Artes

La fe en la música y la música en la fe; por Aquiles Báez

Por Aquiles Báez | 9 de octubre, 2016
La luz que conecta la fe con la tradicion Fotografia de Arianna Arteaga Quintero para su cronica Chuao y el silencio detras de s

Fotografía de Arianna Arteaga Quintero para su crónica “Chuao y el silencio detrás de sus diablos”. Si desea leerla, haga click en la imagen.

 

“Señor, haz de mí un instrumento de tu paz”
San Francisco de Asís

La música es un camino de esperanza que conduce a la fe. Es como Dios: está en todos lados. La sentimos desde que estamos en el vientre de nuestra madre y escuchamos sus latidos hasta cuando oímos las melodías que, al crecer, pasan a formar parte de nuestra memoria.

La música tiene una fuerza tan poderosa que no puede ser comprendida sino de la misma manera que una obra divina, una pincelada del Creador sobre nosotros, un caudal de torrentes infinitas que surcan la vida de los seres humanos para transformarnos, precisamente, en mejores personas.

La música tiene una connotación espiritual, un carácter ritual. No es casual que todas las religiones tengan en la música una parte imprescindible de sus celebraciones, la consideran como parte de la propia religión, una senda que conduce a los creyentes a conectarse esos dioses que invocan.

Creo en la música como una fuerza que conecta a los seres humanos entre sí. Creo en ella como un artefacto que emite señales de amor desde una energía superior que subyace en la magia de los sonidos. Creo que con cada nota musical ocurre un encuentro con la Divinidad.

Es esa energía desplegada desde el universo gesta emociones, sensaciones, la armonía de un todo que, a su vez, es parte del todo.

En cada creencia, los ritos se transmutan en sonidos que elevan el espíritu y el uso de la música es un elemento común entre todas, convirtiéndose incluso en una forma de meditar a través de los sonidos. Y en este sentido, la fe tiene muchas aristas, diversos enfoques que se desprenden de la emoción que le pone la misma gente, travesías que se entrecruzan gestando encuentros fabulosos.

Toda esta percepción  genera un estado de conciencia diferente que no se puede describir con palabras: un camino que conduce hacia una vía espiritual inspirada en la naturaleza del ser humano y en las emociones que la música genera.

Las culturas africanas, por ejemplo, invocan a sus deidades a través de los tambores. Y así la percusión pasa a ser un instrumento interlocutor entre estas deidades y la fe, que se permuta en ritmos y cantos para celebrar a los Dioses que bajan a la tierra en forma de sonidos. Los musulmanes inician su ceremonia con un canto muy hermoso llamado Adhan, donde la voz humana hace la llamada para que Alá se manifieste. Y ese canto se convierte en interlocutor melódico para que Dios se manifieste en la mezquita, con una energía que solo Él sabe conectar. En el Budismo, la música es un elemento que se utiliza para meditar: los monjes del Tíbet hacen unos sonidos maravillosos creando armónicos con la voz. Es decir: son capaces de hacer dos y tres voces simultáneamente con su garganta como parte de sus cantos religiosos, creando de esta manera un estado de conciencia particular. Para los practicantes de la religión védica es fundamental encontrar la música interior. La imagen de Khrisna, una de las figuras más importantes dentro de la cultura de la India, siempre está asociada con la música y se le representa tocando la flauta. En las culturas ancestrales de nuestros indígenas en Venezuela, la función del chamán es la de sanar a través del canto. Su voz es un símbolo de sabiduría, de modo que la fe y la comunicación espiritual están vinculadas con la música como el medio conductor hacia lo divino.

Es magia pura en el buen sentido de la palabra: es una herramienta de sanación interior.

Por supuesto, cada religión tiene su aproximación particular a esa forma de entender la fe. Sin embargo, los intercambios culturales producto de la opresión, la alienación y las estructuras de poder que permiten que una cultura domine a otra han impactado las formas de entender a Dios y a la música que nos conecta con Él.  Los ritos dependen de la supremacía de un mundo conquistador impuesto sobre el conquistado, así que cambian de contexto, de forma y de mensaje. Sin embargo, los intercambios culturales han cambiado la forma de pensar la música y, además, han gestado mezclas muy hermosas, incluso a pesar del dolor que representa la transculturización.

A pesar de estos choques culturales, hay una forma de hacer música con un sentido de trascendencia que se conecta con el sentido contemplativo del espíritu y se encuentra muy alejada del ego terrenal: música hecha con Dios, por Dios y para Dios. Trascendencia que es, a su vez una energía que es muy difícil explicar racionalmente.

La música con sentido místico tiene una fuerza que nos hace cambiar la visión del mundo: goza de un carácter hipnótico, mueve el universo y nos hace sentir de cerca eso que algunos llamamos Dios.

Hay un sinnúmero de ejemplos de esta conexión que ocurre con la música: ese trance que se genera mientras se entona un Canto de Sirena, la música que se le canta a San Juan antes de la fiesta de tambores en las costas de Aragua,  o la emoción chamánica de Las Turas en La Sierra de Coro, o la fuerza enraizada de los cantos a San Benito, o un Velorio de Cruz de Mayo, un Candomblé brasilero o un canto a Krishna. Es esa emoción que se siente en las celebraciones góspel donde la gente termina llorando de goce. Es la iluminación maravillosa del Réquiem de Mozart o el de Fauré, la Misa en Sol de Schubert, o Bach con sus Cuatro Pasiones o su fabulosa Misa en Si. Son manifestaciones que se adentran en el subconsciente y que son parte de nosotros. Eno palabras Carl Jung: están en el  inconsciente colectivo.

Esta relación entre la música y la fe también toma caminos inesperados. Recuerdo una vez estando en Harlem, Nueva York, en una celebración góspel, me di cuenta de algo muy interesante: la celebración del rito católico y gran parte de la música vinculada con la Iglesia Católica está creada desde el concepto de la muerte de Jesús. En cambio, en la celebración góspel, todo gira en torno a la resurrección del Señor, por lo que conceptualmente tiene otra energía. Una energía puede ser abordada desde diferentes perspectivas hasta en religiones que tienen el mismo Dios, aunque lo veneren de forma diferente. No obstante, el camino de la fe en cualquier religión es un acto de convicción y de amor por una fuerza que no es tangible.

Hay una verdad: la música es un acto de fe. Hay que tener fe en ella, creer y dejar que esas deidades que la sostienen se hagan presentes en hechos tan sutiles como el sonido de un instrumento. Vivimos en un mundo de mucha superficialidad y no nos damos cuenta del milagro que ocurre con la música que esta conectada con la fe, ésa que nos transporta y genera una sensación emocional trascendente, ese milagro que está a la vuelta de la esquina y muchas veces pasa totalmente desapercibido.

Purde parecer que la música que tiene un sentido espiritual es sólo un privilegio de ciertas élites, cuando en realidad está disponible para todo aquel que la quiera sentir y esté dispuesto a recibir la energía que conlleva esa fe que abraza la música.

Hay que conectarse con esa energía y exorcizar a esos ídolos de anime con los que nos bombardean constantemente. Hay que tener fe para que el futuro de  la música sea nuestra religión, una fe que además es vinculante y trascendente.

En estos tiempos tan banales me pregunto: ¿cómo desconectarse de esas influencias que llegan desde el mundo del comercio en la música? ¿Cómo conectarnos con el sentido de trascendencia de la música, cuando sentimos a diario una desconexión con esa fuerza y nos distraemos con cosas superfluas? ¿Cómo sobrevive la filosofía que debe llevar la música mientras nos bombardean diariamente con tantas cosas y muchas veces caemos en el vacío de no tener esa fe en la música que es trascendente?

Es un camino largo que comienza por buscar ese destino que está en la fe que vive en cada uno de nosotros y dejar que la música viaje por caminos de optimismo y certidumbre.

En el evangelio de Mateo, en el capítulo 17, Jesús dice: “Les aseguro que si tienen fe tan pequeña como un grano de mostaza, podrán decirle a esta montaña: trasládate de aquí para allá, y se trasladará, para ustedes, nada será imposible”. Aunque tengamos que mover toda una cordillera, debemos ser coherentes con el sentido y el significado que tiene el creer en la música como una entidad espiritual. Sin duda alguna, la fe es algo intangible, es una realidad de convicción y de conciencia, así como escribió Santa Teresa de Jesús: “Nada te turbe, nada te espante, sólo Dios basta, quien a Dios tiene nada le falta”.

 

Aquiles Báez 

Comentarios (3)

Petrusco
10 de octubre, 2016

Dice Bobby McFerrin, por nombrar solo a uno de esos músicos imprescindibles: “No podría vivir, ni mucho menos cantar sin fe. Para mí es primordial. Todos mis días comienzan con una oración”

Totalmente suscrito.

Alejandro
12 de octubre, 2016

Maestro siempre es bueno y reconfortante leerlo y saber todo lo que hace. Gracias

Joeif Duroim
12 de octubre, 2016

Hoy, de muchas maneras,este escrito ha retumbado en mi alma. En efecto, la música es una forma de llegar a un estado espiritual elevado!!

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