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Repetir los errores; por Antonio Ortuño

Repetir los errores por Antonio Ortuno 640

Hace unos días, en una comida en la que tuve el mal tino de estar presente, un reconocido editor mexicano confesó que había terminado por ceder a la tentación de bajar libros de la red en vez de comprarlos en papel. Peor aún: luego de varias preguntas mal intencionadas de otro de los comensales, y al calor de la charla y las cervezas, el editor de marras aceptó que sí, que no solamente se está pasando al ebook comercial corriente, sino que también ha bajado libros “piratas”, es decir, copias ilegales en diferentes formatos. Básicamente, se defendió el hombre cuando comenzaron a saltar las críticas, eso ha sucedido porque muchos títulos que le urgían por uno u otro motivo (ya fuera profesional o de simple lector) no están disponibles en las librerías virtuales del país y, en caso de encontrarse en tiendas extranjeras, son carísimos o sencillamente imposibles de descargar por cuestión de derechos.

No lo culpemos. La industria editorial vive sumergida en ese tipo de paradojas. Los “derechos territoriales” con los que se topa alguien que quiere descargar un ebook publicado en España o Argentina, por ejemplo, pueden ser muy prácticos para que esos escritores con una multitud de sellos detrás de sus huesos puedan conseguir mejores contratos en cada país, pero para el lector común, que es el destinatario final del trabajo, no suelen ser de ayuda, especialmente si lo que le interesa no es un bestseller sino el texto de algún autor menos requerido, que solamente publica en ciertos territorios.

Al consultar mi archivo, veo que publiqué hace unos años una airada queja en este mismo sentido. ¿Algo ha cambiado desde entonces? Poquísimo, por no decir que nada. Sí, servicios como Amazon o iTunes han contribuido a que podamos tener acceso a más ebooks, pero la “territorialidad” sigue allí, en medio, salvo en los casos en que un editor contrata una obra para todos los países que abarca una lengua (lo cual no es frecuente). ¿Cómo es que seguimos en el mismo punto? ¿Cómo es que las editoriales y las librerías virtuales prefieren la circulación de libros piratas a la posibilidad de pagar lo necesario para tener los derechos internacionales de un ebook?

Unas de las grandes taras de la industria librera han sido, históricamente, la mala distribución y la ceguera de muchos editores, convencidos de que el autor de una cierta nacionalidad sólo puede interesarles a sus vecinos y compatriotas. ¿Por qué el ebook, que debería aprovechar la disponibilidad total que da la red sigue amarrado a esas políticas caducas? Apenas algunos sellos independientes (y muy pocos de los multinacionales) han sido capaces de incursionar en el mercado virtual sin pretender que funcione exactamente igual que el viejo mercado del papel. Sobran editores convencidos de que repetir los esquemas de toda la vida es suficiente, cuando lo que queda claro es que están repitiendo errores garrafales más que otra cosa. Por eso la piratería editorial gana lectores todos los días.