Artes

Nacho; por Jorge Volpi

Por Jorge Volpi | 31 de agosto, 2016
Nacho; por Jorge Volpi 640

El escritor Ignacio Padilla [1968-2016].

 

Estreché por primera vez la mano de Nacho Padilla treinta y un años atrás, cuando lo felicité por haber ganado el concurso de cuento de nuestra preparatoria, célebre por la leyenda —cierta— de que en su tiempo Carlos Fuentes obtuvo los tres primeros lugares. Eloy Urroz me impulsó a participar pero, a diferencia de su texto y el mío, “El héroe del silencio”, el primer relato de Nacho, era un derroche de talento lingüístico que todavía se lee con asombro. Su estilo futuro se anunciaba en una nuez: una prosa delirante y circular, labrada a partir de sus febriles escarceos con Rulfo y García Márquez —los maestros con quienes tanto se batiría—, una imaginación que lo arrastraba del medioevo a la ciencia ficción, con su aciaga cuota de fantasmas, y la vocación miniaturista que le permitía sumar palabras como piezas de un rompecabezas imaginario. Fraguamos una hermandad que hoy extravía su arquitectura: mi imagen de la felicidad literaria se resume en las vehementes discusiones triangulares con Eloy y Nacho en el Sanborns de San Ángel. Apuntalados por Pedro Ángel Palou, Ricardo Chávez, Alejandro Estivill y Vicente Herrasti, enarbolamos contra viento y marea la utopía de una literatura que, sin dejar de ser una pasión solitaria, pudiese ser defendida como un placer compartido. Un amigo como Nacho es un espejo en quien te reflejas y contrastas, te descubres y ruborizas, te enardeces y reconcilias. “Si la comparación a veces resulta odiosa es porque en las gradaciones alguien suele y quizá tiene que salir perdiendo; pero incluso en la parcialidad cruel del contraste debemos reconocer que el espejo, sea nítido o cóncavo, muestra todo y a todos como realmente somos, hemos sido o podríamos ser”, escribió en “Versos de Shakespeare y desdichas de Cervantes”, quizás el más lúcido ensayo que le dedicó a su escritor de cabecera (más bien de auto: en su vida dual entre Querétaro y el DF, escuchó cien veces el Quijote en voz de Fernando Rey). Sin Nacho, me resulta más arduo saber quién soy.

Dos años en Salamanca y sus feroces inviernos curtieron nuestra convivencia: en las diarias comidas en mi casa de Libreros enhebramos su inagotable tesis sobre el alcalaíno con mi precaria física cuántica. Los “datos Nachito” nos servían de aperitivo: anécdotas eruditas imposibles de verificar, de los pollos sin cabeza a la fantasiosa etimología de un vocablo, afición que le abriría las puertas de su entrañable Academia Mexicana de la Lengua. Él replicó a mi demencia germánica con Amphytrion y yo le debo las torpes quijotadas de El fin de la locura. Nunca dejamos de ser cómplices y duelistas: aun si adivinaba que siempre habría de vencerme, no dejé de pelear en buena lid con sus frases monstruosas y perfectas.

De La catedral de los ahogados a El daño no es de ayer, Nacho violentó y retorció tanto la lengua como a sus evanescentes criaturas —más cerca, a su pesar, de Cervantes que de Shakespeare—, aunque yo me quedo con Si volviesen Sus Majestades, precoz imprecación a Beckett y Borges. Ganó, sí, cuanto premio se topó en el camino hasta que se le agotaron: en su dulzura y bonhomía era tan ambicioso como el que más, y tan astuto. Detrás de eso, un pudor familiar o una secreta melancolía le impedían narrar sus desdichas y arrebatos o concedérselos a sus personajes. A cambio, les ofrecía mundos fastuosos, tan bellos y desconcertantes como un grabado de Escher, en los que yo me empeñaba en discernir sus cuitas y secretos.

Coleccionaba esperpentos: de la precaria vida de los encendedores a los inmolados hijos de Goebbels, del inexistente arte del terremoto a la balbuceante literatura marina en español, aunque fue en la brevedad donde alcanzó la grandeza. No es el cariño el que me lleva a afirmar que fue uno de los mayores cuentistas de nuestro tiempo y ansío que su portentosa Micropedia -la orgánica reunión de sus relatos-, que debiera convertirse en un clásico instantáneo, encuentre la miríada de lectores que, en contra de las cábalas de su autor, quedarán trastocados con sus páginas. La única inmortalidad posible se halla, estoy seguro, en la memoria de quienes nos han amado: la vida se ha tornado más fría y siniestra con su ausencia, de modo que me dispongo a releer a Nacho para imaginar, en los entresijos de sus libros, aquellos otros universos donde aún podríamos encontrarnos.

Jorge Volpi 

Comentarios (5)

Sheyla Falcony
31 de agosto, 2016

Hermoso Homenaje, Gracias Prodavinci !!

…………. Sí, se fué un jóven escritor mexicano, Nacho Padilla, apenas de 47 años, el mundo hispano-literario lamenta su muerte. Fue en busca de las hermosas profundidades del ¡Gran Cervantes y sus compañeros!. Dejó en preparación un libro titulado : Inéditos y Extraviados. Paz a sus restos y Viva México !! …sheyla,31-08-2016

Carlos Herrera
31 de agosto, 2016

Descubrí con deleite la escritura de Ignacio Padilla con su novela “Amphytrion”… Las letras mexicanas quedan huérfanas con su partida… QEPD… 🙁

Sheyla Falcony
4 de septiembre, 2016

….Voy a dejar por aquí una aclaratoria: ….la información sobre el libro que dejó en preparación nuestro Distinguido Nacho Padilla , la tomé de comentarios de sus connacionales que, en estos días, hablaron bien de este ilustre jóven escritor..Ojalá este libro, ¡INEDITOS Y EXTRAVIADOS¡salga pronto a la luz para adquirirlo y leerlo..el título me intriga y despierta interés ..Voy a confesar lo siguiente ..yo sólo soy *aficionada exprés* a la hermosa y profunda literatura universal, pero la amo..sin saber por qué (?)….y esta triste noticia me dolió..porque se fué de nuestra américa un digno escritor mexicano….De ahí que le agradezco a Prodavinci la oportunidad de publicar por estas ventanas, mis modos de ser y mis sentimientos espontáneos, tanto en temas literarios como en otros temas.. Gracias !! Sheyla, 04-09-2016.

José Luis López
5 de septiembre, 2016

Me emociona su escritura. Aún sigo perdido en las fauces del abismo. No merecemos su partida. Ojalá se le rinda tributo con Micropedia.

Marisela Gonzalo Febres
6 de febrero, 2017

Tan cerca de México y tan lejos de México y de sus escritores. Me encanta todo lo que escribe Volpi. En Venezuela, la crisis espantó no sólo las grandes librerías tipo Fondo de Cultura Económica, sino la posibilidad de acceso a los libros recientes, por cuanto las librerías sobrevivientes apenas tienen alas para volar y las compras por internet resultan más difíciles que tomar agua al revés…

Envíenos su comentario

Política de comentarios

Usted es el único responsable del comentario que realice en esta página. No se permitirán comentarios que contengan ofensas, insultos, ataques a terceros, lenguaje inapropiado o con contenido discriminatorio. Tampoco se permitirán comentarios que no estén relacionados con el tema del artículo. La intención de Prodavinci es promover el diálogo constructivo.