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Adiós a Péter Esterházy; por Judit Gerendas

Adios a Peter Esterhazy por Judit Gerendas

El escritor Péter Esterházy, en julio de 2014. Fotografía de Balazs Mohai para AP

El 14 de julio de 2016, falleció de cáncer de páncreas, a los 66 años, el escritor húngaro Péter Esterházy. Vayan estas palabras de tributo y homenaje.

En 1991 Imre Kertész, Premio Nobel húngaro, escribió un largo cuento titulado “Expediente”, en el cual retoma la idea central de su novela Sin destino, sin duda su obra magna: el individuo, el ser humano que pretende darle un destino a su existencia, se tropieza, inevitablemente, con el mundo, el cual siempre está ahí, erguido en todo su poder, para impedir tan legítimo y justo proyecto.

En 1993 el brillante escritor Péter Esterházy, nacido en Budapest en 1950, publicó otro largo cuento, titulado “Vida y literatura”, que dialoga con el  de Kertész.  En él logra un magnífico entretejer de sus frases con las del texto de  Kertész. Los dos cuentos fueron posteriormente publicados conjuntamente en un solo volumen: Una historia: dos relatos. Imre Kertész, “Expediente”; Péter Esterházy, “Vida y literatura”. Traducción de Adan Kovacsics, Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2005.

Esterházy, fiel a su notable espíritu lúdico, involucra el dramático texto de Kertész en el suyo propio, en un admirable y difícil  ejercicio en el cual las dos obras  se contaminan, se asimilan y se diferencian, para adquirir un espacio propio en los dos ámbitos más importantes para Esterházy, que son la literatura y  la vida. La idea central del ars poetica del autor consiste en  que la realidad nace a partir de la frase, que el caos de lo real solo adquiere sentido cuando es nombrado, cuando es procesado por el lenguaje. La sensibilidad –y las ganas de jugar- de Esterházy han sido removidas por lo que ha leído en “Expediente” y, con el impulso generado de esta manera, se pone en acción y, conmocionado y admirado, retoma frases, temas y conceptos filosóficos, para, con otro argumento, reescribir el primer texto, el hipotexto, según la terminología de Genette. El humor y la brillante inteligencia caracterizan este relato, construido sobre la intertextualidad –aunque con vida propia, por supuesto-, el cual, aparte de ser siempre un juego –en la acepción más alta del término-, tiene, en este caso –como es frecuente  cuando se trata de la intertextualidad- un profundo sentido ético y filosófico. Solo que los elementos abstractos, tales como conceptos, ideas y visiones del mundo, se entremezclan estrechamente con la representación de los objetos concretos que participan de la historia, como es usual también en la obra de Esterházy.

A través de sus largos párrafos –de los que él mismo se burla en algún momento-, muchos construidos con las frases de Imre Kertész, mantiene con el texto de éste un amoroso vínculo, desmintiendo la afirmación que hacen ambos escritores en cuanto a sí mismos, de que “no hay amor en mí”.

La ironía y la autoironía constantes, así como la utilización de adjetivos de gran fuerza expresiva, le sirven al autor para “vacilarse” la realidad, burlarse de ella, volverla al revés y ponerla de nuevo al derecho, tal como cuando  incluye en el relato a personajes literarios creados por los escritores que admira, sin indicar que son ficciones dentro de la ficción. Se trata de una bravoure que forma parte de una escritura juguetona, ligera, liviana, elaborada con agudeza, con agilidad mental, con giros inesperados, en una especie de vaivén y de inseguridad deliberada, todo lo cual solo se refiere a los significantes, puesto que los significados son densos, tal como el peso de la culpa y los cargos de conciencia, al igual que  las imágenes amenazantes, por medio de las cuales nos enfrentamos a la presencia tangible del poder y a la del ciudadano tratado como delincuente, de manera que el desenlace es completamente diferente al desarrollo del relato. El juego se ha terminado, nos dice:  el individuo, humillado y avergonzado, descubre dentro de sí el miedo como un órgano más, así como el ser empujado a vivir como una fiera al acecho.

De la contraportada de su novela La mirada de la condesa Hahn-Hahn tomo la siguiente cita:

En un ejercicio de compromiso con la literatura, Esterházy
aprovecha su viaje a las fuentes del Danubio para llegar a
las fuentes de la novela. Al mismo tiempo que explora el
espacio y el tiempo, medita sobre el papel del escritor, la
identidad, la existencia, sus reflexiones a través de sus
personajes en un mundo que exige relatos menos
trascendentes. Su opinión al respecto queda patente en ese
estilo suyo, característico de toda su obra, tan poco
convencional en el que con una admirable inteligencia
narradora se funden lo real y lo imaginario. La mirada de la
condesa Hahn-Hahn es una novela elegante y divertida,
sensual y encantadora, salpicada de guiños literarios e
históricos que ponen a prueba a su agudo lector [1]

La ingeniosidad de Péter Esterházy lo llevó también a emprender una insólita aventura literaria, en la cual el espíritu de juego que lo caracterizó llegó a sus máximas posibilidades. Una de sus novelas más impactantes –y en mi opinión más logradas- es Tizenhét hattyúk, un título que, debido a la forma del plural, que se refiere a diez y siete cisnes, no corresponde al húngaro moderno, sino al antiguo. Después de mucho pensar –porque la traducción gramatical sería imposible- jugando yo también con la frase, se me ocurrió que si lo tradujera –una misión casi imposible- le pondría por título Aver visto diez y siete cisnes, frase en la cual la escritura de haber sería la que aludiría al castellano antiguo. El autor se dedicó aquí a armar dos audaces actividades lúdicas. Por una parte, en la ficción toda la novela está escrita en húngaro antiguo por una muchacha de la época contemporánea. Esterházy tuvo que aprender, superando las dificultades inevitables, el barroco húngaro del siglo XVIII, lo cual, ya de por sí, aparte de ser una hazaña, da cuenta cabal del intenso espíritu lúdico del autor.

El escritor explica, en un libro posterior, una especie de cuaderno de bitácora titulada A kitömött hattyú (El cisne disecado) que diez y siete son las sílabas que componen un haiku y que, además, diez y siete es un número primo, es decir, solo divisible por sí mismo y por uno. Y agrega:

Hubo quienes me dijeron que esto era una cursilería. Que deliberadamente se han articulado una serie de acontecimientos cursis con esta lengua existente/no existente, arcaica. A mí ni se me ocurrió que esto fuera cursi, porque, en mi opinión, ello depende precisamente de la escritura, de la composición. Si no, todo lo fuera: un estudiante mata a una vieja y luego se atormenta largamente al respecto … son pequeñas historias: vivir, morir …[2].

Ahora bien, el único juego -¡y qué gran juego!- que el escritor se permitió con esta obra, no fue el uso de un húngaro arcaico en una historia que transcurre a finales del siglo XX, sino que, sin dar ninguna pista de la trampa que estaba armando, publicó la obra bajo el nombre de la protagonista que narraba su historia en primera persona, Lili Csokonai. Así  aparece en la tapa del libro. Solo muy pocos miembros de la editorial conocían la verdad y cuando el libro se publicó, escrito por una joven autora desconocida que manejaba a la perfección un lenguaje de largos siglos atrás, no fue poco el revuelo que se produjo en el ámbito de la literatura húngara. Algunos se ilusionaron con la aparición de semejante genio, pero la gran mayoría sospechó que detrás de ese nombre se escondía algún autor avezado y de larga experiencia.

Esterházy se divirtió de lo lindo y siguió con el juego: puso en el correo un sobre vacío, dirigido a sí mismo, para tener el sello postal, y escribió unas diez páginas –en húngaro antiguo- como si fuera la muchacha, pidiendo ayuda para publicar el libro. El escritor llevó la carta con el sobre al jefe de redacción de la revista semanal Élet és Irodalom (Vida y Literatura), el cual se llenó de alegría por el descubrimiento, hasta que Esterházy le confesó la verdad y le pidió su complicidad. Le entregó el texto y le pidió que lo publicara con su nombre, como recibido por él, por el  jefe de redacción, el cual se avino al juego.

Se desató la locura. ¿Quien es esta? ¿Quien es esta mujer? – se oía el runrún desde cada arbusto literario, y el hecho de mi develamiento se transformó solo en cuestión de tiempo, por más que el jefe de redacción y el personal de la editorial Magvetö se mantuvieron firmes, heroicamente, ahuyentando a la Radio, a los particulares, al Consejo de Mujeres y al Foro de los Jóvenes ( Ob. cit., p. 146).

Fue un brillante,  aunque breve lapso, durante el cual el ars poetica del autor, relativo al imbricamiento lúdico de literatura y vida se materializó y generó una cadena de reacciones completamente reales en torno a un texto.

La lengua de la novela no era en verdad el húngaro arcaico. Era una lengua nueva que el autor inventó a partir de esa  antigua y mediante su imaginación, nacida de su apasionado vínculo con la palabra. Evidentemente, no fue fácil. Como lo señala el propio escritor, esa lengua se le resistió. Pero los lectores, a nuestra vez, podemos decir que él logró la hazaña de triunfar en un proyecto tan complejo.

Los libros de Péter Esterházy se han traducido a más de veinte lenguas. Fue miembro fundador de la Academia Literaria Digital,  recibió el Premio Kossuth, el Füst Milán, el Déry Tibor, el József Attila, el Vilenica (de Eslovenia), el Krúdy Gyula, el Premio Libro del Año (1990), el Premio a la Obra de la Vida (de la Fundación Soros), el Ordre des Arts et des Lettres en su grado de Oficial (de Francia), el Premio Björnson (de Noruega), el Premio al Creador de la Fundación Soros, el Premio Vilenica (de Eslovenia), por segunda vez, El Premio Nacional Austríaco, el Premio Sándor Márai, el Premio Herder (de Austria), el Ordre des Arts et des Lettres en su grado de Comandante (de Francia), el Premio Pro-Europa, el Premio a la Paz del sector del libro alemán, el Premio Prima Primissima, la Condecoración de la República Húngara, el Premio Ovidio (el reconocimiento de más alto nivel a escritores extranjeros en Rumania) y fue declarado Ciudadano honorario de Budapest.

Fue  miembro del Deutsche Akademie für Sprache und Dichtung (Darmstadt), de la Akademie der Künste (Berlin) y de la Académie Européenne des Scienses, des Arts et des Lettres.

Desde que en el 2015 se enteró de su enfermedad publicó dos libros: A bünös (El culpable) y Hasnyálmirigynapló (Diario del páncreas), ambos de 2016. En los dos el protagonista es su enfermedad. El primero presenta obras del pintor contemporáneo Miklós Szüts, con textos de Esterházy, como este:

Había una vez, en algún lugar, un páncreas. Más exactamente un Páncreas.  En verdad … el nombre del condenado era Cáncer de Páncreas. Era un tipo lleno de vida, poco confiable. En una pintura pintaría como el poeta Bálint Balassi, tendría bigotes, un casco de la época y, no en último lugar, la espada de un héroe. En la pintura se notaría que sin cesar está enamorado. Como un zorro a las gallinas, así acosaría, constantemente, a las mujeres. Y a los hombres. No haría diferencias; ya se sabe, el amor es ciego. Con gusto estaríamos en el siglo XVII, habría caballo, habría espada, habría el vaho del amanecer, un salvaje galopar y el derrame de la sangre de los abominables turcos.

Y entonces se escucharía una voz celestial: cierra, hijo mío, ese siglo XVII, que puede entrar el frío o la corriente. (Traducción mía del húngaro, J.G.).

En el Diario habla de su enfermedad con más crudeza todavía, siguiendo su avance día a día, vinculandola a su tema permanente, la vida y la literatura.

No perdió su acre humor y su espíritu risueño ni en los momentos finales.

[1] Péter Esterházy. La mirada de la condesa Hahn-Hahn; Bajando por el Danubio. Traducción de Judit Xantus, Madrid, Alianza Editorial, 2001.
[2] Esterházy Péter. “Tizenhét kitömött hattyúk” [“Aver visto diez y siete cisnes disecados”]. En: A kitömött hattyú [El cisne disecado], Budapest, Magvetö Kiadó, 1988, p. 125.