tiempo todavía. Jennifer McCoy, por su parte, todavía respondía por aquel entonces a la oposición, que acusaba al Centro Carter de haber avalado un fraude. Para avalar tales sospechas, la oposición se basaba en el informe de los profesores Ricardo Hausmann y Roberto Rigobón (profesores en Harvard y MIT, respectivamente), así como en las contradicciones en las que parecía incurrir Jonathan Taylor, uno de los matemáticos consultados por el Centro Carter. Pero Taylor, quien reconoció parte de sus posibles errores, también fue criticado por Jorge Rodríguez, quien lo acusó entonces de haber obedecido a “presiones” de McCoy para cambiar su versión de los hechos[9]. Ante ese cruce de acusaciones, Jennifer McCoy explicó a The Economist (de forma que consideramos como creíble, concisa y detallada) su versión de los hechos[10]. Por su parte, Asdrúbal Aguiar, de la CD, contestó a McCoy con otro artículo en The Economist, en el cual aseguró que la auditoría realizada por el Centro Carter fue “limitada y apresurada”:

Carter confió en la invulnerabilidad de las máquinas de Smartmatic como no lo hiciera en las máquinas electorales de la Florida cuando reclamó que contasen uno a uno los votos sufragados a fin de salvar de su derrota al entonces vicepresidente demócrata Al Gore.

Apaciguamiento3D

En nueva respuesta, el Centro Carter ratificó que su auditoría fue correcta, a pesar de que el CNE rechazara su sistema de generación de muestras aleatorias y le obligara a usar el propio, hecho al que se aferraba la oposición para cuestionar la auditoría del organismo estadounidense[11]. Dos semanas después (el 27 de septiembre), cuando Carter escribió en el Washington Post un artículo titulado “Todavía en la búsqueda de un voto justo en Florida”, el analista del think tank conservador Heritage Foundation, Stephen Johnson, lo criticaría señalando que “lamentablemente el Centro Carter no estableció las mismas exigencias al Consejo Nacional Electoral de Venezuela”[12]. Mientras tanto, el líder opositor Enrique Mendoza anunciaba que impugnaría los resultados oficiales del RR. Con todo, a finales de septiembre, el informe final del Centro Carter reconoció algunas de las deficiencias del proceso revocatorio en Venezuela. Entre otras cosas, afirmaba que dicho proceso había sufrido de “irregularidades, retardos, politización e intimidación”, especialmente durante la verificación de firmas, y que fue “conducido por el CNE por primera vez sin reglas claras, múltiples retardos y en el que se le dio prioridad a la posible detección de fraude antes de reconocer la buena fe de los firmantes”[13].

Es indudable que Gaviria se mostró más receptivo que el Centro Carter a las quejas de la oposición venezolana, y así lo atestigua su informe final, entregado el 14 de septiembre del 2004, día en el que terminaba su mandato como Secretario general de la OEA. Gaviria señaló en su informe que el sistema electoral venezolano el sistema dejó:

excesivo espacio para diferentes interpretaciones de las normas [por lo que debería] restructurarse en su totalidad de forma que provea agilidad, rapidez y transparencia y confiabilidad. Ello implicaría simplificar en la mayor medida posible los procedimientos, manteniendo las garantías que permitan un proceso transparente, verificable e incluyente[14].

Aguiar, por parte de la CD, celebró dicho informe, al cual consideró:

adecuado y propicio para continuar nuestra lucha”, y estimó que, a través del mismo, Gaviria aceptaba “que la solución electoral no es una vía actual para resolver la grave crisis venezolana, que amenaza con derivar en violencia. Con ello admite, tácitamente, que el referendo revocatorio perdió su sentido[15].

No obstante, Gaviria declaró una semana después al diario bogotano El Tiempo, el 21 de septiembre, que “nadie puede esperar que la OEA reemplace a las instituciones de los países”[16]. Y es que, en efecto, buena parte de la oposición seguía sin reconocer la victoria electoral de Chávez en el RR, en una actitud que fue duramente criticada a nivel internacional. Según el informe de Ricardo Valverde, miembro de la Misión de Observación Electoral del Centro de Asesoría y Promoción Electoral (CAPEL) del Instituto Interamericano de Derechos Humanos (IIDH) que observó el RR:

A través de un proceso tortuoso (para la gente), muy mediatizado por ambas partes, y muy “seguido” desde las distintas instancias del poder, el Presidente ganó. La aventura de la denuncia de fraude es un reflejo de la inmadurez y de la falta de visión de una oposición traicionada por sus propios errores[17].

Por su parte, The Economist consideraba que:

[…] no hay pruebas de que algún tipo de fraude hubiera cambiado los resultados (aunque habría podido inflar el margen de la victoria de Chávez). La oposición haría bien en reconocer esto _incluso si tiene razón al desconfiar de la autoridad electoral.

Durante el mes de septiembre, el embajador venezolano en la OEA, Jorge Valero, también realizó interesantes declaraciones en entrevista telefónica realizada en el programa “En Confianza”, de VTV. Valero expresó que EE.UU.:

[…] debe tratar al gobierno democrático que preside Hugo Chávez Frías con igualdad, dejando su obsesión contra su mandato legítimo y permitir que el proceso democrático siga su curso […] la opinión de la OEA ya ha sido expresada a través de la resolución que recientemente ha dado su Consejo Permanente, la cual avaló el informe presentado por el jefe de la Misión de Observación Electoral, Valter Pecly Moreira […] afortunadamente fue Pecly Moreira el que asumió la conducción del proceso refrendario, habría que imaginar lo que hubiera hecho Fernando Jaramillo al frente de la misión […y afirmó que Gaviria] siempre estuvo interesado en favorecer a los factores de oposición, eso era público y notorio, él estaba con la intención de avalar planes de ese sector político, por fortuna sus propósitos resultaron frustrados y está reaccionando a destiempo, ya que existe una decisión tomada por el Consejo Permanente […finalmente indicó que las opiniones dadas por César Gaviria sobre la formación del Tribunal Supremo del país eran] un irrespeto a la patria y una clara señal de hostilidad frente al proceso revolucionario que se está dando en Venezuela[18].

A estas alturas[19] el presidente Chávez consideraba que la Revolución Bolivariana entraba en una nueva etapa que (según afirmó en Manaos, en el marco del foro “Las Macro Ruedas de Negocios: Una Estrategia para Profundizar la Integración Latinoamericana”) ameritaba una reforma de la Constitución de 1999, sin la cual sería muy difícil superar lo que consideraba como trabas culturales y burocráticas:

El principal enemigo de nuestro gobierno y por tanto de nuestro pueblo no está en el Pentágono, ni en los adversarios internos, está en la burocracia, una verdadera macolla histórica con unos valores, una cultura y a veces uno se ve obligado a hacer lo que hizo Alejandro Magno, de sacar la espada y cortar los nudos porque tienden a ahogar las más caras y buenas intenciones[20].

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