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Al límite // El nudo gordiano del general Padrino; por Luis García Mora

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Cuando el lunes 11 de julio el presidente, ¿civil?, Nicolás Maduro, soltó con su artificioso acento cubano: “Mando único, caballero”, se evidenció el switch que nos hacía pasar de un gobierno civil a otro militar.

Una suerte de coup d’etat pero frío y acordado.

Calculado y certero.

“Todos los ministerios, todos los ministros y ministras, todas las instituciones del Estado quedan a partir de este momento bajo la orden y subordinación absoluta mía y bajo el mando del general en jefe Vladimir Padrino López”.

Fue un impacto. Como el de la semana del 5 de Julio en el que cortó con el Parlamento para celebrar nuestra fecha civil, cuadrado por completo con el estamento armado.

Se está acelerando esta historia en la que Maduro no es Maduro, ni lo que es, es. Lo que nos recuerda que hay que romper con este sueño catatónico, en el que 30 millones de venezolanos creemos que viajamos en nuestras propias cápsulas como la tripulación del Nostromo de Alien, el octavo pasajero, en estado de hibernación.

¿Se otorga poder ilimitado al ministerio de la Defensa para dictar cualquier regulación económica que estime pertinente dentro de un estado de excepción por decreto, sin ley previa ni Asamblea ni Constitución de por medio?

“Remisión en blanco” la llaman los juristas. Para militarizar la economía y controlarlo todo, desde la switchera del general Padrino.

Virtual co-Presidente o Jefe de Gabinete de facto, para impartir órdenes directas a los ministros y tomar el control de la situación: en este caso la distribución de alimentos y la actividad económica.

También nos obligó a recordar Maduro el lunes a mi estimado Heinz Dieterich, ex asesor de Fidel y de  Chávez en su momento, y del general Baduel, y que le sigue el ritmo a esto en todo, quien como quien no quiere la cosa, aconsejaba en febrero pasado a la parte sensata del régimen a actuar.

“Cortar el nudo gordiano”, decía, “de la burocracia y la mediocridad” que asfixia a la nación y poder regresarla a un “estado de normalidad”, dadas las dimensiones y profundidad de la crisis económica y política e impedirle al “proceso bolivariano” terminar de hundirse y desaparecer bajo este cambio de mundo a que nos condujo el finado.

Con la cúpula militar colocada entre la espada y la pared, para mantener la cohesión de la Fuerza Armada ante la deteriorada situación y las continuas estupideces económicas del gobierno (la propuesta de default de Salas y el mentor español terminó de romper la paciencia).

Así como con la cercanía los ineludibles comicios democráticos: el del revocatorio y el de la elección de gobernadores, que mantiene a Maduro colgando de un hilo ante la opinión internacional.

Y la amenaza de una explosión social generalizada, se consideran además varias cosas: 1) Que Maduro “no gobierna” y que no es más que el vocero de la camarilla dominante del PSUV en la que “juega el papel que se le ha asignado en la división política del trabajo”, y 2) que incapaz de desarrollar cualquier estrategia racional de superación de la crisis. Dentro de esa tendencia la toma del poder por los militares “dejaría el paquete de la salvación nacional en manos del Estado armado, no del partido y del Estado civil”.

Esto explicaría por qué el bloque de los militares “que ahora es el único poder real detrás de Miraflores, con unos 25 ministros y gobernadores en servicio activo o en la reserva”, no habrían intervenido decididamente, excepto en el bloqueo del desconocimiento oficialista del resultado electoral del 6-D y de la intención de impedir la instalación de la Asamblea.

Se rumora que para impedir que se instalase lo peor, se necesitaba un plan, un proyecto o protocolo inédito, junto a lo que se ha amado la “madre de todas las negociaciones”. Y decidieron pactar.

Con lo que el bloque del poder militar, (ministros y gobernadores de charreteras), como factor de poder real y operativo en Venezuela en este momento, queda con toda la responsabilidad frente a la salida o no de la crisis.

El plan final

Después del 6-D no se rectificó y -por el contrario- se radicalizó el esquema de la catástrofe, con lo que hoy Maduro ha terminado de perder piso (más de 80% de evaluación negativa, ya en el llamado punto de no-retorno) y la mitad del 30% oficialista desconfiando abiertamente de él. Por otra parte, se evidenció con la avalancha de firmas que con su nombre se pierde cualquier votación.

La situación es de alerta.

Con un teatro de operaciones complejo para los militares bolivarianos pues la crisis pinta insoluble para ellos: no tienen el know-how económico ni el equipo humano técnico, ni el apoyo social ni el internacional.

Terminarían quemándose.

Por su parte, Padrino no es de los militares venezolanos de alto nivel acusados por la justicia de Estados Unidos, sancionados por el gobierno de Obama.

Por el contrario, afirma una conocedora como Sebastiana Barráez “él ha buscado limpiar el nombre de las FANB y conciliar los choques que hay entre los grupos de poder allí dentro”.

Entonces, ¿qué?

¿Cómo interpretar lo del lunes?

En febrero se hablaba no de un coup d’etat sino de cambiar a un nuevo “centro de gravitación operativo del poder político, dentro de la cáscara institucional que existe”, con la capacidad de salvar al país de la catástrofe.

“Cambiar institucionalmente el centro de gravedad de un gobierno no viola ninguna norma constitucional”, se dijo, “pues es frecuente en todos los gobiernos burgueses, para devolverle la operatividad a la fuerza gubernamental”.

En un análisis pragmático en el cual “hay que entender que se deben hacer cambios de fase sistémico de 1er y 2ndo orden”, pues el “chavismo”, de acuerdo a las variables convergentes va hacia el colapso.

Y los tiempos del proceso son claros.

Por lo que si esto es cierto, lo que habría ocurrido sería que a lo que estamos asistiendo es a la constitución de un “nuevo centro gravitacional operativo gubernamental”, sin mover a Maduro del poder. Y así evitar la instalación de un régimen castrense abierto.

Hay un manejo militar actual, dicen los allegados, pero intentando evitar una locura final. Con Padrino reconociendo que los ministros del área alimentaria, casi todos militares, han fracasado. Por lo que su reto es (ya descabezó los puertos, las aduanas), como dijo Alcalá Cordones, combatir las “mafias de importación” que han quebrado la Republica, y hasta donde pueda, ennoblecer la Fuerza.

¿Podrá lograrlo?

A Padrino se le reconoce su disciplina, efectividad para tomar decisiones en medio de situaciones estresantes, y su respeto a la autoridad.

Con dos tareas hercúleas: pasar la llave para convocar a un diálogo abierto en una tarea de consenso nacional político y económico para enfrentar las crisis.

Y, dos, quizás lo más importante, evitar que lo remuevan.

Cosa que no parece probable.