Artes

Jueces y partes; por Antonio Ortuño

Por Antonio Ortuño | 22 de octubre, 2016

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Durante casi cinco años colaboré en un espacio radiofónico nacional comentando asuntos literarios: novedades editoriales, premios, decesos, efemérides, controversias. En aquel tiempo recibí de las editoriales una multitud de paquetes con libros que ponían a mi consideración para ser comentados. Algunos eran títulos extraordinarios. Otros, sólidos e interesantes. Algunos más tenían uno o dos elementos como para reparar en ellos. La mayoría, sin embargo, eran horrorosos: best sellers o, peor, candidatos fracasados a serlo. Por entonces estaban de moda las novelas de vampiros enamorados que imitaban, desde la portada y el diseño, al serial Crepúsculo, las novelas de niños mágicos que imitaban a Harry Potter y las de bofetones y nalgadas que imitaban a 50 sombras de Grey.

Nunca sufrí ninguna clase de presión de los productores o del conductor principal del espacio para atender algún libro en particular. Las sugerencias que llegaron a hacerme fueron, todas, más que justificadas (hablar de Del Paso o Poniatowska, por ejemplo, cuando recibieron premios internacionales, o del gran Daniel Sada en su fallecimiento). Y aunque ciertos representantes de prensa de las editoriales podían dar más lata que otros (la mayoría son gente abnegada, inteligente y eficaz, aunque nunca faltan los orates que se sienten más importantes que sus propios autores), en general hubo un respeto importante por el criterio que utilizamos para hablar de tal o cual libro. Es decir, libertad absoluta.

Comento esto porque hoy, luego de años de haber dejado la radio, me parece que aquella fue una época de oro disfrazada. Por primero de cuentas, porque los espacios de ese tipo, dedicados a los libros, se han casi extinguido (y me parece que los periodistas que los mantienen, en medios públicos y privados de la capital y ciertos estados del país, tienen mucho de héroes). Por segundo, porque algunos de los espacios que se han abierto en los tiempos recientes están en manos de los mismísimos encargados de prensa de las editoriales, quienes, por mejor voluntad que tengan (y dando por descontado, para no entrar en honduras, que saben de lo que hablan), francamente no tienen derecho a pretender ser neutrales en el tema.

Porque, incluso en el caso hipotético de que una buena mayoría de los títulos promovidos de este modo fueran joyas, siempre quedará en el aire la sospecha de que existen otros de los que no se hablará o que se abordarán de manera superficial simplemente por pertenecer a sellos diferentes a los que pagan la quincena del “crítico”.

Finalmente, y por comentarios que he escuchado de los colegas que aún están sobre el cuadrilátero, en plena lucha, queda claro que muchas editoriales han dejado de resignarse al viejo papel pasivo de “proponer” sus libros mediante el envío a los periodistas especializados, sino que se afanan en jugar con las pautas publicitarias a cambio de recibir espacios editoriales. Un horror. Por eso, insisto, quienes persisten en la promoción y difusión de la literatura y la cultura impresa en los medios de comunicación merecen un respeto enorme.

Antonio Ortuño Narrador y periodista mexicano. Entre sus obras más resaltantes están "El buscador de cabezas (2006) y "Recursos Humanos" (finalista Premio Herralde de Novela, 2007). Es colaborador frecuente de la publicación Letras Libres y del diario El Informador. Puedes seguirlo en Twitter en @AntonioOrtugno

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