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Dylan: el ganador y los perdedores; por Gisela Kozak Rovero

Fotografía de EFE

Fotografía de EFE

Lo primero que hay que decir sobre el Premio Nobel de Literatura otorgado al cantautor estadounidense Bob Dylan es que ha causado menos escándalo entre escritores, críticos y profesores de literatura que en sus numerosos admiradores y detractores; éstos, por lo general, admiten su calidad musical pero no entienden que fuese premiado por la academia sueca. En los debates académicos y entre escritores se acepta hace muchísimos años que lo que llamamos literatura, un arte verbal de milenaria trayectoria, es una noción histórica, siempre cambiante, y que, por lo tanto, no hay sociedad, academia o experto que pueda con seguridad decirnos qué es literario y que no lo es. Las peleas de comentaristas y tuiteros con los “académicos” han sido boxeo de sombra entonces, una pelea con nadie. La literatura no es un canon religioso, como los cuatro evangelios cristianos, es más bien un gran conjunto de escrituras sometidas al escrutinio de lectores, escritores y expertos. En el caso de Dylan su éxito musical sin duda se ha basado en la calidad de sus letras, podría decirse que es un poeta que canta, como los de la antigua Grecia o los trovadores medievales. En su trayectoria, coinciden quienes han analizado su obra en artículos y hasta tesis doctorales, hay una indudable influencia de la llamada generación “beatnik” estadounidense, con poetas como Allen Ginsberg a la cabeza y narradores como Jack Kerouac, y se le considera heredero del gran trovador de los Estados Unidos, Walt Whitman. Incluso, llamaba a su guitarra Rimbaud, en honor al poeta maldito francés del siglo XIX.

Quizás la pregunta correcta no es si la Academia sueca se abre a los nuevos tiempos, en tanto la conexión de lo popular con la llamada alta cultura fue protagónica en el siglo XX. Ya no hablamos de “nuevos tiempos” respecto a este tema. Pareciera que la pregunta correcta es si el acto de leer literatura como la conexión con un libro que nos llevará a otros libros de múltiples épocas y culturas es lo que retrocede ante el ímpetu de la oralidad propiciada por la cultura de masas. Como admiradora de escritores como Vince Gilligan, el libretista de Breaking Bad, me imagino que tarde o temprano un guionista de cine y televisión será Nobel de Literatura. También, si lo ganó Dylan debieron ganárselo Juan Gabriel y Simón Díaz, Chico Buarque pasa a ser candidato y deberíamos dar la pelea por Juan Luis Guerra y Ruben Blades.

Pero yo tengo derecho a decir que preferiría que le dieran el Nobel a otro tipo de escritor.

Me explico:

Dylan tiene un lugar que nadie se lo quita; tal vez quienes están perdiendo su lugar son Jorge Luis Borges, Marcel Proust, Teresa de la Parra, César Vallejo y Virginia Woolf, por no hablar de Shakespeare, Sor Juana Inés de la Cruz, Esquilo y las hermanas Bronte. Los comentadores, generalmente ya de mediana edad, que creen que la academia o los escritores “aburridos” se oponen a Dylan, emulan rebeldías de hace cincuenta años y realmente cree que Dylan es una suerte de Tristán Tzara que escandaliza a telarañosos académicos y señoras burguesas. No es verdad, Dylan es parte del canon norteamericano y del buen decir de la intelectualidad del partido demócrata. Es el vencedor en la contiendas del arte literario del siglo XXI, no Rafael Cadenas o Amos Oz. Y no porque Dylan sea mejor que ellos sino porque es más potable para el gran público auditivo y visual que declina las dificultades que significan los rebeldes de la literatura como Rimbaud, Proust, Joyce o Teresa de la Parra.

Pero yo, sin despreciar la literatura oída (espero que todos los fanáticos de Dylan al menos entiendan inglés), seguiré leyendo a quienes perdieron el Nobel 2016: Amos Oz, Joyce Carol Oates, Philip Roth.

Y después de ver otra vez la saga cinematográfica completa de Los juegos del hambre, bailar a Carlos Vives, cantar a Juan Gabriel y a Dylan, y extrañar Juego de tronos, leeré solitariamente el primer tomo de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust. Este tipo de escritor es el perdedor frente a Dylan y suelo sentir debilidad por los perdedores geniales.

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Bob Dylan

EL NOBEL DE DYLAN Y LA QUERELLA DE TROVADORES Y POETASportada

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