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Una conversación con Gerry Weil y la biógrafa de un inmigrante, un artista y un docente; por Carlos Egaña

Por Carlos Egaña | 18 de julio, 2016
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Gerry Weil retratado por Roberto Mata

Hace un par de meses, la Fundación para la Cultura Urbana y la productora Guataca publicaron Al ritmo de Gerry Weil, una biografía sobre el músico austríaco-venezolano escrita por Cristina Raffalli.

Reflejo de la bohemia y el espíritu renovador que alguna vez recorrieron este país, el libro es testimonio de un hombre que podría ser muchos: un inmigrante, un artista, un docente. Enmarcado en el Festival Caracas a Contratiempo, el libro será bautizado el 31 de julio, seguido por un homenaje al maestro Weil.

Así como celebramos tal evento con entusiasmo, quisiéramos profundizar en las distintas facetas del texto y de su protagonista.

Más que un escrito, un diálogo

Al inicio del libro, Raffalli escribe que el propósito de hacer una biografía de Gerry Weil “lo emprendería como periodista y que, por lo tanto, lo haría mediante entrevistas”. No es mera casualidad que el subtítulo del libro sea Conversaciones con el maestro. En vez de estar escrito en clave narrativa o a manera de ensayo, en el texto se intercalan palabras de la autora y del biografiado en cada página. Raffalli nos guía por la experiencia de Weil, sus episodios a veces desgarradores, a veces cómicos, y los comenta mientras el maestro, por su parte, hurga sus memorias.

“Yo quería hacer un libro donde sonara la voz de Gerry Weil”, afirma la periodista. Por eso su tono conversacional. “Quería compartir con muchos otros, a través de la escritura, la inmensa suerte de sentarme una vez por semana durante más de un año a que Gerry me contara su vida, sus recuerdos, sus opiniones, sus ideas”. A través de la entrevista, Raffalli busca transportarnos a un apartamento en Sabana Grande, mientras cae la noche y el maestro termina su última clase del día, que la acompañemos y oigamos junto a ella su acento inconfundible.

Si ahondamos en la conversación como motor y forma del libro, podremos notar que pretende ser un diálogo. “Quería que su biografía fuera un acto de construcción y nunca de destrucción de reputaciones, de sentimientos ni de obras. Deseaba que su biografía fuera un ‘gesto de paz’”, escribe la periodista sobre las intenciones de Weil en el prólogo. Y al maestro no le cabe duda que así ha de ser el arte, no solo el de realizar una biografía sino el de la creación en sí:

“La labor de un artista es elevar el estado de conciencia de sus seguidores, del pueblo, de la humanidad. Algunos lo hacen conscientemente, otros lo hacen inconscientemente. Pero sea como sea, el artista, los artistas, somos de alguna manera forjadores de conciencia, forjadores de la posibilidad de ser felices en este mundo. Si tú lees el libro, te das cuenta que soy un tipo absolutamente positivo. Que me parece la única actitud que debes tomar, porque ser negativo te lleva a la autodestrucción. Y mi mensaje en esencia es un mensaje de amor, porque el arte, la música, es un gesto del amor”

En vez de enfocar su conversa en una discusión tormentosa, en un debate entre posiciones irreconciliables, la intención de Weil ha sido tender un puente a través de sus palabras.

En una Venezuela anterior

En Al ritmo de Gerry Weil, se lee la vida de un austríaco que emigra a un país tropical luego de una guerra devastadora, que queda a la intemperie en La Guaira luego de dejar su casa, que se pierde con muy pocos ahorros en Sabana Grande y, a través de ciertas amistades, logra hacerse un nombre en la ciudad. Estas experiencias juveniles que tomaron lugar entre 1957 y los primeros años de los sesenta hacen eco de un pasado, para muchos, nostálgico. “Yo llegué a una Venezuela paradisíaca, una Venezuela bendecida; a El Dorado; a una Venezuela rica en todo, hasta económicamente”, dice el maestro. Aunque no se cierra del todo al país del presente:

“Si llegara a la Venezuela de este momento, no podría comer… ¿Quién sabe? Tal vez sí. De cierta manera, yo soy un luchador. Buscaría la manera de sobrevivir en la Venezuela de hoy, pero es difícil. Para la gente joven es difícil”

Sobre aquel viaje de la juventud de Weil —de Austria a Venezuela, de La Guaira a Sábana Grande, de la intemperie al talento—, comenta Raffalli:

“En los inicios de Gerry como pianista, hay un punto de inflexión que es el encuentro, en Sabana Grande, con un profesor que se dedicó, como un asunto personal,  a  que Gerry aprendiera a tocar piano y a que adquiriera una disciplina férrea y esa persona lo hizo de la manera más desinteresada, sin cobrarle un céntimo, permitiéndole usar su propio piano todos los días porque Gerry no tenía,  y todo eso sólo porque creía en él y reconocía la fuerza de su pasión. Mientras haya gente así en el país, en el mundo, habrá cambios posibles. El relato de vida de Gerry está marcado por  una épica: la de superar las dificultades personales  más inimaginables. En este sentido, creo que su relato de vida  puede invitarnos a imaginar realidades nuevas y un país capaz de vencer sus sombras”

No obstante, Weil no es de quienes extrañan el pasado por haber participado en el establishment. “A mí nunca me ha interesado el éxito comercial, por eso estoy como estoy, pero feliz”, dice, y nota que antes de hacerse un nombre tocando en Altamira, estuvo más interesado en experimentar con la música popular. Resalta, a su vez, Raffalli que

“Gerry siempre fue un artista de vanguardia con gran apego a las rupturas. Una de las etapas más interesantes de la vida artística de Gerry es la que transcurrió durante los años setenta con La Banda Municipal. El grupo se proponía investigar y experimentar en torno a la idea de cómo hubiera llegado a ser la música popular autóctona de Venezuela si hubiera evolucionado de la misma manera en que lo hizo el jazz en los Estados Unidos. Ese experimento era, por decir lo mínimo, una audacia total. La investigación rigurosa, la actitud libertaria ante la creación y un compromiso casi monacal de los integrantes con la banda, dieron como resultado una música que más allá de ser un ejercicio intelectual de altísimo vuelo, era además hermosa, sorprendente y absolutamente nueva, pero nueva de verdad, orgánicamente nueva”.

Así, Weil se dio a conocer en cantidad de barrios de Caracas, tocó en el Grupo Madera de San Agustín y hasta impartió clases en la Cárcel Modelo. Los resultados de aquellos intercambios de una Venezuela anterior, se vieron reflejados con el Premio Nacional de Música que se le otorgó en el 2008.

Un alumno entre alumnos

Cristina Rafalli

Cristina Raffalli retratada por Luis Roberto Lipavsky

“Pienso que Venezuela necesita reconocerse y celebrarse  en sus héroes civiles. Y un perfecto ejemplo de lo que es un héroe civil, es el maestro, el docente”, dice la periodista en referencia a Gerry Weil. Y en efecto, si algo sobrepasa la obra del austríaco-venezolano, es la de quienes han sido sus alumnos. Entre ellos, se cuentan desde pianistas como Silvano Monasterios y Luis Perdomo, hasta integrantes de las bandas Caramelos de Cianuro y Desorden Público. Sobre tantos que han pasado por su apartamento, Weil dice que es él quien ha de estar honrado por haberlos tenido como alumnos, y no al revés.

Mas el estatus de docente no es fijo para el maestro. Más bien, prefiere considerarse un alumno, pues siempre tiene el aprendizaje como fin. A Weil se le hace fundamental seguir practicando y aprendiendo nuevas piezas de Bach, así como seguir estudiando japonés. “A todas estas, no tengo invitación a Japón, no tengo concierto ni contrato, lo más probable es que ni vuelva a Japón. Pero lo hago, me gusta.”

¿Qué queda para Gerry Weil luego de esta biografía?, podría preguntarse uno al finalizarla. A sus setenta y seis años, el maestro responde: “Lo que viene es más aprendizaje, más renovación, más felicidad, más playa, más conciertos, nuevos alumnos, ver y disfrutar del éxito de los alumnos que han logrado volar más alto que yo. Y sentirme de alguna manera feliz de haber puesto un granito en su éxito”.

Carlos Egaña 

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